Alexander se sentía aliviado de encontrar a Rachel con Elara, sabía que al menos había estado en buenas manos.La bruja era de las más poderosas de la zona y además, respetaba su puesto como Alfa, cosa que no pasaba con otras criaturas mágicas.Alexander se sentó en la pequeña mesa de la cocina, agradecido por el calor del té que Elara le había preparado. —Gracias por todo lo que has hecho por Rachel —dijo, tomando un sorbo—. Tu ayuda ha sido invaluable.Elara sonrió, sirviéndose una taza para sí misma.—Rachel es importante para mí. Haría cualquier cosa para verla bien.Mientras hablaban, la conversación derivó hacia el bosque que rodeaba su refugio. Elara le contó historias sobre la fauna y la flora, y Alexander compartió algunas anécdotas de sus propias experiencias en la naturaleza.De pronto, Elara recordó algo.—Rachel, ¿podrías ir a buscar el libro de hierbas medicinales en la biblioteca? Está en la estantería de la izquierda.Ella asintió y se levantó, contenta de tener una
Lyall, el lobo, siseó molesto al darse cuenta de que Rachel estaba golpeada. No creía que fuera a causa del bosque.«Si es lo que sospecho, voy a matar a ese tal Lucas» dijo con rabia, gruñendo.Alexander le concedió la razón, su mirada era de total preocupación y Rachel sintió que su corazón se aceleraba muy rápido, esta vez por otra razón.“Por toda la magia del universo… creo que me gusta Alexander”, pensó con pesar, creyendo que ya no era correspondida.—Es vergonzoso… —dijo ella, dejando implícito lo que había pasado con Lucas, sin concretar las palabras.Alexander entendió y su rostro se endureció. Lyall rugió en su interior y sus deseos de acabar con ese sujeto no hicieron más que crecer.Se acercó a Rachel, quien estaba tan blanca como papel, y le preguntó en voz baja:—¿Lucas te hizo esto?Demasiado avergonzada para hablar, Rachel se limitó a asentir.La mirada de Alexander se volvió peligrosa, algo que nunca había visto en él, y eso la asustó un poco. Sin embargo, saber que
La tensión con el duque Alexander crecía día a día, y una sombra oscura empañaba el corazón de la pobre Rachel.Dos días habían pasado desde la última vez que lo vio, y finalmente, allí estaba él. La chica lo observó, sintiendo una mezcla de esperanza y temor.Alexander avanzaba con paso firme, con rostro endurecido y la mirada fija en algún punto distante. Rachel creyó por un momento que él iba a hablarle, como había intentado hacer antes, pero al verla, su expresión se volvió más rígida. Pasó de largo, sin dedicarle ni un solo vistazo.“¿Pero qué…?” pensó anonadada.Con un nudo en la garganta, Rachel lo siguió con la mirada, sintiendo cómo su pecho se oprimía. —Tan diferente de antes, cuando siempre quería estar cerca de mí y yo no se lo permitía —murmuró preocupada. Aquellos días en que Alexander buscaba su compañía parecían ahora un recuerdo lejano y doloroso.Anhelaba desesperadamente una palabra suya, una mirada o algo mínimo de atención. Sin embargo, cada vez que ella estaba
El gran salón del castillo del duque Alexander estaba iluminado por candelabros que colgaban majestuosamente del techo, bañando la habitación en una cálida luz dorada. El ambiente estaba cargado de una mezcla de nostalgia y alegría, mientras los invitados compartían anécdotas y risas.Alexander, en su papel de anfitrión, se encontraba en el centro de la atención. A su alrededor, Víctor, Evelyn, y su Beta escuchaban atentamente mientras él contaba historias de sus aventuras pasadas.—¿Recuerdas aquella vez que enfrentamos a ese grupo de rogues en las montañas? —dijo Alexander, con una sonrisa cruzando su rostro—. Pensamos que no lo lograríamos, pero juntos superamos todas las adversidades.Víctor asintió, riendo. —¡Cómo olvidarlo! Casi perdemos a nuestros mejores hombres, pero gracias a ti salimos victoriosos.Evelyn, sentada cerca de Alexander, no podía dejar de mirarlo con admiración. Estaba encantada por la cálida bienvenida que había recibido y su mente estaba decidida en un obj
