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CAPÍTULO 2: ES SOLO UN BAILE CON UN DESCONOCIDO

CAPÍTULO 2: ES SOLO UN BAILE CON UN DESCONOCIDO

—¡Ah! ¡Acéptalo, Quinn! —grita Wanda.

—¿Estás loca? ¿Y si está adulterado? No, no lo beberé.

Mi loca amiga toma el trago y le da un buen sorbo. Todas las demás nos quedamos en estado de shock.

—¡¿Estás demente?! —reprende Loanne arrancándole la copa de las manos.

—No pasa nada, ¿viste? Acéptalo —insiste.

—¿Para qué? ¿Acaso se te olvida que estoy casada? —cuestiono.

—¡Ay, amiga! Solo es una bebida, ni que fuese una propuesta de matrimonio. Tu marido no está, ¿verdad? No tiene nada de malo.

—¡Wanda! —reprende Jennifer—, ella está casada, por supuesto que no está bien que acepte bebidas de desconocidos.

Wanda pone los ojos en blanco y sigue bailando y bebiendo como si nada. Observo la bebida y una vez más miro en dirección a la esquina, pero para mi sorpresa, él ya no está ahí. Suspiro, aunque no sé bien si de alivio o qué. Nunca me había sentido así al ver a un hombre, y es que aunque no quiera admitirlo, llamó mi atención desde el primer momento en que lo vi.

Espero que pase un buen rato y al ver que Wanda solo está más borracha, le doy un sorbo al cóctel. Es dulce aunque hay un toque ligeramente ácido después de pasarlo. Está bueno, debo reconocerlo.

La noche continúa y mis amigas y yo olvidamos el momento de la bebida con el sujeto. Jennifer se va al baño acompañada por Loanne mientras que Wanda y yo nos quedamos solas en el VIP.

De pronto la música cambia de ritmo a algo más suave. Levanto mi copa para brindar de lejos con Wanda cuando veo al mismo hombre de hace un rato caminar con total seguridad hasta acá.

—Wan… ¡Wanda! —llamo su atención. Mi amiga voltea a verlo y sonríe con picardía, pero él no la mira a ella, sus ojos están fijos en los míos. Antes de que llegue siento la mano de mi amiga tomar la mía, me desliza el anillo de matrimonio fuera del dedo, sin embargo, no tengo tiempo de protestar porque esa mirada seductora me deja estática en la silla, como si él tuviese una enorme masa gravitatoria que me impide alejarme o moverme, de hecho, me atrae hacia él de forma involuntaria.

—Hola, ¿te gustaría bailar conmigo? —pregunta extendiendo su mano.

¡Dios mío! Otra vez… mi corazón se acelera y mis mejillas se ponen rojas como tomates. ¿De verdad este guapo hombre me está invitando a bailar? Una parte de mí desea aceptar de inmediato, pero entonces mi lado racional me recuerda la realidad… «¡Estás casada!».

—Ah… gracias, pero…

—¡Por supuesto que va a bailar contigo! —dice Wanda metiéndose en la conversación.

Me pongo de pie con una risa nerviosa.

—Wanda...

—No seas aburrida, ¡ve! ¡es solo un baile!

Él me sonríe… juro que mis piernas se han vuelto de gelatina. Nunca me había puesto tan nerviosa en mi vida, ni siquiera con Brayden.

—Es solo un baile, lo prometo —dice él con una voz rasposa que me pone a temblar todavía más.

Siento la presión del momento, me da vergüenza decirle que no. ¿Qué podría tener de malo un baile? No pasará nada más.

Acepto y deslizo mi mano sobre la suya. Él me toma con gentileza pero al mismo tiempo firme y me lleva hasta la pista de baile donde un pop suave invita a las personas a bailar más lento. Siento que soy de nuevo una adolescente hormonal, no voy a mentir. Me parece demasiado atractivo, tanto que no debería ser legal verse tan bien. Tiene una barba tupida que le cubre el mentón, el cabello parece castaño aunque no lo distingo bien por las luces oscuras del ambiente. Es más alto que yo, aunque mi cabeza le llega justo poco más arriba del cuello.

Cuando sus manos se posan en mi espalda, todo mi cuerpo se estremece. Levanto la mirada para encontrarme con unos ojos verdes, profundos y cargados de secretos. Bailamos en silencio, pues no hace falta decirnos nada.

La canción termina y es como si el momento mágico entre los dos se rompiera. En ese instante recuerdo que esto no está bien. No debería bailar con un desconocido mientras mi esposo… «Tu esposo podría estarse c0giendo a una prostitut4, ¿por qué tú no puedes bailar con alguien?», responde mi consciencia.

—Gracias por el baile —le digo con una sonrisa tímida.

—Gracias a ti por aceptar, preciosa. Tengo que decirlo, eres la mujer más hermosa que he visto.

Su cumplido hace que me vuelva a sonrojar.

«¡Quinn! ¡Por Dios! ¡No estás tan borracha!».

—Gracias.

Hago un amago extraño con las manos que solo me llena más de vergüenza. Salgo prácticamente corriendo hasta el VIP con mis amigas, quienes ya me habían visto bailar con él.

—¡¿Qué fue eso?! —grita Loanne.

—Solo fue un baile, no es gran cosa. Pero si le cuentan a alguien las mataré.

