El Pasado Acecha
Después de ser la heroína, Elena se acomodó en el sofá, pero no pudo conciliar el sueño. Cada vez que cerraba los ojos, el rostro del hombre volvía a su mente. Se preguntaba si estaría bien, si habría llegado a su casa sin problemas, si los puntos no se habrían abierto. Soltó un suspiro y se regañó a sí misma. —Ya, Elena. Tú lo ayudaste. Si le pasa algo, su sangre no quedará en tus manos. Se levantó y fue a la cocina. Preparó café y un sándwich, sentándose a desayunar en silencio. El apartamento estaba en penumbras, pero el amanecer comenzaba a filtrarse por la ventana. Después de terminar, se dirigió a su habitación, tomó una ducha y arregló un poco el apartamento. Cuando todo estuvo en orden, tomó su bolso y salió. Tenía que ir al supermercado; su despensa estaba casi vacía. Elena caminó con tranquilidad, disfrutando el aire fresco de la mañana. El mundo seguía girando, sin importar lo que pasara en su cabeza. Pero justo cuando salía del supermercado, su tranquilidad se hizo añicos. Adrien estaba ahí. De pie, apoyado contra un farol, con las manos en los bolsillos y la mirada clavada en ella. Elena sintió un vuelco en el estómago. Su primer instinto fue ignorarlo y seguir caminando, pero Adrien se adelantó y se interpuso en su camino. —Elena… Ella apretó la mandíbula. —¿Qué haces aquí? —Te estaba buscando —respondió con voz grave—. Necesito hablar contigo. —No tenemos nada de qué hablar. Adrien suspiró. —Sé que me equivoqué, Elena. Lo nuestro no debió terminar así. Elena sintió una punzada en el pecho, pero no dejó que se reflejara en su rostro. —¿No debió terminar así? —repitió con incredulidad—. La última vez que nos vimos, me echaste de tu casa como si fuera un perro. Adrien cerró los ojos un segundo, como si le doliera recordarlo. —Yo… estaba enojado, confundido. —No. Estabas siendo cruel. Me llamaste una carga, Adrien. Dijiste que no querías estar con alguien como yo. El silencio se hizo pesado. Adrien bajó la mirada, pero cuando volvió a alzarla, su expresión era intensa. —Te extraño. Elena sintió un nudo en la garganta, pero no iba a ceder. —Pues qué lástima, porque yo no te extraño a ti. Se giró para marcharse, pero él la sujetó del brazo. —Espera… por favor. Elena se soltó con un movimiento brusco. —Déjame en paz, Adrien. Y sin darle oportunidad de seguir insistiendo, se alejó sin mirar atrás. Elena miró su teléfono por enésima vez. Nada. Ni una llamada, ni un mensaje. Suspiró y dejó el móvil a un lado. —Bien, Elena, mañana será otro día en el que le verás la cara al perro. Oh, espera… ni perro tienes. Se hundió un poco más en el sofá, abrazando la manta mientras veía la película en la pantalla. La tranquilidad de la noche era algo que disfrutaba, pero también era el momento en que su mente se llenaba de pensamientos innecesarios. Un golpe en la puerta la sacó de sus divagaciones. Frunció el ceño y miró el reloj. ¿Quién será a esta hora? Volvieron a tocar, esta vez con más fuerza. Bufó con fastidio, pausó la película y se levantó a regañadientes. —Juro que si eres tú perro de dos patas, me convierto en asesina —murmuró pensando que era su ex. Se dirigio a la puerta. Al abrir, se encontró con un rostro familiar. Un hombre alto, de complexión fuerte, con cabello corto y una expresión serena. Dimitri. —¿No me invitas a pasar? —preguntó él con una ligera sonrisa. Elena se hizo a un lado, indicándole que entrara. —No esperaba verte por aquí, Dimitri. —Pasaba por la zona y pensé en visitarte. Hace tiempo que no nos vemos —respondió él, observando el pequeño apartamento con interés. Elena cruzó los brazos, esperando que dijera la verdadera razón de su visita. —¿Y cómo te ha ido? —preguntó el hombre, metiendo las manos en los bolsillos de su chaqueta—. ¿Conseguiste trabajo? Elena suspiró. —Más o menos. Estoy en una compañía de servicios de limpieza, pero solo me llaman cuando alguna no puede ir o cuando tienen demasiado trabajo. No es algo fijo. El hombre asintió con la cabeza, pensativo. —Quizás te interese algo más estable. Ella lo miró con curiosidad. —¿Qué tienes en mente? —En el lugar donde trabajo hay una vacante como mucama. Elena arqueó una ceja. —¿Dónde trabajas? El hombre sonrió de lado. —Eso no importa por ahora. Solo te diré que mi jefe es un hombre exigente. Le gusta que todo se haga al pie de la letra o como él dice. Trabajar con él no es como trabajar para cualquier hombre. Elena sintió una punzada de inquietud ante sus palabras. —No suena precisamente alentador. —Pero el pago es bueno y el trabajo es seguro —añadió él con calma—. Si te interesa, puedo recomendarte. Elena sopesó la oferta. No tenía muchas opciones en ese momento y necesitaba