El guardia se puso nervioso y dio un paso atrás, lo que hizo que me acercara aún más a él de manera peligrosa.
Finalmente, comenzó a atropellar las palabras en un intento de explicarse. —L-la ex Luna Lyra… fue llevada al calabozo… después de que la Luna Calista le dijera al Alfa Rowan que debía ser castigada… Mis dedos se crisparon. No había dado ninguna orden de que Lyra fuera encerrada, y mucho menos castigada. Calista. Quería saber qué había pasado, por qué la decisión del Alfa Rowan, cuando me había dejado a mi cargo el sufrimiento de Lyra. Pero antes de poder decirle algo al guardia, el mismo Rowan apareció de pronto con una chispa de curiosidad y orgullo en su mirada. —Finalmente has vuelto, Alfa Mikail —dijo en un tono extraño, como si esperara que mi regreso significara algo más que una simple presencia en su territorio. Le sostuve la mirada con la misma hostilidad habitual. No me gustaba que se creyera más de lo que era solo porque tenía el título de Alfa. —Tuve que ausentarme unas horas —respondí con simpleza, cruzándome de brazos—, pero al regresar escuché algo interesante. Rowan arqueó una ceja. —¿Ah, sí? —preguntó con falsa curiosidad. Le sostuve la mirada, disfrutando el modo en que su postura se tensaba. —Escuché que la ex Luna Lyra fue llevada al calabozo —dije con frialdad—. Que su castigo fue ordenado por ti, bajo la sugerencia de tu futura Luna. Su rostro no mostró ninguna reacción inmediata, pero yo no era un idiota. Sus pupilas se dilataron ligeramente y su lengua pasó sutilmente por su labio inferior antes de hablar. Estaba nervioso. —Así fue —confirmó después de un par de segundos, manteniendo su postura rígida—. No es tu problema, Mikail, ¿o sí? —Interesante —murmuré, notando cómo su mandíbula se apretaba. Me acerqué un paso más. —Se supone que yo estaba a cargo de ella mientras estuviera aquí —dije con calma, aunque mi tono era un filo bien afilado—. ¿Desde cuándo pasaste por encima de tu propia decisión, Rowan? Su expresión se tornó oscura. —Yo soy el Alfa de esta manada —gruñó, con un intento de autoridad que casi me hizo sonreír. Casi. Porque lo vi. El pequeño titubeo. La breve vacilación en sus palabras antes de terminarlas. No estaba seguro de sí mismo. —Oh, no planeo llevarte la contraria —musité, dejando que una pequeña sonrisa curvara mis labios. No era un gesto de burla, sino algo peor—. Después de todo, es tu territorio y ella es parte de tu manada. Rowan tragó saliva, sin responder. Mi beta, Krimson, se movió sutilmente detrás de mí, en una postura lista para cualquier cosa. —Vamos —le ordené sin quitarle los ojos de encima a Rowan. Justo cuando giré sobre mis talones, la voz de una mujer me detuvo. —Te ves demasiado amigable, Alfa Mikail. Calista. La futura Luna de la manada Moonfang estaba de pie al lado de Rowan, con los brazos cruzados y una sonrisa que no ocultaba del todo su desdén. La observé un instante. No me impresionaba. —Sé ser cortés cuando la ocasión lo requiere —dije con calma, sin detenerme más tiempo del necesario. No pasé por alto el modo en que sus ojos me siguieron hasta que desaparecí en la noche. Pero no me importó. Había algo más importante que hacer. *** El calabozo estaba en la parte más profunda del territorio. Y el hedor a sangre lo delataba antes de siquiera verlo. Krimson y yo descendimos los escalones de piedra, con la humedad pegándose a nuestra piel. No necesitaba que me dijeran qué celda era. Lo supe en el momento en que vi los rastros de sangre seca en el suelo. Me detuve frente a la puerta de barrotes y observé a la figura en el interior. Lyra. O lo que quedaba de ella. Su cuerpo estaba encorvado en una esquina, con el vestido roto y pegado a su piel ensangrentada. Las marcas del látigo se extendían por su espalda, algunas todavía abiertas, otras cicatrizando con dificultad. La observé en silencio. No se movía. Krimson se acercó un poco más y gruñó en desaprobación. —No puede regenerarse —murmuró—. No tiene loba. No respondí. No porque no tuviera nada que decir, sino porque estaba procesando el impacto de lo que estaba viendo. El castigo que le habían impuesto no había sido una simple muestra de disciplina. Había