Dos días después.Antonella descendió las escaleras de la mansión Bianchi, sintiendo las miradas de todos los presentes en ella. Presionó con fuerza sus labios para no reírse.—¿Le entregaron el vestido que ordené? —Lisandro cuestionó al ama de llaves.—Yo misma lo coloqué sobre su cama, cuando ella acababa de salir de ducharse —respondió con molestia—. Le dije que eran órdenes suyas —explicó.Lisandro movió su cabeza negando.—Me vas a matar de un disgusto, Antonella —refunfuñó.Al llegar al último peldaño, Bernardo Rinaldi se acercó a ella, mostrando los dientes por la amplia sonrisa que poseía.—Bella ragazza. —La recorrió con su mirada, viendo el traje en tono gris oscuro, de tres piezas con rayas verticales claras; además de la camisa de cuello blanca y una corbata oscura.La gélida mirada de Antonella, se posó en el hombre, estaba por hablar cuando su padre intervino.—Los dejamos solos, para que se conozcan un poco.Antonella separó los labios en una gran O y miró a su padre si
Sicilia, Italia. Sabina se encontraba sentada en el jardín esperando a que llegara uno de los invitados de su tío, mordió su labio imaginando los ojos de Antonella, al verlo llegar. Sonrió divertida y tomó la invitación de su prima y leyó en voz alta: «Ven a celebrar con nosotros. Fiesta de compromiso de: “Bernardo y Antonella”, 31 de Octubre. Mansión Bianchi. Etiqueta rigurosa». Sujetó su móvil y se fijó en el número de Franco, el cual no había respondido a ninguno de sus mensajes, ni de sus llamadas. — ¿Qué extraño?, ya tendré tiempo de dar contigo, no pienso dejarte escapar tan fácilmente, no luego de la noche que tuvimos. —Se sintió acalorada. Momentos después se puso de pie al ver a su tío y al novio charlando, desde donde estaba les saludó.*** Bernardo sonreía, charlando a lado de Lisandro, ambos lucían impecablemente sus smokings, chocaron sus copas y brindaron por la sociedad que estaban formando, ya que dominarían toda Italia, además de algunos otros lugares. —Me urge
Sicilia, Italia. Bernardo colocó el anillo y volvió a acercarse, para besarla y luego prosiguieron bailando. —¿Estás lista para ser mía? —cuestionó con suavidad el hombre. Ella lo miró a los ojos y sonrió. —Sí —respondió aclarándose la garganta—, pero antes me gustaría entregarte algo que tengo para ti —expresó—. Está en el despacho. Necesito que me acompañes —solicitó. Al ingresar Antonella tomó una caja envuelta además de llevar un gran moño. —Espero que te guste. —Sonrió. El hombre ladeó los labios y lo tomó, mientras él se encargaba de destaparlo, la chica sirvió un par de copas. —Es perfecto —Bernado expresó al observar un auto idéntico al que usaba él. —Brindemos. —Le entregó la copa—. Por nosotros —expresó. Bernardo chocó su copa y lo bebió de golpe, entonces la tomó de la mano y la llevó hasta el sillón, recostándose sobre ella, sus manos comenzaron a subir de su largo vestido, hasta acariciar sus muslos, mientras la besaba de manera apasionada. —Te deseo tanto, Ant
3:30 am Iñaki ingresó a su residencia y comenzó a lanzar todo lo que se cruzaba en su camino, sillas, libros, adornos, plantas. Se dirigió a su gimnasio privado y comenzó a golpear el saco de box, durante mucho tiempo, sintiendo como los nudillos de sus manos ardían, hasta que comenzaron a sangrar. Se llevó las manos a su rostro, al tiempo que presionaba con fuerza sus párpados. Su móvil comenzó a vibrar, observó que era del número de Jacob, su corazón palpitó agitado. —¿En dónde estás hermano? Silencio. —¡Jacob! —exclamó. —¿Estás bien? —Iñaki cuestionó con preocupación. Una sonora carcajada se escuchó. —Lamento decirte que no soy Jacob. —¿Quién habla? ¿En dónde está Jacob? —cuestionó con dureza. —Soy Lisandro Bianchi —dijo aquella voz—, decidí quedarme con el móvil de tu amigo, luego de acabar con su miserable vida —mencionó—, porque deseaba comunicarme personalmente con el heredero de Benjamín Alvarado, para dejarte muy en claro, que no son bienvenidos en Italia —gruñó. —T