estabilidad económica. —Está bien, acepto. El hombre sonrió levemente. —Mañana a las seis pasa un auto por ti. No llegues tarde. Dicho esto, se giró y salió del apartamento sin agregar nada más. Elena cerró la puerta y se apoyó en ella, sintiendo que su vida estaba a punto de tomar un rumbo inesperado. Víktor se encontraba en su despacho, revisando unos documentos cuando uno de sus hombres entró en la habitación. —Jefe, ya encontramos a alguien para el puesto de mucama. Víktor levantó la mirada, cerrando la carpeta que tenía entre las manos. —¿Es alguien confiable? —preguntó con voz firme. El hombre asintió. —Sí. Es una recomendación de alguien de la casa. No es novata en limpieza, pero no ha trabajado en un lugar como este antes. Víktor se recostó en el respaldo de su silla y lo observó con una ceja enarcada. —Eso no responde mi pregunta. ¿Es alguien que huirá en cuanto le levante la voz? El hombre negó con la cabeza. —No lo creo. Es dura y sabe seguir órdenes. Víktor dejó escapar una leve exhalación. —Bien. No tengo paciencia para gente débil. ¿Cuándo empieza? —Mañana. El líder de la Bratva asintió lentamente, sin prestar demasiada atención. Para él, una nueva empleada no era más que otro engranaje en su máquina bien engrasada. —Esperemos que no me haga perder el tiempo. Con esas palabras, retomó su trabajo sin imaginar que, al día siguiente, su mundo daría un giro inesperado.Un Trabajo InesperadoElena bostezó mientras apagaba la alarma de su teléfono. Había dormido poco, pero el cansancio no era excusa para faltar a su primer día de trabajo. Se levantó de la cama, se duchó rápidamente y se vistió con ropa cómoda. Se preparó un café fuerte y comió unas tostadas antes de revisar su bolso para asegurarse de llevar todo lo necesario.Al bajar las escaleras del edificio, se encontró con un hombre apoyado contra un coche negro. Tenía el rostro serio y una postura rígida.—¿Elena? —preguntó con un acento marcado.Ella frunció el ceño, deteniéndose.—¿Quién pregunta?—Soy Sergei. Dimitri me envió para llevarte a la casa de tu nuevo jefe.Elena dudó por un momento, pero recordó que Dimitri había sido quien le ofreció el trabajo. Aun así, no le gustaba la idea de subir a un coche con un desconocido.—Puedo ir por mi cuenta —dijo con cautela.Sergei soltó un suspiro, como si ya esperara esa respuesta.—Puedes, pero no llegarás a tiempo. Es mejor que vengas conmigo.
Un Lobo DisfrazadoElena sintió un nudo en el estómago mientras Víktor la observaba con esa expresión que no dejaba claro si estaba divertido o sorprendido. No había esperado volver a verlo, mucho menos bajo estas circunstancias.—¿No vas a saludarme, Elena? —preguntó con su inconfundible acento ruso, inclinando la cabeza ligeramente.Ella endureció la mirada, intentando ignorar el revoltijo de emociones que la asaltaban.—No pensé que necesitaras una mucama —respondió con frialdad.Víktor soltó una leve risa, una mezcla de diversión y burla.—Siempre hay algo que limpiar. Especialmente la sangre.Elena sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Había visto con sus propios ojos de lo que era capaz cuando lo ayudó aquella noche. Y ahora estaba en su territorio, rodeada de sus hombres.Antes de que pudiera replicar, una voz interrumpió el tenso momento.—¿Problemas, jefe?Elena se giró y vio a un hombre alto y fornido acercarse. Su expresión era de pura desconfianza.—No, Sergei —respo
Un Problema con Nombre y Apellido Elena salió del despacho con los latidos acelerados. No sabía qué la inquietaba más: la amenaza implícita en las palabras de Víktor o la intensidad con la que la había mirado. —Genial, Elena —murmuró para sí misma mientras caminaba de vuelta a la cocina—. ¿Por qué no aceptaste ese trabajo en el café? Seguro que preparar lattes es menos aterrador que trabajar para ese hombre. Cuando volvió a su rutina, se dio cuenta de que la tensión en la mansión era constante. Los empleados se movían con precisión, evitando hacer ruido y sin mirar directamente a los hombres de Víktor. Todo funcionaba como un reloj suizo… pero bajo la amenaza de que, si alguien cometía un error, el castigo sería severo. Durante la tarde, mientras limpiaba el despacho de Víktor, encontró una mancha de sangre en la alfombra. —¿En serio? —susurró, mirando la mancha con resignación—. No sé qué es peor, si la cantidad de polvo en este lugar o la evidencia de crímenes violentos. Se in
