Eileen se observaba en el espejo, incrédula. En su cabeza no cabía la idea de lo que estaba a punto de hacer.Inspiró profundamente, contuvo el aire en sus pulmones por un par de segundos y lo soltó con lentitud. A continuación, se dio la vuelta y se encontró con la mujer encargada de prepararla para aquel evento, el cual jamás imaginó que la tendría a ella como protagonista. Y mucho menos, tan pronto.«Es por Malena», se dijo. «Pura y exclusivamente por ella».Inspiró profundo y dejó que la mujer la guiara hasta el centro de la estancia, en donde se dedicó a arreglarle el vestido que había escogido por ella. Eileen no había sido capaz de decidirse por ninguno. Ni siquiera estaba segura de si aquella boda era la mejor decisión de su vida. Solo sabía que tenía que proveer a su pequeña y que, el trato que su jefe le había ofrecido a la hora de proponerle matrimonio, era su única alternativa.Sí, sabía que era lo mejor para Malena, pero ¿en qué momento de su vida hubiese imaginado que se
El lunes por la mañana, Eileen se levantó a las seis, como era su costumbre, le preparó el desayuno a Malena y su lonchera, ya que, como todos los días, lo pasaría en el colegio.No le gustaba para nada la idea de que se tuviera que quedar todo el día allí, pero era la única manera que tenía para poder trabajar y proveerla de lo mejor.Luego de dejar a Malena en la escuela que habían escogido con su exmarido, tomó un taxi y le indicó la dirección de Anderson Inc. al taxista.Eileen comprobó la hora en su móvil y notó que llegaría mucho más temprano de lo habitual en ella.«Al menos, podré tomarme un café con tranquilidad», pensó mientras el taxi se acercaba a la empresa.Una vez frente al edificio, propiedad de los Anderson, Eileen le pagó al taxista, se apeó del coche y se encaminó hacia las puertas acristaladas.Al entrar, comprobó que el lugar se encontraba en silencio, como había imaginado. La única persona que se encontraba allí era la recepcionista, que la saludó con el cansanci
Cuando Eileen fue a retirar a Malena al colegio, uno de los más costosos de la ciudad, vio que la pequeña salía con el rostro cubierto de lágrimas.Rápidamente, se acercó a ella y, poniéndose a su altura, le preguntó:—¿Qué sucede, mi amor?La niña, que tan solo contaba con seis años de edad, alzó la mirada hacia ella y se secó las lágrimas antes de responder:—Papá no ha pagado el colegio. —Sorbió por la nariz—. Y la directora me dijo, delante de todos, que quería hablar contigo para que te pongas al corriente, porque si no tendrán que suspenderme. Todos los chicos comenzaron a burlarse de mí, porque ahora somos pobres.—No, cariño, no somos pobres —le aseguró mientras la abrazaba—. Mamá tiene trabajo y hará todo lo posible para que la directora no te suspenda. Ya verás cómo tus compañeros tendrán que tragarse sus palabras.—Pero, mamá, tú no ganas demasiado —objetó la pequeña.Eileen suspiró y tragó saliva, mientras aupaba a Malena. Detestaba con todo su ser a Charles, su exmarido.
