Nadia.Mi móvil sonó, mostrando un número desconocido. Sin duda era Arthur. Respiré profundo, preparándome para el papel que debía interpretar. Respondí con la voz disfrazada de fragilidad, como si estuviera gravemente enferma.—Aló, diga.—Soy Arthur —dijo sin rodeos—. Te espero mañana en la mansión. Puedes venir a pasar el tiempo que te queda con las niñas. Los meses que... te restan de vida.Contuve una carcajada que amenazaba con escapar.—Gracias, Arthur, por todo. Espero no ser demasiada carga para ti —respondí con una dulzura que sabía que tocaría su fibra más vulnerable.Escuché su suspiro al otro lado de la línea antes de que hablara nuevamente.—No lo serás. Te veo mañana. Buenas noches.Al colgar, cubrí mi boca con ambas manos, sofocando un grito de alegría. Apenas pude contenerme antes de estallar en carcajadas. Al girar, Enzo, mi cuñado, me miraba divertido desde la cama, sosteniendo dos copas de vino.—¡Lo logramos! —grité mientras brindábamos.Habíamos hecho el amor var
LíaMi mente era un torbellino de pensamientos mientras observaba el majestuoso jardín de la mansión, las niñas estaban jugando y yo seguía turbando mis cavilaciones sin saber que decisión tomar. La llegada de Nadia lo había cambiado todo. Me sentía fuera de lugar, como una pieza de un rompecabezas que ya no encajaba. Deseaba irme cuanto antes, pero entonces pensaba en las gemelas. ¿Sería posible que se acostumbraran a estar con su madre después de tanto tiempo? ¿Las trataría bien? Un sinfín de preguntas rondaba mi cabeza, todas sin respuesta, todas dejando una carga pesada en mi pecho. ¿Que pasara con Arthur, volverá ese amor por ella, al descubrir que ella no los abandono? O será que Nadia también regreso para recuperar a Arthur.Estaba sumida en mis pensamientos cuando escuché la voz dulce de Ayla, interrumpiendo el silencio.—Mami Lía, ¿por qué estás triste? —preguntó con inocencia mientras se acercaba, seguida de Leyla. Ambas me miraron con expresiones de preocupación.Ya podía d
LíaEsta hastiada de su actitud. No esperaba verla, mucho menos escuchar el tono con el que empezó a hablarme. Su actitud era tan prepotente que se notaba que sabía fingir, al conocerla aquella vez en el restaurante, ya le conocía su mala actitud, pero esta vez fue más lejos y me pregunté donde se encontraba aquella que vino llorando hace unos días diciendo que pronto iba morir.—Pequeñas quédense con su mami, debo ir a ver unas cosas adentro.— Las nenas no querían sin embargo no quería seguir escuchando las especulación de esta loca. Las niñas asintieron sentándose en la banca, caminé buscando como irme pero ella me sostuvo de mi brazo. Y la miré de mala manera.—Señora, no tengo su tiempo, debería calmarse, las niñas están presentes.—¿Cómo eres capaz de hablarme así? —me soltó, llevándose la mano a la cabeza y fingiendo una tos exagerada.La miré incrédula. No entendía cómo alguien podía tener tanto descaro. Antes de que pudiera responder, las niñas se acercaron rápidamente a mí. Su
Lía —¿Que desea señora?—inquiri bufando.—Uh, veo que tienes a mis suegros en la palma de tu mano— Insinuó con una sonrisa cargada de intención.— No es como lo insinúas, pero los he ganado, además no son tus suegros, son los míos. Ahora me puedes dejar sola, estoy muy ocupada. — Le dije en tomó firme y directo.—Deberías ser consciente de mi enfermedad y dejarme vivir mis últimos días en un ambiente tranquilo.— murmuró bajando la mirada. ¿Ahora a que viene eso?—Quédate tranquila, sin embargo no pienso alejarme de Arthur, y las niñas las quiero mucho por esa razón las seguiré visitando. —No te importa que en cualquier momentos me voy a morir.Volvió a repetir con una voz que parecía rota, pero también cargada de algo que no podía descifrar: ¿resentimiento, tristeza, o ambas?—Lo lamento.— mencioné sincera.—No sé cuánto tiempo me queda, tres, cuatro meses... tal vez menos —continuó Nadia—. Y parece que no estás consciente de eso. Mis hijas no quieren estar conmigo porque están encar