Después del baile, la noche continúa con más bebidas y risas, y pronto nos encontramos en un estado de embriaguez bastante evidente. Nos sentamos en el VIP, rodeadas de luces parpadeantes y música vibrante que retumba en nuestros oídos. Mis amigas y yo nos reímos de todo y de nada, disfrutando del momento.

De repente, siento una presencia a mi lado y al girar la cabeza, me encuentro con él, el hombre del misterioso encanto. Se ha acercado sin que me dé cuenta, con una sonrisa cautivadora en los labios.

—¿Les importa si me uno a ustedes? —pregunta, con una voz profunda y agradable.

Mis amigas me miran con complicidad y entusiasmo, animándome a aceptar. Asiento, un poco nerviosa por la cercanía repentina, pero también intrigada por conocerlo.

—Claro, siéntate —digo, apartando un poco mi silla para darle espacio.

Él se acomoda entre nosotras con una naturalidad asombrosa, como si fuera parte de nuestro grupo desde siempre. La conversación fluye fácilmente, compartimos risas y anécdotas de la noche. Me siento atraída por su encanto y su forma de ser, pero algo en mí sigue recordándome que esto no está bien. Sé que debería decirle en algún momento que soy una mujer casada, pero la conversación no parece ir por esa dirección en ningún momento.

Después de un rato, decide invitarme a bailar nuevamente. Acepto, sabiendo que es arriesgado pero dejándome llevar por la emoción del momento. Bailamos al ritmo de la música, su cuerpo cerca del mío, y siento una conexión especial que no puedo ignorar.

Cuando la canción termina, nos separamos y vuelvo a la realidad. Me doy cuenta de que he cruzado una línea que no debería haber cruzado, que esto no es solo un baile inocente. Mi corazón late con fuerza, así que me despido de él con una sonrisa tímida…

***

El golpe sordo en la puerta hace que mi cabeza palpite con fuerza. ¡Dios! Me está matando el dolor de cabeza. ¿Qué demonios pasó anoche? Abro los ojos con cuidado pues la luz me molesta. No puedo recordar nada después de que aquel hombre se fuera.

Me siento en la cama todavía envuelta en las sábanas tratando de procesar dónde estoy. Destellos de la noche anterior llegan a mi memoria. Mis amigas bebiendo, Wanda vomitando como loca. Loanne llorando porque está soltera… y luego… un taxi amarillo… Wanda y Loanne se fueron en él, ¿qué pasó con Jennifer?

Miro a mi alrededor y entonces noto que hay ropa tirada por el suelo. Reconozco mi vestido, mis zapatos… mi ropa interior… Levanto la sábana que me cubre solo para descubrir que estoy desnuda.

El resto de la ropa que está en el suelo… es de hombre.

—No, no, no… —murmuro con el corazón agitado.

Miro hacia mi lado y entonces lo veo ahí… el hombre desconocido con el que bailé… Esto no me puede estar pasando.

Brinco de la cama como si estar a su lado me trajera desgracia y probablemente así sea. No cuento con que al hacerlo la sábana dejará de cubrirlo. Pego un grito al verlo por completo desnudo. No obstante, no puedo dejar de mirarlo.

Él se despierta y me sonríe con picardía y complicidad.

—Buenos días, preciosa. ¿Te gusta lo que ves?

Mis ojos están clavados en su entrepierna y su pecho marcado, aparto la mirada y le arrojo la sábana para cubrirlo.

—¡¿Qué estás haciendo aquí?!

—Mmm, despertando y con una muy buena vista.

¡Estoy desnuda frente a él! Recojo mi ropa y me apresuro a vestirme, llena de vergüenza y culpa, ¿qué fue lo que hice?

—Esto no está bien, tienes que irte.

—¿Irme? ¿Dónde crees que estamos?

Voy a entrar en pánico, ¡Dios mío! ¡Soy una completa hipócrita! Hace menos de veinticuatro horas pensaba que mi marido me engañaba, pero la única infiel y traidora soy yo.

—Lo siento yo… necesito irme de aquí.

Él toma mi brazo para detenerme. Mi pecho sube y baja apresurado, voy a morirme.

—Está bien, no te preocupes. No pasa nada. Somos dos adultos y ambos consentimos lo que pasó aquí, ¿o no lo recuerdas? Por favor, dime que te acuerdas.

Hago un esfuerzo magistral por recordar lo que ocurrió. Siento un intenso dolor de cabeza y entonces la imagen de Jenn llega a mí. Yo misma la subí a un taxi y me despedí de ella con la mano. Me regresé al bar y… ¡Por Dios! Recuerdo estar sentada en sus piernas, nos besamos…

—Me propusiste ir a un hotel —murmuro.

—Y dijiste que sí.

Los recuerdos llegan, él recorriendo mi cuerpo con deseo, su boca besando cada rincón de mi piel… mis jadeos 3xcitados… volver a pensar en eso hace que mi entrepierna reaccione. Lo miro sonrojada.

—Lo siento, de verdad…

—¿Por qué? Fue la noche más increíble de mi vida —dice con una sonrisa que me deja sin aliento—. Soy Asher Donovan, por cierto.

Termino de vestirme y camino hacia la entrada.

—Quinn… Gray —digo, usando mi apellido de soltera. ¿Qué estoy haciendo?

—Hasta tienes nombre de reina —comenta—. ¿Podemos volver a vernos, Quinn Gray?

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