41. ENZO QUERIENDO HUMILLARLA.

Arthur.

Al llegar a casa, lo único que deseaba era estar al lado de mis hijas y de mi querida Lía. Obviamente, también quería ver a mis padres, pero lo que más anhelaba en ese momento era sentir la calidez de ella y las niñas. Bajé del coche y le pedí a Miguel, mi chofer, que llamara a los guardias para que llevaran las compras directamente a la cocina. Confiaba en que se encargarían de todo mientras yo me dirigía a la mansión.

Al entrar, lo primero que vi fue a mi padre, cómodamente instalado en el sillón de la sala, leyendo un periódico, como solía hacerlo cada tarde. Me acerqué, lo saludé y le pregunté por mamá.

—Debe estar en la cocina todavía, no ha salido de ahí —respondió sin despegar los ojos del periódico.

Sonreí. Conociendo a mi madre, sabía que la encontraría en medio de su terreno favorito, la cocina. Entré y ahí estaba, con las manos cubiertas de harina, dando órdenes a las empleadas como si dirigiera una orquesta, mientras ella misma amasaba con energía. Sin pensar
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