El aire olía a incienso y a sangre. El salón principal de la manada Moonfang, que una vez fue mi hogar, se sentía ahora como una prisión.
Cadenas de plata ardían en mis muñecas mientras me arrodillaba en el centro de la sala, con la mirada baja y el corazón latiendo con furia. No por miedo, sino por la impotencia. La conferencia de los Alfas había sido un evento de honor, un momento en que los líderes de las manadas más poderosas se reunían para discutir alianzas y disputas. Sin embargo, lo que debería haber sido un evento diplomático se había convertido en un juicio público contra mí, la hija del Alfa asesinado y la mate del recién nombrado Alfa Rowan. Estaba de rodillas en el centro de la sala, mi cabello caía desordenado sobre mi rostro, mientras mi respiración temblorosa era lo único que rompía el silencio antes de la sentencia. —Yo rechazo a la Luna Lyra como mi compañera —la voz de Rowan resonó con frialdad, haciendo eco en la sala. Las palabras de Rowan fueron un cuchillo frío enterrándose en mi pecho. Mi cabeza se alzó de golpe, mis labios temblaron, pero no pude hablar. No, esto no podía estar pasando. —Fue encontrada en la cama con un extraño —continuó él con voz dura, sin rastro del hombre que una vez me prometió amor eterno—. Lo que significa que traicionaría a la manada. El castigo por traición es la muerte. Los murmullos se transformaron en gritos de furia. Me acusaban. Me condenaban. —¡Eso es mentira! —Mi voz sonó desgarrada, como un eco perdido entre la multitud. —¡Mentirosa! —Calista se adelantó con la cabeza en alto, su rostro perfecto estaba iluminado por una sonrisa maliciosa—. Todos saben que no eres digna de ser nuestra Luna. Y ahora sabemos que también eres infiel. Solo querías el título de Luna y te aprovechaste de la bondad de Rowan. La traición me golpeó con más fuerza que cualquier sentencia de muerte. Mi propia hermanastra. La niña que mi padre adoptó, la que compartió mi hogar y mi familia… “Ella está detrás de todo” Mis ojos buscaron a Rowan, rogando encontrar un atisbo de duda, de amor, de algo. Pero solo vi su desprecio. Sus labios se fruncieron como si incluso mi mirada lo asqueara. —Te vi con mis propios ojos, Lyra —dijo, con una frialdad que me partió en dos—. No hay nada más que decir. No me creía. —Rowan, yo no… —Acepta de una vez el rechazo y ahórrame la molestia de tener que seguir viéndote la cara —declaró con voz fría e impersonal. Mi pecho se contrajo, sofocado por la desesperación. La verdad se había convertido en cenizas y nadie intentaba recogerlas. —Yo… Lyra Blackthorne… acepto tu rechazo… Alfa Rowan —mi voz era un susurro roto. Él llevó una mano a su pecho y la expresión fría de su rostro apenas sufrió un ligero cambio. Eso fue lo que más me dolió. Todo el amor que me había profesado y sus palabras de protegerme se fueron por el drenaje. Había elegido no confiar en mí, a pesar de que era su mate, su compañera destinada por la diosa luna. —¡La ex Luna merece ser desterrada! Los miembros de la manada empezaron a gritar, algunos exigiendo mi ejecución inmediata. Los Alfas visitantes observaban con interés, pero ninguno intervenía. Nadie se levantaría en defensa de una loba marcada como traidora. El bullicio aumentó cuando una presencia oscura se hizo notar. Un escalofrío recorrió mi piel. La sala, que antes vibraba con gritos de condena, cayó en un silencio sepulcral. —Alfa Mikail —irrumpió en el silencio una voz incrédula. El hombre más temido entre los Alfas. Su sola presencia drenaba el aire del lugar. Sus ojos, profundos y oscuros como un abismo, recorrieron la escena con absoluto desinterés. Su mirada se posó en mí, y un escalofrío trepó por mi columna. Mi loba despertó. No de miedo, sino de algo más profundo. Reconocimiento. Mi corazón latió con fuerza, un hilo dorado comenzó a tejerse entre nosotros. Era débil, apenas una brisa en comparación con el vendaval que había sentido con Rowan, pero estaba ahí. Vivo. Mis labios se separaron en un jadeo silencioso. Mikail era mi segunda oportunidad. Por un instante, algo en su mirada vaciló. Un destello de duda cruzó sus ojos, como si no esperara esto, como si… no quisiera que esto fuera real. Mi alma gritó en súplica muda. Pero la chispa se apagó. Su rostro volvió a endurecerse. —Yo, Alfa Mikail de la manada Silverbane, Rechazo a Lyra Blackthorne como mi compañera. El mundo se rompió a mi alrededor. No. No, no, no. El dolor del rechazo fue un