**Krimson**Lyra estaba sentada en la parte trasera del jardín, envuelta en un silencio que se sentía más fuerte que cualquier grito. La luz del atardecer le bañaba la piel pálida, pero no lograba devolverle el color. Parecía cetrina y gris, casi como una sombra de la mujer que conocí… y eso me revolvía el estómago.No me gustaba verla así.Me acerqué con pasos lentos, casi temiendo quebrar ese delicado momento de tregua que parecía haberse construido entre ella y el mundo.—¿Estás bien? —pregunté, aunque ya sabía la respuesta.Lyra no me miró. Solo desvió un poco la cabeza, como si le costara incluso eso. Su voz salió baja, casi como un suspiro.—Estoy cansada, Krimson… Cansada de fingir que no me duele, de sonreír cuando siento que me estoy partiendo por dentro.Sentí un pinchazo en el pecho. Esa confesión me cayó como una piedra. Me senté a su lado, sin apuro, dejando que el silencio hiciera su trabajo. No quise llenarlo con palabras vacías. Algunas heridas no se curan con prom
**Rowan**Sabía que algo no encajaba. Las fechas, las excusas, las cartas… aquel tipejo.Los informes de mis espías habían sido lo suficientemente claros, aunque me negaba a verlos con los ojos que debía. Quería creer que era solo una coincidencia, un malentendido. Pero entonces, escuché su voz. No hablaba conmigo, no sabía que yo estaba allí. Pero sus palabras fueron como puñales directos a la garganta.—Me deshice de ella, madre. Ahora nada se interpondrá entre Rowan y yo —su voz estaba cargada de satisfacción—. Lyra siempre fue una amenaza... belleza, inteligencia, coraje. Lo tenía todo, y yo... nada. Pero ahora, ahora todo es mío.El suelo pareció hundirse bajo mis pies. Y aun así, me mantuve en pie.—Encuéntrenla —ordené con voz fría a mis hombres—. Quiero a Lyra de vuelta. No importa lo que cueste. Tráiganla al territorio Moonfang, aquí es donde pertenece.No dejé espacio a dudas. Lyra debía volver. Y Calista… pagaría por cada una de sus mentiras.Cuando se enteró, irrumpió en
**Rowan**El territorio de Mikail apestaba a tensión. Su manada estaba armada hasta los dientes cuando crucé los límites, pero no me detuve. No había venido a negociar.Mikail me recibió con esa arrogancia que siempre lo caracterizaba, el ceño fruncido, los brazos cruzados.—Quiero a Lyra de vuelta —fui claro, conciso y preciso.—No puedes llevártela —espetó ceñudo—. Lyra está aquí por voluntad propia.—¿Por voluntad o por miedo? —dije con los dientes apretados—. No te atrevas a jugar con eso, Mikail. Ella es mi Mate, me pertenece.—Ya no. La perdiste.Quise destrozarlo con mis propias manos. Pero respiré hondo.*****Mikail**Desde el primer segundo en que vi a Rowan cruzar los límites, supe que algo no cuadraba. Venía solo, sin su séquito de idiotas engreídos, y con el ceño marcado por una tormenta que no supe leer de inmediato.No era el mismo Rowan altivo y seguro de siempre.La quiere de vuelta, dice que es su Mate y le pertenece. Tenía que decírselo, ella no era su Mate, era m
**Rowan**Mikail era un maldito payaso. Lo observaba fingir compostura, dándome respuestas diplomáticas con ese aire de superioridad que me revolvía el estómago. Pero esta vez no mordí el anzuelo. Sonreí, fingí que me tragaba su juego, porque tenía un as bajo la manga, algo que él no sabía. Y si mi intento de ser “civilizado” no funcionaba… bueno, siempre podía recurrir al caos. Al final del día, yo no había venido a pedir favores. Había venido a recuperar lo que era mío.Mikail se fue de repente, como una ráfaga, en dirección al alboroto que estalló a pocos metros. Algo llamó su atención. Quizá una pelea, quizá una excusa para huir de la conversación. Lo seguí, curioso.Pero nada me preparó para lo que vi.Lyra.Estaba ahí.Mi corazón se detuvo por un segundo.Más delgada… sí. Su piel tenía un tono más pálido, su postura era más rígida. Pero sus ojos… maldita sea, sus ojos seguían teniendo esa luz que tanto me gustaba. Esa chispa que ni el exilio ni el dolor habían podido apagar
