El gran salón del castillo del duque Alexander estaba iluminado por candelabros que colgaban majestuosamente del techo, bañando la habitación en una cálida luz dorada. El ambiente estaba cargado de una mezcla de nostalgia y alegría, mientras los invitados compartían anécdotas y risas.Alexander, en su papel de anfitrión, se encontraba en el centro de la atención. A su alrededor, Víctor, Evelyn, y su Beta escuchaban atentamente mientras él contaba historias de sus aventuras pasadas.—¿Recuerdas aquella vez que enfrentamos a ese grupo de rogues en las montañas? —dijo Alexander, con una sonrisa cruzando su rostro—. Pensamos que no lo lograríamos, pero juntos superamos todas las adversidades.Víctor asintió, riendo. —¡Cómo olvidarlo! Casi perdemos a nuestros mejores hombres, pero gracias a ti salimos victoriosos.Evelyn, sentada cerca de Alexander, no podía dejar de mirarlo con admiración. Estaba encantada por la cálida bienvenida que había recibido y su mente estaba decidida en un obj
Mientras el día avanzaba, la presencia de los visitantes se hacía más notoria. Las risas y conversaciones en los salones llegaban hasta la habitación de Rachel, donde ella se sentía más aislada que nunca. Cada vez que escuchaba la voz de la pelirroja o la risa profunda de los hombres, un nudo de ansiedad se formaba en su estómago.Se removió inquieta, convencida de que esas personas habían llegado para hacer su estancia aún peor de lo que ya era. —Esa mujer que no me agrada para nada y lo peor es que Alexander se ve muy cómodo con ella. ¿Acaso no ve que se le quiere lanzar encima? —murmuró para sí, celosa—. Él no puede hacerle caso a esa mujer tan… elegante y hermosa. Anhelaba al menos una palabra de Alexander, pero él no estaba dispuesto a dársela. Con esa mujer se veía cómodo y con aires de familiaridad, algo que le causaba resquemor.Recordó a Evelyn y el hermoso vestido que cargaba, diciéndose que era una obra maestra de elegancia, con su brillo sedoso y corte perfecto. En cam
«“Invitada?” Rachel es más que eso y lo sabes», lo reprendió Lyall, molesto.«Al menos la defendí» suspiró Alexander.Pensaba que sería suficiente, pero las expresiones de Rachel durante la cena y al dirigirse a sus aposentos, lo llenaron de inquietud.«¿Por qué no hablas con Rachel? Esa Evelyn no me agrada y su loba es tan odiosa como ella. Sabes que no estuvo bien lo que hizo»«Pero…»«No la dejes sola justo ahora, idiota» gruñó Lyall. «De seguro se habrá sentido fuera de lugar, créeme que todavía consigo reconocer lo que siente»«De acuerdo», suspiró Alexander.Decidió ir a hablar con Rachel, pero cuando llegó a su habitación, ella se negó en redondo a verlo.—No me siento muy bien —dijo con voz plana, tratando de ocultar su tristeza—. Lamento mucho esto, alteza. Ella volvió a llamarlo de esa manera luego de haberlo llamado Alexander. ¿Estaría molesta con él? No quería eso tampoco, aunque la situación entre ellos ya de por sí era difícil.—Está bien, Rachel. Buenas noches —dijo a
Evelyn no podía quitarse a Alexander de la cabeza. Desde que llegó a Blackmore, había decidido que no iba a dejar pasar la oportunidad de seducirlo. No le importaba que Rachel fuera su Mate, estaba dispuesta a luchar por su puesto de Luna y su apuesto duque con garras y colmillos, así que planeaba deshacerse de la humana en pocos días.Encontró a Alexander en el salón de estudio, con el ceño fruncido y una mirada perdida.—Alexander —dijo ella, con una voz suave y seductora—. Te ves demasiado estresado. ¿Por qué no tomas un descanso? Puedo darte un masaje si quieres.Él levantó la vista, pero sus pensamientos estaban lejos de Evelyn. La preocupación por Rachel lo consumía. Había notado su semblante pálido y sus ojos tristes, y la culpa lo carcomía.—Debo terminar esto, Evelyn —respondió, tratando de sonar convincente—. Además, tú también deberías descansar.Ella no se dio por vencida. Se acercó más, dejando que su perfume lo envolviera.—Podríamos pasar un rato juntos. Te haría bie
