— ¿Otra vez tú, pequeñita? —Angelito cuestionó.—Eso mismo digo yo —Harper respondió al tomar una bolsa con brownies.—Son seis dólares por lo que tomaste —refirió él.La niña frunció el ceño.— ¿Se venden los postres? —cuestionó con extrañeza.—Solo el que tomaste —respondió.—Yo no traigo dinero —dijo mientras lo destaba.—Entonces no puedes comerlo.Alondra se acercó a él.—Estos postres son para nuestros invitados —expresó mirando a su nieto.—Estoy haciendo negocio coma tú com los chocolates, ¿los vendes o no? —cuestionó.Alondra sonrió ladeando los labios.—Ese es mi trabajo, soy la gerente de la empresa —indicó.Angelito miró a su abuela.—Pues yo soy el gerente de mi empresa y el dueño también. —Elevó ambas cejas.—Yo te pagaré los postres, pero de manera justa. —Frunció el ceño—, sabes muy bien que en este país nuestra moneda no es el dólar.—Fue consejo de la abuela —sonrió—, ella me dijo que precio ponerles.—Puedes comerte el brownie —manifestó Gabito—, y ahora mantente le
Andy soltó con rapidez la manguera y se giró en su eje, para caminar hacia la salida de la casa, lo más rápido posible.— ¿A dónde creen que van? —la gruesa voz de Álvaro resonó.Andrea y Luna se quedaron estáticas en cuanto lo escucharon.—Vamos a tomarnos un café —Luna respondió.—Por supuesto que, no —indicó Álvaro, quien llegó en compañía de Óscar, con un par de toallas, al haber visto lo que ocurría. — ¿Se encuentran bien? —indagó.Emilio secó su rostro.—Sí, no te preocupes —expresó intentando ocultar su malestar.—Su hija arruinó mi vestido —gruñó Belinda—, y mi maquillaje.Andy sonrió.—Ahora no solo pareces conejo, sino también mapache —gruñó, señalando su maquillaje.Álvaro abrió los ojos de par en par al escuchar a su hija.—¿Qué te ocurre? —indagó.Luna abrazó a Andy, para intentar que se tranquilizara.—Eres una maleducada —Belinda reclamó.Óscar frunció el ceño y se acercó hacia sus hermanas y las abrazó.—Será mejor que vayamos a hablar en privado —dijo, ignorando a la
Palermo, Italia. Un mes después. Desde uno de los balcones del hermoso hotel estilo barroco en el que se encontraban Iñaki y Antonella observaban desde la penumbra, el bello panorama del mar mediterraneó, iluminado por la luz artificial del lugar. La chica, no pudo evitar derramar un par de lágrimas, al volver al país que la vio nacer y crecer y que tanto amaba. —Grazie —murmuró completamente conmovida. —Sabía que te morías por regresar a tu país. —Se acercó a ella y deslizó con calidez el dorso de su mano sobre una de sus mejillas. —Mucho —expresó con nostalgia—, amo il mio paese —refirió con la voz fragmentada. —Con Lisandro —se aclaró la garganta—, muerto y Bernardo Rinaldi en la cárcel, no hay nada que nos impida volver —Iñaki sonrió con ternura. —La única que me preocupa es Sabina, me odia —mencionó con pesar. —Por ella no tienes nada de qué preocuparte, ya habrá tiempo de que lo veas con tus propios ojos. —Recordó que también se encontraba recluida en una cárcel, y la ten
Sicilia, Italia. — ¡Tienes que hacer lo que te ordeno! —Lisandro Bianchi, la jaloneó por los brazos—. Tengo que unir fuerzas con otro grupo. Hay alguien que amenaza el territorio —gruñó colérico. La fuerte música del jardín exterior, hizo que nadie de los invitados, escuchara la gran discusión que se estaba dando en el despacho de Bianchi. Antonella Bianchi, sintió un fuerte pinchazo en su pecho, al escuchar los planes que tenía para ella. En los cuales no le estaba pidiendo su opinión, que era obvio, que no le importaba en lo más mínimo. Giró su rostro hacia el salón, donde se estaba ofreciendo una fiesta de bienvenida en su honor, ya que acababa de regresar de estudiar en el extranjero, durante cuatro años. Debido a que su padre era un hombre muy poderoso y peligroso. No pudo permanecer en París. Por lo que en cuanto finalizó sus estudios universitarios y le entregaron su diploma, Bianchi envió a que la buscaran y no tuvo más opción que volver a su cautiverio. —No pienso obe
