Rachel había sido llamada a desayunar, pero se había negado, alegando que se sentía indispuesta.Alexander, visiblemente preocupado, caminaba de un lado a otro en el pasillo fuera de la habitación de Rachel. Sus pensamientos estaban llenos de inquietud, y no podía evitar sentir un nudo en el estómago. Finalmente, el médico salió de la habitación.—¿Cómo está? —preguntó Alexander, casi atropellando las palabras.—Rachel tiene un fuerte dolor de cabeza y está muy pálida y descompensada. Lo mejor sería que la dejara descansar —aconsejó el doctor, mirándolo con seriedad.Alexander asintió, pero en su interior sabía que no podía quedarse sin saber cómo estaba realmente. Ignorando el consejo del médico, abrió la puerta y entró en la habitación de Rachel.Ella estaba recostada en la cama, vestida con un camisón de dormir que apenas cubría su piel pálida y delicada. Su cabello dorado caía en suaves ondas alrededor de su rostro, y sus ojos azules se entreabrieron cuando lo vio entrar. El ani
Alexander estaba decidido. Había pasado toda la tarde dándole vueltas a su conversación matutina con Rachel y sabía que necesitaban aclarar las cosas. Caminó decidido hacia el jardín donde solían encontrarse con frecuencia. Cuando la vio a lo lejos, su corazón se aceleró, pero su entusiasmo se desvaneció al verla con Máximo. Los celos lo embargaron, y se sintió incapaz de pensar con claridad.“¿Qué demonios hacen juntos, como si se conocieran de toda la vida?”, pensó con el ceño fruncido, incapaz de apartar la vista de ellos.Rachel y Máximo estaban conversando bastante animados. Ella comenzó a reír de manera forzada, tratando de aparentar que disfrutaba de la compañía de Máximo, aunque en realidad no lo soportaba para nada. Al ver a Alexander acercarse, su corazón dio un vuelco. Esperaba que él viniera a hablar con ella, pero en cambio, lo vio fruncir el ceño.—Rachel, Máximo —saludó Alexander con creciente frialdad.—Alexander —respondió Rachel, tratando de mantener la compostur
Alexander y Rachel se besaban con una pasión desbordante. Sus labios se reconocían y encajaban a la perfección, llenando el aire de magia, deseo y amor.La mano de él, firme y decidida, se deslizaba por su espalda hasta llegar a su trasero. Rachel no se opuso, más bien lo recibió con un gemido suave, dejando claro cuánto ansiaba ese contacto.Ambos estaban llenos de una ansiedad primitiva, como animales en celo que solo desean un lugar a solas para abandonarse a sus instintos. Sus respiraciones eran rápidas y entrecortadas, cada beso era un desafío a la razón y un tributo a sus deseos.—Oh, Alexander —un nuevo gemido escapó de los labios de Rachel y él supo que tenían que parar.Con un enorme esfuerzo, el duque cortó el beso y la miró a los ojos, sintiendo una chispa de esperanza encenderse en su pecho. No podía creer que ella se dejara besar y acariciar de esa forma tan entregada. ¿Acaso ahora correspondía a sus sentimientos?Rachel, con la respiración agitada y una sonrisa jugueton
El corazón del duque latió con fuerza, atemorizado de que el asunto de Rachel creara una división en su manada.No era lo que quería, pero parecía que la huida de su Mate había causado demasiado resquemor entre todos.—¿Qué? ¿Por qué? —preguntó Alexander tratando de mantener la calma, aunque su voz temblaba—. ¿Es… porque es humana? —No solo porque es humana —aclaró el anciano—. Desde su llegada, ha estado reacia a aceptar el vínculo que tiene contigo, Alfa, eso ha traído consecuencias desastrosas para nuestra especie.—Pero… —Alexander trató de intervenir, pero fue interrumpido.—Además, esos cazadores se acercaron mucho al castillo, algo sin precedentes, y hemos deliberado llegando a la conclusión de que es debido a su presencia.—Eso es absurdo —terció el duque con voz dura—. No hay manera de relacionar a Rachel con esos cazadores. Es solo coincidencia que llegaran tan lejos mientras ella estaba en Blackmore.El anciano suspiró, sabiendo que sería difícil convencerlo de romper ese
