Capítulo 3
Esos minutos silencio fueron tal vez eternos, aunque ninguno de ellos dejaba de pensar en esa más que extraña situación donde ambos estaban juntos sin querer decir nada o tal vez queriendo, pero sin saber qué decir.
«De seguro tiene novio… aunque se cambió de estado tal vez dejó todo para comenzar de nuevo» pensaba Howard.
«¿Cómo es que está solo?... Si tiene de todo y más que bien puesto» pensaba Liz «ya cálmate… recuerda lo que viviste hace un tiempo, no quisiera pensar qué pensaría de mí si supiera mi pasado con Roman, además puedo asegurar mis calzones que Lily esa enamorada del mal geniudo aquí presente, que desperdicio de hombre, podría ser un hombre perfecto, pero con ese temperamento ni cómo ayudarlo, nada que ver con mi detective estrella»
Justo en ese momento se abre la puerta del elevador y Liz recibe una llamada —¡Arthur! Hola, ¿cómo estás? —respondió Liz hasta emocionada.
«¡Arthur! ¿Quién diablos es ese tal Arthur? ¿Por qué contestó así tan alegre con él?... Creo que debo calmarme, esto no está bien» pensó Howard mientras se detuvo mirando como Liz se alejaba mientras hablaba por teléfono ignorándolo por completo.
Seguía embobado viendo el caminar de esa chica que tenía una personalidad fuerte y aunque no lo quisiera reconocer ese era el tipo de mujer a la que le debía tener miedo, pero también que le atraían como ninguna otra.
Por su parte, nada más Liz llegaba a su carro escuchó la noticia que la dejó por momentos sin palabras.
—Pelirroja voy en camino, necesito verte, es muy importante.
—¿Qué pasa? te siento preocupado —respondió Liz mientras buscaba las llaves del carro en el fondo de su bolsa porque la verdad es que nada más escuchó a Arthur y olvido por completo a Howard.
—¿Ya terminaste de desempacar todo? —preguntó Arthur.
—La verdad es que no… sólo saqué mi ropa de las maletas, pero tengo aun muchas cajas en mi sala sin abrir pensaba hacer eso esta noche.
—Escúchame bien lo que te diré por favor, te están esperando un par de detectives en tu departamento ellos te ayudaran a mover todas tus cosas.
—¡¿Qué cosa?! ¡Eso no! ¡Acabo de mudarme!
—Nena tengo ya listo un departamento con mayor seguridad incluso necesito que no uses tu apellido y por favor por un tiempo no llames a tu familia.
—Espera ¡¿De qué hablas?! ¿Qué no use mi apellido? Ya les dije a todos que soy Liz García.
—Nena estás en peligro yo llego en unas horas.
—¡¿Cómo que estoy en peligro?!
Aunque Howard trató de ser disimulado y seguirla sin entender bien por qué para ese entonces Liz estaba demasiado envuelta en su conversación como para notarlo, pero justo se estaba subiendo al carro cuando dijo en voz alta “¡¿Cómo que estoy en peligro?!”
Howard quería por todos los medios tratar de escuchar más pero después de eso Liz se subió al carro y ya no pudo seguir escuchando «¿Está en peligro?» esas palabras retumbaban en su mente casi como una alarma y lo peor sentía y sabía que no podía hacer nada, por más que trató solo pudo escuchar eso.
«¿Tal vez ese es el motivo por el que quiso dejar New York?» pensaba mientras comenzó a buscar su carro que estaba en dirección opuesta pero que por estar siguiendo a Liz para tratar de escuchar lo había olvidado.
Justo en ese momento recordó la primera vez que vio a Liz en la ciudad y recordó que era el mismo carro en el que Liz se iba en ese momento incluso tenía aún las placas de New York ahora si no tenía dudas… ella era la loca que hasta le hizo señas con el dedo y no pudo evitar sonreír cuando lo recordó.
Mientras Howard manejaba a su lujoso departamento no dejaba de pensar en Liz y se hacía todo tipo de preguntas «¿Cómo es que está en peligro? ¿Quién será ese tal Arthur? ¿Por qué habrá contestado tan emocionada? ¿Será que está enamorada de él?» y después de un rato «¿Por qué carajos me tiene que importar su vida?»
Y como si el lugar de Howard fuera un fiel reflejo de su oficina llegaba a un departamento perfecto y lujoso en Sunny Isles, pero totalmente frío, sin poder recibir la luz natural por estar siempre con las cortinas cerradas y un balcón con vistas al mar que ni siquiera usaba.
Miró a su alrededor y fue como escuchar a Liz criticando también su departamento, no había ninguna fotografía sólo cuadros abstractos en las paredes que incluso todos eran en colores pastel.