Iñaki negó con la cabeza.—No creo tener tan mala suerte —dijo mientras buscaban huir, corrió hacia la salida de emergencia, entre algunos asistentes.Giró en varias ocasiones buscando a Jacob, pero no lo encontró. Un par de disparos, se escucharon del interior del antro, por lo que tuvo que seguir corriendo, buscando su camaro deportivo.Estaba a unos metros del auto, para llegar, cuando de la nada un vehículo salió con rapidez, estando a punto de arrollarlo. Iñaki se lanzó hacia un lado para evitar aquel impacto, entonces el feroz Bugatti divo, se detuvo.—Lo lamento, no te vi. —La joven asomó el rostro por la ventanilla.Iñaki, molesto se acercó a ella.—Si no te han enseñado a conducir, no deberías hacerlo —sentenció con hostilidad.La joven volvió a tallar sus ojos, intentando enfocar su mirada en él.—No estoy para sermones —dijo tocando su sien con sus dos manos—. Estamos en peligro.Iñaki se acercó a ella y se dio cuenta que no estaba bien.—Cambiate de lugar —ordenó abriendo
Por la mañana, Antonella abrió los ojos y extendió sus brazos estirándose, eso provocó que golpeara la cara de su acompañante. Sus labios se abrieron tan grande como pudo y su corazón comenzó a palpitar con fuerza.—¡Auch! —Iñaki se quejó tocando su nariz, y despertó de golpe, volteando a verla.Antonella se alejó de él.—¿Qué rayos pasó? —cuestionó agitada. —¿Qué haces aquí?Iñaki frunció los labios.—Deberías rectificar tu pregunta y cuestionarte. —¿Qué haces tú en mi habitación? —respondió mirándola atentamente.Ella miró a su alrededor y se dio cuenta que no era la suya.—¿Cómo llegué aquí? —preguntó.—¿No te acuerdas? —Iñaki se sentó.La mirada de Antonella, se centró en aquella voz, y se quedó sin aliento al observar su perfecto rostro. Recorrió el esculpido torso de aquel extraño, enmudeciendo unos instantes; y de pronto se movilizó para apartarse de ahí, provocando que cayera de la cama de sentón. Inclinó su cabeza y se dio cuenta que estaba desnuda. —¿Qué me hiciste? —se cub
Sicilia, Italia.—¡No se la pudo tragar la tierra! —Lisandro gruñó molesto, y salió de la reunión en la que se encontraba en la residencia de Rinaldi, dando grandes zancadas hacia el jardín, y tener privacidad. —¿Ha usado sus tarjetas bancarias? —preguntó a su hombre de confianza.—No señor, no lo ha hecho.—Se las cancelaré todas —indicó Lisandro. —¿La han buscado en la casa de alguna amiga? —cuestionó.—Su hija, no tiene muchas amistades —expresó—. Desde que se fue a estudiar a Francia, no tiene comunicación con ninguna de ellas.Lisandro presionó sus puños.—¿Sabes si tiene algún romance? —No, revisé personalmente sus redes sociales —explicó—. A pesar de ser una chica muy popular, parece que el apellido Bianchi, pesa mucho y no se le acerca nadie.Lisandro elevó su rostro con altivez.—Me alegra que sepan que nadie es digno de mi princesa, solo el hombre que yo apruebe podrá hacerlo y no hay más afortunado que Bernardo. —Dirigió su mirada hacia su prominente casa—. Avísame cuando
Sicilia, Italia.—Voy a salir —Sabina indicó a uno de los hombres que se encargaba de la seguridad.—¿Lo sabe su tío? —cuestionó.—No, no le veo el caso preocuparlo más, bastante tiene con Antonella —resoplo.—Mi obligación es decirle a él todo lo que sucede en su casa, por eso me paga —explicó.—Si te llega a preguntar por mí, le avisas que voy a estar en casa de mi amiga Cinnia, porque me estoy volviendo loca de preocupación. —Colocó su mano sobre su pecho—. Ya no puedo con la angustia que me provoca, él sabe que la quiero como a una hermana. —Suspiró.—Espero que se distraiga un poco y se sienta mejor —pronunció—. Solo le pido que tenga su móvil encendido, para que la localice de ser necesario —solicitó y señaló a los hombres que la escoltarían. De pronto otro guarura se acercó.—Parece que encontraron el cuerpo de una mujer, tirado sobre una de las carreteras.Sabina giró en su eje y ladeó los labios.—Ojala sea el tuyo primita —murmuró bajito.—Vayan de inmediato a averiguar, si