Thomas se acercó lentamente, con su presencia imponente llenando el espacio. —¿Qué lees?—Un libro sobre lobos —contestó ella, mostrándole la portada.—Interesante elección —comentó Thomas, con sus ojos recorriendo la sala—. Sabes, Rachel, hay muchos en la manada que piensan que no eres adecuada para ser la Luna de Alexander.Ella sintió un nudo en el estómago, pero se obligó a mantener la compostura. —Eso es algo que decidirá Alexander y el consejo.—Claro —dijo Thomas, su voz cargada de un tono condescendiente—. Pero debes entender que ser Luna no es solo un título. Requiere fuerza, liderazgo y aceptación.—Y yo estoy dispuesta a demostrar que tengo todo eso —replicó Rachel, sintiendo una oleada de determinación.Thomas la miró intensamente, como evaluándola.—Espero que sí, Rachel. Por el bien de la manada.Se quedó mirándola largo rato, pensando con burla si ella era “todo” por lo que el castillo de Blackmore y la manada de Alexander estaban sumidos en caos.“Insignificante huma
Rachel se acercó a la puerta de su habitación con Alexander atrás y soltó un suspiro. Sus pasos resonaban en el pasillo apenas iluminada por la luz tenue de una lámpara de noche. Él se acercó lentamente, su mirada estaba llena de intensidad, mientras sus manos encontraban las de ella.—Te extrañaré —murmuró Alexander, con su voz grave haciendo eco.—Y yo a ti —respondió Rachel, con su corazón latiendo con fuerza bajo la tensión emocional del momento.El duque se inclinó hacia ella, sus labios la buscaron en un beso cargado de despedida y promesa y ella se aferró a su cuello, abriendo su boca, y permitiendo que la lengua de él paseara por su cavidad con deseo y pasión.Fuera de la habitación, en la penumbra del pasillo, Evelyn los observaba con ojos enrojecidos por la furia contenida. Decidió decirle Máximo, el Beta del Alfa Víctor, yendo hasta su habitación con ojos brillantes por las lágrimas.—Máximo —comenzó con voz temblorosa—, necesito hablar contigo. Es sobre Rachel y Alexande
El frío de la noche se colaba por las rendijas de las ventanas del castillo Blackmore, mientras Rachel se encerraba en su habitación, sintiéndose desolada. Las lágrimas corrían por sus mejillas, y no entendía por qué él la había besado de esa manera si planeaba acostarse con Evelyn.—Puede hacer lo que quiera entonces, era obvio que esos dos iban a terminar en la cama —murmuró con voz quebrada, limpiando sus lágrimas con la manga de su vestido—. Pero eso no quita que me duela tanto, maldición.Su mente le decía que debía odiar al duque por todo lo que le había hecho pasar. Pero su corazón, ese traidor, le recordaba las cosas lindas que él había hecho por ella, y susurraba que le diera una oportunidad de explicarse.—Es obvio lo que ocurría, el ambiente era íntimo y esa mujer estaba casi desnuda… —se interrumpió cuando oyó golpes en la puerta.—Rachel, abre la puerta —era la voz de Alexander. Ella no respondió—. Sé que estás allí, te seguí.Su voz sonaba pastosa por el alcohol. Rachel
El castillo de Blackmore estaba alumbrado solamente por pequeños haces de luz, sumido en un silencio sepulcral, a excepción de los latidos acelerados de Rachel.Su boca se había secado y estaba tratando de no sufrir un infarto por lo que acababa de decirle Alexander. Le parecía estar metida en alguna especie de sueño, pero las sensaciones eran tan reales que comenzó a dudar de su cordura.—Alexander… creo que estás… —se calló cuando los ojos del duque volvieron a enfocarla—. D-debería descansar.—Eres tan hermosa… —suspiró.—Tú eres muy guapo y sexy —Rachel se sonrojó al confesarle esas palabras. Su garganta se apretó en un nudo y sintió ganas de llorar—. No sabía… lo que sentías.Él sonrió de medio lado y limpió con suavidad una lágrima que resbalaba por su mejilla. Su mirada cargada de ternura decía tanto, que la pobre Rachel se sintió abrumada por la intensidad de sus sentimientos.—Te necesito en mi vida, mi amor —dijo Alexander con voz apagada, muy somnoliento—. Te amo tanto… y n