Sicilia, Italia.Semanas después.—Luces hermosa —dijo la peinadora que se encontraba retocando algunos rizos, sobre el peinado que lucía Antonella—. Eres la novia más guapa, que he arreglado —mencionó con honestidad—, no necesita de mucho maquillaje, para verse tan bella.—Gracias. —Antonella se puso de pie, sin atreverse a mirarse al espejo.—Su padre me pidió que le ayudara a colocarse el vestido de novia —informó la mujer.—Está bien —respondió con tal que no fuera a tener que pedirle ayuda a Sabina.—Su vestido debe ser muy costoso —mencionó la mujer distinguiendo la fina pedrería que tenía el bordado.Antonella se quejó al sentir como la mujer presionaba con demasiada fuerza el corsé.— ¿Tiene que estar tan ajustado? —indagó presionando el mentón.—A los hombres les enloquece ver lucir a una mujer un diminuta cinturita —expresó—. Don Bernardo estará deseoso de quitarselo —mencionó atando las cuerdas.Antonella rodó los ojos, en ese momento ingresó su padre.—Puedes retirarte —o
El corazón de Antonella se agitó con fuerza, al reconocer la voz de aquel hombre, giró en su eje, y todo se detuvo en instantes para ella, observó que la miraba y luego caminó a pasos firmes por el centro de la lujosa alfombra roja de la catedral. El corazón le latió con fuerza, de forma estruendosa.— ¡Iker! —murmuró sin poder creerlo.Sabina se puso de pie y se separó los labios en una gran O.— ¡Franco! —dijo para sí misma, sin poder creer que estuviera reclamando a su prima.—¿Qué quieres decir con que fue tuya? —Rinaldi cuestionó colérico y dirigió su fría mirada a la joven.—Ella sabe perfectamente lo que quiero decir. —Elevó su gélida mirada hacia él.—¿Te entregaste a este desconocido? —Lisandro se acercó a su hija y la confrontó, visiblemente afectado. —¡Responde! —ordenó.Antonella respiró agitada, intentando contener la perturbante marea de adrenalina que la estaba desestabilizando.—Sí —contestó con voz trémula—, preferí regalarle mi virginidad a un extraño, a que me tocar
Puerto Escondido, Oaxaca-México.—Tiene una vista maravillosa —Antonella dijo corriendo hacia la terraza de la mansión, para poder mirar hacia el océano.—Es… espectacular —Inaki se aclaró la garganta recorriendo con su mirada, su silueta por la espalda y ladeó los labios.—¿Aquí vives? —cuestionó.—No. Hace poco tiempo acabo de adquirir el inmueble —informó seco—. Eres mi primera invitada.—Gracias por el honor —respondió.—Vamos para que te muestre tu habitación. —Estiró su mano, no pudo evitar sentir que su cuerpo reaccionaba, al verla con su playera puesta, recordando la pequeña prenda íntima que llevaba, además de calzar sus finas zapatillas de tacón de aguja. Su vista se instaló en un sexy liguero en uno de sus muslos—, no recuerdo haberte visto usarlo— Señaló.Antonella carcajeó.—No pensarás que lo iba a modelar para ese hombre feo. —Guiñó un ojo y caminó delante de él contoneando sus caderas de manera sensual.El joven pasó la lengua por sus labios.—Está será tu habitación,
Horas más tarde. —¿Qué necesitas, Jackson? —cuestionó Iñaki luego de responder a su móvil. —Saber ¿Cómo van las cosas entre esa mujer y tú? —respondió con seriedad—, nuestros hombres, no te ven con muchas ganas de cobrarte lo que nos hizo Lisandro. Algunos aseguran que la mirada te cambia cuando estás frente a ella —gruñó. Iñaki presionó con fuerza sus puños. —No necesito que nadie me vigile —bramó—. Ellos no son tus hombres, son mi gente —clarificó. —Vaya que te has tomado el papel de boss, muy en serio en tu tierra —expresó con hostilidad—. Espero que no nos falles. En todos lados te conocen como un hombre que no tiene alma, como la temible bestia; después de que tu padre te dejó aquellas marcas, espero que el hecho de que don Jerónimo te ayudó, no te vuelvas un dulce gatito —se mofó. Iñaki presionó sus puños con fuerza. —Soy el jefe, te guste o no —indagó—. Fuí yo al que Benjamín Alvarado, le dejó todo lo que la policía no pudo encontrarle. El único al que se le entregó el te