¿Secuestrada en mi propio departamento?
Elena aún sentía su garganta adolorida. Porque, claro, ¿qué mejor forma de agradecerle por salvarle la vida que intentar estrangularla? —De nada, por cierto —soltó con sarcasmo mientras frotaba su cuello. El hombre, que ahora sabía que no solo era un desconocido ensangrentado sino también un psicópata con tendencias asesinas, seguía observándola con esa intensidad perturbadora. Víktor. Ese era su nombre. No necesitaba preguntarle. Lo había escuchado cuando él, en su estado febril, había mascullado algo en ruso antes de despertar y casi matarla. Elena cruzó los brazos y lo miró fijamente, pero sintió una punzada de inquietud al hacerlo. Había algo en su forma de observarla que la hacía sentir vulnerable, como si estuviera siendo medida, evaluada, clasificada. —¿Vas a decir algo o solo me vas a mirar como si estuvieras calculando cómo deshacerte de mi cadáver? La comisura de los labios de Víktor se movió ligeramente, pero no lo suficiente como para llamarlo una sonrisa. —¿Quién eres? —preguntó con voz baja y ronca. Elena tragó saliva, pero disimuló su nerviosismo con una respuesta rápida. —Una muy mala doctora —respondió sin dudar—. Pero tú ya sabes eso. Sus ojos se entrecerraron. —¿Por qué me ayudaste? Elena suspiró, sintiendo que tenía que explicarle lo básico de la humanidad. —Porque estaba lloviendo, estabas desangrándote, y no soy una sociópata sin corazón, a diferencia de algunos. Víktor la miró fijamente. Algo en su tono le indicó que su miedo no era lo suficientemente fuerte como para paralizarla. No era una mujer común. La mayoría de las personas huye de un hombre herido y armado en medio de la noche. Ella, en cambio, lo había llevado a su casa. No sabía si eso la hacía valiente o estúpida. Ella tragó saliva con disimulo y desvió la mirada por un segundo. Sabía que él la estaba analizando, que estaba buscando en su lenguaje corporal alguna fisura, alguna señal de debilidad o probablemente pensando en si debía matarla o no. —Mira, lo único que quiero es que te levantes, salgas por esa puerta y finjamos que esto nunca pasó. ¿Trato? Víktor no respondió. En cambio, hizo el intento de moverse… una punzada de dolor lacerante lo recorrió como un latigazo ardiente. Su visión se tornó borrosa por un momento y tuvo que apretar los dientes para no soltar un gruñido. Elena rodó los ojos, aunque su estómago se encogió al ver el leve temblor en sus manos. Elena rodó los, aunque su estómago se encogió al ver el leve temblor en sus manos. —Oh, claro. Como si con esa herida pudieras salir trotando. Déjame adivinar, también pensabas escalar por la ventana, ¿no? Se quedó en silencio. Porque, sí, probablemente eso era exactamente lo que había planeado. Elena suspiró de nuevo, y Víktor notó cómo sus dedos tamborileaban contra su propio brazo, un tic nervioso que ella no parecía darse cuenta de que tenía. —Está bien, grandote, cambiemos la estrategia. Te quedas aquí hasta que puedas caminar sin parecer un zombi, y luego sales de mi vida. Él alzó una ceja. —¿Y si no quiero quedarme? Ella alzó las manos. —Pues bien por ti, pero eso no cambia el hecho de que si intentas moverte ahora, te vas a desangrar hasta la muerte en mi alfombra. Y, sinceramente, no tengo dinero para limpiadores de sangre profesionales. Víktor siguió mirándola. No solo no le temía como debería, sino que estaba imponiéndole condiciones. Eso le generó una incomodidad extraña. La gente normal, cuando lo veía herido, lo delataba, lo atacaba o huía. Pero ella… ella lo estaba cuidando. Y en su mundo, las personas que cuidaban a otros sin esperar nada a cambio no existían. Se reclinó ligeramente contra el respaldo, sin dejar de observarla. Elena notó el cambio en su postura y su piel se erizó. De repente, tuvo la sensación de que estaba siendo estudiada con más precisión. Como si, en lugar de haber escapado del peligro, acabara de invitarlo a su casa. No supo por qué, pero sintió que esta historia no acabaría en cuanto él cruzara la puerta. Y eso la asustó más que la idea de haber estado a punto de ser estrangulada.Juegos PeligrososElena miró a Viktor y suspiró cansada.—Es hora de descansar, tú deberías hacerlo. Te traeré algunas cobijas.Sin esperar respuesta, fue a la siguiente habitación. Cuando regresó, traía una almohada y algunas mantas.—Puedes descansar aquí —señaló el sofá y acomodó la almohada—. Yo estaré ahí —señaló la habitación antes de desaparecer en ella.Viktor solo la miró en silencio. Luego tomó asiento en el sofá y negó con la cabeza, como si aún no comprendiera la extraña situación en la que se encontraba.Elena se acomodo en su cama y abrazo una almohada. Soltó un suspiro y cerró sus ojos dejándose llevar por el cansancio del día. ❦ ✿ ❦ ✿Elena despertó con la extraña sensación de que alguien la observaba.Y no se equivocaba.Víktor estaba sentado en una silla junto a la ventana, su mirada fija en ella con una intensidad que hizo que su piel se erizara. A pesar de su herida, su postura era firme, como si estuviera listo para atacar en cualquier momento.Elena se incorpor
