Buena chica

Nefer recostó, agotada, la cabeza en el amplio pecho. Demasiado para que su joven cuerpo soportara. El hombre o dios que lo sostenía la tenía como en una montaña rusa. La asustaba pero a la vez era capaz de despertar lo más oculto de su cuerpo. Incomodidad, placer, libertad, emoción, había tantas cosas dentro de su mente que no le daban tiempo a procesarlo.

Sintió algo extra y pesado en su muñeca y se extrañó. No acostumbraba a usar prendas.

Alzó su brazo ante su rostro y sus ojos se abrieron como plato al ver la pulsera ancha dorada con incrustaciones de piedras, al

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