A la mañana siguiente en el décimo piso de ese elegante y exclusivo edificio Liz y Arthur despertaban muy temprano cada uno en su departamento, aunque tal vez ambos con el mismo sueño de no despertar tan solos.
Para ella era hora de prepararse para un día de trabajo, pero antes le emocionaba saber que no desayunaría sola, estaba muy alegre y aun no entendía la razón, pero se preocupó de tener todo listo cambiando la típica taza de café con una tostada por algo especial inclusive un jugo de naranja para cada uno.
Cuando no eran ni las 8am Arthur estaba tocando a su puerta y Liz corrió emocionada.
Las primeras palabras de Arthur fueron —Buenos días pelirroja, hoy estás muy linda.
—Buenos días, Arthur, gracias, pero eso quiere decir que ayer no estaba bonita.
—Yo no quise decir eso.
Liz sólo rodó los ojos y le dio un dulce beso en la mejilla que hizo que Arthur cerrara los ojos por un segundo.
—Tengo listo el desayuno así que por favor pasa —dijo Liz sacándolo de ese segundo donde su mente estaba en las nubes.
Después de ese simple, pero sin lugar a duda especial desayuno para ambos salieron juntos, Arthur necesitaba asegurarse de que Liz estuviera bien todo el tiempo, su instinto le decía que ella podría estar en peligro, aunque ahora no sabía si eso sería por estar cerca de él.
***
Howard había vuelto esa mañana más temprano que de costumbre a su oficina encontrando todo el desorden que había dejado en su escritorio el día anterior por seguir a Liz y eso era algo a lo que él no estaba acostumbrado.
Trataba de entender qué le pasaba con esa chica, de pronto le recordaba tanto a Alice que no podía entender si la quería ahora cerca o lo más lejos de él.
Apenas Liz llegó a la oficina arregló su gafete para que ahora dijera Luz Gibson mientras cruzaba los dedos para que nadie lo notara.
Por su parte Arthur estaba aprovechando para revisar las cámaras de seguridad del lugar, por su trabajo tenía contactos en todas partes y este lugar no era la excepción así que fue fácil para él.
Cuando Liz golpeó a la puerta de la oficina de su jefe respiró profundo tal vez con la secreta esperanza que él no estuviera, pero escuchó la firme voz desde el interior —¡Adelante!
—Buenos días, señor Howard, soy Luz ¿Cómo está hoy?
Howard quedó en silencio unos segundos «Luz ¿Qué no se llamaba Liz?» pensó, aunque al mismo tiempo lo dudó y rápidamente respondió para evitar la crítica que esa chica podría hacerle si aceptaba una vez más que había olvidado su nombre.
—Buenos días… Luz —respondió seriamente.
Liz simplemente sonrió y dentro de ella agradeció que su jefe fuera un tanto despistado en esa área.
Cada día de esas primeras semanas fueron para Howard una mezcla de emociones no le desagrada tener a Luz o Liz cerca, pero le asustaba acostumbrarse a su presencia.
Casi sin darse cuenta durante ese tiempo se estaba comenzado a depender de ella como no lo había hecho de nadie antes, mientras tanto Arthur seguía cuidando de Liz, aunque cada vez que estaba cerca de ella sentía miedo de demostrar esos sentimientos con los que sabía bien estaba luchando.
Esas semanas habían pasado más rápido de lo esperado para todos, un día antes de la cena Howard decidió no ir a la oficina y eso era realmente inusual, incluso muchos de los trabajadores del lugar sabían que hasta los fines de semana estaba ahí.
Ese jueves Liz recibió un email que decía “Señorita Luz por favor maneje mis cosas por hoy y no se preocupe por ir mañana a la oficina sólo prepárese con calma para el evento de la noche pasaré por usted a la dirección que me envió… La veo a las 6pm mañana”
Liz respiró profundo y de pronto recordó y dijo en voz alta con cara de espanto —la dirección, noooooooo… si ahí solo duré un día Arthur ahora me vas a ayudar a arreglar este lío si ve donde vivo ahora va a creer que me está pagando demasiado.
Rápidamente tomó su celular —Arthur mi jefe planea pasar por mí a mi antiguo departamento mañana en la tarde.
—Pelirroja sólo dile que iras por tu cuenta que no se preocupe, por ahora tenemos un problema más serio.
—¿Qué sucede?
—Me acaban de avisar que encontraron muerto en su celda a Roman, de seguro ahora te están buscando, de hecho, ya fueron a tu antigua oficina, pero Roberts siguió mis órdenes y dijo que no sabía nada de ti.
