Nefer se preguntó si los dioses tenían un límite para su lívido. Porque después de la noche que habían tenido era par que Anubis estuviera satisfecho. Pero al parecer no. Porque el dios estaba literal chupando su piel en busca de proporcionarle placer.
Aun así había una pregunta que rondaba su cabeza y sabía que necesitaba hacerla. No era una persona de aferrarse a las cosas y lo había aprendido a las malas
-¿Qué piensas hacer cuando termines tu misión?- su voz salió inesperadamente tranquila
Anubis se detuvo de besar el cuerpo de la joven al oír la pregunta, una que tanto había querido evadir y más después de darse cuenta que disfrutaba mucho estar a su lado.
-Se supone que debo volver inmediatamente una vez la de por concluida. La tasa
Nefer comenzó a retroceder lentamente para perderse entre la multitud. Era más fácil para Anubis si ella no estaba a su lado, después de todo, solo era un estorbo. Pero su brillante plan fue frustrado cuando fue tomando de la mano y bruscamente llevado hacia el medio de la pista de baile donde gracias al tamaño de Anubis ella no era aplastada.-¿Anubis?- ella lo miró con los ojos muy abiertos sin saber qué idea tenía en él mente.-Bailemos un poco- le dio media vuelta a ella y pegó su pecho a la espalda de la mujer. Bajó su cabeza y dejó un suave beso en la nuca de Nefer esperando a ver su reacción.Agradeció después de unos segundos cuando ella no lo rechazó y comenzó a mover su cadera que se restregaba con la ingle del dios. Anubis tuvo que apretar los dientes y posar sus manos a los lados de la cadera femenina y apretarla contra &eacut
Anubis nunca creyó que podría odiar el sexo. Aquella mujer que supuestamente era virgen y una excelente candidata para llevar su energía se le enrollaba como una anaconda excitada y él hacía todo lo posible para soportarlo. Algo raro en él. No era ajeno a los encarntos femeninos e incluso a los masculinos, pero ahora había algo en él que lo hacía sentirse incómodo.Había encontrado a la mejor elegida para engendrar una cantidad considerable para el orbe. Su aura era lo suficientemente fuerte para soportar su esencia y que la misión se cumpliera con éxito. Ella era el objetivo que estaba esperando desde antes. Lo que tanto esta
El cuerpo del dios de los muertos, Anubis, se materializo delante de la entrada al Imperio. En todos sus largos años no recordaba haber estado tan molesto, furioso..., no había forma de expresarlo con palabras. Mataría a aquel que le hubiera puesto un solo dedo sobre Nefer. Su Nefer.Subió las grandes escaleras recobrando su forma original, aumentando su tamaño hasta llegar a los dos metros y medios. Toda su piel se cubrió de un color azabache azulado proveniente de un muy corto pelaje que dejaba reflejado todos los músculos marcados de su cuerpo. Pequeñas garras reemplazaron las uñas de las manos y pies; y su cabeza se desfiguró hasta tomar su característica forma de chacal, aunque manteniendo su larga melena bicolor.Su ropa desapareció totalmente transformándose en un shenti* de la más fina tela sujeto por un cinturón dorado, que le cubría parte de los mus
La sangre caliente corría por el brazo de Nefer mientras sus propios dientes se enterraban en este rompiendo la tierna carne. Sentía como cada parte de su cuerpo era destrozado, pedazo a pedazo, con cada invasión por parte de Horus. Introduciéndose en su interior apenas húmedo, de forma dolorosa y rasposa donde sentía el desgarre de sus paredes y la repulsión de ser tocada de aquella forma. Apretó los puños sobre la madera en un intento de soportar el dolor que lo recorría.Las lágrimas inundaban sus ojos y corrían por las mejillas mientras los sollozos se apagaban en su garganta. No lloraría como una niña chiquirta, al menos no esta vez. Había perdido su dignidad muchas veces, había hecho lo más humillante en el sexo que ser humano podía hacer. Pero nunca se imaginó el asco y el odio que traía consigo que fuera violada de tal brutal mane
-Nefer. Nefer, mi Nefer…-La humana abrió los párpados lentamente tras oír aquella voz que tanto anhelaba, encontrándose con aquellos orbes negros que alguna vez habían removido todo su interior. Anubis, estaba ahí, delante de ella, había venido a buscarla, no se había olvidado de su promesa.Sonrió mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.-Estoy aquí por ti. Ven conmigo- su grande y cálida mano fue puesta delante de su mirada- No tengas miedo, acéptame, yo abandonaré todo por ti, para estar a tu lado, para amarte, para ser tuyo-A pesar de estar dolida por sus últimos momentos con Anubis, no podía negar que por primera vez alguien se interesaba en su persona, y si ese dios se había tomado la molestia de volver por ella, una simple humana, sin nada que darle a cambio, como se negaría a su ofrecimiento. Alzó la mano
Horus entró al salón central del Imperio con su porte de dios superior y lanzó al dios inferior delante del trono de Ra haciendo que este cayera torpemente. El pequeño temblaba y sollozaba, pero no emitía una sola palabra. Ra lo miraba dubitativo.-¿Qué significa esto Horus?--Este dios fue el que intervino en la misión de Anubis. Descendió e hizo todo lo posible para que volviera hasta que lo logró, a saber, qué historia le habrá contado o lo que habrá hecho--¿Es verdad?- Ra le cuestionó al chico que solo miraba el suelo con un temblor que amenazaba con quebrarlo. Su rostro estaba tan blanco que parecía que estaba muerto.-No te responderá, incluso yo tuve que torturarlo para que confesara-Ra inclinó su cabeza de halcón para descansarla sobre su mano.-Acaso piensas que soy idiota Horus- se tocó el me
-Te dije que salieras del medio Bastet- la voz molesta del dios de los muertos resonó contra las paredes del templo.Los dioses menores a su servicio y que habían velado por la salud de su superior se arrodillaron con un ligero temblor. Su amo, el dios mayor Anubis nunca gritaba, pero cuando lo hacía era porque estaba más allá de lo llamado furia.La mujer que le cortaba el paso apenas se movió, ni siquiera pestañeó. No le tenía miedo y era una de las cualidades de ella que antes admiraba, más no ahora.-No dejaré que salgas en tu condición y menos sin decirme quien es esa tal Nefer- Bastet dijo rotundamente.Anubis apretó los dientes sintiendo un impulso salvaje de tomar su forma original y lanzarla a un lado. Era su amiga pero de vez en cuando se tomaba algunas atribuciones fuera de lugar. Pero dos dioses luchando en el Imperio era imperdonable y su reputaci&oacut
En el Imperio también llovía. El cielo negro que cubría al astro real apenas dejaba escapar los rayos de luz. La lluvia con intervalos de más lenta a más densa daba un espectáculo tranquilizador. Al menos eso era lo que pensaba Nefer. Un momento de tranquilidad para su ajetreada e ilógica vida.¿Cuánto tiempo había estado allí? Tal vez horas, días, semana, había dejado de contar desde su cruel acto hacia la única persona que la valoró. A esa altura ya no importaba nada. Solo le gustaría cerrar los ojos y no abrirlos de nuevo. Puede que sonara muy trágico para algunas personas su forma de pensar pero al menos antes, aunque antes se prostituía, re