Ilan—¡Adrik! Mantén a raya a tus «hermanos» —ladré—. No queremos iniciar una guerra, solo queremos regresar a nuestra aldea.—Lo siento, Ilan. Mis hombres tienen el derecho de cortejar a tus hembras.—Adrik. ¡Lo prometiste! —chilló Ainara—. Dijiste que las dejarías ir si me quedaba contigo. Cumple tu maldita palabra o no cumpliré la mía.Los ladridos crisparon el aire y los lobos comenzaron a acercarse sigilosamente, listos para atacar, cuando el grito de Adrik cortó la tensión.—¡Alto! —ordenó. Sus lobos se detuvieron, a la espera de nuevas indicaciones—. No pelearemos más. Ilan, no puedes negarles el cortejo a mis lobos.—Puedo, y lo haré —increpé—. Tus hombres son simples Sigmas desertores sin derecho a nada. Ustedes mismos renunciaron a ello cuando decidieron abandonar sus territorios.—Mis hombres no son Sigmas, Ilan —masculló entre dientes, notablemente afectado por mi comentario—. No más.—No veo ninguna manada aquí. —Extendí mis brazos a mis costados, enfatizando mi punto—. Y
SeleneRegresamos a la aldea dejando atrás a los lobos de Adrik y, aunque Ilan no dejaba de repetir que Ainara estaría bien con él, mi tonto corazón no dejaba de preocuparse por ella. A pesar de lo mal que se había comportado conmigo, ella era una mujer al igual que yo y dejarla sola, rodeada de tantos hombres, me hizo recordar malas experiencias del pasado que preferiría borrar de mi memoria.—Tranquila —repitió Ilan apretando mi mano de manera reconfortante—. Ella estará bien, esos dos tienen un pasado y en verdad me alegra que por fin estén juntos. Ainara estará bien.—No lo sé…—Eres la mejor persona que he conocido, Selene. —Detuvo nuestro paso, solo para quedar frente a frente y sujetar mi barbilla antes de decir—: No sabes cuánto le agradezco a la luna el haberte puesto en mi camino.—Yo también se lo agradezco, Ilan —confesé—. Aunque no sé realmente cómo funciona esto…Su risa llenó el silencio del bosque y me atrajo a su pecho en un abrazo sobrecogedor. De verdad daba gracias
SeleneIlan separó sus labios de los míos dejándome ansiosa por más, pero esa necesidad fue reemplazada inmediatamente por la sensación caliente de su boca sobre la piel de mi cuello; bajó a mi clavícula y duró algunos segundos que me parecieron eternos, pues mi cuerpo anhelaba ser besado en otras partes que rogaban por su atención.Ilan tomó la parte posterior de mis muslos y me elevó a la altura de su rostro; caminó conmigo unos cuantos pasos hasta colocarme de espaldas contra el primer árbol que encontró y, aunque la corteza lastimó mi piel, no dije nada por temor a romper el momento. Necesitaba esto, lo anhelaba con la misma fuerza que mi corazón palpitaba contra mi caja torácica, amenazando con romper mis costillas.La poca luz diurna que iluminaba el cielo se apagó cuando las nubes cubrieron al sol, y un relámpago destelló entre los árboles, obligándome a entrecerrar los ojos.—Está a punto de llover —mascullé entre jadeos temblorosos al sentir los dedos de Ilan bajando mi blusa
SeleneEl rostro de Ilan se volvió de piedra al ver a su padre venir hacia nosotros. Su mano tomó la mía de forma sobreprotectora, ayudando a controlar un poco el temblor de mis dedos. Aun así, el temor invadió mi cuerpo y la ansiedad brotó por cada uno de mis poros.—Entonces es cierto —dijo el hombre, su mirada fija en nuestras manos unidas—. Me avergüenzas, Ilan. Eres una desgracia para la manada.—Piensa lo que quieras, padre —respondió a mi lado sin titubear ni un poco—, es mi vida, Selene es mi compañera y no pienso ponerlo en discusión.—¿Compañera? —se burló—. ¿Una asquerosa humana es tu compañera? ¿Te estás escuchando, Ilan? Eres patético, y lo que estás haciendo se considera traición. No hay piedad para el enemigo —cantó.—¡Sin piedad para el enemigo! —secundó el resto de la manada.—Es tu lema, tú lo creaste ¿ya se te olvidó? —continuó desafiándolo—. Cuando tu pobre madre moría desangrada por esa herida provocada por sus armas —increpó, señalándome con su dedo—. O cuando tu