Sombras en la NocheEl aire nocturno de Londres era gélido y denso. Víktor caminaba con paso firme por las calles desiertas, cada sombra un posible enemigo, cada sonido un recordatorio de que la caza no había terminado.Su costado ardía con cada movimiento, pero ignoró el dolor. No tenía tiempo para debilidades. Se detuvo en un callejón oscuro, apoyándose contra la pared para recuperar el aliento.Sacó su teléfono y marcó un número.—Habla Víktor —dijo en ruso, su voz áspera—. Necesito una extracción inmediata.El silencio al otro lado de la línea duró unos segundos antes de que una voz grave respondiera:—Las cosas se complicaron, ¿verdad?Víktor apretó la mandíbula.—Nada que no pueda manejar. Solo hazlo rápido.Cortó la llamada y guardó el teléfono en su chaqueta. Sus ojos se deslizaron por el callejón, siempre alerta. La mafia italiana no dejaría este ataque sin respuesta. Y dentro de su propia organización, los traidores se multiplicaban como ratas.No podía confiar en nadie.El
La Sombra de la TraiciónEl eco de sus pasos resonaba en el amplio salón mientras Víktor caminaba con la mirada afilada, analizando cada detalle. La tensión en el aire era palpable. Los hombres que lo rodeaban mantenían la compostura, pero él sabía que entre ellos había un traidor.Mikhail se acercó, con un cigarro a medio consumir en los labios.—Hemos comenzado la vigilancia, pero si queremos respuestas rápidas, tal vez debamos… acelerar el proceso.Víktor giró la cabeza lentamente, observando a su hombre de confianza.—¿A qué te refieres?Mikhail exhaló el humo y lo miró con seriedad.—Si interrogamos a los sospechosos de inmediato, podríamos descubrir quién está filtrando información. Esperar demasiado nos pone en una posición vulnerable.Víktor tomó asiento en su gran escritorio de madera oscura. Sus dedos tamborilearon sobre la superficie antes de responder.—Si torturamos al hombre equivocado, alertaremos al verdadero traidor. No. Seguiremos observando… y cuando haga su próximo
El Pasado AcechaDespués de ser la heroína, Elena se acomodó en el sofá, pero no pudo conciliar el sueño.Cada vez que cerraba los ojos, el rostro del hombre volvía a su mente.Se preguntaba si estaría bien, si habría llegado a su casa sin problemas, si los puntos no se habrían abierto.Soltó un suspiro y se regañó a sí misma.—Ya, Elena. Tú lo ayudaste. Si le pasa algo, su sangre no quedará en tus manos.Se levantó y fue a la cocina. Preparó café y un sándwich, sentándose a desayunar en silencio. El apartamento estaba en penumbras, pero el amanecer comenzaba a filtrarse por la ventana.Después de terminar, se dirigió a su habitación, tomó una ducha y arregló un poco el apartamento. Cuando todo estuvo en orden, tomó su bolso y salió.Tenía que ir al supermercado; su despensa estaba casi vacía.Elena caminó con tranquilidad, disfrutando el aire fresco de la mañana. El mundo seguía girando, sin importar lo que pasara en su cabeza.Pero justo cuando salía del supermercado, su tranquilida
Un Trabajo InesperadoElena bostezó mientras apagaba la alarma de su teléfono. Había dormido poco, pero el cansancio no era excusa para faltar a su primer día de trabajo. Se levantó de la cama, se duchó rápidamente y se vistió con ropa cómoda. Se preparó un café fuerte y comió unas tostadas antes de revisar su bolso para asegurarse de llevar todo lo necesario.Al bajar las escaleras del edificio, se encontró con un hombre apoyado contra un coche negro. Tenía el rostro serio y una postura rígida.—¿Elena? —preguntó con un acento marcado.Ella frunció el ceño, deteniéndose.—¿Quién pregunta?—Soy Sergei. Dimitri me envió para llevarte a la casa de tu nuevo jefe.Elena dudó por un momento, pero recordó que Dimitri había sido quien le ofreció el trabajo. Aun así, no le gustaba la idea de subir a un coche con un desconocido.—Puedo ir por mi cuenta —dijo con cautela.Sergei soltó un suspiro, como si ya esperara esa respuesta.—Puedes, pero no llegarás a tiempo. Es mejor que vengas conmigo.
