LíaEsta hastiada de su actitud. No esperaba verla, mucho menos escuchar el tono con el que empezó a hablarme. Su actitud era tan prepotente que se notaba que sabía fingir, al conocerla aquella vez en el restaurante, ya le conocía su mala actitud, pero esta vez fue más lejos y me pregunté donde se encontraba aquella que vino llorando hace unos días diciendo que pronto iba morir.—Pequeñas quédense con su mami, debo ir a ver unas cosas adentro.— Las nenas no querían sin embargo no quería seguir escuchando las especulación de esta loca. Las niñas asintieron sentándose en la banca, caminé buscando como irme pero ella me sostuvo de mi brazo. Y la miré de mala manera.—Señora, no tengo su tiempo, debería calmarse, las niñas están presentes.—¿Cómo eres capaz de hablarme así? —me soltó, llevándose la mano a la cabeza y fingiendo una tos exagerada.La miré incrédula. No entendía cómo alguien podía tener tanto descaro. Antes de que pudiera responder, las niñas se acercaron rápidamente a mí. Su
Lía —¿Que desea señora?—inquiri bufando.—Uh, veo que tienes a mis suegros en la palma de tu mano— Insinuó con una sonrisa cargada de intención.— No es como lo insinúas, pero los he ganado, además no son tus suegros, son los míos. Ahora me puedes dejar sola, estoy muy ocupada. — Le dije en tomó firme y directo.—Deberías ser consciente de mi enfermedad y dejarme vivir mis últimos días en un ambiente tranquilo.— murmuró bajando la mirada. ¿Ahora a que viene eso?—Quédate tranquila, sin embargo no pienso alejarme de Arthur, y las niñas las quiero mucho por esa razón las seguiré visitando. —No te importa que en cualquier momentos me voy a morir.Volvió a repetir con una voz que parecía rota, pero también cargada de algo que no podía descifrar: ¿resentimiento, tristeza, o ambas?—Lo lamento.— mencioné sincera.—No sé cuánto tiempo me queda, tres, cuatro meses... tal vez menos —continuó Nadia—. Y parece que no estás consciente de eso. Mis hijas no quieren estar conmigo porque están encar
ArthurMientras me vestía para ir a dejar a la Lía, sentía un nudo en el estómago. No quería que ella se fuera, aunque sabía que no era definitivo."No será mucho tiempo", me repetía, como si esas palabras pudieran calmar el vacío que anticipaba. Sin embargo, no podía evitar pensar en mis hijas. Ellas adoraban a Lía, pero desde que se tomó la decisión de que se quedaría un tiempo con sus padres, habían cambiado. Lucrecia me dijo que las niñas lloraban en su habitación y que se negaban a acercarse a Nadia. Las comprendía, aunque no justificaba su actitud de ellas. Por otro lado yo también me sentía desmoronado, pero no era culpa de Lía; solo era una decisión complicada, ella quería darle espacio a Nadia, para que se acercara a las gemelas. Me dolía el corazón alejarme de ella por estos meses.Deje mis cavilaciones a un lado, al terminar de prepararme, fui a su habitación. Lía ya estaba lista. Nos miramos, y en ese instante se sintió como si el tiempo se detuviera. Después, ella lloró e
Nadia.No puedo con esto, me pudre. Me envenena pensar en lo que esas niñas pensaran de mí, y aún más, que Arthur no crea en mi palabra. ¿Qué clase de hombre permite que una niñera meta ideas absurdas en la cabeza de sus hijas? Aunque todo era falso, sin embargo eso no existe. Y peor aún, esa mujer... esa mosquita muerta arrogante que cree que puede pasearse por mi casa como si tuviera algún derecho. Pero le quedó claro quién manda aquí. Al menos tuvo la decencia de largarse cuando me vio, la señora de esta casa. —La señora de esta casa— Me río internamente, saboreando el poder de esas palabras. Por mucho que le duela, Lía nunca tendrá el lugar que es mío. Ni con sus sonrisas hipócritas ni con su fachada de inocencia. No sé qué me enfurece más, si su osadía o la estupidez de Arthur por no ver lo que tengo frente a los ojos. Pero eso cambiará. Haré lo que sea necesario para que Arthur regrese a mi cama, donde pertenece. Porque una vez que lo haga mío de nuevo, Lía no tendrá razones pa