La noche anterior, Eileen durmió fatal, pero tenía un compromiso que había asumido y debía cumplirlo.Se levantó a duras penas, preparó a Malena, la dejó en el colegio y, acto seguido, se dirigió al café que quedaba frente a Anderson Inc.Cuando llegó, comprobó que el hombre al que esperaba, aún no había llegado, por lo que se sentó en una de las mesas más cercanas a los ventanales, con la intención de verlo llegar.La camarera se acercó a Eileen y ella le pidió un café doble. Había dormido tan mal que a duras penas podía mantener los ojos abiertos.En el mismo momento en el que la muchacha se acercó con su pedido, la puerta del café se abrió y Joseph Anderson hizo aparición.Todas las mujeres allí presentes se voltearon hacia él. Realmente, era uno de los hombres más codiciados de toda la ciudad, por no decir del país. No solo era multimillonario y dueño de una de las empresas más importantes de la industria de la moda, sino que, además, su estatura, sus ojos color del cielo —a pesar
UN MES MÁS TARDE.El mes posterior a que Eileen firmara contrato de matrimonio con Joseph, pasó en un abrir y cerrar de ojos. Para su suerte, siendo que se casaría con uno de los hombres más ricos del país, no tuvo que preocuparse, en ningún momento, de la organización de la boda.Lo único con lo que debió cumplir fue con un par de protocolos impuestos por Joseph, que figuraban en el contrato, en la que él la presentó oficialmente en sociedad como su futura esposa y anunció la fecha del evento.Los comentarios en redes sociales no se hicieron esperar. Así como había decenas de opiniones positivas hacia la unión de la pareja, muchas otras iban en contra de Eileen, catalogándola de oportunista. ¿Cómo era posible que la secretaria hubiese desplazado a la hija de otro de los magnates de la moda? Aquello no les hacía ni el más mínimo sentido.Dichos comentarios negativos hacia su persona menguaron la autoestima de Eileen quien había comenzado a creer que había sido una estúpida en acceder
El vuelo, para suerte de Eileen había sido tranquilo. Arribaron a Sentosa sin que apenas se diera cuenta del paso del tiempo.Al llegar al hotel, Joseph se encargó de hacer el check-in y, tomándola de la mano, contacto que hizo que el estómago de la muchacha se revolviera una vez más, la guio hasta una suite presidencial que había reservado en aquel lujoso hotel de cinco estrellas, pero que, ante los ojos de Eileen, era de muchas más.Cuando llegaron a la habitación, Joseph abrió la puerta y le permitió el paso.Eileen quedó alucinada por el enorme lujo que reinaba en cada detalle del dormitorio. Bueno, para ello aquello era más que un dormitorio, tenía el doble del tamaño del departamento que había habitado junto a Malena hasta la noche anterior a la boda.Si bien su exmarido era un hombre con una gran fortuna, no podía compararse con el CEO multimillonario y dueño de Anderson Inc. Joseph parecía sacado de otro planeta y ella, aunque sabía que no debía ilusionarse en vano, se sentía
—¿Qué haces aquí? —repitió Eileen con frialdad. Realmente, si bien había sido una sorpresa que Charles se encontrara en Sentosa, al mismo tiempo que ellos, no podía ignorar el hecho de que todos los medios se habían hecho eco de su viaje —lo había visto esa misma mañana en las redes sociales— y no era muy difícil que su exmarido hubiese dado con ellos. —Pues estoy de vacaciones —respondió el hombre, como quien no quiere la cosa. —Ah, ¿sí? ¡Qué coincidencia! —dijo Joseph destilando celos en cada una de sus palabras. La presencia de aquel hombre en el hotel, justamente el mismo que él había escogido para su luna de miel, no le agrada en lo más mínimo. Algo que hacía creer que los había seguido. Porque la prensa se había encargado de difundir que habían viajado a Sentosa, pero no en qué hotel se estaban hospedando. Joseph había movido sus contactos en los medios de comunicación, para que impidieran que se difundiera dicha información. No obstante, allí estaba Charles con su aire de
Luego de la cena, Joseph invitó a Eileen a dar un paseo por la playa, la cual estaba a pocos metros del hotel. El mar estaba calmo y la brisa marina hacía que el vestido y los cabellos rubios de Eileen se agitaran suavemente.Joseph no pudo evitar admirarla. Hasta ese momento había considerado que Eileen era una mujer bella, pero jamás la había visto como esa noche: hermosa. Caminaron despacio, apreciando el paisaje. Hasta que, de pronto, Joseph comenzó a sentir una extraña somnolencia. Parpadeó varias veces, intentando enfocar la mirada, pero no tuvo éxito. De un momento a otro, se sentía repentinamente agotado. Sí, por supuesto, estaba cansado por el día que habían pasado, pero ¿por qué diablos sentía que había perdido el control de su cuerpo cuando ni siquiera había tomado demasiado? —Eileen —murmuró. —¿Qué pasa, Joseph? —preguntó la mujer, que en ese momento miraba la luna, y enfocó la mirada en el hombre, comprobando que este estaba en un estado deplorable—. ¿Qué te pasa? ¿E