La Promesa con mi Alfa
La Promesa con mi Alfa
Por: JK Chubby
CAP.1 Destino.

¿Crees en el destino? ¿En la reencarnación, no? ¿Crees que el amor pueda sellar el destino y trascender más allá de la muerte? ¿Qué harías para tener una oportunidad más?

Yo fui capaz de sacrificar mi alma y está la historia de cómo condené mi destino, para poder seguir amando a mi alma gemela en cada vida que reencarnemos.

***Hace varios siglos:

En una tranquila noche de luna llena en la casa del hombre lobo Simeón, todos esperaban ansiosos la llegada del primer bebé nacido como lobo.

La esposa del hombre lobo estaba pasando por un muy complicado parto.

—Todo está listo para recibir al bebé mi señora, un poco más y lo tendrá entre sus brazos— hablo amable la partera para darle calma.

—Por favor no dejes que le pase nada a mi amado cachorrito— le dijo Yeva preocupada.

—No diga eso su bebé es muy especial, estoy segura que se volverá un hombre lobo muy fuerte— respondió la partera sonriendo.

Pasaron muchos minutos dolorosos en los que Yeva se esforzó para dar a luz a su primer hijo, el sonido del llanto del recién nacido llenó de alivio a su madre.

Sin embargo para la sorpresa de todos resultó que Yeva y Simeón habían concebido a 3 cachorros de lobo, así el trabajo de parto se prolongó. Sus tres bebés parecían sanos, tenían rasgos humanos algo peculiares pero todos tenían la capacidad de volverse lobos.

La partera le acercó a sus tres tiernos bebés, tan pacíficamente dormidos y tan hermosos que Yeva sólo de verlos se sintió victoriosa. Estaba tan feliz y plena que en ese momento cualquier malestar parecía ser nada.

—¿Puedo pasar a ver a mis hijos y esposa?— hablo desde afuera el Alfa.

—Si ahora ella está intentando amamantar a uno de ellos— contestó la partera dejando entrar a Simeón.

El hombre lobo se quedó en shock al ver a sus tres cachorritos al lado de su amada esposa, felizmente los contempló un momento le parecía la cosa más hermosa y tierna que había visto en su vida.

—Oh me has regalado tres perfectos hijos, gracias esposa mía— le dijo Simeón abrazándola.

—Ayúdame a sostener a mis otros dos pequeños— le respondió Yeva sonriendo.

—Son tan pequeños pero tan preciosos, parece que heredaron mis dones— dijo mirando a sus dos cachorros —Y heredaron la belleza de su madre— comentó sentándose al lado de su esposa.

Dentro de una burbuja de amor y felicidad se pasaron las horas en las que Yeva alimentó y durmió a cada bebé, mientras que el padre orgulloso los acomodó a todos juntos a su lado para cuidarlos.

—Estoy muy cansada, podrías quedarte conmigo por favor— le pidió Yeva casi sin fuerzas.

—Por supuesto— enseguida contestó él y volvió a abrazarla —Oh estás muy fría, Yeva ¿Te sientes mal, quieres que pida ayuda?— le pregunto muy asustado.

—No Simeón no hace falta, sólo quédate conmigo si— le contesto sujetándolo más fuerte —¿Esposo mío, podrías prometerme que me amarás siempre?— habló suavemente recargada en el pecho de él.

—Yo siempre te voy a amar esposa mía— respondió él. sin dudarlo.

—Cuida bien a nuestros hijos, diles que su padre y  madre los aman y siempre los cuidaran— le pidió casi llorando.

—Así será siempre cuidaré de nuestra familia, pero tú y yo todavía tenemos mucha vida juntos por delante— le aseguro besando su frente.

—¿Si nos encontramos en otra vida me volverás a amar?— le pregunto mirándolo fijamente a los ojos.

—Te buscaré en cada vida y te volveré a amar, tú siempre serás mía y yo siempre seré tuyo— le dijo entendiendo que esto era una despedida.

—¿Lo prometes?— le dijo. ella con los ojos llenos de lágrimas.

—Te lo juro esposa mía— contestó besándola en la boca.

Ese beso estaba lleno de un gran amor y una inmensa tristeza, les dolía hasta el alma separarse deseaban con todas sus fuerzas no tener que despedirse. 

Simeón se quedó con su amada esposa hasta el amanecer, la mantuvo entre sus brazos hasta el final.

Cuando el alma de Yeva fue reclamada y llevada a su juicio ante la muerte, el inmenso deseo de no morir la mantenía atada al mundo terrenal. 

La muerte es un ser caprichoso y juguetón sin dejar ser firme y certero, en ocasiones le gusta jugar con las almas que son peculiares. 

—Oh Yeva dime, ¿Qué estarías dispuesta a ofrecerme a cambio de recibir mi bendición?— le dijo la muerte mirándola fijamente.

Por su parte Yeva se quedó  mirando impactada a la muerte en persona, su presencia es muy imponente.

—No tengo nada que dar— respondió ella.

—Mmm que tal tu alma— le propuso la muerte.

—¿Mi alma?— dijo confundida.

—Claro dame tu alma como esclava, pero a cambio te concederé un deseo— le explicó la muerte.

—¡Acepto!— respondió feliz.

—¿Así qué, cuál será tu deseó?— preguntó la muerte.

—Muerte por favor permite que mi alma gemela y yo podamos reencarnar al mismo tiempo, para poder seguir amándonos— dijo Yeva sin dudarlo.

—Por supuesto querida tú y él renacerán al mismo tiempo— respondió sin rechistar —Oh pero eso no sería justo, que ganaría yo— le dijo con un tono de burla.

—¿Cómo? ¿Qué desea ganar?— hablo desesperada.

—Para hacerlo divertido apostemos sí, mira si ganas tú y él reencarnan una y otra vez y si pierdes me servirás eternamente solo eso, ¿Entonces tenemos un trato?— le explicó la muerte.

—Es un trato entonces— extendió su mano.

Al juntar sus manos una luz blanca brillo sellando el destino de Yeva.

—Aaa si mira una cosa más linda hay leyes que son inquebrantables, por ejemplo tu alma ha quedado destinada a perder la vida a la misma edad en la que la acabas de condenar— le dijo sin pena alguna.

—¿Qué, eso quiere decir que moriré a los 25 años una y otra vez?— alarmada preguntó.

—Exactamente, segundo tu solo pediste la oportunidad de reencarnar al mismo tiempo no juntos y tercero la muerte siempre libera del dolor y pesar a las almas así que no sabrás nada de tu vida pasada— le explicó fríamente.

—¿Que entonces qué ganaría yo con eso?— replicó Yeva molesta.

—Muchas oportunidades de volver a encontrarlo, si dices que se aman mucho no será difícil ¿verdad?— le dijo la muerte con una sonrisa cínica.

—¿Qué pasa si no lo encuentro, si no me reconoce o si él ya está casado?— preguntó insistente.

—Bueno si ustedes rompen su promesa de amarse simplemente tú pierdes, y serás mi esclava para la eternidad así de fácil— hablo la muerte autoritaria.

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