Sicilia, Italia.
—¡No se la pudo tragar la tierra! —Lisandro gruñó molesto, y salió de la reunión en la que se encontraba en la residencia de Rinaldi, dando grandes zancadas hacia el jardín, y tener privacidad. —¿Ha usado sus tarjetas bancarias? —preguntó a su hombre de confianza.
—No señor, no lo ha hecho.
—Se las cancelaré todas —indicó Lisandro. —¿La han buscado en la casa de alguna amiga? —cuestionó.
—Su hija, no tiene muchas amistades —expresó—. Desde que se fue a estudiar a Francia, no tiene comunicación con ninguna de ellas.
Lisandro presionó sus puños.
—¿Sabes si tiene algún romance?
—No, revisé personalmente sus redes sociales —explicó—. A pesar de ser una chica muy popular, parece que el apellido Bianchi, pesa mucho y no se le acerca nadie.
Lisandro elevó su rostro con altivez.
—Me alegra que sepan que nadie es digno de mi princesa, solo el hombre que yo apruebe podrá hacerlo y no hay más afortunado que Bernardo. —Dirigió su mirada hacia su prominente casa—. Avísame cuando tengas noticias —expresó y volvió a su reunión.
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San Vito Lo Capo, Palermo-Italia.
Luego de pasar gran parte del día nadando en la playa; además que Iñaki disfrutó de verla hacer trampa y proclamarse la triunfadora, luego que la dejó ganarle nadando. Ambos se dirigieron a tomar una ducha.
Una hora más tarde, Antonella descendió y se dirigió a la terraza, donde él ya se encontraba, bebiendo una copa. Observó un servicio listo en una mesa para dos, con un par de velas y copas, suspiró sintiéndose conmovida, por tan bello detalle.
—Disculpa la demora, necesitaba con urgencia del agua caliente —ella pronunció al verlo pensativo..
—No te preocupes. —Sacudió su rostro—, la cena acaba de llegar —argumentó y la ayudó a que tomara asiento, recorriendo con su mirada el hermoso vestido blanco, que llevaba de tirantes finos y falda de volante.
—¿Qué cenaremos? —cuestionó pasando la lengua por sus labios.
Iñaki tragó saliva con dificultad.
—Lasagna de mariscos. ¿Te sirvo un poco de vino blanco?
Antonella tomó su móvil y eligió un playlist para acompañar la cena. Justo cuando terminaron, «I have nothing by Whitney Houston», comenzó a escucharse, sonrió al instante.
—Adoro esa canción— Se puso de pie—. Baila conmigo —solicitó.
Ikañi la tomó por su estrecha cintura. Antonella colocó sus dedos sobre la mano de él, sintiendo su calidez.
Ambos se dejaron llevar, al ritmo de la melodía, sin darse cuenta que sus corazones latían agitados. Justo cuando estaban por concluir, Antonella fijó su mirada en él, ancló sus brazos a su cuello y acercó sus labios a los de él, buscando con urgencia el encuentro con su lengua.
El pecho de Iñaki, comenzó a subir y bajar agitado, al sentir la manera en la que ella reclamaba aquel beso.
Luego de separarse para tomar aire, la chica pegó su rostro a su pecho.
—Te deseo —susurró.
Iñaki se aclaró la garganta, sin poder evitarlo su cuerpo reaccionó.
—¿Estás segura? —cuestionó.
—Sí —murmuró, mientras lo volvía a besar con gran avidez.
Iñaki la tomó entre sus brazos y la llevó hasta su habitación.
—Tú ganas, no tengo la suficiente voluntad, como para rechazarte. También te deseo, no imaginas cuanto —pronunció con voz enronquecida, la besó con toda la pasión que tenía contenida y que nadie ni siquiera él sabía que la tenía.
Antonella sintió como las manos de él acariciaban sus muslos,mientras su interior se enardecía más, deseando que la tomara. Poco a poco fue desnudándola.
—Nunca he traído a nadie a mi casa —comentó, desvistiéndose con lentitud.
