Iñaki inclinó su mirada color marrón, y recorrió al pequeño con parsimonia. Sus grandes manos temblaron al sostenerlo.—No soy muy bueno con los niños —expresó—, no quiero que se vaya a despertar y se asuste al verme.—Sabrá que eres su papá. —La voz de Antonella se fragmentó—, jamás te tendría miedo —aseguró, al tiempo que volvía a sujetar al pequeño.—Será mejor que me vaya. —Se giró en su eje.—No, no te vayas, no huyas, por favor —suplicó la joven—. Nos has hecho mucha falta, no imaginas cuanto. —Su voz se fragmentó—, charlemos, yo puedo responder todas tus dudas.«No puede escapar de tu destino», aquella voz en su interior, se volvió a manifestar. Iñaki se detuvo en seco al escucharla y recordó haber visto a una mujer de edad mayor, cuando estaba en coma.—Tienes razón, hablemos —solicitó.Antonella resopló con alivio y su mirada se llenó de un brillo especial.Al ingresar al apartamento, Iñaki recorrió con su mirada el lugar, sintiendo una especial calidez en el interior, disti
—Muchas gracias —Antonella se aclaró la garganta y se ruborizó.— ¿Sucede algo? —cuestionó Húnter.La mirada de la chica se iluminó.—Me reencontré con el papá de mi hijo.Frunció el ceño y la miró con extrañeza.— ¿Cómo? —preguntó sin comprender. —¿Él…, no murió? Movió su cabeza, luego de tomar las flores, lo invitó a pasar.—Te presento a Iñaki Alvarado, el hombre por el que se me desgarró el alma al pensar que había muerto.Húnter lo miró a los ojos y se llenó de una gran felicidad por ella, no pudo evitar notar aquellas cicatrices, pero no le tomó ninguna importancia, para él no había nada mejor que saber que Antonella sería muy feliz.—Mucho gusto —expresó con sinceridad.La mirada grisácea de aquel hombre, le pareció sincera a Iñaki, aunque no pudo evitar mirarlo con recelo.—El gusto es mío —dijo con seriedad.—Húnter es un amigo que conocí en Canadá —explicó Antonella para disipar la tensión que se sentía en el ambiente—, ha sido muy amable con nosotros.—No deseo importunar,
Un pequeño grupo musical, amenizaba una soñada celebración, en casa de la familia Alvarado. Desde la habitación, Andy logró hacer que Luna, se retirara sus recatados vestidos, para que usara algo más lindo y elegante, además que le arregló su negra cabellera en delicadas ondas además de maquillarla.—Aún no logro comprender de dónde sacaste la gloriosa idea de hacerte novicia, siendo tan bonita y teniendo el mundo a tus pies —Andy suspiró profundo.Luna sintió un fuerte picor en su garganta.—Para una persona tan ordinaria como yo, sabes muy bien que los hombres que se me han acercado, solo ha sido para burlarse de mí, y no estoy dispuesta a seguir exponiéndome, prefiero estar en la paz que he encontrado en aquel convento —refirió intentando sonar estable.Andy se acercó a ella y la miró a los ojos.—Todo está aquí. —Señaló con su dedo índice su cabeza—, mientras tú no te des cuenta de lo mucho que vales y lo hermosa que eres, siempre se repetirá la misma historia. Siento mucho enojo
Sacudió su cabeza con fuerza y abrió los ojos.—Necesito refrescarme la cara —indicó y caminó hacia la cabina de baño.Antonella caminó detrás de él, entonces chocó con el cuerpo de Álvaro.— ¿Qué ocurre? —preguntó al haber visto aquella extraña reacción de su sobrino.—No lo sé —contestó con preocupación.—Yo me encargo, tranquila. —Como el caballero que era, la ayudó a tomar asiento en una tumbona, sigue con el espectáculo. Alzó su brazo llamando a su esposa.— ¿Qué ocurre? —Alondra cuestionó.—Acompaña a Anto, voy a buscar a Iñaki.Álvaro ingresó al sanitario de caballeros y observó que el joven no dejaba de lanzarse agua con las manos en el rostro, distinguió la vena marcada en su cuello.— ¿Qué te sucede? —se acercó entregándole varias toallas de papel.—No, estoy seguro —Iñaki se irguió para tomarlas y secarse.—Algo en los fuegos artificiales, me ha hecho comenzar a tener imágenes en mi mente, son desesperantes y angustiantes. —Su torso comenzó a subir y bajar agitado.—Vamos
