Capítulo XLVII

Ilan

—¡Adrik! Mantén a raya a tus «hermanos» —ladré—. No queremos iniciar una guerra, solo queremos regresar a nuestra aldea.

—Lo siento, Ilan. Mis hombres tienen el derecho de cortejar a tus hembras.

—Adrik. ¡Lo prometiste! —chilló Ainara—. Dijiste que las dejarías ir si me quedaba contigo. Cumple tu maldita palabra o no cumpliré la mía.

Los ladridos crisparon el aire y los lobos comenzaron a acercarse sigilosamente, listos para atacar, cuando el grito de Adrik cortó la tensión.

—¡Alto! —ordenó. Sus lobos se detuvieron, a la espera de nuevas indicaciones—. No pelearemos más. Ilan, no puedes negarles el cortejo a mis lobos.

—Puedo, y lo haré —increpé—. Tus hombres son simples Sigmas desertores sin derecho a nada. Ustedes mismos renunciaron a ello cuando decidieron abandonar sus territorios.

—Mis hombres no son Sigmas, Ilan —masculló entre dientes, notablemente afectado por mi comentario—. No más.

—No veo ninguna manada aquí. —Extendí mis brazos a mis costados, enfatizando mi punto—. Y
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