LíaMe miré al espejo por enésima vez, inclinando la cabeza ligeramente y sonriendo de lado. Me veía... magnífica. El vestido que Arthur me había enviado era simplemente espectacular: un diseño ajustado, con una caída que parecía hecha a la medida de mi silueta. Arthur no escatimó en detalles; además del vestido, había enviado un juego de perlas —collar, pulsera y pendientes— y una tarjeta escrita a mano con una caligrafía que reconocí al instante. La nota, breve pero llena de promesas, decía."Te espero esta noche. Nos encontraremos en el mejor restaurante cerca de la playa. Hay un lugar reservado para quedarnos. Será una noche inolvidable."Mi corazón dio un vuelco al leerla, ahora, mientras ajustaba el collar frente al espejo, sentí la misma mezcla de emoción y nerviosismo. Me apliqué un toque de rímel y un labial suave, dejé mi cabello suelto —sabía que a Arthur le encantaba así— y me calzé unos tacones que estilizan aún más mi figura. Tras darme un último vistazo, decidí que ya e
Arthur.Abrí los ojos lentamente, aún con el cuerpo pesado por el cansancio acumulado de los últimos días. La habitación estaba en penumbras, y lo primero que noté fue la ausencia de Lía en la cama. Me incorporé, algo inquieto, y escuché el sonido del agua corriendo en el baño. Pero junto al ruido de la regadera, distinguí algo más. Un sonido gutural, un jadeo mezclado con un leve gemido. Era como si estuviera... vomitando.Me levanté de inmediato y caminé hacia el baño. Al abrir la puerta, la vi inclinada sobre el lavabo, tosiendo y tratando de enjuagarse la boca. —Lía, ¿qué está pasando? —pregunté, mi voz cargada de preocupación. Ella se giró hacia mí, con el rostro húmedo y pálido. Intentó sonreír, pero el efecto fue aterrador en su estado.—No es nada, Arthur. Sólo me siento un poco mareada, pero ya estoy mejor. Me acerqué rápidamente y tomé su rostro entre mis manos. Fue entonces cuando lo noté. Había un rastro de sangre bajando lentamente desde una de sus fosas nasales. Mi cor
Lía.Cuando Arthur me dejó en la casa, saludé brevemente a mis padres, ellos al verme, me empezaron a hacer tantas preguntos de como pase mi velada, les conte con una sonrisa que fue muy hermoso mas sobre todo cuando Arthur me entrego el anillo.—Qué hermoso, hija ese hombre se nota lo mucho que te ama —moví la cabeza afirmandolo, Arthur me ama y yo a él.—Cariño, solo quiero lo mejor para ti —Declaró mi padre, me acerco dándole un beso en su frente para luego sentir sus brazos fuertes estrecharme.—Gracias Pa. Te amo.Mi papá acarició mi mejilla con ternura.Luego de esa pequeña conversación, me dirigí directamente a mi habitación. Cerré la puerta tras de mí y me recosté sintiendo una tormenta de emociones que me atravesaban. Sentía la cabeza a punto de estallar, como si estuviera a punto de separarse de mi cuello. Desde la madrugada, había tenido dificultades para respirar. La ansiedad me acompañaba como una sombra, y el pensamiento constante de que debía esperar la llamada del médi
Lía Por la noche, mientras la brisa fresca entraba por la ventana entreabierta, me tomé una tacita de café junto con un par de pequeños pays, uno de limón y otro de piña. Traté de concentrarme en mis lecturas, aunque sabía que el sueño no llegaría pronto. Había pasado todo el día dormida, como si mi cuerpo intentara escapar del peso de mis pensamientos. Al mirar mi teléfono, noté un mensaje de Arthur. Sus palabras, acompañadas de dos tiernas caritas, decían: —Te extraño, mi amor. Sonreí y respondí rápidamente: —Yo también te extraño, amor. Descansa. Buenas noches. Le recordé que tenía un día atareado al día siguiente y que, sin duda, me haría mucha falta. Solté un suspiro largo mientras le deseaba suerte con la fiesta de las niñas. Traté de convencerme de que solo iría un rato, que las palabras de Nadia, no lograría afectarme. Al finalizar el capítulo apagué mi computadora y me recosté, dejándome llevar por el cansancio que finalmente venció mi inquietud. A la mañana siguien
