AinaraVolver a ver a Adrik después de todos estos años fue como recibir un golpe directo en el estómago: me dejó sin aire y con la mente nublada, aun así, hice lo que mejor sé hacer y fingí que su presencia no me afectó en absoluto.Mentí. En verdad me estaba muriendo por correr y abrazarlo, o golpearlo, o gritarle en su cara lo idiota que fue al alejarse como lo hizo; al exponerse de esa forma tan tonta y valiente al mismo tiempo, que de solo recordar aquel día en que salió de la aldea en busca de su propio camino mis piernas vuelven a temblar con el mismo terror que me paralizó como a un jodido venado deslumbrado por las luces de un faro.Verlo de nuevo revivió cada una de las noches que pasé en vela imaginando lo peor, así como ese escalofrío tan familiar que me recorrió de pies a cabeza como cada vez que sus ojos se posaron sobre los míos.Estaba tan cambiado, tan arrolladoramente transformado en un hombre, que por poco y cedo al impulso de arrojarme a sus brazos y dejarme llevar
AinaraLos ojos de Adrik se agudizaron en mi dirección y sus labios se curvaron hacia arriba, brindándome una sonrisa burlona que me hizo estremecer. Hice lo posible por reprimir el escalofrío que recorrió mi columna vertebral, con tal de no darle la satisfacción de ver lo mucho que sus presencia me afectaba.Odiaba la influencia que tenía sobre mí. Las reaccones que provocaba en mi cuerpo.—¡Oh, claro que él vendrá! —aseguró—. Pero no será por ti, amor. No te hagas falsas ilusiones.—No sé de qué estás hablando.Esquivé su mirada inquisitiva cuando sus ojos se clavaron en los míos, haciéndome sentir tan poca cosa.—¿Cuándo vas a darte cuenta de que él no te quiere de esa forma, Ainara? —cuestionó con un rastro de dolor en su voz—. ¿De verdad vas a conformarte con lo poco que él puede ofrecerte?—¿Poco? ¿Se te hace poco ser un Alfa respetable y contar con la admiración de toda una manada?—Sabes bien que no me refiero a eso —masculló apretando los dientes tan fuerte que pensé que su q
IlanNo estaba seguro de lo que haría al encontrar a Adrik y sus secuaces. Él había sido mi mejor amigo desde que éramos apenas unos cachorros, hermanos de diferentes madres; lo amaba y respetaba como si en verdad compartiéramos sangre, pero esta vez había ido demasiado lejos.Se atrevió a poner sus manos sobre Selene sabiendo lo importante que era para mí, pues, de no saberlo, no se me ocurre otra explicación para llevársela. Una humana no servía de nada a sus planes de hacer crecer a su manada. Adrik tenía un plan, lo sabía, y ella había sido solo la carnada para atraerme hacia él.Sabía que estaba arriesgando mucho al caer en su trampa, pero no tenía otra opción; si Kaiya estaba en lo cierto, debía salvar a Selene a toda costa y no me importaba sufrir las consecuencias.—Ilan, esto no me gusta —dijo Garo, atravesando los muros de mi mente—. Sus huellas están por todas partes, está siendo demasiado fácil. Adrik no es tonto, ¿por qué sería tan descuidado?—Porque quiere que lo encuen
Ilan—¡Adrik! Mantén a raya a tus «hermanos» —ladré—. No queremos iniciar una guerra, solo queremos regresar a nuestra aldea.—Lo siento, Ilan. Mis hombres tienen el derecho de cortejar a tus hembras.—Adrik. ¡Lo prometiste! —chilló Ainara—. Dijiste que las dejarías ir si me quedaba contigo. Cumple tu maldita palabra o no cumpliré la mía.Los ladridos crisparon el aire y los lobos comenzaron a acercarse sigilosamente, listos para atacar, cuando el grito de Adrik cortó la tensión.—¡Alto! —ordenó. Sus lobos se detuvieron, a la espera de nuevas indicaciones—. No pelearemos más. Ilan, no puedes negarles el cortejo a mis lobos.—Puedo, y lo haré —increpé—. Tus hombres son simples Sigmas desertores sin derecho a nada. Ustedes mismos renunciaron a ello cuando decidieron abandonar sus territorios.—Mis hombres no son Sigmas, Ilan —masculló entre dientes, notablemente afectado por mi comentario—. No más.—No veo ninguna manada aquí. —Extendí mis brazos a mis costados, enfatizando mi punto—. Y
