Cuando Eileen bajó las escaleras, no pudo evitar quedar boquiabierta. Joseph lucía un traje azul con rayas sutiles en blanco, una camisa desabotonada en los primeros botones de la misma, luciendo sus pectorales, su cabello estaba finamente peinada y su barba de días había desaparecido.
Así, sin barba, aparentaba mucha menos edad de lo que realmente tenía. A Eileen no le hizo mucha gracia este último punto, porque le encantaba el toque galante que le daba su barba, pero se abstuvo de hacer ningún comentario al respecto.
En cuanto a Joseph, tampoco le pasó desapercibido el aspecto de Eileen, quien siembre de pantalones o jeans y quien pocas veces usaba un vestido como aquel, que se entallaba a su cuerpo y realzaba su figura.
—Estás más preciosa que nunca —la elogió, dibujando una sonrisa de oreja a oreja.
Re
Eileen sintió como decenas de pares de ojos se enfocaban en ellos dos y no pudo evitar sentirse incómoda. —Eileen —continuó Joseph sin apartar la mirada de ella—. Sé que he sido un idiota durante todo este tiempo, sé que me he comportado como un imbécil y, delante de todas estas personas lo reconozco, como también reconozco que eres la mujer de mi vida, que eres la persona que amo. —Tragó saliva—. Siempre pensé que jamás me enamoraría, hasta que tú llegaste a mi vida. Eileen se puso roja como un tomate. Jamás había imaginado que aquella cita terminaría con una confesión en público. —Sí, puede ser que suene un poco exagerado —Rio con incomodidad—, pero desde el día en que entraste en mi oficina buscando trabajo supe que eras la única mujer que podría ganarse mi corazón. —Suspiró—. Desde ese día, sin que te dieras cuenta te adentraste a mi vida y, poco a poco, a pesar de nuestro matrimonio te fuiste metiendo bajo mi piel. Desde la primera vez que te vi, con tu ropa de segunda mano, c
Al llegar a la suite presidencial que Joseph había alquilado para aquella noche, Eileen no pudo resistirse más. Sin pensarlo dos veces, se lanzó a sus brazos y dejó que sus lágrimas fluyeran empapando la chaqueta del traje de Joseph. —No llores, amor —dijo Joseph mientras le acariciaba la espalda. Cuando Eileen se separó de él, Joseph pudo ver el alma de Eileen a través de sus ojos. Miró su rostro con detenimiento mientras ella le devolvía la mirada y le enjugó las lágrimas con el pulgar. Sin titubear, Eileen tomó el rostro de Joseph entre sus manos y, sin más, posó sus labios sobre los de él. Lo besó con cautela, pero con todo el sentimiento que era capaz de transmitir de aquella manera. Sin demora, los labios de Joseph le correspondieron y se amoldaron a los de ella, devolviéndole el beso, mientras las lágrimas continuaban rodando por el rostro de Eileen. No podía describir el sentimiento que aquello le causaba. Mariposas surcaban su estómago, aleteando sin control, mientra
VEINTIÚN DÍAS DESPUÉS. —No puedo, ¡no puedo!, ¡NO PUEDO! —exclamó Eileen mientras se probaba vestido tras vestido. —Hija, tienes que escoger uno, estamos a solo dos semanas de la boda. —Lo sé, pero que me lo digas no me tranquiliza, lo sabes, ¿no? —repuso Eileen con el rostro enrojecido. —Pues no sé por qué tanta prisa por casarse. Ya se habían casado, podrían haber anulado el divorcio —repuso Samanta, alzando una ceja. —Tu madre tiene razón —dijo Mary, quien estaba buscando un nuevo vestido en la tienda. —¿Qué ha pasado? ¿Se han complotado? —preguntó Eileen con el ceño fruncido. —No, pero es que nos estás poniendo nerviosas —respondió Mary—. No hay nada que te guste. No sé cómo accediste a utilizar el vestido que escogí para ti para cuando se casaron anteriormente. —Se encogió de hombros. —En ese momento, me importaba muy poco lo que llevara puesto. Era un matrimonio por contrato, me daba lo mismo lo que me pusieran. Podría haber llegado al altar con una bolsa de papa y lo mi
UNA SEMANA DESPUÉS. Eileen se observaba al espejo con incredulidad. Jamás hubiese imaginado que, no solo se casaría por contrato con el hombre más codiciado del país, sino que este terminaría enamorándose de ella. No podía procesar todo lo que había sucedido en el último tiempo. La sensación que tenía en el pecho era extraña. Se sentía de la misma manera que en el momento en el que se había casado con Joseph Anderson por contrato, sin embargo, ahora la embargaba la seguridad y la felicidad. Lejos quedaba la preocupación y el nerviosismo, incluso la incredulidad de que estaba a punto de casarse por contrato. Aunque aún permanecía incrédula. Inspiró profundamente, contuvo el aire en sus pulmones por un par de segundos y lo soltó con lentitud. A continuación, se dio la vuelta y se encontró con Mary, quien la había ayudado a prepararse para aquel evento. Inspiró profundo y dejó que la mujer la guiara hasta el centro de la estancia, en donde se dedicó a arreglarle el vestido que ha
