Mikail
El aire nocturno era frío cuando salí de la habitación, pero no más que la indiferencia con la que había tratado a Lyra. No tenía motivos para dudar de mis propias palabras; ya la había rechazado, y lo que dije no era mentira. Su reputación estaba manchada, y no podía permitirme una Luna como ella en la manada Silverbane. Aun así, algo en sus ojos me había perturbado. No era la súplica, ni la indignación, sino la forma en que se aferraba a su orgullo a pesar de todo. Como si realmente creyera que era inocente. Pero no podía permitirme caer en esa trampa. Había demasiadas cosas a su alrededor, demasiadas sombras en su historia como para que yo me involucrara en su vida. No era mi problema. No podía serlo. —Alfa —la voz de Krimson, mi beta, me sacó de mis pensamientos. Su expresión era grave, lo que significaba que traía información importante. —¿Qué averiguaste? Krimson cruzó los brazos y bajó un poco la voz, como si no quisiera que alguien más lo escuchara. —Hablé con varias personas en la manada, y hay algo extraño en la muerte del Alfa Hilbert, el padre de Lyra. Nadie se atreve a hablar demasiado, como si tuvieran miedo —hizo una pausa, observando mi reacción antes de continuar—. Pero hay algo más. —¿Qué cosa? —mi ceño se frunció ante su tono cauteloso. —La madre de Calista, Joana, no tiene un pasado muy claro. Nadie sabe exactamente cómo llegó a la manada Moonfang, solo que el Alfa Hilbert la acogió junto con su hija cuando Calista aún era muy pequeña. —¿Qué más? —murmuré pensativo, al notar que se había quedado callado. —No sospecharon de ella, ya que… después de la muerte del Alfa, cayó enferma. Esa información no era algo que hubiera esperado. Me quedé en silencio, procesando las palabras de Krimson. —¿Crees que Joana tuvo algo que ver en la muerte de Hilbert? —No lo sé —Krimson negó con la cabeza—. Pero la forma en que la gente evita hablar del tema no es normal. Eso me hizo fruncir más el ceño. Algo no encajaba. La historia de Lyra era un enigma lleno de piezas faltantes, pero si su padre había muerto bajo circunstancias sospechosas, ¿qué significaba eso para ella? Suspiré, sintiendo la necesidad de aire fresco. —Voy a salir por unas horas —le informé a Krimson—. Quédate vigilando a Lyra de vez en cuando, sin que ella se dé cuenta. Krimson asintió, y sin decir más, me alejé de la casa del Alfa, sintiendo que estaba comenzando a enredarme en algo que no quería. --- Lyra El frío del calabozo se filtraba en mis huesos, pero no era nada comparado con el dolor de los latigazos. Cada golpe de la fusta había abierto mi piel, dejando líneas ardientes que aún sangraban lentamente. Sin mi loba, mi cuerpo no podía regenerarse como antes. Mis muñecas estaban atadas con cadenas gruesas, mis brazos suspendidos sobre mi cabeza. Apenas tenía fuerzas para mantenerme de pie, pero sabía que si me dejaba caer, la presión en mis hombros sería insoportable. Calista había sonreído cuando los guardias me arrastraron hasta aquí. No necesitaba palabras para saber que estaba disfrutando cada segundo de mi sufrimiento. —No durarás mucho aquí abajo, hermanita —susurró antes de girarse y desaparecer en la penumbra. Había tratado de morderme el labio para no gritar cuando el primer golpe cayó sobre mi espalda. Pero después de los primeros cinco, ya no tenía fuerzas para reprimir el dolor. Había perdido la cuenta de cuántas veces me golpearon. Solo sabía que, cuando finalmente se detuvieron, mi piel ardía y la sangre resbalaba por mis piernas, goteando en el suelo de piedra. Mis párpados pesaban. El cansancio y el dolor me empujaban a la inconsciencia, pero me obligué a mantenerme despierta. No podía permitirme ser vulnerable. No ahora. —-- Mikail El regreso a la casa del Alfa fue más inquietante de lo que esperaba. Desde el momento en que entré, sentí que algo no estaba bien. Busqué a Lyra en la habitación donde la había dejado, pero estaba vacía. La cama deshecha y las sábanas desordenadas eran la única prueba de que había estado allí. Fruncí el ceño y salí al pasillo, encontrándome con Krimson. —¿Dónde está Lyra? Krimson parpadeó, confundido. —Pensé que estaba en su habitación. —No está —dije con tono firme. Algo en mi voz hizo que Krimson adoptara una postura más alerta. Ambos bajamos las escaleras rápidamente. No me gustaba la