Sombras en la Noche
El aire nocturno de Londres era gélido y denso. Víktor caminaba con paso firme por las calles desiertas, cada sombra un posible enemigo, cada sonido un recordatorio de que la caza no había terminado. Su costado ardía con cada movimiento, pero ignoró el dolor. No tenía tiempo para debilidades. Se detuvo en un callejón oscuro, apoyándose contra la pared para recuperar el aliento. Sacó su teléfono y marcó un número. —Habla Víktor —dijo en ruso, su voz áspera—. Necesito una extracción inmediata. El silencio al otro lado de la línea duró unos segundos antes de que una voz grave respondiera: —Las cosas se complicaron, ¿verdad? Víktor apretó la mandíbula. —Nada que no pueda manejar. Solo hazlo rápido. Cortó la llamada y guardó el teléfono en su chaqueta. Sus ojos se deslizaron por el callejón, siempre alerta. La mafia italiana no dejaría este ataque sin respuesta. Y dentro de su propia organización, los traidores se multiplicaban como ratas. No podía confiar en nadie. El sonido de un motor acercándose le hizo tensarse. Un vehículo negro se detuvo al final del callejón y un hombre de rostro severo salió del asiento del conductor. —Víktor —saludó con un leve asentimiento—. ¿Estás bien? —¿Pareces preocupado? —ironizó él, aunque su tono seguía siendo letal. El hombre no respondió, solo abrió la puerta trasera del auto. Víktor subió sin más palabras. Cuando el auto arrancó, miró por la ventana la ciudad que dejaba atrás. Y pensó en Elena. No debía haberla involucrado. No debía haber dejado que su mirada curiosa y su insolente sarcasmo lo desarmaran aunque fuera por un segundo. Porque en su mundo, las conexiones eran debilidades. Y las debilidades eran mortales. Se recostó contra el asiento y cerró los ojos. Tenía una guerra que ganar. No había espacio para distracciones. El vehículo avanzaba por las calles desiertas de Londres, deslizándose en la penumbra como una bestia al acecho. Víktor observaba por la ventana con el rostro impasible, pero su mente trabajaba con precisión quirúrgica. —¿Hubo novedades? —preguntó sin apartar la mirada del paisaje urbano. El conductor, un hombre fornido con el rostro marcado por cicatrices, asintió levemente. —Los italianos se están moviendo. Hay reuniones en el puerto y sospechamos que están cerrando un trato con alguien de adentro. Víktor entrecerró los ojos. La traición no era una sorpresa, pero sí una molestia. Si alguien dentro de su organización estaba vendiendo información a los italianos, tendría que encargarse de ello de inmediato. —Quiero nombres. Para mañana. —Entendido. El auto se detuvo frente a un edificio de aspecto discreto, pero bien resguardado. Víktor bajó sin prisa, ajustándose el abrigo. Dos hombres armados abrieron la puerta principal y lo escoltaron hacia el interior. La sala estaba iluminada tenuemente. En el centro, sobre una mesa de caoba, descansaban varios documentos y un vaso de vodka a medio llenar. Un hombre de cabello canoso lo esperaba con expresión tensa. —Víktor —saludó el hombre con cautela—. Me dijeron que estabas herido. Víktor ignoró la preocupación implícita en sus palabras. Se quitó el abrigo y lo lanzó sobre una silla antes de servirse una copa de vodka. —Estoy vivo. Eso es lo único que importa. Ahora dime, Mikhail, ¿qué has averiguado? El otro hombre suspiró, pasando una mano por su cabello. —Hay demasiados movimientos extraños. Alguien dentro de nuestras filas está pasando información, y los italianos lo saben. Si seguimos así, no tardarán en dar el golpe final. Víktor tomó un sorbo de su bebida y dejó el vaso sobre la mesa con un leve golpe. —Entonces tendremos que adelantarnos —dijo con frialdad—. Quiero a todos los sospechosos bajo vigilancia. No habrá segundas oportunidades. Mikhail asintió, pero había una sombra de duda en su expresión. —Antes de eso, necesitas que te revisen. Víktor iba a rechazar la idea cuando la puerta se abrió y un hombre entró en la habitación. Era alto, de cabello oscuro y vestía un traje impecable, pero su maletín médico delataba su verdadera profesión. —Sigues igual de terco, Víktor —murmuró el doctor, cerrando la puerta tras de sí. —No estoy muriendo, Vladislav —respondió con desdén. —No por ahora —replicó el médico con calma mientras sacaba