CapítuloXLIII

Selene

—¿Por qué asumes que sé quiénes son? —resopló la loba, observándome con fastido—. Y, obviamente, no estoy aquí por voluntad propia.

Respiré, tratando de calmar mi nerviosismo. No ganaba nada perdiendo los estribos.

—Es verdad, lo siento. ¿Tienes alguna idea del por qué nos han traído? —cuestioné de vuelta—. ¿Ellos son Sigmas?

Me estremecí de solo pensarlo.

—Selene —dijo cautelosamente y mi cuerpo se sacudió al escuchar mi nombre salir de su boca, pero hice un enorme esfuerzo por tratar de ignorarlo—. Los Sigmas son lobos solitarios que han abandonado sus propias manadas, o han sido expulsados de ellas —aclaró—. Obviamente estos lobos ya no son Sigmas; han dejado de serlo, quiero decir.

—Entonces…

—Ellos tratan de formar una manada —explicó.

—¿Y para qué nos necesi…? ¡Oh por Dios! —me interrumpí a mí misma al darme cuenta de la verdad tan evidente que me había estado negando a contemplar.

Ellos en verdad nos necesitaban para hacer crecer a una manada.

—Pronto comenzará el celo —
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