No había ni siquiera una planta artificial, tenía el piso más alto de ese edificio con una vista privilegiada al mar, pero estaba completamente solo, ni siquiera veía a la señora de la limpieza de hecho no recordaba ni el nombre de ella, hasta cenaría en soledad como cada noche en una enorme mesa con una comida que estaba lista para él en el horno.
Caminó hacia una gaveta y sacó una fotografía donde él estaba sonriendo feliz junto a una hermosa mujer —¿Por qué? —se preguntó —¿Por qué tenías que esperar al día de nuestra boda para decirme que no me amabas? ¿Por qué el engaño con mi mejor amigo?
Aunque lo quisiera evitar no pudo controlar una lágrima traicionera rodar por su mejilla, aun sentía dolor, no había podido olvidar el momento en que su mejor amigo y Alice salieron de la iglesia tomados de la mano frente a todos los invitados mientras él se quedaba solo frente al altar escuchando el murmullo de los invitados.
Recordaba como las páginas de sociales de Los Angeles hablaban de ese momento y como la fotografía de Alice Bernard y la de Benjamín Howard era motivo de burlas para muchos.
Después de ese doloroso momento viajó al otro extremo del país para hacerse cargo de sus oficinas desde Miami, la mayoría de sus conferencias y reuniones eran sólo por videoconferencia, no ver la luz natural y el esconderse tras un escritorio le daba la protección necesaria, enfrentarse a las personas lo volvía vulnerable y había aprendido a esconder esa parte de él.
No tenía una vida normal, se aisló de todos y aunque era realmente un genio en bolsa de valores había olvidado como tener contacto directo con las personas, esas famosas cenas de beneficencia eran para él una tortura, aunque en esta ocasión por primera vez en mucho tiempo no iría solo y no pudo evitar esbozar una sonrisa cuando pensó en eso.
Esa noche decidió sentarse un rato en el balcón y respirar profundo ese aire que trae el aroma del mar, hacía tanto que se había olvidado de vivir y disfrutar de verdad, tenía tanto y al mismo tiempo tan poco, incluso poco después de lo ocurrido en el día de su boda sus padres murieron ahora por primera vez se sentía completamente solo y esa soledad nunca le había importado tanto como hasta en ese momento.
Por primera vez en mucho tiempo pensó «¿De qué me sirve tener una cuenta en el banco con tantos ceros si no tengo a nadie mi lado, llego a este lugar y no me espera ni un gato mucho menos un perro»
Estaba seguro de que en su corazón ya no quedaba nada de ese gran amor que algún día sintió por Alice, sólo un enorme vacío que no se había dado la oportunidad de llenar, podría tener a cualquier mujer, era joven, con sólo 36 años, ya habían pasado 6 años de ese momento y nunca volvió a saber de ella ni Jorge solo una carta que alguna vez dejaron en recepción para él y que después de arrugarla para tirarla a la basura decidió guardarla entre las páginas de un libro sintiendo que no tenía el valor de leerla, después de eso tampoco quiso investigar, pero por primera vez en mucho tiempo sentía algo extraño, tal vez Liz con su personalidad había en cosa de horas remecido su mundo.
Encendió la televisión para distraerse, pero no lograba conseguirlo y mucho menos cuando cada comercial le hablaba de lugares lindos que disfrutar durante las fiestas, cenas, hoteles, pero él simplemente estaba solo.
***
Cuando Liz llegó a su departamento encontró a los dos agentes ya esperando por ella —Me pueden explicar bien ¿Qué está pasando? —pregunto Liz —Si no fuera porque es Arthur el que me pide que haga esta locura les prometo que no lo haría.
—Tranquila —dijo uno de ellos la verdad es que Arthur no permitiría que nada malo le pasara así que esto será por su seguridad, aunque trataremos de que mantenga su vida lo más normal posible.
Sólo tardaron un par de horas y pusieron todas las cajas en una camioneta mientras Liz se encargaba de desocupar los closets y no tardó mucho en despedirse de ese lugar en el que pensó pasaría esta nueva etapa en su vida que sólo duró menos de dos días.
El nuevo edificio estaba en una zona exclusiva de Miami así que las primeras palabras de Liz fueron —¡¿Acaso Arthur se volvió loco?! ¡Yo no puedo pagar algo como esto! —dijo Liz apenas se bajó de su vehículo y se quedó viendo la fachada de ese exclusivo lugar.
Un hermoso edificio con vistas al mar en una de las avenidas exclusivas de la ciudad, de seguro una renta ahí sería unas 3 o 4 veces fácil lo que ella había conseguido.
