Juegos Peligrosos
Elena miró a Viktor y suspiró cansada. —Es hora de descansar, tú deberías hacerlo. Te traeré algunas cobijas. Sin esperar respuesta, fue a la siguiente habitación. Cuando regresó, traía una almohada y algunas mantas. —Puedes descansar aquí —señaló el sofá y acomodó la almohada—. Yo estaré ahí —señaló la habitación antes de desaparecer en ella. Viktor solo la miró en silencio. Luego tomó asiento en el sofá y negó con la cabeza, como si aún no comprendiera la extraña situación en la que se encontraba. Elena se acomodo en su cama y abrazo una almohada. Soltó un suspiro y cerró sus ojos dejándose llevar por el cansancio del día. ❦ ✿ ❦ ✿ Elena despertó con la extraña sensación de que alguien la observaba. Y no se equivocaba. Víktor estaba sentado en una silla junto a la ventana, su mirada fija en ella con una intensidad que hizo que su piel se erizara. A pesar de su herida, su postura era firme, como si estuviera listo para atacar en cualquier momento. Elena se incorporó lentamente, frotándose los ojos. —¡Dios! ¿Siempre miras fijamente a la gente mientras duerme o es un pasatiempo nuevo? —refunfuñó, todavía medio dormida. Víktor no reaccionó. No parpadeó siquiera. —Dime algo, doctora —su voz era baja, con un deje peligroso—. ¿Eres siempre tan imprudente? Ella arqueó una ceja. —Bueno, si contar ayudar a un hombre medio muerto como imprudencia, entonces sí, soy una temeraria de primer nivel. El silencio entre ellos se sintió como una cuerda tensada a punto de romperse. Víktor entrecerró los ojos, analizándola con una mirada que parecía atravesarla. Finalmente, se puso de pie con lentitud, ignorando el dolor evidente en su costado. Elena lo observó con incredulidad. —¿A dónde crees que vas? —Me marcho. Ella soltó una carcajada seca. —Claro, porque los hombres con heridas de bala suelen levantarse y desaparecer como si nada. Él ignoró su comentario y avanzó hasta la puerta. Cuando intentó girar el pomo, frunció el ceño al notar que la cerradura no cedía. Giró lentamente la cabeza hacia ella, su expresión oscura como una tormenta. —¿Qué hiciste? Elena le dedicó una sonrisa inocente, aunque sus ojos brillaban con un destello de desafío. —Digamos que no quería que mi invitado especial se escapara en plena convalecencia. Así que tomé la libertad de ponerle seguro a la puerta. Víktor se giró hacia ella con calma medida. Demasiada calma. Caminó con pasos lentos, calculados, como un depredador acechando a su presa. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, se inclinó sobre ella, reduciendo la distancia de manera intimidante. —Ábrela —ordenó con voz helada. Elena sostuvo su mirada sin retroceder. —Si te abres los puntos y te desangras en mi sala, ¿quién crees que va a limpiar el desastre? Porque no seré yo. Los ojos de Víktor brillaron con algo peligroso. Pero no era furia. Era curiosidad. Pocas personas tenían el descaro de desafiarlo. Menos aún cuando sabían que él podía matarlas en un parpadeo. Elena se cruzó de brazos, intentando parecer más tranquila de lo que realmente estaba. Su pulso martilleaba contra su piel, pero se negaba a ceder ante la tensión. Finalmente, Víktor exhaló lentamente y se apartó, regresando a la sofá. —No tienes idea de con quién te estás metiendo —murmuró, apoyando la cabeza contra el respaldo con un aire exasperado. Elena se sentó en el sillón frente a él, cruzando las piernas con aparente despreocupación. —Y tú no tienes idea de lo terca que puedo ser. Víktor la miró de reojo. Definitivamente, esta mujer tenía un problema con el instinto de supervivencia. Elena inclinó la cabeza. —Entonces, misterioso y peligroso huésped, ¿vas a decirme al menos quiénes te atacaron? Porque no parece que fueran ladrones comunes. Víktor cerró los ojos por un momento. No debía responder. No debía darle más información. Pero cuando los abrió, ella seguía ahí, esperándolo, desafiándolo con su persistencia. —Eso no te concierne. —Claro, claro. Porque cuando alguien se desangra en mi casa, claramente no es asunto mío —respondió con sarcasmo. Víktor la observó con detenimiento. No era solo su osadía lo que lo desconcertaba. Era el hecho de que no mostraba miedo. No como debería. Y en su mundo, la gente que no temía solía terminar muerta. Si se mantenía cerca de él, era cuestión de tiempo. A madrugada, la casa estaba en silencio. Elena dormía profundamente en el sillon, envuelta en una manta. Víktor, en cambio, se mantenía en vela. Su mente trabajaba con frialdad. No podía quedarse más tiempo. Si alguien lo rastreaba hasta aquí, la pondría en peligro. Con movimientos calculados, se puso de pie, soportando la punzada de dolor en su costado. Sin hacer ruido, tomó su chaqueta y se dirigió a la puerta. Manipuló la cerradura con facilidad, abriéndola sin despertar a su anfitriona. El aire frío de Londres lo recibió al cruzar el umbral. No miró atrás. A la mañana