ArthurMientras me vestía para ir a dejar a la Lía, sentía un nudo en el estómago. No quería que ella se fuera, aunque sabía que no era definitivo."No será mucho tiempo", me repetía, como si esas palabras pudieran calmar el vacío que anticipaba. Sin embargo, no podía evitar pensar en mis hijas. Ellas adoraban a Lía, pero desde que se tomó la decisión de que se quedaría un tiempo con sus padres, habían cambiado. Lucrecia me dijo que las niñas lloraban en su habitación y que se negaban a acercarse a Nadia. Las comprendía, aunque no justificaba su actitud de ellas. Por otro lado yo también me sentía desmoronado, pero no era culpa de Lía; solo era una decisión complicada, ella quería darle espacio a Nadia, para que se acercara a las gemelas. Me dolía el corazón alejarme de ella por estos meses.Deje mis cavilaciones a un lado, al terminar de prepararme, fui a su habitación. Lía ya estaba lista. Nos miramos, y en ese instante se sintió como si el tiempo se detuviera. Después, ella lloró e
Nadia.No puedo con esto, me pudre. Me envenena pensar en lo que esas niñas pensaran de mí, y aún más, que Arthur no crea en mi palabra. ¿Qué clase de hombre permite que una niñera meta ideas absurdas en la cabeza de sus hijas? Aunque todo era falso, sin embargo eso no existe. Y peor aún, esa mujer... esa mosquita muerta arrogante que cree que puede pasearse por mi casa como si tuviera algún derecho. Pero le quedó claro quién manda aquí. Al menos tuvo la decencia de largarse cuando me vio, la señora de esta casa. —La señora de esta casa— Me río internamente, saboreando el poder de esas palabras. Por mucho que le duela, Lía nunca tendrá el lugar que es mío. Ni con sus sonrisas hipócritas ni con su fachada de inocencia. No sé qué me enfurece más, si su osadía o la estupidez de Arthur por no ver lo que tengo frente a los ojos. Pero eso cambiará. Haré lo que sea necesario para que Arthur regrese a mi cama, donde pertenece. Porque una vez que lo haga mío de nuevo, Lía no tendrá razones pa
LíaMe miré al espejo por enésima vez, inclinando la cabeza ligeramente y sonriendo de lado. Me veía... magnífica. El vestido que Arthur me había enviado era simplemente espectacular: un diseño ajustado, con una caída que parecía hecha a la medida de mi silueta. Arthur no escatimó en detalles; además del vestido, había enviado un juego de perlas —collar, pulsera y pendientes— y una tarjeta escrita a mano con una caligrafía que reconocí al instante. La nota, breve pero llena de promesas, decía."Te espero esta noche. Nos encontraremos en el mejor restaurante cerca de la playa. Hay un lugar reservado para quedarnos. Será una noche inolvidable."Mi corazón dio un vuelco al leerla, ahora, mientras ajustaba el collar frente al espejo, sentí la misma mezcla de emoción y nerviosismo. Me apliqué un toque de rímel y un labial suave, dejé mi cabello suelto —sabía que a Arthur le encantaba así— y me calzé unos tacones que estilizan aún más mi figura. Tras darme un último vistazo, decidí que ya e
Arthur.Abrí los ojos lentamente, aún con el cuerpo pesado por el cansancio acumulado de los últimos días. La habitación estaba en penumbras, y lo primero que noté fue la ausencia de Lía en la cama. Me incorporé, algo inquieto, y escuché el sonido del agua corriendo en el baño. Pero junto al ruido de la regadera, distinguí algo más. Un sonido gutural, un jadeo mezclado con un leve gemido. Era como si estuviera... vomitando.Me levanté de inmediato y caminé hacia el baño. Al abrir la puerta, la vi inclinada sobre el lavabo, tosiendo y tratando de enjuagarse la boca. —Lía, ¿qué está pasando? —pregunté, mi voz cargada de preocupación. Ella se giró hacia mí, con el rostro húmedo y pálido. Intentó sonreír, pero el efecto fue aterrador en su estado.—No es nada, Arthur. Sólo me siento un poco mareada, pero ya estoy mejor. Me acerqué rápidamente y tomé su rostro entre mis manos. Fue entonces cuando lo noté. Había un rastro de sangre bajando lentamente desde una de sus fosas nasales. Mi cor