Por la mañana, Antonella abrió los ojos y extendió sus brazos estirándose, eso provocó que golpeara la cara de su acompañante. Sus labios se abrieron tan grande como pudo y su corazón comenzó a palpitar con fuerza.
—¡Auch! —Iñaki se quejó tocando su nariz, y despertó de golpe, volteando a verla.
Antonella se alejó de él.
—¿Qué rayos pasó? —cuestionó agitada. —¿Qué haces aquí?
Iñaki frunció los labios.
—Deberías rectificar tu pregunta y cuestionarte. —¿Qué haces tú en mi habitación? —respondió mirándola atentamente.
Ella miró a su alrededor y se dio cuenta que no era la suya.
—¿Cómo llegué aquí? —preguntó.
—¿No te acuerdas? —Iñaki se sentó.
La mirada de Antonella, se centró en aquella voz, y se quedó sin aliento al observar su perfecto rostro. Recorrió el esculpido torso de aquel extraño, enmudeciendo unos instantes; y de pronto se movilizó para apartarse de ahí, provocando que cayera de la cama de sentón. Inclinó su cabeza y se dio cuenta que estaba desnuda.
—¿Qué me hiciste? —se cubrió con las manos sus pechos, poniéndose de pie con rapidez.
Iñaki ladeó los labios y sonrió burlonamente.
—En el estado en el que te encontrabas, deberías preguntarte: ¿Qué fue lo que me hiciste a mí?. —Elevó ambas cejas y salió de la cama, tomó una playera de él y se la entregó.
Ella la sujetó, y al tenerlo tan cerca, buscó darle un golpe con su rodilla. Al prevenir lo que estaba por suceder, Iñaki detuvo su pierna, presionó su mano para no soltar la prenda, entonces comenzaron a forcejear.
El joven detuvo los brazos de Antonella, anticipando todos sus movimientos. Hasta que cayeron sobre la cama, quedando el cuerpo de él sobre ella, y la playera en el suelo. Iñaki percibió la suavidad de la piel de sus senos, chocando contra su firme pecho.
Al mirarse, ambos se reflejaron en los ojos del otro, entonces sus torsos comenzaron a subir y bajar agitados. Antonella percibió como la entrepierna del chico, se abultaba en su centro.
—Parece que alguien despertó.
—No soy de piedra. —Ladeó los labios y se puso de pie.
Antonella se puso la playera
—Por un momento pensé que…
—Parece que ya se te olvidó que me pediste que no te dejara sola, anoche. Me rogaste que durmiera a tu lado.
—¿Qué ocurrió anoche? —cuestionó.
—Estabas en un antro, bailando muy divertida sobre la barra —mencionó—. Hasta que un grupo de hombres llegaron a buscarte, y en la huida, casi me arrollas. Estabas drogada —manifestó.
La chica se aclaró la garganta.
—Espero no haberte lastimado, de lo contrario puedo pagar los gastos hospitalarios —indicó.
—No tiene importancia —respondió, y con discreción su mirada observó sus torneadas piernas. —¿Tienes hambre? —preguntó.
La joven afirmó.
—Necesito beber agua —solicitó.
Ambos descendieron y llegaron hasta la enorme cocina, al observar que la cocinera miraba de abajo hacia arriba a su acompañante, la cual solo lucía una playera que le llegaba a mitad de sus muslos. Iñaki intervino.
—Tómate el día —ordenó con firmeza.
Le entregó la botella de agua a la chica, y comenzó a sacar algunas cosas de la nevera.
Antonella tomó asiento en un banco y sonrió al observar su incomodidad ante aquella mujer, la cual casi la fulminaba.
—Parece que le acabas de romper el corazón a tu empleada —mencionó mientras mordía una manzana que tomó de la mesa.
—No me había dado cuenta —expresó ladeando los labios—. Espero que comas de todo —expresó sin poder evitar recordar su esbelta figura entre sus brazos. Con habilidad, Iñaki comenzó a picar algunos vegetales, para preparar omelettes.
—Comería hasta un mamut —contestó sin poder creer que él sería quien prepararía el desayuno. — Nunca había visto a un hombre que no sea un chef, cocinar.
—Quienes me conocen, saben que lo hago y muy bien —mencionó con orgullo.
—Espero que algún día pueda comprobarlo. —Mordió la manzana y pasó la lengua por su labios.
Iñaki tragó saliva con dificultad, al verla lamerse los labios. Sacudió su rostro y comenzó a cocinar.
Minutos más tarde tomaron asiento.
—Huele delicioso —comentó y de inmediato lo probó—. Es buenísimo.
—Me alegra que te guste —expresó y se acercó a tomar su móvil, para revisar sus mensajes, esbozó una ligera sonrisa.