—Alguien fue a la oficina del señor Robertss, no quiero saber que debió pensar de mí —dijo Liz muy asustada.
—Tengo personal ubicado en lugares específicos de la oficina además tengo acceso a las cámaras de seguridad del edificio, estoy casi seguro de que los que desaparecieron a Roman son un pez incluso más gordo que él.
—Que pez gordo ni que nada, esa pinche ballena me quiere hacer algo y yo ni sé quién es.
—Tranquila pelirroja yo no te dejaré sola en esto —dijo Arthur cerrando los ojos.
—Por favor, Arthur, no me dejes sola en esto ahora si tengo miedo.
—Nena recuerda que yo te enseñé a defenderte no te preocupes paso por ti a la salida por ahora vamos incluso a cambiar tu carro.
—¡¿Mi carro?!
—Linda, yo sólo lo voy a guardar en un lugar seguro, aun lo tienes con placas de New York en La Florida eso llama la atención, pero después nos ocuparemos también de ese detalle.
—Tienes razón… se me ha olvidado por completo lo del traspaso de las placas a unas de este estado pero es que en realidad ni siquiera he manejado con eso de que tú me llevas a todos lados —respondió con tristeza Liz, pero debía reconocer que le gustaba que Arthur la tratara con tanto cuidado.
Ese día para Liz en el trabajo fue extremadamente largo sin Howard, aunque sabiendo que él no estaría abrió las cortinas y permitió que la luz natural entrara en esa oficina.
Se acercó a la ventana poniendo sus manos en el cristal, la vista era hermosa «¿Cómo y Por qué razón ese hombre se negaba el placer de poder ver algo tan lindo?» pensó en ese momento.
Se puso incluso a limpiar y organizar unas gavetas y de pronto al sacar un libro de los estantes ve que cae un sobre, aún estaba cerrado, pero se notaba que alguien lo había arrugado y después lo guardó dentro de un libro tal vez no tuvo el valor de leerlo en su momento.
Liz miró el sobre sabía que no estaba bien abrirlo así que lo dejó sobre el escritorio un momento mientras acomodaba las cosas, sentía como si ese sobre le decía por favor ábreme necesito que alguien lea lo que hay aquí «Yo debo estar loca» pensó.
Fue ese el momento donde hubiese jurado que si estaba loca cuando levantó la cabeza y frente a ella estaba Keith Roman o lo que fuera que se parecía mucho a él.
—¡AAAAA! —pegó un grito y se llevó las manos a la boca, cerró los ojos y dijo en voz alta —¡Estoy loca... si yo ya me volví loca!
—Liz, escúchame —dijo la voz —No estás loca.
—Arthur me dijo que te asesinaron en la cárcel.
—Arthur no mintió.
Liz se afirmó de la silla más cercana que encontró diciendo —No te me acerques que fregados haces aquí, yo cometí muchos errores contigo, pero ni pendeja tengo sexo con un fantasma.
—Tranquila no estoy aquí para eso.
—Ya me siento más tranquila entonces —dijo con ironía Liz —¡No estoy tranquila, estoy hablando con un espíritu!
De pronto se escucha que golpean a la puerta y Lily entra preguntando —¿Todo bien Liz quiero decir Luz?
Liz miró a Roman que estaba parado justo al lado de Lily y notó que simplemente ella era la única que lo podía ver, pero para asegurarse preguntó —¿Vez algo extraño aquí?
—Que has abierto las cortinas de esta oficina y eso sí es extraño, pero siento algo raro.
—¿Algo raro? —preguntó Liz con curiosidad.
—Si hace mucho frío en este lugar eso no es para nada normal creo que voy a preguntar en mantenimiento —respondió Lily mientras se sobaba los brazos.
—Yo no tengo frío —respondió Liz acercándose a ella —de seguro te bajo la presión, yo que tú me tomo un café.
—Si tomo un café ahora no duermo en toda la noche —respondió Lily levantando las cejas.
—Bueno un té, te caerá bien.
—Tienes razón —acordó ella mientras salía de la oficina sin poder entender aún la razón por la que sentía tanto frío.
Liz cerró la puerta y miró alrededor, pero la imagen de Roman ya no estaba «Si de seguro es el estrés de pensar que estoy en peligro» pensó.
Justo en ese instante el sobre que ella había encontrado y que estaba sobre el escritorio prácticamente vuela cruzando la oficina y cayendo a sus pies.
