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CAPÍTULO 3. QUÉDATE UN POCO MÁS

Sicilia, Italia.

—¡No se la pudo tragar la tierra! —Lisandro gruñó molesto, y salió de la reunión en la que se encontraba en la residencia de Rinaldi,  dando grandes zancadas hacia el jardín, y tener privacidad. —¿Ha usado sus tarjetas bancarias? —preguntó a su hombre de confianza.

—No señor, no lo ha hecho.

—Se las cancelaré todas —indicó Lisandro. —¿La han buscado en la casa de alguna amiga? —cuestionó.

—Su hija, no tiene muchas amistades —expresó—. Desde que se fue a estudiar a Francia, no tiene comunicación con ninguna de ellas.

Lisandro presionó sus puños.

—¿Sabes si tiene algún romance? 

—No, revisé personalmente sus redes sociales —explicó—. A pesar de ser una chica muy popular, parece que el apellido Bianchi, pesa mucho y no se le acerca nadie.

Lisandro elevó su rostro con altivez.

—Me alegra que sepan que nadie es digno de mi princesa, solo el hombre que yo apruebe podrá hacerlo y no hay más afortunado que Bernardo. —Dirigió su mirada hacia su prominente casa—. Avísame cuando tengas noticias —expresó y volvió a su reunión.

****

San Vito Lo Capo, Palermo-Italia.

Luego de pasar gran parte del día nadando en la playa; además que Iñaki disfrutó de verla hacer trampa y proclamarse la triunfadora, luego que la dejó ganarle nadando. Ambos se dirigieron a tomar una ducha.

Una hora más tarde, Antonella descendió y se dirigió a la terraza, donde él ya se encontraba, bebiendo una copa. Observó un servicio listo en una mesa para dos, con un par de velas y copas, suspiró sintiéndose conmovida, por tan bello detalle.

—Disculpa la demora, necesitaba con urgencia del agua caliente —ella pronunció al verlo pensativo..

—No te preocupes. —Sacudió su rostro—, la cena acaba de llegar —argumentó y la ayudó a que tomara asiento, recorriendo con su mirada el hermoso vestido blanco, que llevaba de tirantes finos y  falda de volante.

—¿Qué cenaremos? —cuestionó pasando la lengua por sus labios.

Iñaki tragó saliva con dificultad.

Lasagna de mariscos. ¿Te sirvo un poco de vino blanco? 

Antonella tomó su móvil y eligió un playlist para acompañar la cena. Justo cuando terminaron, «I have nothing by Whitney Houston», comenzó a escucharse, sonrió al instante.

—Adoro esa canción— Se puso de pie—. Baila conmigo —solicitó.

Ikañi la tomó por su estrecha cintura. Antonella colocó sus dedos sobre la mano de él, sintiendo su calidez.

Ambos se dejaron llevar, al ritmo de la melodía, sin darse cuenta que sus corazones latían agitados. Justo cuando estaban por concluir, Antonella fijó su mirada en él,  ancló sus brazos a su cuello y acercó sus labios a los de él, buscando con urgencia el encuentro con su lengua.

 El pecho de Iñaki, comenzó a subir y bajar agitado, al sentir la manera en la que ella reclamaba aquel beso.

 Luego de separarse para tomar aire, la chica pegó su rostro a su pecho.

—Te deseo —susurró.

Iñaki se aclaró la garganta, sin poder evitarlo su cuerpo reaccionó.

—¿Estás segura? —cuestionó.

—Sí —murmuró, mientras lo volvía a besar con gran avidez.

Iñaki la tomó entre sus brazos y la llevó hasta su habitación.

—Tú ganas, no tengo la suficiente voluntad, como para rechazarte. También te deseo, no imaginas cuanto —pronunció con voz enronquecida,  la besó con toda la pasión que tenía contenida y que nadie ni siquiera él sabía que la tenía.

Antonella sintió como las manos de él acariciaban sus muslos,mientras su interior se enardecía más, deseando que la tomara. Poco a poco fue desnudándola.

—Nunca he traído a nadie a mi casa —comentó, desvistiéndose con lentitud.

Ella sonrió y lo besó.

—Y yo…Nunca he estado con alguien —confesó con un ligero rubor en sus mejillas. 

Iñaki la miró a los ojos y frunció el ceño.

—¿Cómo? —cuestionó con la voz enronquecida.

—Esta será… Mi primera vez —articuló con nerviosismo.

El joven negó con la cabeza.

—Elegiste la peor elección de todos para algo así —bufó—, creo que no soy el…

Antonella no le permitió finalizar la oración, entonces una de sus manos tomó su falo y lo acarició con sus temblorosos dedos. Iñaki emitió un gruñido al sentir la manera en la que lo tocaba.

—Será mi primera vez, es cierto, pero eso no quita que no haya visto películas para adultos —aclaró—, aprendo rápido.

Iñaki deseo dirigir sus movimientos, pero la dejó experimentar.

—Espero no decepcionarte —expresó, entonces la volvió a besar, y se fue alejando de ella dejando un deliciosos camino de besos sobre sus clavículas, para proseguir por uno de sus senos, pasando por su abdomen, hasta llegar a su sexo.

Ella presionó la sábana con su mano y comenzó a jadear

—¿Te gusta? —consultó.

—Sí, mucho —murmuró con la respiración agitada.

El joven se acercó en busca de sus labios y con sus dedos prosiguió acariciándola hasta que la sintió convulsionar entre sus brazos. Luego de un par de caricias, se colocó un preservativo. Dirigió su mirada hacia el dulce rostro de la chica.

—No sé qué fue lo hice para merecer este momento —declaró—, lo haré lo más despacio que pueda —informó nervioso.

Antonella afirmó,  entonces sintió como comenzó a invadir su intimidad, cerró con fuerza sus párpados y emitió un quejido.

—Duele —pronunció agitada.

Iñaki se aclaró la garganta.

—No deseo lastimarte —mencionó agitado—. Aún podemos retroceder —sugirió.

—No —respondió—. Solo dame tiempo —solicitó y sus manos recorrieron su dorso, percibiendo algunas cicatrices.

—Esto es nuevo para mí —Iñaki confesó—, nunca en toda mi vida, había estado con una mujer virgen —explicó—, tengo miedo de lastimarte —susurró, mientras disfrutaba de sus caricias.

Momentos después volvió a avanzar.

—Bésame —ella suplicó.

Iñaki inhaló profundo y se clavó por completo, escuchado como aquella chica emitió un fuerte gritó.

Antonella logró percibir la ruptura de aquella barrera, entonces esbozó un quejido, que la hizo respirar agitada.

—No es mi intención lastimarte —Iñaki expresó—. Nunca había hecho el amor —manifestó.

El corazón de la chica se estremeció.

—¿Estamos haciendo el amor? —preguntó con voz temblorosa.

—No pensarás que soy así con todo el mundo —respondió y se acercó de nuevo para besarla con una gran ternura, entonces dio su primer embiste y prosiguió hasta que juntos llegaron a la cima.

Antonella quedó rendida entre los brazos de aquel joven. 

—Gracias por regalarme un momento tan especial, jamás lo olvidaré. —Lo besó con cariño y se acomodó entre la calidez de su cuerpo para quedarse dormida.

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