Un año después, Eileen comenzó con náuseas y mareos, por lo que, inmediatamente se lo comunicó a Joseph. —¿Crees qué...? —preguntó Joseph con los ojos desorbitados. —Solo lo sabremos cuando me haga un test. Prefiero hacerme una prueba de laboratorio. —¿Qué hora es? —preguntó Joseph y miró su Rolex—. Tenemos tiempo para ir. Aún no has desayunado. —¿Quieres hacerlo ya? —lo interrogó—. Solo tengo un retraso de un mes. —Eso y tus síntomas son suficientes para que sospechemos. ¿Por qué mejor no salir de dudas? Eileen lo pensó por un momento y terminó reconociendo que tenía razón. —Está bien —asintió, al cabo de un momento—, vamos ahora mismo. ...Media hora después, Joseph y Eileen se encontraban en el laboratorio. —Señora Anderson —dijo una bioquímica en un momento dado, cuando Eileen comenzaba a impacientarse.Eileen alzó la cabeza. —Ya puede pasar. Eileen se puso de pie y se encaminó detrás de la mujer. —Te esperaré aquí —le aseguró Joseph y sonrió para tranquilizarla. Eile
Eileen se observaba en el espejo, incrédula. En su cabeza no cabía la idea de lo que estaba a punto de hacer.Inspiró profundamente, contuvo el aire en sus pulmones por un par de segundos y lo soltó con lentitud. A continuación, se dio la vuelta y se encontró con la mujer encargada de prepararla para aquel evento, el cual jamás imaginó que la tendría a ella como protagonista. Y mucho menos, tan pronto.«Es por Malena», se dijo. «Pura y exclusivamente por ella».Inspiró profundo y dejó que la mujer la guiara hasta el centro de la estancia, en donde se dedicó a arreglarle el vestido que había escogido por ella. Eileen no había sido capaz de decidirse por ninguno. Ni siquiera estaba segura de si aquella boda era la mejor decisión de su vida. Solo sabía que tenía que proveer a su pequeña y que, el trato que su jefe le había ofrecido a la hora de proponerle matrimonio, era su única alternativa.Sí, sabía que era lo mejor para Malena, pero ¿en qué momento de su vida hubiese imaginado que se
El lunes por la mañana, Eileen se levantó a las seis, como era su costumbre, le preparó el desayuno a Malena y su lonchera, ya que, como todos los días, lo pasaría en el colegio.No le gustaba para nada la idea de que se tuviera que quedar todo el día allí, pero era la única manera que tenía para poder trabajar y proveerla de lo mejor.Luego de dejar a Malena en la escuela que habían escogido con su exmarido, tomó un taxi y le indicó la dirección de Anderson Inc. al taxista.Eileen comprobó la hora en su móvil y notó que llegaría mucho más temprano de lo habitual en ella.«Al menos, podré tomarme un café con tranquilidad», pensó mientras el taxi se acercaba a la empresa.Una vez frente al edificio, propiedad de los Anderson, Eileen le pagó al taxista, se apeó del coche y se encaminó hacia las puertas acristaladas.Al entrar, comprobó que el lugar se encontraba en silencio, como había imaginado. La única persona que se encontraba allí era la recepcionista, que la saludó con el cansanci
Cuando Eileen fue a retirar a Malena al colegio, uno de los más costosos de la ciudad, vio que la pequeña salía con el rostro cubierto de lágrimas.Rápidamente, se acercó a ella y, poniéndose a su altura, le preguntó:—¿Qué sucede, mi amor?La niña, que tan solo contaba con seis años de edad, alzó la mirada hacia ella y se secó las lágrimas antes de responder:—Papá no ha pagado el colegio. —Sorbió por la nariz—. Y la directora me dijo, delante de todos, que quería hablar contigo para que te pongas al corriente, porque si no tendrán que suspenderme. Todos los chicos comenzaron a burlarse de mí, porque ahora somos pobres.—No, cariño, no somos pobres —le aseguró mientras la abrazaba—. Mamá tiene trabajo y hará todo lo posible para que la directora no te suspenda. Ya verás cómo tus compañeros tendrán que tragarse sus palabras.—Pero, mamá, tú no ganas demasiado —objetó la pequeña.Eileen suspiró y tragó saliva, mientras aupaba a Malena. Detestaba con todo su ser a Charles, su exmarido.