siguiente, Elena despertó desperezándose lentamente. Bostezó, estiró los brazos y miró alrededor. El sofá estaba vacío. Se incorporó de golpe, frunciendo el ceño. —No puede ser… Se levantó de un salto y revisó la casa. Nada. Víktor se había ido. Sobre la mesa, había una nota con caligrafía inigualable. "No mires atrás." Elena apretó los labios, sintiendo cómo la frustración y la rabia la recorrían como un incendio. Arrugó la nota entre los dedos y soltó un gruñido. —¡Maldito cabrón! —espetó, lanzando la bola de papel contra la pared. Se cruzó de brazos, mirando el lugar vacío donde él había estado. —¡Maldito psicópata ruso! —maldijo en voz alta—. ¡Ni siquiera un "gracias por salvarme la vida", nooo, claro que no! ¡Hombres! Suspiró y se dejó caer en el sofá, frotándose la sien. Esperaba que al menos no se hubiera muerto en la calle. Porque, francamente, sería un fastidio tener que explicarlo a la policía.Sombras en la NocheEl aire nocturno de Londres era gélido y denso. Víktor caminaba con paso firme por las calles desiertas, cada sombra un posible enemigo, cada sonido un recordatorio de que la caza no había terminado.Su costado ardía con cada movimiento, pero ignoró el dolor. No tenía tiempo para debilidades. Se detuvo en un callejón oscuro, apoyándose contra la pared para recuperar el aliento.Sacó su teléfono y marcó un número.—Habla Víktor —dijo en ruso, su voz áspera—. Necesito una extracción inmediata.El silencio al otro lado de la línea duró unos segundos antes de que una voz grave respondiera:—Las cosas se complicaron, ¿verdad?Víktor apretó la mandíbula.—Nada que no pueda manejar. Solo hazlo rápido.Cortó la llamada y guardó el teléfono en su chaqueta. Sus ojos se deslizaron por el callejón, siempre alerta. La mafia italiana no dejaría este ataque sin respuesta. Y dentro de su propia organización, los traidores se multiplicaban como ratas.No podía confiar en nadie.El
La Sombra de la TraiciónEl eco de sus pasos resonaba en el amplio salón mientras Víktor caminaba con la mirada afilada, analizando cada detalle. La tensión en el aire era palpable. Los hombres que lo rodeaban mantenían la compostura, pero él sabía que entre ellos había un traidor.Mikhail se acercó, con un cigarro a medio consumir en los labios.—Hemos comenzado la vigilancia, pero si queremos respuestas rápidas, tal vez debamos… acelerar el proceso.Víktor giró la cabeza lentamente, observando a su hombre de confianza.—¿A qué te refieres?Mikhail exhaló el humo y lo miró con seriedad.—Si interrogamos a los sospechosos de inmediato, podríamos descubrir quién está filtrando información. Esperar demasiado nos pone en una posición vulnerable.Víktor tomó asiento en su gran escritorio de madera oscura. Sus dedos tamborilearon sobre la superficie antes de responder.—Si torturamos al hombre equivocado, alertaremos al verdadero traidor. No. Seguiremos observando… y cuando haga su próximo
El Pasado AcechaDespués de ser la heroína, Elena se acomodó en el sofá, pero no pudo conciliar el sueño.Cada vez que cerraba los ojos, el rostro del hombre volvía a su mente.Se preguntaba si estaría bien, si habría llegado a su casa sin problemas, si los puntos no se habrían abierto.Soltó un suspiro y se regañó a sí misma.—Ya, Elena. Tú lo ayudaste. Si le pasa algo, su sangre no quedará en tus manos.Se levantó y fue a la cocina. Preparó café y un sándwich, sentándose a desayunar en silencio. El apartamento estaba en penumbras, pero el amanecer comenzaba a filtrarse por la ventana.Después de terminar, se dirigió a su habitación, tomó una ducha y arregló un poco el apartamento. Cuando todo estuvo en orden, tomó su bolso y salió.Tenía que ir al supermercado; su despensa estaba casi vacía.Elena caminó con tranquilidad, disfrutando el aire fresco de la mañana. El mundo seguía girando, sin importar lo que pasara en su cabeza.Pero justo cuando salía del supermercado, su tranquilida
Un Trabajo InesperadoElena bostezó mientras apagaba la alarma de su teléfono. Había dormido poco, pero el cansancio no era excusa para faltar a su primer día de trabajo. Se levantó de la cama, se duchó rápidamente y se vistió con ropa cómoda. Se preparó un café fuerte y comió unas tostadas antes de revisar su bolso para asegurarse de llevar todo lo necesario.Al bajar las escaleras del edificio, se encontró con un hombre apoyado contra un coche negro. Tenía el rostro serio y una postura rígida.—¿Elena? —preguntó con un acento marcado.Ella frunció el ceño, deteniéndose.—¿Quién pregunta?—Soy Sergei. Dimitri me envió para llevarte a la casa de tu nuevo jefe.Elena dudó por un momento, pero recordó que Dimitri había sido quien le ofreció el trabajo. Aun así, no le gustaba la idea de subir a un coche con un desconocido.—Puedo ir por mi cuenta —dijo con cautela.Sergei soltó un suspiro, como si ya esperara esa respuesta.—Puedes, pero no llegarás a tiempo. Es mejor que vengas conmigo.