Rachel había sido llamada a desayunar, pero se había negado, alegando que se sentía indispuesta.Alexander, visiblemente preocupado, caminaba de un lado a otro en el pasillo fuera de la habitación de Rachel. Sus pensamientos estaban llenos de inquietud, y no podía evitar sentir un nudo en el estómago. Finalmente, el médico salió de la habitación.—¿Cómo está? —preguntó Alexander, casi atropellando las palabras.—Rachel tiene un fuerte dolor de cabeza y está muy pálida y descompensada. Lo mejor sería que la dejara descansar —aconsejó el doctor, mirándolo con seriedad.Alexander asintió, pero en su interior sabía que no podía quedarse sin saber cómo estaba realmente. Ignorando el consejo del médico, abrió la puerta y entró en la habitación de Rachel.Ella estaba recostada en la cama, vestida con un camisón de dormir que apenas cubría su piel pálida y delicada. Su cabello dorado caía en suaves ondas alrededor de su rostro, y sus ojos azules se entreabrieron cuando lo vio entrar. El ani
Alexander estaba decidido. Había pasado toda la tarde dándole vueltas a su conversación matutina con Rachel y sabía que necesitaban aclarar las cosas. Caminó decidido hacia el jardín donde solían encontrarse con frecuencia. Cuando la vio a lo lejos, su corazón se aceleró, pero su entusiasmo se desvaneció al verla con Máximo. Los celos lo embargaron, y se sintió incapaz de pensar con claridad.“¿Qué demonios hacen juntos, como si se conocieran de toda la vida?”, pensó con el ceño fruncido, incapaz de apartar la vista de ellos.Rachel y Máximo estaban conversando bastante animados. Ella comenzó a reír de manera forzada, tratando de aparentar que disfrutaba de la compañía de Máximo, aunque en realidad no lo soportaba para nada. Al ver a Alexander acercarse, su corazón dio un vuelco. Esperaba que él viniera a hablar con ella, pero en cambio, lo vio fruncir el ceño.—Rachel, Máximo —saludó Alexander con creciente frialdad.—Alexander —respondió Rachel, tratando de mantener la compostur
Alexander y Rachel se besaban con una pasión desbordante. Sus labios se reconocían y encajaban a la perfección, llenando el aire de magia, deseo y amor.La mano de él, firme y decidida, se deslizaba por su espalda hasta llegar a su trasero. Rachel no se opuso, más bien lo recibió con un gemido suave, dejando claro cuánto ansiaba ese contacto.Ambos estaban llenos de una ansiedad primitiva, como animales en celo que solo desean un lugar a solas para abandonarse a sus instintos. Sus respiraciones eran rápidas y entrecortadas, cada beso era un desafío a la razón y un tributo a sus deseos.—Oh, Alexander —un nuevo gemido escapó de los labios de Rachel y él supo que tenían que parar.Con un enorme esfuerzo, el duque cortó el beso y la miró a los ojos, sintiendo una chispa de esperanza encenderse en su pecho. No podía creer que ella se dejara besar y acariciar de esa forma tan entregada. ¿Acaso ahora correspondía a sus sentimientos?Rachel, con la respiración agitada y una sonrisa jugueton
El corazón del duque latió con fuerza, atemorizado de que el asunto de Rachel creara una división en su manada.No era lo que quería, pero parecía que la huida de su Mate había causado demasiado resquemor entre todos.—¿Qué? ¿Por qué? —preguntó Alexander tratando de mantener la calma, aunque su voz temblaba—. ¿Es… porque es humana? —No solo porque es humana —aclaró el anciano—. Desde su llegada, ha estado reacia a aceptar el vínculo que tiene contigo, Alfa, eso ha traído consecuencias desastrosas para nuestra especie.—Pero… —Alexander trató de intervenir, pero fue interrumpido.—Además, esos cazadores se acercaron mucho al castillo, algo sin precedentes, y hemos deliberado llegando a la conclusión de que es debido a su presencia.—Eso es absurdo —terció el duque con voz dura—. No hay manera de relacionar a Rachel con esos cazadores. Es solo coincidencia que llegaran tan lejos mientras ella estaba en Blackmore.El anciano suspiró, sabiendo que sería difícil convencerlo de romper ese