Ella sonrió y lo besó.
—Y yo…Nunca he estado con alguien —confesó con un ligero rubor en sus mejillas.
Iñaki la miró a los ojos y frunció el ceño.
—¿Cómo? —cuestionó con la voz enronquecida.
—Esta será… Mi primera vez —articuló con nerviosismo.
El joven negó con la cabeza.
—Elegiste la peor elección de todos para algo así —bufó—, creo que no soy el…
Antonella no le permitió finalizar la oración, entonces una de sus manos tomó su falo y lo acarició con sus temblorosos dedos. Iñaki emitió un gruñido al sentir la manera en la que lo tocaba.
—Será mi primera vez, es cierto, pero eso no quita que no haya visto películas para adultos —aclaró—, aprendo rápido.
Iñaki deseo dirigir sus movimientos, pero la dejó experimentar.
—Espero no decepcionarte —expresó, entonces la volvió a besar, y se fue alejando de ella dejando un deliciosos camino de besos sobre sus clavículas, para proseguir por uno de sus senos, pasando por su abdomen, hasta llegar a su sexo.
Ella presionó la sábana con su mano y comenzó a jadear
—¿Te gusta? —consultó.
—Sí, mucho —murmuró con la respiración agitada.
El joven se acercó en busca de sus labios y con sus dedos prosiguió acariciándola hasta que la sintió convulsionar entre sus brazos. Luego de un par de caricias, se colocó un preservativo. Dirigió su mirada hacia el dulce rostro de la chica.
—No sé qué fue lo hice para merecer este momento —declaró—, lo haré lo más despacio que pueda —informó nervioso.
Antonella afirmó, entonces sintió como comenzó a invadir su intimidad, cerró con fuerza sus párpados y emitió un quejido.
—Duele —pronunció agitada.
Iñaki se aclaró la garganta.
—No deseo lastimarte —mencionó agitado—. Aún podemos retroceder —sugirió.
—No —respondió—. Solo dame tiempo —solicitó y sus manos recorrieron su dorso, percibiendo algunas cicatrices.
—Esto es nuevo para mí —Iñaki confesó—, nunca en toda mi vida, había estado con una mujer virgen —explicó—, tengo miedo de lastimarte —susurró, mientras disfrutaba de sus caricias.
Momentos después volvió a avanzar.
—Bésame —ella suplicó.
Iñaki inhaló profundo y se clavó por completo, escuchado como aquella chica emitió un fuerte gritó.
Antonella logró percibir la ruptura de aquella barrera, entonces esbozó un quejido, que la hizo respirar agitada.
—No es mi intención lastimarte —Iñaki expresó—. Nunca había hecho el amor —manifestó.
El corazón de la chica se estremeció.
—¿Estamos haciendo el amor? —preguntó con voz temblorosa.
—No pensarás que soy así con todo el mundo —respondió y se acercó de nuevo para besarla con una gran ternura, entonces dio su primer embiste y prosiguió hasta que juntos llegaron a la cima.
Antonella quedó rendida entre los brazos de aquel joven.
—Gracias por regalarme un momento tan especial, jamás lo olvidaré. —Lo besó con cariño y se acomodó entre la calidez de su cuerpo para quedarse dormida.