Sospechas e Intuiciones Elena intentó ignorar la sensación de incomodidad que le había dejado su encuentro con Andrien y, sobre todo, la inesperada aparición de Víktor. Pero mientras regresaban a la mansión en el auto de Irina, su mente no dejaba de dar vueltas. —¿Cómo que "coincidencia"? —murmuró para sí misma, cruzada de brazos en el asiento del copiloto. Irina, que conducía con la tranquilidad de quien lo ha visto todo, le lanzó una mirada de reojo. —No pareces del todo convencida. Elena suspiró. —Es que no sé, ¿sabes? Cada vez que creo que entiendo cómo funciona este trabajo, algo raro pasa. Primero, la seguridad extrema, luego las reglas estrictas, y ahora Víktor apareciendo "por casualidad" cuando mi ex está molestándome. Irina sonrió levemente. —Tal vez solo estabas en el lugar correcto en el momento adecuado. Elena hizo una mueca. —O tal vez estoy trabajando para alguien con un montón de secretos. La mujer no respondió de inmediato. —Mientras te paguen bien y no te
Cruzando el umbralElena se removió en su asiento, sintiendo que esa conversación se volvía más extraña con cada segundo.—Entonces… además de limpiar y ordenar, ¿quieres que sea algo así como tu asistente en eventos? —preguntó con cautela.Víktor ladeó la cabeza, su mirada analizando cada una de sus reacciones.—Puedes llamarlo así si quieres.—¿Y qué se supone que haga exactamente en esas reuniones? —insistió, cruzándose de brazos.Él sonrió de manera enigmática.—Escuchar, observar, servir si es necesario… y no hacer preguntas.Elena sintió que su estómago se apretaba. ¿Escuchar y observar? ¿Qué clase de reuniones eran esas?—¿Cuándo es la primera? —preguntó con fingida indiferencia.—Mañana en la noche —respondió Víktor sin vacilar—. Ponte algo elegante. No te preocupes por el vestido, Sergei se encargará de eso.Elena abrió la boca para protestar, pero se contuvo. No tenía sentido discutir. Además, todavía no tenía pruebas concretas de que su jefe era algo más que un millonario e
Cruzando el umbral parte 2—Bien —dijo finalmente—. Sígueme.Elena obedeció, aunque por dentro sentía que estaba a punto de meterse en un terreno peligroso.Elena sentía el peso de cada paso mientras seguía a Víktor a través del pasillo. El bullicio de la reunión quedaba atrás, pero la tensión en el aire no disminuía. Sabía que este no era un simple cambio en sus responsabilidades. Algo dentro de ella le gritaba que estaba entrando en un mundo del que quizás no podría salir tan fácilmente.Víktor la condujo a una sala más pequeña, con muebles de cuero y una iluminación tenue. No era tan lujosa como otras partes de la mansión, pero tenía un aire de exclusividad, como si solo unos pocos tuvieran el privilegio de estar allí. Él se giró para mirarla, su rostro impasible como siempre.—A partir de hoy, además de ser mi mucama, asistirás a algunos eventos conmigo —dijo con su tono frío y calculador.Elena entrecerró los ojos, cruzándose de brazos.—¿Eventos como este?—Sí. Reuniones, cenas,
No hay marcha atrás Elena salió de la sala con la sensación de que acababa de hacer un pacto sin siquiera conocer sus términos. No podía evitar preguntarse si esa decisión la protegería… o la condenaría.Apenas regresó al salón principal, notó que la atmósfera había cambiado. Los murmullos se habían vuelto más intensos, y la llegada de nuevos invitados llenaba el espacio con una energía densa. Hombres trajeados intercambiaban saludos con sonrisas medidas, mientras sus guardaespaldas se mantenían cerca, atentos a cada movimiento.—Bebe esto.Elena giró la cabeza y vio a Sergei extendiéndole una copa de champagne.—No bebo mientras trabajo —respondió con escepticismo.Sergei soltó una carcajada breve.—No es para que te relajes, sino para que encajes. Aquí, todos sostienen una copa, incluso si no toman un solo sorbo.Elena tomó la copa con un suspiro y la sostuvo entre los dedos, tratando de aparentar naturalidad.Pero su piel aún ardía con la sensación de la conversación con Víktor.M
La prueba de lealtad Elena sintió un nudo formarse en su estómago. Sabía que Víktor no era un hombre común, pero la forma en que había dicho “no hay marcha atrás” le heló la sangre.Se obligó a mantener la compostura mientras lo seguía. Lo llevó por un pasillo más alejado del bullicio y entraron en una sala con iluminación tenue. Un grupo reducido de hombres esperaba dentro. Todos vestían trajes oscuros, con expresiones serias y posturas rígidas.Víktor se acercó a la mesa central, donde había un par de copas de whisky servidas. Se sirvió una sin prisa, dejando que el silencio dominara la habitación antes de hablar.—Sabemos que hay un traidor entre nosotros —dijo, con la calma de alguien que ya tenía el control de la situación—. Y esta noche vamos a averiguar quién es.Elena sintió que su cuerpo se tensaba.Los hombres se miraron entre ellos, y aunque ninguno habló de inmediato, la tensión en la sala se volvió más espesa.—Las últimas operaciones se han visto comprometidas. Informac