vendas y una aguja—. Quítate la camisa. Víktor obedeció sin protestar. El doctor revisó la herida con atención, sus manos firmes pero eficientes. —¿Quién te atendió? —preguntó tras un momento, examinando los puntos con ojo crítico. Víktor solo lo miró, su expresión inescrutable. Vladislav alzó una ceja, pero no insistió. —Quien lo haya hecho sabía lo que hacía. Un buen trabajo, limpio, sin signos de infección. No es fácil lograrlo en condiciones improvisadas. El ruso permaneció en silencio mientras el médico terminaba de cambiarle las vendas. —¿Algo más? —preguntó Víktor con impaciencia. —Sí. No fuerces demasiado la herida si no quieres terminar en una tumba antes de tiempo. Víktor soltó una risa seca y se puso la camisa de nuevo. —Si llega ese día, Vlad, espero que seas tú quien firme mi certificado de defunción. El doctor negó con la cabeza y guardó sus cosas. —Conociéndote, Víktor, dudo que me des ese placer tan pronto. Sin más, Vladislav tomó su maletín y salió de la habitación, dejando tras de sí un silencio denso. Mikhail miró a Víktor con interés. —¿Quién te ayudó? El ruso tomó el vaso de vodka y bebió un sorbo antes de responder. —Nadie importante. Pero en su mente, la imagen de Elena seguía ahí, más persistente de lo que le gustaría admitir.La Sombra de la TraiciónEl eco de sus pasos resonaba en el amplio salón mientras Víktor caminaba con la mirada afilada, analizando cada detalle. La tensión en el aire era palpable. Los hombres que lo rodeaban mantenían la compostura, pero él sabía que entre ellos había un traidor.Mikhail se acercó, con un cigarro a medio consumir en los labios.—Hemos comenzado la vigilancia, pero si queremos respuestas rápidas, tal vez debamos… acelerar el proceso.Víktor giró la cabeza lentamente, observando a su hombre de confianza.—¿A qué te refieres?Mikhail exhaló el humo y lo miró con seriedad.—Si interrogamos a los sospechosos de inmediato, podríamos descubrir quién está filtrando información. Esperar demasiado nos pone en una posición vulnerable.Víktor tomó asiento en su gran escritorio de madera oscura. Sus dedos tamborilearon sobre la superficie antes de responder.—Si torturamos al hombre equivocado, alertaremos al verdadero traidor. No. Seguiremos observando… y cuando haga su próximo
El Pasado AcechaDespués de ser la heroína, Elena se acomodó en el sofá, pero no pudo conciliar el sueño.Cada vez que cerraba los ojos, el rostro del hombre volvía a su mente.Se preguntaba si estaría bien, si habría llegado a su casa sin problemas, si los puntos no se habrían abierto.Soltó un suspiro y se regañó a sí misma.—Ya, Elena. Tú lo ayudaste. Si le pasa algo, su sangre no quedará en tus manos.Se levantó y fue a la cocina. Preparó café y un sándwich, sentándose a desayunar en silencio. El apartamento estaba en penumbras, pero el amanecer comenzaba a filtrarse por la ventana.Después de terminar, se dirigió a su habitación, tomó una ducha y arregló un poco el apartamento. Cuando todo estuvo en orden, tomó su bolso y salió.Tenía que ir al supermercado; su despensa estaba casi vacía.Elena caminó con tranquilidad, disfrutando el aire fresco de la mañana. El mundo seguía girando, sin importar lo que pasara en su cabeza.Pero justo cuando salía del supermercado, su tranquilida
Un Trabajo InesperadoElena bostezó mientras apagaba la alarma de su teléfono. Había dormido poco, pero el cansancio no era excusa para faltar a su primer día de trabajo. Se levantó de la cama, se duchó rápidamente y se vistió con ropa cómoda. Se preparó un café fuerte y comió unas tostadas antes de revisar su bolso para asegurarse de llevar todo lo necesario.Al bajar las escaleras del edificio, se encontró con un hombre apoyado contra un coche negro. Tenía el rostro serio y una postura rígida.—¿Elena? —preguntó con un acento marcado.Ella frunció el ceño, deteniéndose.—¿Quién pregunta?—Soy Sergei. Dimitri me envió para llevarte a la casa de tu nuevo jefe.Elena dudó por un momento, pero recordó que Dimitri había sido quien le ofreció el trabajo. Aun así, no le gustaba la idea de subir a un coche con un desconocido.—Puedo ir por mi cuenta —dijo con cautela.Sergei soltó un suspiro, como si ya esperara esa respuesta.—Puedes, pero no llegarás a tiempo. Es mejor que vengas conmigo.