Sicilia, Italia.—Voy a salir —Sabina indicó a uno de los hombres que se encargaba de la seguridad.—¿Lo sabe su tío? —cuestionó.—No, no le veo el caso preocuparlo más, bastante tiene con Antonella —resoplo.—Mi obligación es decirle a él todo lo que sucede en su casa, por eso me paga —explicó.—Si te llega a preguntar por mí, le avisas que voy a estar en casa de mi amiga Cinnia, porque me estoy volviendo loca de preocupación. —Colocó su mano sobre su pecho—. Ya no puedo con la angustia que me provoca, él sabe que la quiero como a una hermana. —Suspiró.—Espero que se distraiga un poco y se sienta mejor —pronunció—. Solo le pido que tenga su móvil encendido, para que la localice de ser necesario —solicitó y señaló a los hombres que la escoltarían. De pronto otro guarura se acercó.—Parece que encontraron el cuerpo de una mujer, tirado sobre una de las carreteras.Sabina giró en su eje y ladeó los labios.—Ojala sea el tuyo primita —murmuró bajito.—Vayan de inmediato a averiguar, si
El automóvil de Jacob, se detuvo a una distancia pertinente, para no ser visto. Sacó sus binoculares y observó lo ocurrido con Antonella. Esperó a que avanzaran para intentar seguirlos, lo más que podía.Al llegar a la ciudad, logró encontrar el lugar hacia donde se dirigieron con la chica. Prosiguió calles más adelante y se estacionó, quedándose pensativo, al saber a casa de quien había llegado..***Iñaki se encontraba en su despacho, analizando las rutas por las que debía llevar un embarque. En ese momento ingresó una joven con una charola de bocadillos.—Traje lo que ordenó —indicó sonriendo coqueta.—Deja las cosas sobre la mesa. —Señaló hacia la sala, sin mirarla.—¿Necesita algo más? —cuestionó mordiéndose su labio inferior.—No —retírate ordenó con tono seco, y sujetó su móvil para responder una llamada.—¿Cómo va todo Jacob? —cuestionó.—Mal, la emboscaron —respondió el joven.—¿Cómo? —Iñaki abrió los ojos de par en par y se puso de pie.—Se la llevaron en unas camionetas a
Horas más tarde.—Por fin te levantas —Lisandro miró su costoso reloj—. Nadie de la familia Bianchi, puede hacer lo que se le dé la gana. Son las 8:30 am, en el negocio se necesita disciplina —gruñó observando a Sabina.La chica inhaló profundo e inclinó su rostro.—Lamento mucho mi demora, tío, pero desde que tienes encerrada a mi prima, en ese calabozo tan horrible, no he podido conciliar el sueño —se justificó—. Me siento terrible por lo que pasa Antonella. —Tomó la mano de Lisandro y la besó.El hombre resopló.—¿Crees que para mí es fácil? —cuestionó—, tengo que mantener el orden y aplicar las medidas necesarias para que nadie se salga de mi yugo, eso te incluye a ti también.—No volverá a suceder. —Tomó asiento y bebió un poco de jugo de naranja—. Sírveme el desayuno —ordenó a Orlena, la mujer del servicio.—Claro que no volverá a pasar. —Se puso de pie—. Vámonos —exigió.—Pero apenas voy a…—Ibas —dijo Lissandro—. No sirvas nada —indicó a la mujer que llevaba una bandeja—. Se n
Antonella temblaba de frío, además que una capa de sudor, perlaba sobre su frente. Debido a que su ropa se empapó cuando la mojaron, tuvo que quitársela y envolverse en la cobija que le dejó Iñaki.Desde que su padre se había retirado, no pudo evitar llorar al pensar en la persona a la que se refería. Una gran bruma de dudas cayeron sobre su mente, intentando armar un rompecabezas.—No me voy a quedar con la duda —mencionó—. Voy a indagar hasta llegar al fondo de esto —dijo tiritando de frío. En ese momento escuchó que ingresaban a la celda—. Volviste —mencionó bajito.Iñaki se detuvo frente a ella.—¿Cómo estás pequeña? —cuestionó y colocó las palmas de sus manos sobre sus mejillas.—¡Estás ardiendo! —exclamó.—Tengo mucho frío —respondió.Iñaki sacó un par de analgésicos de su mochila.—Te los traje para el dolor del cuerpo —explicó—. Te ayudarán a bajar la fiebre.—Gracias. —Tomó las pastillas y bebió del té.—Pronto te sentirás mejor —mencionó y la abrazó,sintiendo su piel desnuda