—Me imagino que tienes cosas que hacer —mencionó ella—. Termino de desayunar y me retiro, para no quitarte más tu tiempo. —¿En dónde está mi vestido?
Iñaki presionó con fuerza los labios
—No me estás quitando el tiempo —respondió—. Tengo el día libre, ¿tienes planes? —cuestionó y se quedó callado.
—¿Lo dices en serio? —preguntó deseando alargar más su estadía, ya que no deseaba volver a su casa, aún.
—No tengo porque mentir —contestó.
—Por cierto: Gracias por haberme ayudado —ella pronunció con sinceridad.
—Hice lo que tenía que hacer —respondió y se giró para ir por dos tazas de café.
—¿Cómo te llamas? —ella indagó con curiosidad.
— Iker —se presentó con su primer nombre. —¿Y tú? —preguntó.
—Antonella Desachy —dijo con dulce voz, omitiendo su primer apellido para no ahuyentarlo como a los chicos que sabían quién era y no se atrevían a acercarse, por temor.
—¿Eres adicta? —Iñaki cuestionó, sin dejar de verla a los ojos.
La joven se atragantó al escuchar su cuestionamiento y comenzó a toser.
—No.
—¿Por qué ibas a conducir drogada? —cuestionó.
—Me sentía algo abrumada, cuando llegué al antro, me ofrecieron un pase, eso es todo —respondió con honestidad.
—¿Te quedarás? —indagó.
Antonella bebió un sorbo de café.
—Si prometes que cocinarás todo el fin de semana, para mí. —Sonrió divertida—. Por cierto, ¿y mi vestido? —volvió a preguntar.
Iñaki presionó de nuevo los labios en una línea.
—Lo… tiré a la basura —respondió.
—No, no es cierto —dijo sorprendida.
—Sí, es verdad —respondió y mordió un pedazo de pan que acababa de llevar.
—¿Es broma, verdad?
—No bromeo.
—Era un vestido muy costoso —expresó—, además que era uno de mis favoritos.
—Espero que tengas alguna foto luciéndolo, como recuerdo, porque no volverá a ti —comentó.
—¿Por qué hiciste eso? —indagó.
—Porque lo vomitaste. No pensarás que iba a lavarlo ¿o sí?
La joven tapó sus labios.
—¿Lo hice? —cuestionó avergonzada.
—Sí, no fue algo agradable. —Frunció el ceño.
—¡Rayos! —exclamó—, lo lamento, ¿esto cambia tu invitación? —preguntó mordiendo su labio inferior.
Iñaki observó con detenimiento esa reacción en ella.
—Nunca me retracto —pasó saliva con dificultad y se aclaró la garganta—. Vamos a la playa —la invitó.
—Necesitaré algo de ropa para ponerme.
—No te conté que la playa está considerada como nudista, así que no tienes que preocuparte por eso. —Guiñó un ojo.
Antonella carcajeó.
—Ya viste demasiado. —Volvió a morder su labio y se sonrojó.
—En realidad fue muy poco. —Se aclaró la garganta—. Ve — Iñaki se puso de pie y extendió su mano para ayudarla a ponerse de pie, y subieron hasta una de las habitaciones de huéspedes.
Antonella abrió los ojos de par en par al observar algunas bolsas de regalo sobre la cama.
—Espero que algo de lo que hay ahí, te sirva —refirió.
La chica dio un largo suspiró.
—¿En qué momento sucedió esto? —cuestionó mientras sacaba un pequeño bañador de dos piezas.
—Ventajas de tener personal a tu cargo —manifestó.
—Voy a cambiarme a mi recámara, para que salgamos a dar un paseo a la playa —Iñaki declaró.
***
En cuanto se quedó a solas, Antonella vació las bolsas y se encontró con más de lo que podía esperar. Desde sexy lencería, hasta shorts, tops, tenis de plataforma. Su mirada se fijó en la última de las prendas.
—Es increíble —dijo admirando un hermoso vestido ajustado floral al azar con estampado de un hombro con abertura con cordón.
Además de eso se encontró con accesorios de higiene personal.
Cuarenta minutos después. Los labios de Iñaki se entreabrieron al admirarla luciendo un vestido de playa tejido, por donde se colaba a la perfección aquel bikini que llevaba debajo en color azul marino. Su cabello iba recogido en un moño alto.
El chico apreció sus largas piernas, aquella joven emanaba un porte especial, una elegancia sin tener que esforzarse, le salía natural.
—Luces hermosa —mencionó con sinceridad.
—Gracias —contestó, y enfocó su mirada en sus tatuados brazos y luego prosiguió hacia su perfecto pectoral, separó sus labios en una ligera O, sintiendo que su garganta se secaba.
