Nefer veía como su acompañante se removía sobre su silla. Era graciosa la imagen de ver a alguien como él ser incomodado por algo aunque se preocupó un poco. Anubis era un dios
¿Qué podría alarmarlo?
-Acaba de escoger alguna chica, no esperes que esté aquí todo el día- le dijo ella intentando romper la pesada atmósfera a su alrededor y meterse otro pedazo de carne en la boca.
-No quiero escuchar eso de alguien que se demorará al menos una hora en consumir todo eso-
-¿Y quién dice que todo esto va para adentro? No amigo, la comida gratis se reserva. Ya tengo el almuerzo y la cena de mañana- Nefer lo señaló con el dedo dándole una lección de vida- Tengo otros planes con el dinero que me diste, así que hay que ahorrarlo por el momento-
-¿Cómo por ejemplo?- le interrogó, más por p
Nefer pestañeó tantas veces que le dolió procesando la imagen delante de ella una vez que se giró para encontrarse con un hombre normal, pero sabiendo que era otro dios escondido bajo un disfraz humano. No lo podía creer. Como si con uno no bastara ¿ahora dos?Se giró lentamente sosteniéndose del lavamanos. Podría de nuevo caer y ya había pasado esa vergüenza una vez, dos no estaba en los planes. Gracias a ese primer encuentro con Anubis creyó que estaba preparada sicológicamente, tremenda mentira.El hombre frente a ella, si, dentro del baño de mujeres, se la comía con la vista a pedacitos. Y no hacía nada para ocultar este hecho. Anubis lo hacía igual a cada rato, por no decir todo el tiempo, pero no la hacía sentir de manera tan sucia. Ya era suficiente con sus demás clientes.Su estatura rivalizaba con la de Anubis. Al menos comían carne 20 veces al día porque esos cuerpos tonificados de envidia no podían salir solo de ejercicio ni gimnasio. Su cabello era
El cuerpo de Anubis estaba tan tenso que dolía. Podía sentir la sangre bombear en sus oídos y las venas marcarse sobre la piel de sus brazos. De tantas personas que podrían estar ahí, de tantos dioses que pudieran encontrarse, tenía que ser Horus. Maldijo la hora en que insistió en convencer a Nefer que lo ayudara. Ahora estaba entre la espada y la pared.-Ohhh, mi querido primo. Veo que estas muy enfocado en tu misión- el nuevo dios dijo con irónico mientras se acomodaba la camisa que había sido arrugada al ser empujado hacia el otro extremo del baño -Seguro que nuestro Señor Todopoderoso estará muy contento con tu avance- hizo una mueca hacia la humana detrás de él- Algo extraño de ver aunque de virgen no tiene ni un pelo ¿De dónde la sacaste?-Anubis tragó en seco. Horus era el hijo de Osiris e Isis, dioses superiores muy cercanos al G
Anubis leía con atención una y otra vez la palabra Nutella sobre aquel frasco de cristal con contenido de color marrón sospechoso. Al dios eso no le daba ninguna idea positiva a la mente. Algo con ese color podía ser vendido tan fácilmente y por lo visto era bien solicitado porque quedaban pocos en el estante.Después de los sucesos dentro de la cafetería habían salido después de él cerciorarse que Horus no estuviera por los alrededores. Le había tomado algunos minutos calmarla, sobando su columna con su gran mano. Se había tenido que esconder dentro de uno de los compartimentos del baño y sentado sobre el retrete con ella en su regazo.Nefer había temblado con miedo, pero después de un tiempo parecía que se había recuperado por completo. Alzando la cabeza y mirándolo con aquel par de orbes amatistas que había recuperado el brillo aunque sus pestañas y mejillas aún estaban mojadas por las lágrimas.El chacal no pudo evitar secarla con sus labios dejando
Introdujo un dedo en la suave mezcla agradándole la textura.-Abre la boca- le dijo casi ronco.Nefer obedeció y Anubis hipnotizado introdujo el dedo embarrado de chocolate. Ella cerró sus labios y saboreó tanto el dulce como el dedo del hombre, con la lengua recorriéndolo completamente.Anubis sacó el dedo suavemente sintiendo la textura de los labios para llevarlo después a los suyos. Los restos de chocolate, más la saliva de Nefer fue una bomba que lo hizo temblar y estar tan duro que el roce del material de su pantalón le dolió.-Ábreme la camisa- su voz sonó gutural, llena de excitación.Nefer comenzó a desabotonar cada uno de los botones con dificultad. A ella también le costaba trabajo enfocarse y sus dedos como gelatina no ayudaban. Esa voz ronca y aunque le daba órdenes era excitante. Los últimos dos necesito sacar la camisa del cinturón para abrirla completamente dejando a la vista el pecho amplio, definido y el abdomen cuadriculado del hombre
Nefer temió que sus muy chismosos vecinos oyeran los gemidos de placer de su pareja, cliente, empleador, lo que fuera ese hombre junto a ella. Pero todas sus preocupaciones se esfumaron al sentir el sabor mezclado de lo que su boca estaba saboreando.Apenas podía llegar a la mitad de aquel miembro dentro de su boca sin tener que forzar todos sus músculos de su garganta, aunque la mano que acariciaba su cabeza no la forzaba y la cadera de Anubis se mantenía en su lugar evitando así que se ahogara por accidente. Pero ella no quería que fuera así, quería darle más placer, hacerle perder e
Complacido se arrodilló entre los muslos abiertos y acercó su boca al botón caliente e hinchado entre los labios rojos. Y lo besó. Nefer se mordió la mano ante la fuerte succión sobre su clítoris. El dios le agarró las piernas para que no la cerrara y siguió succionando hasta ponerlo tan rojo como quería. Para cunado separó con un sonido húmedo encontró una imagen muy tentadora. La mujer se retorcía sobre la meseta y sus ojos tenían lágrimas. Anubis simplemente sonrió y volvió a atacarla, quería llevarla al orgasmo
Anunbis se dio que no tenía ningún lubricante cerca y que lo necesitaría. Él no era necesariamente pequeño en esa parte y tampoco quería que aquello terminara en desastre. Quizás esa noche ella estaba tan intoxicada con las drogas que ni siquiera se percató de que le dolía. Eso era algo que siempre se preguntaría. Intentó moverse pero ella jadeó y lo apretó con sus piernas.-No te muevas- le pidió con los ojos cerrados. Unas grandes y cálidas manos acariciaban desde la curva de su espalda hasta el inicio de sus nalgas en una suave y cálida caricia que no le permitía salir del estado de soñolencia. Nefer no quería que esa sensación terminara. Era acogedora. El grueso brazo debajo de su cuello, el pecho duro y caliente que lo sostenía como su ancla y las piernas torneadas enredadas entre las suyas, el crudo olor delicioso que se desbordaba sobre ella marcándola. Si pudiera despertar así todos los días pues daría lo que fuera.Hacía tiempo que no sentía de aquella especial maneraLos dedos acariciaron su cuello y nuca hasta descansar en su mejilla donde corrieron un rizo rebelde hacia atrás. Nefer se revolvió sin abrir los ojos como si fuera un gato ronroneando y solo se abrazó más a aquella fuente de calor donde dej&oacutSolo tal vez me estoy enamorando