fuego que me atravesó el pecho, pero esta vez… fue peor. Sentí a mi loba aullar en mi interior. Su lamento fue desgarrador, y luego… silencio. Vacío. Mi loba murió dentro de mí. Un grito desgarrado escapó de mis labios y me desplomé en el suelo, incapaz de sostenerme. El vínculo roto dos veces… era un destino peor que la muerte. Las voces a mi alrededor se convirtieron en un murmullo lejano. —Si ha perdido a su loba, ya no es una Luna. —Entonces no tiene ningún propósito. —Será ejecutada al amanecer. Todo se desvanecía en sombras. Estaba cayendo… cayendo… Hasta que su voz me detuvo. —¡Detente! Era Mikail. Las voces murieron. Forcé mis ojos a abrirse y lo vi. De pie, como un dios cruel mirando a un simple insecto. —La hija traidora de un Alfa fallecido no debe morir tan rápido. Aún le espera más sufrimiento. Mi corazón se hundió al ver su mirada oscura y despiadada. El juicio había terminado. Pero mi verdadero tormento apenas comenzaba. El abismo se cerró sobre mí. Y caí en la oscuridad.El frío de la noche me envolvía como una mortaja cuando cerré los ojos. No quería abrirlos. No quería enfrentar la realidad de lo que acababa de suceder. Pero incluso en la oscuridad, mi mente no me dio tregua. El recuerdo llegó con una claridad cruel.Era la noche del nombramiento de Rowan como Alfa. La celebración estaba en su punto más alto, con la manada Moonfang mostrando su poder y riqueza ante sus invitados. La música resonaba en el gran salón, las risas se mezclaban con el tintineo de copas y el aroma a especias flotaba en el aire. Yo no me sentía bien. Mi cuerpo estaba extraño, pesado, como si algo estuviera nublando mis sentidos. Busqué a Rowan en la multitud, pero él estaba ocupado con los otros Alfas, disfrutando de su recién adquirido poder. Sus ojos apenas me habían buscado en toda la noche. —Calista —murmuré, apoyándome en su brazo cuando la encontré—. No me siento bien… Su rostro se iluminó con una sonrisa preocupada. —Oh, pobre Lyra. Déjame ayudarte. Ven
—¿Escuché bien, Alfa Mikail? —preguntó Rowan con un tono controlado, aunque en sus ojos se reflejaba una creciente desconfianza—. ¿Dices que deseas quedarte unos días más en la manada? Mikail asintió con calma, sin inmutarse ante la aparente molestia del Alfa. —Tengo asuntos que resolver, y esta parece ser la mejor ubicación. No quiero causar ningún inconveniente —dijo Mikail, aunque su tono sugería que sabía perfectamente cuán incómoda resultaba su presencia. Rowan frunció el ceño. ¿Asuntos que resolver? El Alfa Mikail le había pedido que colocaran a Lyra en una habitación luego de que se desmayara, haciendo que muchos de la manada cuestionaran su decisión.Ahora se sentía entre la espada y la pared por haber aceptado, había esperado que Mikail impusiera alguna clase de castigo contra Lyra, pero esas no parecían ser sus intenciones.¿Cuáles eran realmente?Lo que más le preocupaba era la razón de la presencia de Mikail. Le había sorprendido mucho que fuese él el mate de Lyra d
Mikail El aire nocturno era frío cuando salí de la habitación, pero no más que la indiferencia con la que había tratado a Lyra. No tenía motivos para dudar de mis propias palabras; ya la había rechazado, y lo que dije no era mentira. Su reputación estaba manchada, y no podía permitirme una Luna como ella en la manada Silverbane. Aun así, algo en sus ojos me había perturbado. No era la súplica, ni la indignación, sino la forma en que se aferraba a su orgullo a pesar de todo. Como si realmente creyera que era inocente. Pero no podía permitirme caer en esa trampa. Había demasiadas cosas a su alrededor, demasiadas sombras en su historia como para que yo me involucrara en su vida. No era mi problema. No podía serlo. —Alfa —la voz de Krimson, mi beta, me sacó de mis pensamientos. Su expresión era grave, lo que significaba que traía información importante. —¿Qué averiguaste? Krimson cruzó los brazos y bajó un poco la voz, como si no quisiera que alguien más lo escuchara. —Habl