Mientras el día avanzaba, la presencia de los visitantes se hacía más notoria. Las risas y conversaciones en los salones llegaban hasta la habitación de Rachel, donde ella se sentía más aislada que nunca. Cada vez que escuchaba la voz de la pelirroja o la risa profunda de los hombres, un nudo de ansiedad se formaba en su estómago.Se removió inquieta, convencida de que esas personas habían llegado para hacer su estancia aún peor de lo que ya era. —Esa mujer que no me agrada para nada y lo peor es que Alexander se ve muy cómodo con ella. ¿Acaso no ve que se le quiere lanzar encima? —murmuró para sí, celosa—. Él no puede hacerle caso a esa mujer tan… elegante y hermosa. Anhelaba al menos una palabra de Alexander, pero él no estaba dispuesto a dársela. Con esa mujer se veía cómodo y con aires de familiaridad, algo que le causaba resquemor.Recordó a Evelyn y el hermoso vestido que cargaba, diciéndose que era una obra maestra de elegancia, con su brillo sedoso y corte perfecto. En cam
«“Invitada?” Rachel es más que eso y lo sabes», lo reprendió Lyall, molesto.«Al menos la defendí» suspiró Alexander.Pensaba que sería suficiente, pero las expresiones de Rachel durante la cena y al dirigirse a sus aposentos, lo llenaron de inquietud.«¿Por qué no hablas con Rachel? Esa Evelyn no me agrada y su loba es tan odiosa como ella. Sabes que no estuvo bien lo que hizo»«Pero…»«No la dejes sola justo ahora, idiota» gruñó Lyall. «De seguro se habrá sentido fuera de lugar, créeme que todavía consigo reconocer lo que siente»«De acuerdo», suspiró Alexander.Decidió ir a hablar con Rachel, pero cuando llegó a su habitación, ella se negó en redondo a verlo.—No me siento muy bien —dijo con voz plana, tratando de ocultar su tristeza—. Lamento mucho esto, alteza. Ella volvió a llamarlo de esa manera luego de haberlo llamado Alexander. ¿Estaría molesta con él? No quería eso tampoco, aunque la situación entre ellos ya de por sí era difícil.—Está bien, Rachel. Buenas noches —dijo a
Evelyn no podía quitarse a Alexander de la cabeza. Desde que llegó a Blackmore, había decidido que no iba a dejar pasar la oportunidad de seducirlo. No le importaba que Rachel fuera su Mate, estaba dispuesta a luchar por su puesto de Luna y su apuesto duque con garras y colmillos, así que planeaba deshacerse de la humana en pocos días.Encontró a Alexander en el salón de estudio, con el ceño fruncido y una mirada perdida.—Alexander —dijo ella, con una voz suave y seductora—. Te ves demasiado estresado. ¿Por qué no tomas un descanso? Puedo darte un masaje si quieres.Él levantó la vista, pero sus pensamientos estaban lejos de Evelyn. La preocupación por Rachel lo consumía. Había notado su semblante pálido y sus ojos tristes, y la culpa lo carcomía.—Debo terminar esto, Evelyn —respondió, tratando de sonar convincente—. Además, tú también deberías descansar.Ella no se dio por vencida. Se acercó más, dejando que su perfume lo envolviera.—Podríamos pasar un rato juntos. Te haría bie
Rachel había sido llamada a desayunar, pero se había negado, alegando que se sentía indispuesta.Alexander, visiblemente preocupado, caminaba de un lado a otro en el pasillo fuera de la habitación de Rachel. Sus pensamientos estaban llenos de inquietud, y no podía evitar sentir un nudo en el estómago. Finalmente, el médico salió de la habitación.—¿Cómo está? —preguntó Alexander, casi atropellando las palabras.—Rachel tiene un fuerte dolor de cabeza y está muy pálida y descompensada. Lo mejor sería que la dejara descansar —aconsejó el doctor, mirándolo con seriedad.Alexander asintió, pero en su interior sabía que no podía quedarse sin saber cómo estaba realmente. Ignorando el consejo del médico, abrió la puerta y entró en la habitación de Rachel.Ella estaba recostada en la cama, vestida con un camisón de dormir que apenas cubría su piel pálida y delicada. Su cabello dorado caía en suaves ondas alrededor de su rostro, y sus ojos azules se entreabrieron cuando lo vio entrar. El ani