Selene—Cuéntamelo todo otra vez, por favor —pedí a Kaiya una vez que estuvimos en su cabaña. Ilan había ido a hablar con su padre después de dejarme con mi amiga. No quería soltarme, pero lo convencí de que todo estaba bien. Me sentía lo bastante segura con Kaiya, casi tanto como me sentía con él.—Por tercera vez, Selene —bufó, rodando los ojos; luego, sonrió y tomó asiento junto a mí en la cama—. Tus padres son el mismo Helios, el dios del sol, y Selene, la diosa de la luna, y no, no eres una diosa; al romperse la maldición, mi madre se llevó consigo la poca magia que podía habitar en ti.—¿Entonces por qué...?—¿Brillaste? —interrumpió—. Bueno… no lo sé, supongo que tu padre hizo una pequeña intervención. —Se encogió de hombros—. De cualquier forma, me alegra mucho que estés de regreso, amiga.—A mí también, Kaiya. —Acepté su abrazo y me dejé envolver por el sentimiento de seguridad y confianza que siempre sentía con ella.Hablamos durante un largo rato sobre lo que sucedió cuando
IlanDejar a Selene justo después de lo que acababa de suceder fue lo más difícil que había tenido que hacer en mucho tiempo, pero necesitaba aclararle a mi padre por qué la elegía a ella por encima de mi manada, incluso por encima de él y de toda nuestra especie si fuera necesario.La tensión que emanaba de mis hermanos podría salirse de control en cualquier momento y lo último que necesitaba era iniciar una guerra interna que terminaría por separar a la manada, y no sería yo quien los dividiera otra vez. Preferiría alejarme con Selene y dejar el liderazgo en manos de mi hermano, a tener que ver cómo se desmoronaba en pedazos lo que tanto me había costado construir durante estos años.—No estoy de acuerdo —ladró mi padre apenas entramos en mi cabaña, sin darme tiempo siquiera de hablar—. Viste lo que acaba de suceder, todos fuimos testigos de los problemas que esa humana, o semidiosa, o lo que sea, puede atraer a la manada. Es arriesgado, por no decir que estúpido, involucrarse con e
Ilan—¿Estás listo para unir tu vida a la pequeña humana? —preguntó Adrik a mis espaldas, sorprendiéndome mientras terminaba de prepararme para la ceremonia de unión.Por fin había llegado la noche en la que compartiría mi alma con Selene, y no podía estar más nervioso y ansioso que ahora. No la había visto en todo el día y ya la extrañaba como un demente.—Pensé que te habías ido con tu manada —respondí, dándome vuelta para quedar frente a él.—No podía irme en el día más importante de tu vida…, amigo —pronunció cautelosamente, esperando mi reacción.Las palabras se agolparon en mi garganta debido al profundo agradecimiento que sentí al saberlo cerca en una ocasión tan especial. Adrik no era mi amigo, nunca lo fue. Él era mi hermano, y lo quería de la misma forma en que quería a Garo.Siempre estuvo ahí para mí, en las buenas y en las malas; su hombro fue mi refugio cuando perdí a Nami y a mi madre, y pensé que jamás podría reponerme de ese golpe tan duro. Y definitivamente lo quería
Selene—¿Ya vas a decirme para qué hiciste todo eso con la navaja? —pregunté a Ilan, observando mi mano y la herida que había dejado de sangrar.Estábamos recostados en la hierba a la orilla de la laguna después de haber unido nuestras almas y nuestros cuerpos de todas las formas posibles en las que dos personas se pueden fusionar. Ilan suspiró pesadamente, haciendo que su pecho se elevara y con él mi cabeza. Mis manos no podían estar quietas mientras se deslizaban por el abdomen esculpido de mi compañero.—Yo… ligué tu vida a la mía —explicó, dejándome igual de confundida que antes.—No entiendo. ¿Qué… qué quieres decir con ligar, Ilan?—Quiere decir que… —Se lo pensó durante unos segundos antes de decir—: básicamente, si tú mueres, yo muero…—¡¿Qué?! —Me atraganté, levantándome tan rápido como un resorte—. Ilan… ¿estás bromeando? Soy una humana, literalmente podría morir ahora mismo de un infarto por lo que acabas de decir y, ¿te atreviste a hacer una tontería como esa?—No es una t