**Rowan**La seguí con la mirada mientras caminábamos detrás de Mikail. Cada paso que daba Lyra me hacía doler el pecho. Su espalda recta, su barbilla en alto, esa forma tan suya de demostrar que nada le afectaba. Pero lo que más me rompía era su indiferencia. Me miraba como si no existiera. Como si mi presencia no significara nada para ella.Y quizá ya no significaba nada.Tragué saliva, sintiendo el amargo sabor de la culpa en la lengua. Qué clase de idiota había sido… cómo permití que la arrastraran, que la encerraran, que la silenciaran. Por no defenderla cuando más lo necesitaba.Todo por mi falta de coraje, por mi ignorancia, manipulado por esas malditas arpías. Maldita sea. Cada mirada esquiva suya me dolía más que mil golpes. Pero no podía culparla. Yo mismo me había ganado ese castigo.Entramos en la oficina de Mikail. El lugar era tan frío como el dueño. Cerró la puerta tras nosotros y se cruzó de brazos, esperando. Yo no podía quitarle los ojos de encima a Lyra. Se man
**Mikail**Todo en mí ardía. Cada fibra, cada músculo, cada sombra que me atravesaba la mente era un fuego encendido por culpa de él.—Maldito seas, Rowan… —escupí entre dientes, sintiendo cómo el calor de la rabia me recorría como un veneno antiguo.Lo vi apretar los puños, los nudillos tensos, los ojos brillando con ese tono ámbar que anunciaba lo que estaba por venir. Él también sentía la llamada del lobo. Pero no le iba a dar el gusto de hacerme perder los estribos. No ahora.Tomé aire, el pecho se me infló y lo contuve. No podía dejarme arrastrar por el impulso. No frente a Lyra. —No puedes llevártela —solté, con voz áspera, cortante—. Ella pertenece ahora a la manada Silverbane.Sentí su mirada. Lyra. Como si me taladrara el alma. Sus ojos me buscaron, fijos, intensos, esperando… ¿qué? ¿Una declaración? ¿Una confesión? ¿Una mentira reconfortante? No supe. No pude sostenerle la mirada.Pero fue Rowan quien rompió el silencio. —¿Quién es ella para ti, Mikail?El nudo en mi
El aire olía a incienso y a sangre. El salón principal de la manada Moonfang, que una vez fue mi hogar, se sentía ahora como una prisión. Cadenas de plata ardían en mis muñecas mientras me arrodillaba en el centro de la sala, con la mirada baja y el corazón latiendo con furia. No por miedo, sino por la impotencia. La conferencia de los Alfas había sido un evento de honor, un momento en que los líderes de las manadas más poderosas se reunían para discutir alianzas y disputas. Sin embargo, lo que debería haber sido un evento diplomático se había convertido en un juicio público contra mí, la hija del Alfa asesinado y la mate del recién nombrado Alfa Rowan. Estaba de rodillas en el centro de la sala, mi cabello caía desordenado sobre mi rostro, mientras mi respiración temblorosa era lo único que rompía el silencio antes de la sentencia. —Yo rechazo a la Luna Lyra como mi compañera —la voz de Rowan resonó con frialdad, haciendo eco en la sala. Las palabras de Rowan fueron un cuchi
El frío de la noche me envolvía como una mortaja cuando cerré los ojos. No quería abrirlos. No quería enfrentar la realidad de lo que acababa de suceder. Pero incluso en la oscuridad, mi mente no me dio tregua. El recuerdo llegó con una claridad cruel.Era la noche del nombramiento de Rowan como Alfa. La celebración estaba en su punto más alto, con la manada Moonfang mostrando su poder y riqueza ante sus invitados. La música resonaba en el gran salón, las risas se mezclaban con el tintineo de copas y el aroma a especias flotaba en el aire. Yo no me sentía bien. Mi cuerpo estaba extraño, pesado, como si algo estuviera nublando mis sentidos. Busqué a Rowan en la multitud, pero él estaba ocupado con los otros Alfas, disfrutando de su recién adquirido poder. Sus ojos apenas me habían buscado en toda la noche. —Calista —murmuré, apoyándome en su brazo cuando la encontré—. No me siento bien… Su rostro se iluminó con una sonrisa preocupada. —Oh, pobre Lyra. Déjame ayudarte. Ven