sido una ejecución fallida. Un intento de quebrarla por completo. Rowan había dicho que no era mi problema. Pero… Mis dedos se crisparon. No sabía qué me molestaba más. Si el hecho de que ella estuviera en ese estado. O que lo hubieran hecho a mis espaldas. Me giré lentamente hacia Krimson. —Tráela. Mi beta parpadeó. —¿Qué? Lo miré fijamente. —Llévala a mi habitación. No esperé respuesta. Solo me di la vuelta y salí del calabozo, dejando el eco de mis pasos resonando en la piedra fría.RowanLa fama de Mikail no era en balde, y todos en la manada Moonfang lo sabían. Era un Alfa cruel y despiadado, uno que no tenía reparos en destruir a cualquiera que se interpusiera en su camino. Sin embargo, al observarlo durante su estadía, me di cuenta de que su interés en Lyra no parecía ser nada más que una cuestión de dominio. Eso me hizo relajarme ligeramente. Si Mikail hubiera mostrado algún tipo de apego hacia la ex Luna, la situación sería mucho más complicada. Pero no, todo en su actitud sugería que solo estaba marcando su territorio, asegurándose de que su autoridad no fuera cuestionada. Aun así, Calista, siempre perspicaz, notó de inmediato la tensión en el aire. —¿Qué estás pensando, Rowan? Le dirigí una mirada breve después de asegurarme que Mikail se había alejado lo suficiente con su segundo al mando. —Que le bajes dos rayitas a tu actitud desafiante —respondí en tono bajo, lo suficientemente serio como para que supiera que no estaba bromeando. Calista
**Mikail**El cuerpo de Lyra estaba frío y débil en mis brazos, su conciencia parecía estar tambaleándose entre la vigilia y la inconsciencia. Se sentía ligera, demasiado frágil, como si pudiera romperse con el más mínimo movimiento. No tenía por qué importarme. Ella se lo había buscado. Su voz apenas fue un murmullo, rota por el sufrimiento. —¿Qué está… pasando? No respondí de inmediato. Mantuve la mirada al frente, impasible, ignorando su pregunta como si no tuviera derecho a hacerla. Porque no lo tenía. Pero entonces, la mano de Krimson rodeó la suya con delicadeza. —No te preocupes por nada —su tono era calmado, pero firme—. Estarás a salvo. Lyra exhaló con dificultad, sus párpados temblando antes de cerrarse de nuevo. Mi mandíbula se tensó. Algo en su agotamiento absoluto, en la forma en que su cuerpo se entregaba sin resistencia, me generó un extraño ardor en el pecho. No pude contenerme. —¿A qué se debe esa actitud? Krimson arqueó una ceja con una leve
**Mikail** Horas antes…El camino hacia la manada Silverbane era silencioso, casi demasiado. Solo se escuchaba el crujir de las ramas bajo los cascos de los caballos y el susurro del viento entre los árboles. Mis hombres marchaban en formación disciplinada, con las miradas fijas al frente, pero yo tenía la vista atrapada en alguien más. Lyra. Parecía una sombra de lo que había sido. Su piel, antes luminosa y fuerte, ahora era un lienzo pálido y marchito. Su cabello caía enredado sobre sus hombros y su cuerpo, envuelto en prendas desgastadas, se veía demasiado frágil. Me dije a mí mismo que no me importaba. Que ella no era más que una carga. Que no debía verla. Pero aun así, lo hacía. Había algo profundamente inquietante en su estado. Una parte de mí quería despreciarla, recordarle que su destino lo había dictado ella misma con sus decisiones. Otra parte, sin embargo… No. No iría por ese camino. Cuando llegamos al territorio de la manada, me aseguré de dar
**Mikail**Los días pasaron. Me aseguré de no verla. No debía. Me concentré en los informes, en las reuniones, en patrullar el territorio. Pero no importaba cuántas responsabilidades llenaran mis días, su presencia se sentía como una sombra al borde de mi conciencia. Cada vez que su nombre llegaba a mis oídos, algo se tensaba en mi interior. Algo molesto. Algo peligroso. Y, para mi frustración, no tenía control sobre ello. Una noche, cuando intenté hablar con ella, me recibió con una mirada helada y una única frase que se sintió como una daga. —Eres una basura como Rowan, Alfa Mikail.Me tomó por sorpresa. Pero la sorpresa rápidamente se convirtió en ira. —No me compares con ese bastardo —gruñí, sintiendo un fuego arder en mi