LíaMe miré al espejo por enésima vez, inclinando la cabeza ligeramente y sonriendo de lado. Me veía... magnífica. El vestido que Arthur me había enviado era simplemente espectacular: un diseño ajustado, con una caída que parecía hecha a la medida de mi silueta. Arthur no escatimó en detalles; además del vestido, había enviado un juego de perlas —collar, pulsera y pendientes— y una tarjeta escrita a mano con una caligrafía que reconocí al instante. La nota, breve pero llena de promesas, decía."Te espero esta noche. Nos encontraremos en el mejor restaurante cerca de la playa. Hay un lugar reservado para quedarnos. Será una noche inolvidable."Mi corazón dio un vuelco al leerla, ahora, mientras ajustaba el collar frente al espejo, sentí la misma mezcla de emoción y nerviosismo. Me apliqué un toque de rímel y un labial suave, dejé mi cabello suelto —sabía que a Arthur le encantaba así— y me calzé unos tacones que estilizan aún más mi figura. Tras darme un último vistazo, decidí que ya e
Arthur.Abrí los ojos lentamente, aún con el cuerpo pesado por el cansancio acumulado de los últimos días. La habitación estaba en penumbras, y lo primero que noté fue la ausencia de Lía en la cama. Me incorporé, algo inquieto, y escuché el sonido del agua corriendo en el baño. Pero junto al ruido de la regadera, distinguí algo más. Un sonido gutural, un jadeo mezclado con un leve gemido. Era como si estuviera... vomitando.Me levanté de inmediato y caminé hacia el baño. Al abrir la puerta, la vi inclinada sobre el lavabo, tosiendo y tratando de enjuagarse la boca. —Lía, ¿qué está pasando? —pregunté, mi voz cargada de preocupación. Ella se giró hacia mí, con el rostro húmedo y pálido. Intentó sonreír, pero el efecto fue aterrador en su estado.—No es nada, Arthur. Sólo me siento un poco mareada, pero ya estoy mejor. Me acerqué rápidamente y tomé su rostro entre mis manos. Fue entonces cuando lo noté. Había un rastro de sangre bajando lentamente desde una de sus fosas nasales. Mi cor
Lía.Cuando Arthur me dejó en la casa, saludé brevemente a mis padres, ellos al verme, me empezaron a hacer tantas preguntos de como pase mi velada, les conte con una sonrisa que fue muy hermoso mas sobre todo cuando Arthur me entrego el anillo.—Qué hermoso, hija ese hombre se nota lo mucho que te ama —moví la cabeza afirmandolo, Arthur me ama y yo a él.—Cariño, solo quiero lo mejor para ti —Declaró mi padre, me acerco dándole un beso en su frente para luego sentir sus brazos fuertes estrecharme.—Gracias Pa. Te amo.Mi papá acarició mi mejilla con ternura.Luego de esa pequeña conversación, me dirigí directamente a mi habitación. Cerré la puerta tras de mí y me recosté sintiendo una tormenta de emociones que me atravesaban. Sentía la cabeza a punto de estallar, como si estuviera a punto de separarse de mi cuello. Desde la madrugada, había tenido dificultades para respirar. La ansiedad me acompañaba como una sombra, y el pensamiento constante de que debía esperar la llamada del médi
Lía Por la noche, mientras la brisa fresca entraba por la ventana entreabierta, me tomé una tacita de café junto con un par de pequeños pays, uno de limón y otro de piña. Traté de concentrarme en mis lecturas, aunque sabía que el sueño no llegaría pronto. Había pasado todo el día dormida, como si mi cuerpo intentara escapar del peso de mis pensamientos. Al mirar mi teléfono, noté un mensaje de Arthur. Sus palabras, acompañadas de dos tiernas caritas, decían: —Te extraño, mi amor. Sonreí y respondí rápidamente: —Yo también te extraño, amor. Descansa. Buenas noches. Le recordé que tenía un día atareado al día siguiente y que, sin duda, me haría mucha falta. Solté un suspiro largo mientras le deseaba suerte con la fiesta de las niñas. Traté de convencerme de que solo iría un rato, que las palabras de Nadia, no lograría afectarme. Al finalizar el capítulo apagué mi computadora y me recosté, dejándome llevar por el cansancio que finalmente venció mi inquietud. A la mañana siguien