El guardia se puso nervioso y dio un paso atrás, lo que hizo que me acercara aún más a él de manera peligrosa.Finalmente, comenzó a atropellar las palabras en un intento de explicarse.—L-la ex Luna Lyra… fue llevada al calabozo… después de que la Luna Calista le dijera al Alfa Rowan que debía ser castigada… Mis dedos se crisparon. No había dado ninguna orden de que Lyra fuera encerrada, y mucho menos castigada. Calista. Quería saber qué había pasado, por qué la decisión del Alfa Rowan, cuando me había dejado a mi cargo el sufrimiento de Lyra.Pero antes de poder decirle algo al guardia, el mismo Rowan apareció de pronto con una chispa de curiosidad y orgullo en su mirada.—Finalmente has vuelto, Alfa Mikail —dijo en un tono extraño, como si esperara que mi regreso significara algo más que una simple presencia en su territorio. Le sostuve la mirada con la misma hostilidad habitual. No me gustaba que se creyera más de lo que era solo porque tenía el título de Alfa. —Tuve que
RowanLa fama de Mikail no era en balde, y todos en la manada Moonfang lo sabían. Era un Alfa cruel y despiadado, uno que no tenía reparos en destruir a cualquiera que se interpusiera en su camino. Sin embargo, al observarlo durante su estadía, me di cuenta de que su interés en Lyra no parecía ser nada más que una cuestión de dominio. Eso me hizo relajarme ligeramente. Si Mikail hubiera mostrado algún tipo de apego hacia la ex Luna, la situación sería mucho más complicada. Pero no, todo en su actitud sugería que solo estaba marcando su territorio, asegurándose de que su autoridad no fuera cuestionada. Aun así, Calista, siempre perspicaz, notó de inmediato la tensión en el aire. —¿Qué estás pensando, Rowan? Le dirigí una mirada breve después de asegurarme que Mikail se había alejado lo suficiente con su segundo al mando. —Que le bajes dos rayitas a tu actitud desafiante —respondí en tono bajo, lo suficientemente serio como para que supiera que no estaba bromeando. Calista
**Mikail**El cuerpo de Lyra estaba frío y débil en mis brazos, su conciencia parecía estar tambaleándose entre la vigilia y la inconsciencia. Se sentía ligera, demasiado frágil, como si pudiera romperse con el más mínimo movimiento. No tenía por qué importarme. Ella se lo había buscado. Su voz apenas fue un murmullo, rota por el sufrimiento. —¿Qué está… pasando? No respondí de inmediato. Mantuve la mirada al frente, impasible, ignorando su pregunta como si no tuviera derecho a hacerla. Porque no lo tenía. Pero entonces, la mano de Krimson rodeó la suya con delicadeza. —No te preocupes por nada —su tono era calmado, pero firme—. Estarás a salvo. Lyra exhaló con dificultad, sus párpados temblando antes de cerrarse de nuevo. Mi mandíbula se tensó. Algo en su agotamiento absoluto, en la forma en que su cuerpo se entregaba sin resistencia, me generó un extraño ardor en el pecho. No pude contenerme. —¿A qué se debe esa actitud? Krimson arqueó una ceja con una leve
**Mikail** Horas antes…El camino hacia la manada Silverbane era silencioso, casi demasiado. Solo se escuchaba el crujir de las ramas bajo los cascos de los caballos y el susurro del viento entre los árboles. Mis hombres marchaban en formación disciplinada, con las miradas fijas al frente, pero yo tenía la vista atrapada en alguien más. Lyra. Parecía una sombra de lo que había sido. Su piel, antes luminosa y fuerte, ahora era un lienzo pálido y marchito. Su cabello caía enredado sobre sus hombros y su cuerpo, envuelto en prendas desgastadas, se veía demasiado frágil. Me dije a mí mismo que no me importaba. Que ella no era más que una carga. Que no debía verla. Pero aun así, lo hacía. Había algo profundamente inquietante en su estado. Una parte de mí quería despreciarla, recordarle que su destino lo había dictado ella misma con sus decisiones. Otra parte, sin embargo… No. No iría por ese camino. Cuando llegamos al territorio de la manada, me aseguré de dar
**Mikail**Los días pasaron. Me aseguré de no verla. No debía. Me concentré en los informes, en las reuniones, en patrullar el territorio. Pero no importaba cuántas responsabilidades llenaran mis días, su presencia se sentía como una sombra al borde de mi conciencia. Cada vez que su nombre llegaba a mis oídos, algo se tensaba en mi interior. Algo molesto. Algo peligroso. Y, para mi frustración, no tenía control sobre ello. Una noche, cuando intenté hablar con ella, me recibió con una mirada helada y una única frase que se sintió como una daga. —Eres una basura como Rowan, Alfa Mikail.Me tomó por sorpresa. Pero la sorpresa rápidamente se convirtió en ira. —No me compares con ese bastardo —gruñí, sintiendo un fuego arder en mi pecho. Ella simplemente se encogió de hombros, como si mi reacción no significara nada. Como si yo no significara nada. El gesto me irritó más de lo que debería. No volví a acercarme a ella después de eso. Pero, para mi desgracia