pecho. Ella simplemente se encogió de hombros, como si mi reacción no significara nada. Como si yo no significara nada. El gesto me irritó más de lo que debería. No volví a acercarme a ella después de eso. Pero, para mi desgracia
Pasé una mano por mi cabello con frustración apenas los hombres se alejaron, murmurando entre ellos sobre lo que acababa de pasar. No les había dado una respuesta satisfactoria, y lo sabía. Pero, ¿cómo podía dársela si yo mismo no entendía lo que ocurría? El simple hecho de que alguien más hablara de Lyra con desprecio me ponía de un humor peligroso. Y lo peor era que no tenía ningún derecho a sentirme así. Ella no era realmente mía. Apreté la mandíbula, sintiendo un impulso irracional de regresar a la cabaña donde estaba, de enfrentarla por todas las malditas emociones contradictorias que me devoraban desde el momento en que la vi. Pero me obligué a quedarme donde estaba. Si iba tras ella ahora, iba a terminar cruzando una línea que no debía. Respiré hondo y empecé a caminar sin rumbo fijo, intentando enfriar mi cabeza. Sin embargo, cada vez que cerraba los ojos, la imagen de Lyra volvía con más intensidad. Su mirada fría, sus labios presionados en esa mueca de desconfi
**Krimson**La mujer encima de mí, junto a sus gemidos y quejidos de placer, me tenían a mil.Sus ojos se encontraban dilatados y su boca para entreabierta me invitaba a devorarla, así como mi miembr’o se deslizaba fácilmente por su intimidad.Era deliciosa, increíble… pero solo una buena entretención.El aroma de vainilla y miel aún impregnaba mi piel cuando me separé de su cuerpo. La loba frente a mí sonreía con satisfacción, acariciando mi pecho con dedos perezosos, sus uñas dejando pequeños rastros de ardor en mi piel. —Siempre sabes cómo complacerme, Krimson —susurró, con una sonrisa ladeada y seductora. Yo le devolví la mirada con calma. No tenía problemas en compartir momentos como este. Era simple, físico, sin compromisos ni expectativas. Justo como me gustaba. Pero mi relajación se vio interrumpida cuando escuché un murmullo en la distancia. —Dicen que la ex Luna de Moonfang anda paseando por la manada —murmuró una voz, entre risas de burla—. ¿Por qué el Alfa la tra
**Krimson**No pude contener mi fastidio y enojo por las palabras del médico. ¿Quién se creía que era?—Estás aquí para revisar a la paciente enferma, no para cuestionar mis órdenes —respondí con voz firme y algo seca. El médico me examinó con cautela y, tras unos segundos, dijo: —Está muy débil. Debemos quitarle las ropas mojadas. Asentí sin apartar la vista de Lyra, y, dándole la espalda, permití que el médico trabajara. Con manos firmes y precisas, retiró su ropa empapada, dejándola en un short corto y un top que pude ver fugazmente, antes de cubrirla con una sábana. —Déjala descansar —ordenó el médico—. Le receto unos brebajes y píldoras. Si algo sucede, llámame de inmediato. Mientras él se retiraba, mi mente no dejaba de preguntarse: _¿Dónde estará Mikail en este momento?_ La incertidumbre me corroía por dentro. Me quedé a solas para lidiar con ella, sin saber realmente cómo proceder, ya que los lobos rara vez enfermamos, pero claro…—Ella no tiene loba —murmuré par
**Mikail**Krimson seguía ahí, mirándome de una manera que me incomodaba. Sabía que si no desviaba la conversación, pronto me haría preguntas que no quería responder. Así que hice lo primero que se me ocurrió. —Encontré indicios de un intruso en las inmediaciones del territorio —dije con voz firme, asegurándome de que mi tono no dejara espacio para dudas—. Toma a un par de guardias y revisa el perímetro. Averigua quién estuvo merodeando y si representa algún peligro. Krimson me observó largamente, como si intentara decidir si valía la pena desafiar mi orden. Pero al final, simplemente asintió. Sin embargo, cuando ya se daba media vuelta para irse, se detuvo y me miró por encima del hombro. —¿Te han dado la noticia? —preguntó con tono neutro. Fruncí el ceño. —¿Qué noticia? —Alguien empujó a Lyra al río. Mis músculos se tensaron. —Lo sé —respondí con sequedad—. Averigua si fue alguien de la manada. Krimson se cruzó de brazos. —Hay rumores… —No tengo tiempo para