—Tranquila Liz —dijo uno de los agentes al ver su cara de preocupación —La renta de los departamentos está cubierta.
—¿Cómo que los departamentos? ¿A qué se refieren con eso?
—¡Hola pelirroja linda! —dijo Arthur quien venía llegando —Significa que seremos vecinos a menos que quieras que vivamos juntos.
—¡¡Arthur!! Qué bueno verte, pero antes me puedes explicar bien qué pasa —dijo Liz dándole un fuerte abrazo, pero con una sonrisa que no pudo controlar.
—Claro que si linda, pero entremos todo a tu nuevo hogar y después hablamos.
Liz estaba completamente confundida con la situación y su cabeza estaba llena de preguntas, pero estaba dispuesta a escuchar con mucho cuidado porque debía reconocer que tener a Arthur a su lado le gustaba más de lo que alguna vez pudo siquiera imaginar.
Arthur era un hombre que a pesar de siempre estar rodeado de peligro la podía hacer sentir segura, pero que él estuviera ahí para protegerla significaba sin lugar a duda que el problema era serio.
Después de entrar todas las cosas a un hermoso departamento que tenía a Liz no sólo asombrada, sino que cada vez con más preguntas, los agentes se retiraron y ella se quedó junto a Arthur. —¿Te parece si ordeno algo para que podamos cenar?… Apuesto que no has comido nada —dijo Arthur con esa sonrisa que de seguro iluminaba su día. —Si por favor ¿Qué tal una pizza tamaño familiar y unas cervezas bien frías?… creo que la ocasión lo amerita —respondió Liz levantando las cejas. Arthur sólo sonrió y tomó su teléfono para hacer una orden, después le dio un beso en la frente a Liz y salió con una sonrisa. Liz quedó pensando «qué fácil sería enamorarme de ti, pero tengo un sentimiento extraño como si tuviera miedo» de pronto sacudió la cabeza y se reprochó ella misma «Ya deja de tener pensamientos raros, primero tu jefe aunque eso es no, no con ese genio me vale que parezca Dios griego y ahora Arthur, es que tú no aprendes Liz ¿Qué no recuerdas lo vivido? De seguro ya se te olvido… aun
A la mañana siguiente en el décimo piso de ese elegante y exclusivo edificio Liz y Arthur despertaban muy temprano cada uno en su departamento, aunque tal vez ambos con el mismo sueño de no despertar tan solos. Para ella era hora de prepararse para un día de trabajo, pero antes le emocionaba saber que no desayunaría sola, estaba muy alegre y aun no entendía la razón, pero se preocupó de tener todo listo cambiando la típica taza de café con una tostada por algo especial inclusive un jugo de naranja para cada uno. Cuando no eran ni las 8am Arthur estaba tocando a su puerta y Liz corrió emocionada. Las primeras palabras de Arthur fueron —Buenos días pelirroja, hoy estás muy linda. —Buenos días, Arthur, gracias, pero eso quiere decir que ayer no estaba bonita. —Yo no quise decir eso. Liz sólo rodó los ojos y le dio un dulce beso en la mejilla que hizo que Arthur cerrara los ojos por un segundo. —Tengo listo el desayuno así que por favor pasa —dijo Liz sacándolo de ese segu
Liz cerró los ojos por unos segundos como queriendo creer que lo que acababa de ver y escuchar era claramente producto de su imaginación y el estrés, pero al abrirlos nuevamente se dio cuenta que tenía el sobre en sus manos. Si ver a Roman ya la había asustado o mejor dicho espantado, eso la dejó casi sin habla y dio un salto soltando el sobre, pero este volvió a levantarse por sí solo hasta llegar nuevamente frente a ella. —¿Por qué? —se preguntó en voz alta —En su momento hice todo lo que me pediste incluso me olvidé de ser yo para complacerte. —Liz por favor perdóname por haber sido un desgraciado contigo —escuchó la voz de Roman en esa oficina que estaba completamente vacía. Liz se giró por completo como tratando de encontrarlo, aunque en su corazón no quería que eso sucediera —¿Qué quieres de mí ahora? No pienso ser alguien que no soy por darte el gusto —dijo muy seria. —Liz por favor perdóname por eso, fui un… —Un patán, un idiota, un maldito imbécil es
Liz caminaba como perdida en un mundo que ni ella podía entender, ¿Cómo era posible que escuchara, sintiera la presencia y hasta en un momento viera a Roman frente a ella? ¿Por qué razón él la había buscado cuando fue ella quien ayudó a Arthur a conseguir pruebas en su contra? Guardó todas sus cosas lo más rápido que pudo, puso el sobre con la carta en su bolso respirando profundo, sentía que eso no estaba bien, pero podía asegurar que si no leía esa carta Roman no dejaría de molestarla así que caminó rápidamente hacia el elevador queriendo no pensar, aunque eso era prácticamente imposible. Esos minutos mientras se preparaba para irse los sintió como si fueran eternos, sin mencionar la espera de ese elevador frío rodeado de espejos que la hacía sentir como si alguien más la observaba en cada momento, ni siquiera podía controlar esos movimientos involuntarios de sus manos tratando de dar pequeños golpecitos hasta en la pared, eso era algo que no podía controlar cada vez que est