—Justo ese es el efecto que me han dicho que provocó en mis admiradoras —Iñaki respondió mirándola a los ojos.
Antonella rodó los ojos.
—Solo observaba tus tatuajes —refirió y caminó delante de él, contoneando con sensualidad sus caderas y ladeó los labios.
La mirada del joven se fijó en la forma tan exquisita en la que balanceaba sus caderas al caminar, pasó saliva con dificultad.
«¿Será ella, la mujer que necesitas?». Se cuestionó dubitativo.
Sicilia, Italia.—¡No se la pudo tragar la tierra! —Lisandro gruñó molesto, y salió de la reunión en la que se encontraba en la residencia de Rinaldi, dando grandes zancadas hacia el jardín, y tener privacidad. —¿Ha usado sus tarjetas bancarias? —preguntó a su hombre de confianza.—No señor, no lo ha hecho.—Se las cancelaré todas —indicó Lisandro. —¿La han buscado en la casa de alguna amiga? —cuestionó.—Su hija, no tiene muchas amistades —expresó—. Desde que se fue a estudiar a Francia, no tiene comunicación con ninguna de ellas.Lisandro presionó sus puños.—¿Sabes si tiene algún romance? —No, revisé personalmente sus redes sociales —explicó—. A pesar de ser una chica muy popular, parece que el apellido Bianchi, pesa mucho y no se le acerca nadie.Lisandro elevó su rostro con altivez.—Me alegra que sepan que nadie es digno de mi princesa, solo el hombre que yo apruebe podrá hacerlo y no hay más afortunado que Bernardo. —Dirigió su mirada hacia su prominente casa—. Avísame cuando
Sicilia, Italia.—Voy a salir —Sabina indicó a uno de los hombres que se encargaba de la seguridad.—¿Lo sabe su tío? —cuestionó.—No, no le veo el caso preocuparlo más, bastante tiene con Antonella —resoplo.—Mi obligación es decirle a él todo lo que sucede en su casa, por eso me paga —explicó.—Si te llega a preguntar por mí, le avisas que voy a estar en casa de mi amiga Cinnia, porque me estoy volviendo loca de preocupación. —Colocó su mano sobre su pecho—. Ya no puedo con la angustia que me provoca, él sabe que la quiero como a una hermana. —Suspiró.—Espero que se distraiga un poco y se sienta mejor —pronunció—. Solo le pido que tenga su móvil encendido, para que la localice de ser necesario —solicitó y señaló a los hombres que la escoltarían. De pronto otro guarura se acercó.—Parece que encontraron el cuerpo de una mujer, tirado sobre una de las carreteras.Sabina giró en su eje y ladeó los labios.—Ojala sea el tuyo primita —murmuró bajito.—Vayan de inmediato a averiguar, si
El automóvil de Jacob, se detuvo a una distancia pertinente, para no ser visto. Sacó sus binoculares y observó lo ocurrido con Antonella. Esperó a que avanzaran para intentar seguirlos, lo más que podía.Al llegar a la ciudad, logró encontrar el lugar hacia donde se dirigieron con la chica. Prosiguió calles más adelante y se estacionó, quedándose pensativo, al saber a casa de quien había llegado..***Iñaki se encontraba en su despacho, analizando las rutas por las que debía llevar un embarque. En ese momento ingresó una joven con una charola de bocadillos.—Traje lo que ordenó —indicó sonriendo coqueta.—Deja las cosas sobre la mesa. —Señaló hacia la sala, sin mirarla.—¿Necesita algo más? —cuestionó mordiéndose su labio inferior.—No —retírate ordenó con tono seco, y sujetó su móvil para responder una llamada.—¿Cómo va todo Jacob? —cuestionó.—Mal, la emboscaron —respondió el joven.—¿Cómo? —Iñaki abrió los ojos de par en par y se puso de pie.—Se la llevaron en unas camionetas a
Horas más tarde.—Por fin te levantas —Lisandro miró su costoso reloj—. Nadie de la familia Bianchi, puede hacer lo que se le dé la gana. Son las 8:30 am, en el negocio se necesita disciplina —gruñó observando a Sabina.La chica inhaló profundo e inclinó su rostro.—Lamento mucho mi demora, tío, pero desde que tienes encerrada a mi prima, en ese calabozo tan horrible, no he podido conciliar el sueño —se justificó—. Me siento terrible por lo que pasa Antonella. —Tomó la mano de Lisandro y la besó.El hombre resopló.—¿Crees que para mí es fácil? —cuestionó—, tengo que mantener el orden y aplicar las medidas necesarias para que nadie se salga de mi yugo, eso te incluye a ti también.—No volverá a suceder. —Tomó asiento y bebió un poco de jugo de naranja—. Sírveme el desayuno —ordenó a Orlena, la mujer del servicio.—Claro que no volverá a pasar. —Se puso de pie—. Vámonos —exigió.—Pero apenas voy a…—Ibas —dijo Lissandro—. No sirvas nada —indicó a la mujer que llevaba una bandeja—. Se n
