Introdujo un dedo en la suave mezcla agradándole la textura.
-Abre la boca- le dijo casi ronco.
Nefer obedeció y Anubis hipnotizado introdujo el dedo embarrado de chocolate. Ella cerró sus labios y saboreó tanto el dulce como el dedo del hombre, con la lengua recorriéndolo completamente.
Anubis sacó el dedo suavemente sintiendo la textura de los labios para llevarlo después a los suyos. Los restos de chocolate, más la saliva de Nefer fue una bomba que lo hizo temblar y estar tan duro que el roce del material de su pantalón le dolió.
-Ábreme la camisa- su voz sonó gutural, llena de excitación.
Nefer comenzó a desabotonar cada uno de los botones con dificultad. A ella también le costaba trabajo enfocarse y sus dedos como gelatina no ayudaban. Esa voz ronca y aunque le daba órdenes era excitante. Los últimos dos necesito sacar la camisa del cinturón para abrirla completamente dejando a la vista el pecho amplio, definido y el abdomen cuadriculado del hombre
Nefer temió que sus muy chismosos vecinos oyeran los gemidos de placer de su pareja, cliente, empleador, lo que fuera ese hombre junto a ella. Pero todas sus preocupaciones se esfumaron al sentir el sabor mezclado de lo que su boca estaba saboreando.Apenas podía llegar a la mitad de aquel miembro dentro de su boca sin tener que forzar todos sus músculos de su garganta, aunque la mano que acariciaba su cabeza no la forzaba y la cadera de Anubis se mantenía en su lugar evitando así que se ahogara por accidente. Pero ella no quería que fuera así, quería darle más placer, hacerle perder e
Complacido se arrodilló entre los muslos abiertos y acercó su boca al botón caliente e hinchado entre los labios rojos. Y lo besó. Nefer se mordió la mano ante la fuerte succión sobre su clítoris. El dios le agarró las piernas para que no la cerrara y siguió succionando hasta ponerlo tan rojo como quería. Para cunado separó con un sonido húmedo encontró una imagen muy tentadora. La mujer se retorcía sobre la meseta y sus ojos tenían lágrimas. Anubis simplemente sonrió y volvió a atacarla, quería llevarla al orgasmo
Anunbis se dio que no tenía ningún lubricante cerca y que lo necesitaría. Él no era necesariamente pequeño en esa parte y tampoco quería que aquello terminara en desastre. Quizás esa noche ella estaba tan intoxicada con las drogas que ni siquiera se percató de que le dolía. Eso era algo que siempre se preguntaría. Intentó moverse pero ella jadeó y lo apretó con sus piernas.-No te muevas- le pidió con los ojos cerrados. Unas grandes y cálidas manos acariciaban desde la curva de su espalda hasta el inicio de sus nalgas en una suave y cálida caricia que no le permitía salir del estado de soñolencia. Nefer no quería que esa sensación terminara. Era acogedora. El grueso brazo debajo de su cuello, el pecho duro y caliente que lo sostenía como su ancla y las piernas torneadas enredadas entre las suyas, el crudo olor delicioso que se desbordaba sobre ella marcándola. Si pudiera despertar así todos los días pues daría lo que fuera.Hacía tiempo que no sentía de aquella especial maneraLos dedos acariciaron su cuello y nuca hasta descansar en su mejilla donde corrieron un rizo rebelde hacia atrás. Nefer se revolvió sin abrir los ojos como si fuera un gato ronroneando y solo se abrazó más a aquella fuente de calor donde dej&oacutSolo tal vez me estoy enamorando
Nefer se preguntó si los dioses tenían un límite para su lívido. Porque después de la noche que habían tenido era par que Anubis estuviera satisfecho. Pero al parecer no. Porque el dios estaba literal chupando su piel en busca de proporcionarle placer.Aun así había una pregunta que rondaba su cabeza y sabía que necesitaba hacerla. No era una persona de aferrarse a las cosas y lo había aprendido a las malas-¿Qué piensas hacer cuando termines tu misión?- su voz salió inesperadamente tranquilaAnubis se detuvo de besar el cuerpo de la joven al oír la pregunta, una que tanto había querido evadir y más después de darse cuenta que disfrutaba mucho estar a su lado.-Se supone que debo volver inmediatamente una vez la de por concluida. La tasa
Nefer comenzó a retroceder lentamente para perderse entre la multitud. Era más fácil para Anubis si ella no estaba a su lado, después de todo, solo era un estorbo. Pero su brillante plan fue frustrado cuando fue tomando de la mano y bruscamente llevado hacia el medio de la pista de baile donde gracias al tamaño de Anubis ella no era aplastada.-¿Anubis?- ella lo miró con los ojos muy abiertos sin saber qué idea tenía en él mente.-Bailemos un poco- le dio media vuelta a ella y pegó su pecho a la espalda de la mujer. Bajó su cabeza y dejó un suave beso en la nuca de Nefer esperando a ver su reacción.Agradeció después de unos segundos cuando ella no lo rechazó y comenzó a mover su cadera que se restregaba con la ingle del dios. Anubis tuvo que apretar los dientes y posar sus manos a los lados de la cadera femenina y apretarla contra &eacut
Anubis nunca creyó que podría odiar el sexo. Aquella mujer que supuestamente era virgen y una excelente candidata para llevar su energía se le enrollaba como una anaconda excitada y él hacía todo lo posible para soportarlo. Algo raro en él. No era ajeno a los encarntos femeninos e incluso a los masculinos, pero ahora había algo en él que lo hacía sentirse incómodo.Había encontrado a la mejor elegida para engendrar una cantidad considerable para el orbe. Su aura era lo suficientemente fuerte para soportar su esencia y que la misión se cumpliera con éxito. Ella era el objetivo que estaba esperando desde antes. Lo que tanto esta
El cuerpo del dios de los muertos, Anubis, se materializo delante de la entrada al Imperio. En todos sus largos años no recordaba haber estado tan molesto, furioso..., no había forma de expresarlo con palabras. Mataría a aquel que le hubiera puesto un solo dedo sobre Nefer. Su Nefer.Subió las grandes escaleras recobrando su forma original, aumentando su tamaño hasta llegar a los dos metros y medios. Toda su piel se cubrió de un color azabache azulado proveniente de un muy corto pelaje que dejaba reflejado todos los músculos marcados de su cuerpo. Pequeñas garras reemplazaron las uñas de las manos y pies; y su cabeza se desfiguró hasta tomar su característica forma de chacal, aunque manteniendo su larga melena bicolor.Su ropa desapareció totalmente transformándose en un shenti* de la más fina tela sujeto por un cinturón dorado, que le cubría parte de los mus