A su llegada al edificio Arthur la dejó en la puerta de su departamento prometiéndole que volvería en un par de horas a lo que Liz sólo asentó con la cabeza dándole una ligera sonrisa sin decir nada más, sentía miedo de lo que ella misma pudiera decir y dentro de ella agradecía estar sola por unas horas ya que sabía que debía leer la famosa carta que aún guardaba.Nada más Arthur se fue Liz abrió de inmediato su bolso tomó el sobre, lo observó bien por todas partes tratando de ver si en algún momento había sido abierto, pero para su desgracia al parecer eso nunca sucedió.El único nombre en el sobre era el de Benjamín Howard se notaba que había sido una carta entregada por mano, ni siquiera había una dirección, «de seguro sabía bien de quién era y aun así no la quiso abrir… ¿Por qué?» se preguntó Liz. —¿Y ahora que se supone voy a hacer para que no se note? —dijo en voz alta.—¿Vamos Liz me vas a decir que nunca has abierto una carta que no es para ti? —era no sólo la voz sino tambi
Casi sin darse cuenta entre caminar de un lado para otro en su departamento sin prácticamente poder hacer mucho Liz se preguntaba una y otra vez cómo le podría contar a Arthur lo que había encontrado, era obvio que no podía decir nada de Roman y sus apariciones.—Sólo di que encontraste la carta y que algo te dijo que debías leerla, no digas nada del viejo truco de la tetera —era la voz de Roman.—De seguro Arthur me va a creer así de fácil, a veces siento que puede leer mis pensamientos y de seguro se dará cuenta de que no le estoy diciendo toda la verdad.Era curioso en ese instante la conversación entre Roman y Liz era como la de dos amigos que se ponen de acuerdo para poder salir juntos de un problema.—Roman de una vez por todas me puedes explicar qué has hecho con la tal Alice o ese Jorge a mí me late chocolate que aquí hay algo más —preguntó muy seria Liz —¡Vamos habla de una buena vez! —le exigió, es más hasta agarró un plato que era lo más cerca que tenía para lanzárselo y al
Arthur tenía emociones encontradas, su mente le decía que no debía permitirse una relación con Liz, la última vez que intentó algo así con una chica las cosas no terminaron bien en especial para ella, pero al mismo tiempo pensaba que Liz era distinta con ese carácter más agresivo y fuerte que había nacido en ella después de salir de esa relación tóxica con Roman.Sabía bien que esta nueva Liz no se parecía en nada a Amalia su antigua novia y mientras más su mente le decía que se alejara de ella su corazón más le decía que no la dejara sola.Ahora sentía incluso celos de ese jefe que para peor al parecer ella encontraba hasta atractivo, pero por sobre todo sentía que de alguna manera Liz había entrado en su corazón y aunque no lo quisiera reconocer cada vez le costaba más no demostrar ese sentimiento.Sin decir una palabra tomó la carta y leyó con calma cada línea entendiendo de esa manera todo lo que Liz acababa de decir.—¿Qué vamos a hacer? —preguntó preocupada cuando se dio cuenta
Esa mañana Howard despertaba como nunca con un vaso vacío de licor en su mano y con un dolor en el cuello después de haberse quedado dormido la noche anterior en sofá de la sala, regañándose el mismo porque eso no era algo que acostumbraba a hacer se levantó sintiendo un fuerte dolor de cabeza para dirigirse a la cocina por unas pastillas sabiendo que su día recién comenzaba.«Creo que no es buena idea ir hoy a la oficina» pensó mientras se tragaba de golpe 3 pastillas para el dolor de cabeza.Tomó su teléfono y llamó para dejar un mensaje al buzón de la recepción de su oficina y así evitar ser molestado con preguntas o llamadas que no tenía ganas de responder.«Estas odiosas cenas siempre me ponen de mal humor, al menos este año no llegaré solo, aunque no se si eso sea bueno» pensó mientras se miraba en el espejo viendo que tenía una cara como de haber no dormido en toda la noche.Por primera vez en varios años sentía que debía prepararse para verse lo mejor posible, muy dentro de él