SeleneRegresamos a la aldea dejando atrás a los lobos de Adrik y, aunque Ilan no dejaba de repetir que Ainara estaría bien con él, mi tonto corazón no dejaba de preocuparse por ella. A pesar de lo mal que se había comportado conmigo, ella era una mujer al igual que yo y dejarla sola, rodeada de tantos hombres, me hizo recordar malas experiencias del pasado que preferiría borrar de mi memoria.—Tranquila —repitió Ilan apretando mi mano de manera reconfortante—. Ella estará bien, esos dos tienen un pasado y en verdad me alegra que por fin estén juntos. Ainara estará bien.—No lo sé…—Eres la mejor persona que he conocido, Selene. —Detuvo nuestro paso, solo para quedar frente a frente y sujetar mi barbilla antes de decir—: No sabes cuánto le agradezco a la luna el haberte puesto en mi camino.—Yo también se lo agradezco, Ilan —confesé—. Aunque no sé realmente cómo funciona esto…Su risa llenó el silencio del bosque y me atrajo a su pecho en un abrazo sobrecogedor. De verdad daba gracias
SeleneIlan separó sus labios de los míos dejándome ansiosa por más, pero esa necesidad fue reemplazada inmediatamente por la sensación caliente de su boca sobre la piel de mi cuello; bajó a mi clavícula y duró algunos segundos que me parecieron eternos, pues mi cuerpo anhelaba ser besado en otras partes que rogaban por su atención.Ilan tomó la parte posterior de mis muslos y me elevó a la altura de su rostro; caminó conmigo unos cuantos pasos hasta colocarme de espaldas contra el primer árbol que encontró y, aunque la corteza lastimó mi piel, no dije nada por temor a romper el momento. Necesitaba esto, lo anhelaba con la misma fuerza que mi corazón palpitaba contra mi caja torácica, amenazando con romper mis costillas.La poca luz diurna que iluminaba el cielo se apagó cuando las nubes cubrieron al sol, y un relámpago destelló entre los árboles, obligándome a entrecerrar los ojos.—Está a punto de llover —mascullé entre jadeos temblorosos al sentir los dedos de Ilan bajando mi blusa
SeleneEl rostro de Ilan se volvió de piedra al ver a su padre venir hacia nosotros. Su mano tomó la mía de forma sobreprotectora, ayudando a controlar un poco el temblor de mis dedos. Aun así, el temor invadió mi cuerpo y la ansiedad brotó por cada uno de mis poros.—Entonces es cierto —dijo el hombre, su mirada fija en nuestras manos unidas—. Me avergüenzas, Ilan. Eres una desgracia para la manada.—Piensa lo que quieras, padre —respondió a mi lado sin titubear ni un poco—, es mi vida, Selene es mi compañera y no pienso ponerlo en discusión.—¿Compañera? —se burló—. ¿Una asquerosa humana es tu compañera? ¿Te estás escuchando, Ilan? Eres patético, y lo que estás haciendo se considera traición. No hay piedad para el enemigo —cantó.—¡Sin piedad para el enemigo! —secundó el resto de la manada.—Es tu lema, tú lo creaste ¿ya se te olvidó? —continuó desafiándolo—. Cuando tu pobre madre moría desangrada por esa herida provocada por sus armas —increpó, señalándome con su dedo—. O cuando tu
Selene—Cuéntamelo todo otra vez, por favor —pedí a Kaiya una vez que estuvimos en su cabaña. Ilan había ido a hablar con su padre después de dejarme con mi amiga. No quería soltarme, pero lo convencí de que todo estaba bien. Me sentía lo bastante segura con Kaiya, casi tanto como me sentía con él.—Por tercera vez, Selene —bufó, rodando los ojos; luego, sonrió y tomó asiento junto a mí en la cama—. Tus padres son el mismo Helios, el dios del sol, y Selene, la diosa de la luna, y no, no eres una diosa; al romperse la maldición, mi madre se llevó consigo la poca magia que podía habitar en ti.—¿Entonces por qué...?—¿Brillaste? —interrumpió—. Bueno… no lo sé, supongo que tu padre hizo una pequeña intervención. —Se encogió de hombros—. De cualquier forma, me alegra mucho que estés de regreso, amiga.—A mí también, Kaiya. —Acepté su abrazo y me dejé envolver por el sentimiento de seguridad y confianza que siempre sentía con ella.Hablamos durante un largo rato sobre lo que sucedió cuando