Iñaki caminó a grandes zancadas, buscando con su mirada en donde se encontraba Antonella, su corazón latía agitado, como si estuviese a punto de estallar de su pecho. Su torso subía y bajaba ante el ritmo de su respiración.— ¿En dónde estás? —se preguntó, buscándola entre los invitados, su mirada brilló al verla charlando con Connor, de inmediato corrió hacia ella.*—Te ves hermosa —Connor expresó con sinceridad.—Muchas gracias, también luces muy apuesto, estoy segura que más de una persona estará suspirando por ti. —Dirigió su vista hacia la recién llegada, Alexia, quien se acercó a saludar a Paula María, que estaba con Carlos Gabriel cuidando a sus pequeñas.—Me lastima mucho saber que pronto será la esposa de otro hombre, por la culpa que carga —refirió con pesar. — ¿Será capaz de poder sostener una mentira?, ¿de fingirle amor a alguien a quien dejó de amar? —Presionó sus ojos con pesar.Antonella colocó una de sus manos sobre su hombro.—Speriamo che cu ripensi. —Suspiró profun
— ¿Otra vez tú, pequeñita? —Angelito cuestionó.—Eso mismo digo yo —Harper respondió al tomar una bolsa con brownies.—Son seis dólares por lo que tomaste —refirió él.La niña frunció el ceño.— ¿Se venden los postres? —cuestionó con extrañeza.—Solo el que tomaste —respondió.—Yo no traigo dinero —dijo mientras lo destaba.—Entonces no puedes comerlo.Alondra se acercó a él.—Estos postres son para nuestros invitados —expresó mirando a su nieto.—Estoy haciendo negocio coma tú com los chocolates, ¿los vendes o no? —cuestionó.Alondra sonrió ladeando los labios.—Ese es mi trabajo, soy la gerente de la empresa —indicó.Angelito miró a su abuela.—Pues yo soy el gerente de mi empresa y el dueño también. —Elevó ambas cejas.—Yo te pagaré los postres, pero de manera justa. —Frunció el ceño—, sabes muy bien que en este país nuestra moneda no es el dólar.—Fue consejo de la abuela —sonrió—, ella me dijo que precio ponerles.—Puedes comerte el brownie —manifestó Gabito—, y ahora mantente le
Andy soltó con rapidez la manguera y se giró en su eje, para caminar hacia la salida de la casa, lo más rápido posible.— ¿A dónde creen que van? —la gruesa voz de Álvaro resonó.Andrea y Luna se quedaron estáticas en cuanto lo escucharon.—Vamos a tomarnos un café —Luna respondió.—Por supuesto que, no —indicó Álvaro, quien llegó en compañía de Óscar, con un par de toallas, al haber visto lo que ocurría. — ¿Se encuentran bien? —indagó.Emilio secó su rostro.—Sí, no te preocupes —expresó intentando ocultar su malestar.—Su hija arruinó mi vestido —gruñó Belinda—, y mi maquillaje.Andy sonrió.—Ahora no solo pareces conejo, sino también mapache —gruñó, señalando su maquillaje.Álvaro abrió los ojos de par en par al escuchar a su hija.—¿Qué te ocurre? —indagó.Luna abrazó a Andy, para intentar que se tranquilizara.—Eres una maleducada —Belinda reclamó.Óscar frunció el ceño y se acercó hacia sus hermanas y las abrazó.—Será mejor que vayamos a hablar en privado —dijo, ignorando a la
Palermo, Italia. Un mes después. Desde uno de los balcones del hermoso hotel estilo barroco en el que se encontraban Iñaki y Antonella observaban desde la penumbra, el bello panorama del mar mediterraneó, iluminado por la luz artificial del lugar. La chica, no pudo evitar derramar un par de lágrimas, al volver al país que la vio nacer y crecer y que tanto amaba. —Grazie —murmuró completamente conmovida. —Sabía que te morías por regresar a tu país. —Se acercó a ella y deslizó con calidez el dorso de su mano sobre una de sus mejillas. —Mucho —expresó con nostalgia—, amo il mio paese —refirió con la voz fragmentada. —Con Lisandro —se aclaró la garganta—, muerto y Bernardo Rinaldi en la cárcel, no hay nada que nos impida volver —Iñaki sonrió con ternura. —La única que me preocupa es Sabina, me odia —mencionó con pesar. —Por ella no tienes nada de qué preocuparte, ya habrá tiempo de que lo veas con tus propios ojos. —Recordó que también se encontraba recluida en una cárcel, y la ten