Un Lobo DisfrazadoElena sintió un nudo en el estómago mientras Víktor la observaba con esa expresión que no dejaba claro si estaba divertido o sorprendido. No había esperado volver a verlo, mucho menos bajo estas circunstancias.—¿No vas a saludarme, Elena? —preguntó con su inconfundible acento ruso, inclinando la cabeza ligeramente.Ella endureció la mirada, intentando ignorar el revoltijo de emociones que la asaltaban.—No pensé que necesitaras una mucama —respondió con frialdad.Víktor soltó una leve risa, una mezcla de diversión y burla.—Siempre hay algo que limpiar. Especialmente la sangre.Elena sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Había visto con sus propios ojos de lo que era capaz cuando lo ayudó aquella noche. Y ahora estaba en su territorio, rodeada de sus hombres.Antes de que pudiera replicar, una voz interrumpió el tenso momento.—¿Problemas, jefe?Elena se giró y vio a un hombre alto y fornido acercarse. Su expresión era de pura desconfianza.—No, Sergei —respo
Un Problema con Nombre y Apellido Elena salió del despacho con los latidos acelerados. No sabía qué la inquietaba más: la amenaza implícita en las palabras de Víktor o la intensidad con la que la había mirado. —Genial, Elena —murmuró para sí misma mientras caminaba de vuelta a la cocina—. ¿Por qué no aceptaste ese trabajo en el café? Seguro que preparar lattes es menos aterrador que trabajar para ese hombre. Cuando volvió a su rutina, se dio cuenta de que la tensión en la mansión era constante. Los empleados se movían con precisión, evitando hacer ruido y sin mirar directamente a los hombres de Víktor. Todo funcionaba como un reloj suizo… pero bajo la amenaza de que, si alguien cometía un error, el castigo sería severo. Durante la tarde, mientras limpiaba el despacho de Víktor, encontró una mancha de sangre en la alfombra. —¿En serio? —susurró, mirando la mancha con resignación—. No sé qué es peor, si la cantidad de polvo en este lugar o la evidencia de crímenes violentos. Se in
Sospechas e Intuiciones Elena intentó ignorar la sensación de incomodidad que le había dejado su encuentro con Andrien y, sobre todo, la inesperada aparición de Víktor. Pero mientras regresaban a la mansión en el auto de Irina, su mente no dejaba de dar vueltas. —¿Cómo que "coincidencia"? —murmuró para sí misma, cruzada de brazos en el asiento del copiloto. Irina, que conducía con la tranquilidad de quien lo ha visto todo, le lanzó una mirada de reojo. —No pareces del todo convencida. Elena suspiró. —Es que no sé, ¿sabes? Cada vez que creo que entiendo cómo funciona este trabajo, algo raro pasa. Primero, la seguridad extrema, luego las reglas estrictas, y ahora Víktor apareciendo "por casualidad" cuando mi ex está molestándome. Irina sonrió levemente. —Tal vez solo estabas en el lugar correcto en el momento adecuado. Elena hizo una mueca. —O tal vez estoy trabajando para alguien con un montón de secretos. La mujer no respondió de inmediato. —Mientras te paguen bien y no te