Un Lobo DisfrazadoElena sintió un nudo en el estómago mientras Víktor la observaba con esa expresión que no dejaba claro si estaba divertido o sorprendido. No había esperado volver a verlo, mucho menos bajo estas circunstancias.—¿No vas a saludarme, Elena? —preguntó con su inconfundible acento ruso, inclinando la cabeza ligeramente.Ella endureció la mirada, intentando ignorar el revoltijo de emociones que la asaltaban.—No pensé que necesitaras una mucama —respondió con frialdad.Víktor soltó una leve risa, una mezcla de diversión y burla.—Siempre hay algo que limpiar. Especialmente la sangre.Elena sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Había visto con sus propios ojos de lo que era capaz cuando lo ayudó aquella noche. Y ahora estaba en su territorio, rodeada de sus hombres.Antes de que pudiera replicar, una voz interrumpió el tenso momento.—¿Problemas, jefe?Elena se giró y vio a un hombre alto y fornido acercarse. Su expresión era de pura desconfianza.—No, Sergei —respo
Entre sombras y sangreEl dolor ardía como fuego en su costado, pero Víktor Mikhailov no podía detenerse.La lluvia caía con furia sobre las calles de Londres, lavando el rastro de sangre que dejaba tras de sí. Apenas podía mantenerse en pie, pero su orgullo no le permitía caer. No así. No en la ciudad que había controlado con puño de hierro.El eco de sus propios pasos resonaba en el callejón oscuro. La emboscada había sido precisa. Demasiado precisa. Alguien dentro de su organización lo había traicionado.Maldición.El disparo le había atravesado el costado, y aunque la bala no había alcanzado órganos vitales, la pérdida de sangre le estaba jugando en contra. No podía morir aquí. No iba a morir aquí.Un auto se detuvo en la entrada del callejón. Luces de faros iluminaron la escena por unos segundos antes de apagarse. Víktor apoyó la espalda contra la pared, preparándose para pelear si era necesario. Pero en lugar de un enemigo, vio a una mujer bajarse del vehículo.No era una asesin
UN CADÁVER EN MI SOFAElena Carter tenía muchas cosas en su lista de “cosas que jamás haría en la vida”. Llevar a un hombre herido a su departamento en plena madrugada estaba en el top tres, justo debajo de “confiar en las promesas de un ex” y “comer sushi de una gasolinera”.Pero allí estaba.Con un hombre desangrándose en su sofá.—¿Cómo demonios terminé en esto? —murmuró, presionando una toalla contra la herida en su costado.El desconocido—porque sí, seguía siendo un maldito desconocido—estaba inconsciente, pero su respiración era firme. Eso era bueno, suponía. Aún no se moría. Punto para ella.—Vamos, grandote, necesito que no me demandes cuando despiertes —siguió murmurando mientras intentaba contener la hemorragia—. O que no me mates… eso también estaría genial.Se apartó un momento para observarlo. Era guapo. Pero no del tipo “modelo de revista” sino de ese atractivo letal que decía “tengo secretos oscuros y probablemente maté a alguien ayer”.Mandíbula fuerte, cejas rectas, l
¿Secuestrada en mi propio departamento?Elena aún sentía su garganta adolorida.Porque, claro, ¿qué mejor forma de agradecerle por salvarle la vida que intentar estrangularla?—De nada, por cierto —soltó con sarcasmo mientras frotaba su cuello.El hombre, que ahora sabía que no solo era un desconocido ensangrentado sino también un psicópata con tendencias asesinas, seguía observándola con esa intensidad perturbadora.Víktor. Ese era su nombre. No necesitaba preguntarle. Lo había escuchado cuando él, en su estado febril, había mascullado algo en ruso antes de despertar y casi matarla.Elena cruzó los brazos y lo miró fijamente, pero sintió una punzada de inquietud al hacerlo. Había algo en su forma de observarla que la hacía sentir vulnerable, como si estuviera siendo medida, evaluada, clasificada.—¿Vas a decir algo o solo me vas a mirar como si estuvieras calculando cómo deshacerte de mi cadáver?La comisura de los labios de Víktor se movió ligeramente, pero no lo suficiente como par