El cuerpo del dios de los muertos, Anubis, se materializo delante de la entrada al Imperio. En todos sus largos años no recordaba haber estado tan molesto, furioso..., no había forma de expresarlo con palabras. Mataría a aquel que le hubiera puesto un solo dedo sobre Nefer. Su Nefer.
Subió las grandes escaleras recobrando su forma original, aumentando su tamaño hasta llegar a los dos metros y medios. Toda su piel se cubrió de un color azabache azulado proveniente de un muy corto pelaje que dejaba reflejado todos los músculos marcados de su cuerpo. Pequeñas garras reemplazaron las uñas de las manos y pies; y su cabeza se desfiguró hasta tomar su característica forma de chacal, aunque manteniendo su larga melena bicolor.
Su ropa desapareció totalmente transformándose en un shenti* de la más fina tela sujeto por un cinturón dorado, que le cubría parte de los mus
La sangre caliente corría por el brazo de Nefer mientras sus propios dientes se enterraban en este rompiendo la tierna carne. Sentía como cada parte de su cuerpo era destrozado, pedazo a pedazo, con cada invasión por parte de Horus. Introduciéndose en su interior apenas húmedo, de forma dolorosa y rasposa donde sentía el desgarre de sus paredes y la repulsión de ser tocada de aquella forma. Apretó los puños sobre la madera en un intento de soportar el dolor que lo recorría.Las lágrimas inundaban sus ojos y corrían por las mejillas mientras los sollozos se apagaban en su garganta. No lloraría como una niña chiquirta, al menos no esta vez. Había perdido su dignidad muchas veces, había hecho lo más humillante en el sexo que ser humano podía hacer. Pero nunca se imaginó el asco y el odio que traía consigo que fuera violada de tal brutal mane
-Nefer. Nefer, mi Nefer…-La humana abrió los párpados lentamente tras oír aquella voz que tanto anhelaba, encontrándose con aquellos orbes negros que alguna vez habían removido todo su interior. Anubis, estaba ahí, delante de ella, había venido a buscarla, no se había olvidado de su promesa.Sonrió mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.-Estoy aquí por ti. Ven conmigo- su grande y cálida mano fue puesta delante de su mirada- No tengas miedo, acéptame, yo abandonaré todo por ti, para estar a tu lado, para amarte, para ser tuyo-A pesar de estar dolida por sus últimos momentos con Anubis, no podía negar que por primera vez alguien se interesaba en su persona, y si ese dios se había tomado la molestia de volver por ella, una simple humana, sin nada que darle a cambio, como se negaría a su ofrecimiento. Alzó la mano
Horus entró al salón central del Imperio con su porte de dios superior y lanzó al dios inferior delante del trono de Ra haciendo que este cayera torpemente. El pequeño temblaba y sollozaba, pero no emitía una sola palabra. Ra lo miraba dubitativo.-¿Qué significa esto Horus?--Este dios fue el que intervino en la misión de Anubis. Descendió e hizo todo lo posible para que volviera hasta que lo logró, a saber, qué historia le habrá contado o lo que habrá hecho--¿Es verdad?- Ra le cuestionó al chico que solo miraba el suelo con un temblor que amenazaba con quebrarlo. Su rostro estaba tan blanco que parecía que estaba muerto.-No te responderá, incluso yo tuve que torturarlo para que confesara-Ra inclinó su cabeza de halcón para descansarla sobre su mano.-Acaso piensas que soy idiota Horus- se tocó el me
-Te dije que salieras del medio Bastet- la voz molesta del dios de los muertos resonó contra las paredes del templo.Los dioses menores a su servicio y que habían velado por la salud de su superior se arrodillaron con un ligero temblor. Su amo, el dios mayor Anubis nunca gritaba, pero cuando lo hacía era porque estaba más allá de lo llamado furia.La mujer que le cortaba el paso apenas se movió, ni siquiera pestañeó. No le tenía miedo y era una de las cualidades de ella que antes admiraba, más no ahora.-No dejaré que salgas en tu condición y menos sin decirme quien es esa tal Nefer- Bastet dijo rotundamente.Anubis apretó los dientes sintiendo un impulso salvaje de tomar su forma original y lanzarla a un lado. Era su amiga pero de vez en cuando se tomaba algunas atribuciones fuera de lugar. Pero dos dioses luchando en el Imperio era imperdonable y su reputaci&oacut
En el Imperio también llovía. El cielo negro que cubría al astro real apenas dejaba escapar los rayos de luz. La lluvia con intervalos de más lenta a más densa daba un espectáculo tranquilizador. Al menos eso era lo que pensaba Nefer. Un momento de tranquilidad para su ajetreada e ilógica vida.¿Cuánto tiempo había estado allí? Tal vez horas, días, semana, había dejado de contar desde su cruel acto hacia la única persona que la valoró. A esa altura ya no importaba nada. Solo le gustaría cerrar los ojos y no abrirlos de nuevo. Puede que sonara muy trágico para algunas personas su forma de pensar pero al menos antes, aunque antes se prostituía, re
Nefer sintió que todo a su alrededor se volvía negro. Estaba a punto de perder la conciencia por el shock. No todos los días tienes a un bicho inmenso delante de ti, vamos a ser sinceros.Ah no. No lo haría. Si caía rendida allí, podía contar los segundos de vida que le quedarían y por primera vez quiso hacerse la valiente. La escapada y el golpe de adrenalina se le habían ido para la cabeza porque de otra, ya estaría con los angelitos.Se levantó del suelo chorreando agua por todas partes, incluso de donde ella no sabía. Temblaba, no tenía idea si era por el fr&iac
Esa voz. Aun cuando era fría y cortante, era la voz de él, de la persona que tanto había esperado. Levantó la mirada para enfocar su rostro con las lágrimas amenazando con salir, no sabía si por el alivio de que no fuera otro o por lo fuerte que la sostenía. Allí estaba Anubis, delante de ella. Tocándola, mirándola tan profundamente que intimidaba. No era un sueño, ni su imaginación jugándole una mala pasada. Estaba allí, en carne y hueso.Con un ágil movimiento Nefer se encontró con su cuerpo entre la fría y desgastada pared y aquel cuerpo que incluso bajo la lluvia no había perdido su calor. Agarraba sus muñecas por encima de su cabeza
Si estar muerto de sentía así, no sabía de porque la gente le tenía miedo pasar al otro mundo, porque terrible no era precisamente la palabra para describir la sensación que la envolvía. Aunque bueno, ella nunca fue de oro, hizo algunas cosas no tan convencionales, sobre todo para sobrevivir, aunque por lo visto todos, al final, iban al mismo lugar. No tenía quejas. Estaba más cómoda que la mayor parte de su vida. Su cuerpo no dolía, no tenía problemas para respirar, estaba cálido y refrescante a la vez. Se sentía realmente bien.Nefer abrió los ojos poco a poco dejando que se acostumbraran a la tenue luz del lugar. Pues al parecer no, no estaba muerta. Estaba vivita y col