CAPÍTULO 0003

¿Secuestrada en mi propio departamento?

Elena aún sentía su garganta adolorida.

Porque, claro, ¿qué mejor forma de agradecerle por salvarle la vida que intentar estrangularla?

—De nada, por cierto —soltó con sarcasmo mientras frotaba su cuello.

El hombre, que ahora sabía que no solo era un desconocido ensangrentado sino también un psicópata con tendencias asesinas, seguía observándola con esa intensidad perturbadora.

Víktor. Ese era su nombre. No necesitaba preguntarle. Lo había escuchado cuando él, en su estado febril, había mascullado algo en ruso antes de despertar y casi matarla.

Elena cruzó los brazos y lo miró fijamente, pero sintió una punzada de inquietud al hacerlo. Había algo en su forma de observarla que la hacía sentir vulnerable, como si estuviera siendo medida, evaluada, clasificada.

—¿Vas a decir algo o solo me vas a mirar como si estuvieras calculando cómo deshacerte de mi cadáver?

La comisura de los labios de Víktor se movió ligeramente, pero no lo suficiente como para llamarlo una sonrisa.

—¿Quién eres? —preguntó con voz baja y ronca.

Elena tragó saliva, pero disimuló su nerviosismo con una respuesta rápida.

—Una muy mala doctora —respondió sin dudar—. Pero tú ya sabes eso.

Sus ojos se entrecerraron.

—¿Por qué me ayudaste?

Elena suspiró, sintiendo que tenía que explicarle lo básico de la humanidad.

—Porque estaba lloviendo, estabas desangrándote, y no soy una sociópata sin corazón, a diferencia de algunos.

Víktor la miró fijamente. Algo en su tono le indicó que su miedo no era lo suficientemente fuerte como para paralizarla. No era una mujer común. La mayoría de las personas huye de un hombre herido y armado en medio de la noche. Ella, en cambio, lo había llevado a su casa.

No sabía si eso la hacía valiente o estúpida.

Ella tragó saliva con disimulo y desvió la mirada por un segundo. Sabía que él la estaba analizando, que estaba buscando en su lenguaje corporal alguna fisura, alguna señal de debilidad o probablemente pensando en si debía matarla o no.

—Mira, lo único que quiero es que te levantes, salgas por esa puerta y finjamos que esto nunca pasó. ¿Trato?

Víktor no respondió. En cambio, hizo el intento de moverse… una punzada de dolor lacerante lo recorrió como un latigazo ardiente. Su visión se tornó borrosa por un momento y tuvo que apretar los dientes para no soltar un gruñido.

Elena rodó los ojos, aunque su estómago se encogió al ver el leve temblor en sus manos.

Elena rodó los, aunque su estómago se encogió al ver el leve temblor en sus manos. 

—Oh, claro. Como si con esa herida pudieras salir trotando. Déjame adivinar, también pensabas escalar por la ventana, ¿no?

Se quedó en silencio. Porque, sí, probablemente eso era exactamente lo que había planeado.

Elena suspiró de nuevo, y Víktor notó cómo sus dedos tamborileaban contra su propio brazo, un tic nervioso que ella no parecía darse cuenta de que tenía. 

—Está bien, grandote, cambiemos la estrategia. Te quedas aquí hasta que puedas caminar sin parecer un zombi, y luego sales de mi vida.

Él alzó una ceja.

—¿Y si no quiero quedarme?

Ella alzó las manos.

—Pues bien por ti, pero eso no cambia el hecho de que si intentas moverte ahora, te vas a desangrar hasta la muerte en mi alfombra. Y, sinceramente, no tengo dinero para limpiadores de sangre profesionales.

Víktor siguió mirándola. No solo no le temía como debería, sino que estaba imponiéndole condiciones.

Eso le generó una incomodidad extraña.

La gente normal, cuando lo veía herido, lo delataba, lo atacaba o huía. Pero ella… ella lo estaba cuidando. Y en su mundo, las personas que cuidaban a otros sin esperar nada a cambio no existían.

Se reclinó ligeramente contra el respaldo, sin dejar de observarla.

Elena notó el cambio en su postura y su piel se erizó. De repente, tuvo la sensación de que estaba siendo estudiada con más precisión. Como si, en lugar de haber escapado del peligro, acabara de invitarlo a su casa.

No supo por qué, pero sintió que esta historia no acabaría en cuanto él cruzara la puerta.

Y eso la asustó más que la idea de haber estado a punto de ser estrangulada.

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