Eran las 12:30 de la madrugada cuando Iñaki llegó a la cocina de la casa, miró su reloj y esperó a que apareciera Sabina, recorrió con su mirada el exterior de la mansión, deseando averiguar cuál era la habitación que buscaba.De pronto la puerta se abrió y la muchacha alumbró con una pequeña linterna que sostenía.—Dude que estarías aquí —susurró y lo abrazó, besándolo.—No puedo negarle algo a la sobrina de mi jefe —murmuró correspondiendo a ese beso.—Eso me agrada. —Acercó su mano a su entrepierna una vez más—. Te voy a hacer pasar una noche estupenda —susurró y entrelazó sus manos para guiarlo hacia la planta de arriba, por las escaleras de servicio.Al llegar a la habitación, observó la cama con un edredón en flores rodeada de grandes cojines, con el tocador y las mesas de noche, haciendo juego, todo estilo clásico. Su vista se enfocó en las velas encendidas que había por varios lugares de los muebles, además de una una botella de vino con un par de copas.—Parece que tienes tod
Dos días después.Antonella descendió las escaleras de la mansión Bianchi, sintiendo las miradas de todos los presentes en ella. Presionó con fuerza sus labios para no reírse.—¿Le entregaron el vestido que ordené? —Lisandro cuestionó al ama de llaves.—Yo misma lo coloqué sobre su cama, cuando ella acababa de salir de ducharse —respondió con molestia—. Le dije que eran órdenes suyas —explicó.Lisandro movió su cabeza negando.—Me vas a matar de un disgusto, Antonella —refunfuñó.Al llegar al último peldaño, Bernardo Rinaldi se acercó a ella, mostrando los dientes por la amplia sonrisa que poseía.—Bella ragazza. —La recorrió con su mirada, viendo el traje en tono gris oscuro, de tres piezas con rayas verticales claras; además de la camisa de cuello blanca y una corbata oscura.La gélida mirada de Antonella, se posó en el hombre, estaba por hablar cuando su padre intervino.—Los dejamos solos, para que se conozcan un poco.Antonella separó los labios en una gran O y miró a su padre si
Sicilia, Italia. Sabina se encontraba sentada en el jardín esperando a que llegara uno de los invitados de su tío, mordió su labio imaginando los ojos de Antonella, al verlo llegar. Sonrió divertida y tomó la invitación de su prima y leyó en voz alta: «Ven a celebrar con nosotros. Fiesta de compromiso de: “Bernardo y Antonella”, 31 de Octubre. Mansión Bianchi. Etiqueta rigurosa». Sujetó su móvil y se fijó en el número de Franco, el cual no había respondido a ninguno de sus mensajes, ni de sus llamadas. — ¿Qué extraño?, ya tendré tiempo de dar contigo, no pienso dejarte escapar tan fácilmente, no luego de la noche que tuvimos. —Se sintió acalorada. Momentos después se puso de pie al ver a su tío y al novio charlando, desde donde estaba les saludó.*** Bernardo sonreía, charlando a lado de Lisandro, ambos lucían impecablemente sus smokings, chocaron sus copas y brindaron por la sociedad que estaban formando, ya que dominarían toda Italia, además de algunos otros lugares. —Me urge
Sicilia, Italia. Bernardo colocó el anillo y volvió a acercarse, para besarla y luego prosiguieron bailando. —¿Estás lista para ser mía? —cuestionó con suavidad el hombre. Ella lo miró a los ojos y sonrió. —Sí —respondió aclarándose la garganta—, pero antes me gustaría entregarte algo que tengo para ti —expresó—. Está en el despacho. Necesito que me acompañes —solicitó. Al ingresar Antonella tomó una caja envuelta además de llevar un gran moño. —Espero que te guste. —Sonrió. El hombre ladeó los labios y lo tomó, mientras él se encargaba de destaparlo, la chica sirvió un par de copas. —Es perfecto —Bernado expresó al observar un auto idéntico al que usaba él. —Brindemos. —Le entregó la copa—. Por nosotros —expresó. Bernardo chocó su copa y lo bebió de golpe, entonces la tomó de la mano y la llevó hasta el sillón, recostándose sobre ella, sus manos comenzaron a subir de su largo vestido, hasta acariciar sus muslos, mientras la besaba de manera apasionada. —Te deseo tanto, Ant