—Leer correspondencia ajena es ilegal —dijo en voz alta mientras recogía tímidamente el sobre del piso que estaba junto a ella, pero cuando levantó la cabeza vio nuevamente a Roman.
Liz dio un salto diciendo —Si tu idea es matarme de un susto te aviso que vas por buen camino, pero agradecería que cambiaras la ruta.
Roman sólo le hizo una señal a la carta.
—¿Por qué estás aquí? —pregunto Liz con voz entre quebrada —¿Por qué yo?
—Necesito corregir muchos errores y sólo tú me puedes ayudar —Fue la respuesta de esa imagen que aparecía frente a ella con un sentimiento lleno de dolor que Liz podía percibir más allá del miedo que este le daba.
Liz cerró los ojos por unos segundos como queriendo creer que lo que acababa de ver y escuchar era claramente producto de su imaginación y el estrés, pero al abrirlos nuevamente se dio cuenta que tenía el sobre en sus manos. Si ver a Roman ya la había asustado o mejor dicho espantado, eso la dejó casi sin habla y dio un salto soltando el sobre, pero este volvió a levantarse por sí solo hasta llegar nuevamente frente a ella. —¿Por qué? —se preguntó en voz alta —En su momento hice todo lo que me pediste incluso me olvidé de ser yo para complacerte. —Liz por favor perdóname por haber sido un desgraciado contigo —escuchó la voz de Roman en esa oficina que estaba completamente vacía. Liz se giró por completo como tratando de encontrarlo, aunque en su corazón no quería que eso sucediera —¿Qué quieres de mí ahora? No pienso ser alguien que no soy por darte el gusto —dijo muy seria. —Liz por favor perdóname por eso, fui un… —Un patán, un idiota, un maldito imbécil es
Liz caminaba como perdida en un mundo que ni ella podía entender, ¿Cómo era posible que escuchara, sintiera la presencia y hasta en un momento viera a Roman frente a ella? ¿Por qué razón él la había buscado cuando fue ella quien ayudó a Arthur a conseguir pruebas en su contra? Guardó todas sus cosas lo más rápido que pudo, puso el sobre con la carta en su bolso respirando profundo, sentía que eso no estaba bien, pero podía asegurar que si no leía esa carta Roman no dejaría de molestarla así que caminó rápidamente hacia el elevador queriendo no pensar, aunque eso era prácticamente imposible. Esos minutos mientras se preparaba para irse los sintió como si fueran eternos, sin mencionar la espera de ese elevador frío rodeado de espejos que la hacía sentir como si alguien más la observaba en cada momento, ni siquiera podía controlar esos movimientos involuntarios de sus manos tratando de dar pequeños golpecitos hasta en la pared, eso era algo que no podía controlar cada vez que est
A su llegada al edificio Arthur la dejó en la puerta de su departamento prometiéndole que volvería en un par de horas a lo que Liz sólo asentó con la cabeza dándole una ligera sonrisa sin decir nada más, sentía miedo de lo que ella misma pudiera decir y dentro de ella agradecía estar sola por unas horas ya que sabía que debía leer la famosa carta que aún guardaba.Nada más Arthur se fue Liz abrió de inmediato su bolso tomó el sobre, lo observó bien por todas partes tratando de ver si en algún momento había sido abierto, pero para su desgracia al parecer eso nunca sucedió.El único nombre en el sobre era el de Benjamín Howard se notaba que había sido una carta entregada por mano, ni siquiera había una dirección, «de seguro sabía bien de quién era y aun así no la quiso abrir… ¿Por qué?» se preguntó Liz. —¿Y ahora que se supone voy a hacer para que no se note? —dijo en voz alta.—¿Vamos Liz me vas a decir que nunca has abierto una carta que no es para ti? —era no sólo la voz sino tambi
Casi sin darse cuenta entre caminar de un lado para otro en su departamento sin prácticamente poder hacer mucho Liz se preguntaba una y otra vez cómo le podría contar a Arthur lo que había encontrado, era obvio que no podía decir nada de Roman y sus apariciones.—Sólo di que encontraste la carta y que algo te dijo que debías leerla, no digas nada del viejo truco de la tetera —era la voz de Roman.—De seguro Arthur me va a creer así de fácil, a veces siento que puede leer mis pensamientos y de seguro se dará cuenta de que no le estoy diciendo toda la verdad.Era curioso en ese instante la conversación entre Roman y Liz era como la de dos amigos que se ponen de acuerdo para poder salir juntos de un problema.—Roman de una vez por todas me puedes explicar qué has hecho con la tal Alice o ese Jorge a mí me late chocolate que aquí hay algo más —preguntó muy seria Liz —¡Vamos habla de una buena vez! —le exigió, es más hasta agarró un plato que era lo más cerca que tenía para lanzárselo y al