Lía Con el alma hecha pedazos camine despacio. Me apoyé contra una pared, tratando de respirar profundamente. Mi mente se llenó de preguntas: ¿por qué Arthur haría algo así? ¿Había sido siempre una mentira? Y lo más importante, ¿qué iba a hacer ahora? Quería enfrentarlo, pero el miedo a la verdad me paralizaba. ¿Y si realmente no me amaba? ¿Y si las palabras de Leticia eran ciertas? Sentí una oleada de rabia mezclada con tristeza, pero también una chispa de determinación. Si Arthur tenía algo que ocultar, lo descubriría. Nadie, ni siquiera él, jugaría con mi corazón impunemente. Caminé hacia la parte trasera del Jardín y efectivamente estaba Nadia ahi, besándose con un hombre, apreté mi cabeza con fuerzas al sentir esa punzada de dolor, un nudo en mi gargante empezó a formarse.—Arthur, te amo, y se que tu también. —Decía Nadia soltando un gemido, Arthur asintió mientras bajaba sus besos en el cuello de ella. Nadia, alzó la mirada hacia mí y con arrogancia me sonrió. Corrí sin rum
Lía Salí de la clínica a toda prisa, con el corazón galopando como una locomotora fuera de control. Apenas escuché al doctor gritar mi nombre intentando detenerme. No podía, no quería regresar ahí. La desesperación me quemaba por dentro mientras mis ojos buscaban un escape, algún medio para alejarme lo más rápido posible. Pero, de repente, mi visión se nubló. Una ola de vértigo me golpeó con fuerza. Me llevé las manos a la cabeza, intentando mantenerme en pie.—¡Lía! ¿Qué haces aquí? ¡Por Dios, qué tienes! —La voz me sonaba familiar, pero mi mente estaba hecha un torbellino.—Ayúdame... —balbuceé, con apenas fuerzas para formar las palabras. No podía abrir los ojos, pero sabía que alguien estaba allí. Después, todo se apagó.***Unos pitidos molestos me despertaron. Lentamente, luché por abrir los ojos; cada movimiento de mis párpados era un desafío. Lo primero que vi fue un rostro que no reconocí de inmediato.—Doctor... —susurré, confundida.—Lía, soy yo, Adriano. ¿Puedes verme? ¿M
Arthur.Busque a Lía con la mirada, no estaba por ningún lado, según mi madre, Lía había venido, pero no estaba aquí. Marqué una vez más su número, pero seguía sin responder. El silencio del otro lado de la línea me ponía nervioso. ¿Qué estaba pasando? Solté un bufido, intentando contener mi frustración, y me acerqué a mis padres, que estaban disfrutando de la fiesta con las niñas.—Madre, ¿has visto a Lía? Dijiste habia venido, pero no sé qué pasó.—Sí, vino. Nos entregó los regalos y dijo que entraría después —respondió, despreocupada.Me tensé de inmediato. Algo no estaba bien.—Voy a buscarla. Quizás se quedó en el jardín. Disfruten, que las niñas no se distraigan.Salí, tratando de mantener la calma, y recorrí el jardín. La busqué por todos lados, pero no había rastro de ella. De repente, me detuve, sintiendo una oleada de náuseas. ¿Qué demonios me estaba pasando? Caminé rápidamente hacia la cocina trasera, y antes de poder contenerme, vomité. Era un malestar físico, pero también
LíaMe quedé mirando hacia donde se había ido Arthur, solté un respiro, aún sentía ese dolor tan fuerte de haberlo perdido. Con fuerza intentaba contener este desastre que me desgarraba el alma en miles de pedazos. Sabía que lo amaba, pero también que él me había engañado. Por eso, lo mejor era mantenerme firme. No podía permitir que supiera mi verdad, no aún. Ni de mi enfermedad ni de mi embarazo. Quizás, cuando todo pase, tal vez entonces… solo entonces, le diría la verdad o le dejaría alguna carta.—Lía, escúchame, necesito más explicaciones— me detuve al verlo entrar al salón de nuevo. Pensé que se había ido.—Arthur, veo que aún no captas.Con el corazón en un puño, decidí actuar con la mayor dureza posible. Debía hacerlo por los dos, aunque me destrozara. El se acercó y me tomó de ambas manos.—Te amo... y no pienso aceptar esta maldita mentira.—¡Suéltame! —le grité, haciendo un esfuerzo sobrehumano para sonar fría—. No te amo. Nunca te amé.Mis palabras salieron como dagas, hi