Un Lobo DisfrazadoElena sintió un nudo en el estómago mientras Víktor la observaba con esa expresión que no dejaba claro si estaba divertido o sorprendido. No había esperado volver a verlo, mucho menos bajo estas circunstancias.—¿No vas a saludarme, Elena? —preguntó con su inconfundible acento ruso, inclinando la cabeza ligeramente.Ella endureció la mirada, intentando ignorar el revoltijo de emociones que la asaltaban.—No pensé que necesitaras una mucama —respondió con frialdad.Víktor soltó una leve risa, una mezcla de diversión y burla.—Siempre hay algo que limpiar. Especialmente la sangre.Elena sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Había visto con sus propios ojos de lo que era capaz cuando lo ayudó aquella noche. Y ahora estaba en su territorio, rodeada de sus hombres.Antes de que pudiera replicar, una voz interrumpió el tenso momento.—¿Problemas, jefe?Elena se giró y vio a un hombre alto y fornido acercarse. Su expresión era de pura desconfianza.—No, Sergei —respo
Un Problema con Nombre y Apellido Elena salió del despacho con los latidos acelerados. No sabía qué la inquietaba más: la amenaza implícita en las palabras de Víktor o la intensidad con la que la había mirado. —Genial, Elena —murmuró para sí misma mientras caminaba de vuelta a la cocina—. ¿Por qué no aceptaste ese trabajo en el café? Seguro que preparar lattes es menos aterrador que trabajar para ese hombre. Cuando volvió a su rutina, se dio cuenta de que la tensión en la mansión era constante. Los empleados se movían con precisión, evitando hacer ruido y sin mirar directamente a los hombres de Víktor. Todo funcionaba como un reloj suizo… pero bajo la amenaza de que, si alguien cometía un error, el castigo sería severo. Durante la tarde, mientras limpiaba el despacho de Víktor, encontró una mancha de sangre en la alfombra. —¿En serio? —susurró, mirando la mancha con resignación—. No sé qué es peor, si la cantidad de polvo en este lugar o la evidencia de crímenes violentos. Se in
Sospechas e Intuiciones Elena intentó ignorar la sensación de incomodidad que le había dejado su encuentro con Andrien y, sobre todo, la inesperada aparición de Víktor. Pero mientras regresaban a la mansión en el auto de Irina, su mente no dejaba de dar vueltas. —¿Cómo que "coincidencia"? —murmuró para sí misma, cruzada de brazos en el asiento del copiloto. Irina, que conducía con la tranquilidad de quien lo ha visto todo, le lanzó una mirada de reojo. —No pareces del todo convencida. Elena suspiró. —Es que no sé, ¿sabes? Cada vez que creo que entiendo cómo funciona este trabajo, algo raro pasa. Primero, la seguridad extrema, luego las reglas estrictas, y ahora Víktor apareciendo "por casualidad" cuando mi ex está molestándome. Irina sonrió levemente. —Tal vez solo estabas en el lugar correcto en el momento adecuado. Elena hizo una mueca. —O tal vez estoy trabajando para alguien con un montón de secretos. La mujer no respondió de inmediato. —Mientras te paguen bien y no te
Cruzando el umbralElena se removió en su asiento, sintiendo que esa conversación se volvía más extraña con cada segundo.—Entonces… además de limpiar y ordenar, ¿quieres que sea algo así como tu asistente en eventos? —preguntó con cautela.Víktor ladeó la cabeza, su mirada analizando cada una de sus reacciones.—Puedes llamarlo así si quieres.—¿Y qué se supone que haga exactamente en esas reuniones? —insistió, cruzándose de brazos.Él sonrió de manera enigmática.—Escuchar, observar, servir si es necesario… y no hacer preguntas.Elena sintió que su estómago se apretaba. ¿Escuchar y observar? ¿Qué clase de reuniones eran esas?—¿Cuándo es la primera? —preguntó con fingida indiferencia.—Mañana en la noche —respondió Víktor sin vacilar—. Ponte algo elegante. No te preocupes por el vestido, Sergei se encargará de eso.Elena abrió la boca para protestar, pero se contuvo. No tenía sentido discutir. Además, todavía no tenía pruebas concretas de que su jefe era algo más que un millonario e
Cruzando el umbral parte 2—Bien —dijo finalmente—. Sígueme.Elena obedeció, aunque por dentro sentía que estaba a punto de meterse en un terreno peligroso.Elena sentía el peso de cada paso mientras seguía a Víktor a través del pasillo. El bullicio de la reunión quedaba atrás, pero la tensión en el aire no disminuía. Sabía que este no era un simple cambio en sus responsabilidades. Algo dentro de ella le gritaba que estaba entrando en un mundo del que quizás no podría salir tan fácilmente.Víktor la condujo a una sala más pequeña, con muebles de cuero y una iluminación tenue. No era tan lujosa como otras partes de la mansión, pero tenía un aire de exclusividad, como si solo unos pocos tuvieran el privilegio de estar allí. Él se giró para mirarla, su rostro impasible como siempre.—A partir de hoy, además de ser mi mucama, asistirás a algunos eventos conmigo —dijo con su tono frío y calculador.Elena entrecerró los ojos, cruzándose de brazos.—¿Eventos como este?—Sí. Reuniones, cenas,