Arthur tenía emociones encontradas, su mente le decía que no debía permitirse una relación con Liz, la última vez que intentó algo así con una chica las cosas no terminaron bien en especial para ella, pero al mismo tiempo pensaba que Liz era distinta con ese carácter más agresivo y fuerte que había nacido en ella después de salir de esa relación tóxica con Roman.Sabía bien que esta nueva Liz no se parecía en nada a Amalia su antigua novia y mientras más su mente le decía que se alejara de ella su corazón más le decía que no la dejara sola.Ahora sentía incluso celos de ese jefe que para peor al parecer ella encontraba hasta atractivo, pero por sobre todo sentía que de alguna manera Liz había entrado en su corazón y aunque no lo quisiera reconocer cada vez le costaba más no demostrar ese sentimiento.Sin decir una palabra tomó la carta y leyó con calma cada línea entendiendo de esa manera todo lo que Liz acababa de decir.—¿Qué vamos a hacer? —preguntó preocupada cuando se dio cuenta
Esa mañana Howard despertaba como nunca con un vaso vacío de licor en su mano y con un dolor en el cuello después de haberse quedado dormido la noche anterior en sofá de la sala, regañándose el mismo porque eso no era algo que acostumbraba a hacer se levantó sintiendo un fuerte dolor de cabeza para dirigirse a la cocina por unas pastillas sabiendo que su día recién comenzaba.«Creo que no es buena idea ir hoy a la oficina» pensó mientras se tragaba de golpe 3 pastillas para el dolor de cabeza.Tomó su teléfono y llamó para dejar un mensaje al buzón de la recepción de su oficina y así evitar ser molestado con preguntas o llamadas que no tenía ganas de responder.«Estas odiosas cenas siempre me ponen de mal humor, al menos este año no llegaré solo, aunque no se si eso sea bueno» pensó mientras se miraba en el espejo viendo que tenía una cara como de haber no dormido en toda la noche.Por primera vez en varios años sentía que debía prepararse para verse lo mejor posible, muy dentro de él
Entre nerviosismo y titubeos sin poder quitarle los ojos de encima a ese bastante revelador escote Arthur sólo logró decir casi tartamudeando —¿Pue, pue, puedo... pasar?—Si claro adelante, pasa por favor. —Pelirroja te ves espectacular, pero creo que vas a tener que usar algo un poco más sobrio para un evento así, además no es la idea que llames mucho la atención y créeme que vestida así…—Ya sé… parezco…—Te vez espectacular de eso no me cabe dudas —y entregándole la bolsa que traía para ella le dijo —¿tal vez quisieras probarte algo como lo que está aquí?Los ojos de Liz brillaron sabía que eso significaba que no tendría que ir de compras así que simplemente le dio un tierno beso en la mejilla, le agradeció recibiendo la bolsa y con mucha emoción preguntó —¿Será que me lo puedo probar?—Claro que sí pelirroja me encantaría saber cómo te queda.En ese mismo instante Liz fue a su dormitorio para encontrarse con un elegante traje 2 piezas color azul, unos zapatos de una cartera Chane
Arthur la esperaba en el estacionamiento para llevarla al salón de belleza y así se pudiera preparar tranquila, durante el viaje ninguno de los dos dijo nada, él tal vez por miedo a arrepentirse y cambiar de opinión, Liz porque dentro de ella no quería hacerse ilusiones sabiendo que en cosas de horas volvería a sentirse sola después de que Arthur volviera a New York. —Paso por ti en unas horas —le dijo el antes de irse. Liz sólo respondió bajando la mirada y dando una pequeña sonrisa, se sentía triste sabiendo que pronto él no estaría más cerca de ella, así que pensaba que lo mejor era no ilusionarse más. Ya estando en el salón la chica que la atendía le comenzó a hablar —¿El joven que te trajo es tu novio? —preguntó la muchacha con mucha curiosidad. —Brincos diera, es sólo un amigo —respondió Liz casi con un suspiro. —Yo creo que le gustas, se nota como te miraba —dijo la muchacha —esta guapísimo tiene esa pinta de macho alfa es más yo diría que es como un detective privado,