Antonella temblaba de frío, además que una capa de sudor, perlaba sobre su frente. Debido a que su ropa se empapó cuando la mojaron, tuvo que quitársela y envolverse en la cobija que le dejó Iñaki.Desde que su padre se había retirado, no pudo evitar llorar al pensar en la persona a la que se refería. Una gran bruma de dudas cayeron sobre su mente, intentando armar un rompecabezas.—No me voy a quedar con la duda —mencionó—. Voy a indagar hasta llegar al fondo de esto —dijo tiritando de frío. En ese momento escuchó que ingresaban a la celda—. Volviste —mencionó bajito.Iñaki se detuvo frente a ella.—¿Cómo estás pequeña? —cuestionó y colocó las palmas de sus manos sobre sus mejillas.—¡Estás ardiendo! —exclamó.—Tengo mucho frío —respondió.Iñaki sacó un par de analgésicos de su mochila.—Te los traje para el dolor del cuerpo —explicó—. Te ayudarán a bajar la fiebre.—Gracias. —Tomó las pastillas y bebió del té.—Pronto te sentirás mejor —mencionó y la abrazó,sintiendo su piel desnuda
Eran las 12:30 de la madrugada cuando Iñaki llegó a la cocina de la casa, miró su reloj y esperó a que apareciera Sabina, recorrió con su mirada el exterior de la mansión, deseando averiguar cuál era la habitación que buscaba.De pronto la puerta se abrió y la muchacha alumbró con una pequeña linterna que sostenía.—Dude que estarías aquí —susurró y lo abrazó, besándolo.—No puedo negarle algo a la sobrina de mi jefe —murmuró correspondiendo a ese beso.—Eso me agrada. —Acercó su mano a su entrepierna una vez más—. Te voy a hacer pasar una noche estupenda —susurró y entrelazó sus manos para guiarlo hacia la planta de arriba, por las escaleras de servicio.Al llegar a la habitación, observó la cama con un edredón en flores rodeada de grandes cojines, con el tocador y las mesas de noche, haciendo juego, todo estilo clásico. Su vista se enfocó en las velas encendidas que había por varios lugares de los muebles, además de una una botella de vino con un par de copas.—Parece que tienes tod
Dos días después.Antonella descendió las escaleras de la mansión Bianchi, sintiendo las miradas de todos los presentes en ella. Presionó con fuerza sus labios para no reírse.—¿Le entregaron el vestido que ordené? —Lisandro cuestionó al ama de llaves.—Yo misma lo coloqué sobre su cama, cuando ella acababa de salir de ducharse —respondió con molestia—. Le dije que eran órdenes suyas —explicó.Lisandro movió su cabeza negando.—Me vas a matar de un disgusto, Antonella —refunfuñó.Al llegar al último peldaño, Bernardo Rinaldi se acercó a ella, mostrando los dientes por la amplia sonrisa que poseía.—Bella ragazza. —La recorrió con su mirada, viendo el traje en tono gris oscuro, de tres piezas con rayas verticales claras; además de la camisa de cuello blanca y una corbata oscura.La gélida mirada de Antonella, se posó en el hombre, estaba por hablar cuando su padre intervino.—Los dejamos solos, para que se conozcan un poco.Antonella separó los labios en una gran O y miró a su padre si
Sicilia, Italia. Sabina se encontraba sentada en el jardín esperando a que llegara uno de los invitados de su tío, mordió su labio imaginando los ojos de Antonella, al verlo llegar. Sonrió divertida y tomó la invitación de su prima y leyó en voz alta: «Ven a celebrar con nosotros. Fiesta de compromiso de: “Bernardo y Antonella”, 31 de Octubre. Mansión Bianchi. Etiqueta rigurosa». Sujetó su móvil y se fijó en el número de Franco, el cual no había respondido a ninguno de sus mensajes, ni de sus llamadas. — ¿Qué extraño?, ya tendré tiempo de dar contigo, no pienso dejarte escapar tan fácilmente, no luego de la noche que tuvimos. —Se sintió acalorada. Momentos después se puso de pie al ver a su tío y al novio charlando, desde donde estaba les saludó.*** Bernardo sonreía, charlando a lado de Lisandro, ambos lucían impecablemente sus smokings, chocaron sus copas y brindaron por la sociedad que estaban formando, ya que dominarían toda Italia, además de algunos otros lugares. —Me urge