sensación que se apoderaba de mi pecho. Algo no estaba bien. Fue entonces cuando escuchamos a dos guardias murmurando cerca de la entrada. —¿Has visto cómo quedó? La ex Luna debe haber hecho algo realmente grave para que el Alfa la enviara al calabozo… —Dicen que fue la nueva Luna quien convenció al Alfa Rowan de hacerlo. Mis pasos se detuvieron de golpe. —¿Qué dijiste? —mi voz sonó peligrosa. Los dos guardias se tensaron, dándose cuenta demasiado tarde de que yo los había escuchado. —A-Alfa Mikail… —uno de ellos tragó saliva—. No sabíamos que… —Responde —gruñí, acercándome hasta quedar cara a cara con el que había hablado. La furia me invadía y no podía entenderlo. ¿Por qué me sentía de esta forma por alguien con quien no tenía ya ningún vínculo?El guardia se puso nervioso y dio un paso atrás, lo que hizo que me acercara aún más a él de manera peligrosa.Finalmente, comenzó a atropellar las palabras en un intento de explicarse.—L-la ex Luna Lyra… fue llevada al calabozo… después de que la Luna Calista le dijera al Alfa Rowan que debía ser castigada… Mis dedos se crisparon. No había dado ninguna orden de que Lyra fuera encerrada, y mucho menos castigada. Calista. Quería saber qué había pasado, por qué la decisión del Alfa Rowan, cuando me había dejado a mi cargo el sufrimiento de Lyra.Pero antes de poder decirle algo al guardia, el mismo Rowan apareció de pronto con una chispa de curiosidad y orgullo en su mirada.—Finalmente has vuelto, Alfa Mikail —dijo en un tono extraño, como si esperara que mi regreso significara algo más que una simple presencia en su territorio. Le sostuve la mirada con la misma hostilidad habitual. No me gustaba que se creyera más de lo que era solo porque tenía el título de Alfa. —Tuve que
RowanLa fama de Mikail no era en balde, y todos en la manada Moonfang lo sabían. Era un Alfa cruel y despiadado, uno que no tenía reparos en destruir a cualquiera que se interpusiera en su camino. Sin embargo, al observarlo durante su estadía, me di cuenta de que su interés en Lyra no parecía ser nada más que una cuestión de dominio. Eso me hizo relajarme ligeramente. Si Mikail hubiera mostrado algún tipo de apego hacia la ex Luna, la situación sería mucho más complicada. Pero no, todo en su actitud sugería que solo estaba marcando su territorio, asegurándose de que su autoridad no fuera cuestionada. Aun así, Calista, siempre perspicaz, notó de inmediato la tensión en el aire. —¿Qué estás pensando, Rowan? Le dirigí una mirada breve después de asegurarme que Mikail se había alejado lo suficiente con su segundo al mando. —Que le bajes dos rayitas a tu actitud desafiante —respondí en tono bajo, lo suficientemente serio como para que supiera que no estaba bromeando. Calista
**Mikail**El cuerpo de Lyra estaba frío y débil en mis brazos, su conciencia parecía estar tambaleándose entre la vigilia y la inconsciencia. Se sentía ligera, demasiado frágil, como si pudiera romperse con el más mínimo movimiento. No tenía por qué importarme. Ella se lo había buscado. Su voz apenas fue un murmullo, rota por el sufrimiento. —¿Qué está… pasando? No respondí de inmediato. Mantuve la mirada al frente, impasible, ignorando su pregunta como si no tuviera derecho a hacerla. Porque no lo tenía. Pero entonces, la mano de Krimson rodeó la suya con delicadeza. —No te preocupes por nada —su tono era calmado, pero firme—. Estarás a salvo. Lyra exhaló con dificultad, sus párpados temblando antes de cerrarse de nuevo. Mi mandíbula se tensó. Algo en su agotamiento absoluto, en la forma en que su cuerpo se entregaba sin resistencia, me generó un extraño ardor en el pecho. No pude contenerme. —¿A qué se debe esa actitud? Krimson arqueó una ceja con una leve
**Mikail** Horas antes…El camino hacia la manada Silverbane era silencioso, casi demasiado. Solo se escuchaba el crujir de las ramas bajo los cascos de los caballos y el susurro del viento entre los árboles. Mis hombres marchaban en formación disciplinada, con las miradas fijas al frente, pero yo tenía la vista atrapada en alguien más. Lyra. Parecía una sombra de lo que había sido. Su piel, antes luminosa y fuerte, ahora era un lienzo pálido y marchito. Su cabello caía enredado sobre sus hombros y su cuerpo, envuelto en prendas desgastadas, se veía demasiado frágil. Me dije a mí mismo que no me importaba. Que ella no era más que una carga. Que no debía verla. Pero aun así, lo hacía. Había algo profundamente inquietante en su estado. Una parte de mí quería despreciarla, recordarle que su destino lo había dictado ella misma con sus decisiones. Otra parte, sin embargo… No. No iría por ese camino. Cuando llegamos al territorio de la manada, me aseguré de dar
**Mikail**Los días pasaron. Me aseguré de no verla. No debía. Me concentré en los informes, en las reuniones, en patrullar el territorio. Pero no importaba cuántas responsabilidades llenaran mis días, su presencia se sentía como una sombra al borde de mi conciencia. Cada vez que su nombre llegaba a mis oídos, algo se tensaba en mi interior. Algo molesto. Algo peligroso. Y, para mi frustración, no tenía control sobre ello. Una noche, cuando intenté hablar con ella, me recibió con una mirada helada y una única frase que se sintió como una daga. —Eres una basura como Rowan, Alfa Mikail.Me tomó por sorpresa. Pero la sorpresa rápidamente se convirtió en ira. —No me compares con ese bastardo —gruñí, sintiendo un fuego arder en mi pecho. Ella simplemente se encogió de hombros, como si mi reacción no significara nada. Como si yo no significara nada. El gesto me irritó más de lo que debería. No volví a acercarme a ella después de eso. Pero, para mi desgracia
Pasé una mano por mi cabello con frustración apenas los hombres se alejaron, murmurando entre ellos sobre lo que acababa de pasar. No les había dado una respuesta satisfactoria, y lo sabía. Pero, ¿cómo podía dársela si yo mismo no entendía lo que ocurría? El simple hecho de que alguien más hablara de Lyra con desprecio me ponía de un humor peligroso. Y lo peor era que no tenía ningún derecho a sentirme así. Ella no era realmente mía. Apreté la mandíbula, sintiendo un impulso irracional de regresar a la cabaña donde estaba, de enfrentarla por todas las malditas emociones contradictorias que me devoraban desde el momento en que la vi. Pero me obligué a quedarme donde estaba. Si iba tras ella ahora, iba a terminar cruzando una línea que no debía. Respiré hondo y empecé a caminar sin rumbo fijo, intentando enfriar mi cabeza. Sin embargo, cada vez que cerraba los ojos, la imagen de Lyra volvía con más intensidad. Su mirada fría, sus labios presionados en esa mueca de desconfi
**Krimson**La mujer encima de mí, junto a sus gemidos y quejidos de placer, me tenían a mil.Sus ojos se encontraban dilatados y su boca para entreabierta me invitaba a devorarla, así como mi miembr’o se deslizaba fácilmente por su intimidad.Era deliciosa, increíble… pero solo una buena entretención.El aroma de vainilla y miel aún impregnaba mi piel cuando me separé de su cuerpo. La loba frente a mí sonreía con satisfacción, acariciando mi pecho con dedos perezosos, sus uñas dejando pequeños rastros de ardor en mi piel. —Siempre sabes cómo complacerme, Krimson —susurró, con una sonrisa ladeada y seductora. Yo le devolví la mirada con calma. No tenía problemas en compartir momentos como este. Era simple, físico, sin compromisos ni expectativas. Justo como me gustaba. Pero mi relajación se vio interrumpida cuando escuché un murmullo en la distancia. —Dicen que la ex Luna de Moonfang anda paseando por la manada —murmuró una voz, entre risas de burla—. ¿Por qué el Alfa la tra
**Krimson**No pude contener mi fastidio y enojo por las palabras del médico. ¿Quién se creía que era?—Estás aquí para revisar a la paciente enferma, no para cuestionar mis órdenes —respondí con voz firme y algo seca. El médico me examinó con cautela y, tras unos segundos, dijo: —Está muy débil. Debemos quitarle las ropas mojadas. Asentí sin apartar la vista de Lyra, y, dándole la espalda, permití que el médico trabajara. Con manos firmes y precisas, retiró su ropa empapada, dejándola en un short corto y un top que pude ver fugazmente, antes de cubrirla con una sábana. —Déjala descansar —ordenó el médico—. Le receto unos brebajes y píldoras. Si algo sucede, llámame de inmediato. Mientras él se retiraba, mi mente no dejaba de preguntarse: _¿Dónde estará Mikail en este momento?_ La incertidumbre me corroía por dentro. Me quedé a solas para lidiar con ella, sin saber realmente cómo proceder, ya que los lobos rara vez enfermamos, pero claro…—Ella no tiene loba —murmuré par