Capítulo 5

A la mañana siguiente en el décimo piso de ese elegante y exclusivo edificio Liz y Arthur despertaban muy temprano cada uno en su departamento, aunque tal vez ambos con el mismo sueño de no despertar tan solos.   

  

Para ella era hora de prepararse para un día de trabajo, pero antes le emocionaba saber que no desayunaría sola, estaba muy alegre y aun no entendía la razón, pero se preocupó de tener todo listo cambiando la típica taza de café con una tostada por algo especial inclusive un jugo de naranja para cada uno.  

  

Cuando no eran ni las 8am Arthur estaba tocando a su puerta y Liz corrió emocionada.  

  

Las primeras palabras de Arthur fueron —Buenos días pelirroja, hoy estás muy linda.  

  

—Buenos días, Arthur, gracias, pero eso quiere decir que ayer no estaba bonita.   

  

—Yo no quise decir eso.  

   

Liz sólo rodó los ojos y le dio un dulce beso en la mejilla que hizo que Arthur cerrara los ojos por un segundo.  

  

—Tengo listo el desayuno así que por favor pasa —dijo Liz sacándolo de ese segundo donde su mente estaba en las nubes.   

Después de ese simple, pero sin lugar a duda especial desayuno para ambos salieron juntos, Arthur necesitaba asegurarse de que Liz estuviera bien todo el tiempo, su instinto le decía que ella podría estar en peligro, aunque ahora no sabía si eso sería por estar cerca de él.  

  

***  

  

Howard había vuelto esa mañana más temprano que de costumbre a su oficina encontrando todo el desorden que había dejado en su escritorio el día anterior por seguir a Liz y eso era algo a lo que él no estaba acostumbrado.   

  

Trataba de entender qué le pasaba con esa chica, de pronto le recordaba tanto a Alice que no podía entender si la quería ahora cerca o lo más lejos de él.  

  

Apenas Liz llegó a la oficina arregló su gafete para que ahora dijera Luz Gibson mientras cruzaba los dedos para que nadie lo notara.  

Por su parte Arthur estaba aprovechando para revisar las cámaras de seguridad del lugar, por su trabajo tenía contactos en todas partes y este lugar no era la excepción así que fue fácil para él. 

Cuando Liz golpeó a la puerta de la oficina de su jefe respiró profundo tal vez con la secreta esperanza que él no estuviera, pero escuchó la firme voz desde el interior —¡Adelante! 

—Buenos días, señor Howard, soy Luz ¿Cómo está hoy? 

Howard quedó en silencio unos segundos «Luz ¿Qué no se llamaba Liz?» pensó, aunque al mismo tiempo lo dudó y rápidamente respondió para evitar la crítica que esa chica podría hacerle si aceptaba una vez más que había olvidado su nombre.  

—Buenos días… Luz —respondió seriamente.  

Liz simplemente sonrió y dentro de ella agradeció que su jefe fuera un tanto despistado en esa área. 

Cada día de esas primeras semanas fueron para Howard una mezcla de emociones no le desagrada tener a Luz o Liz cerca, pero le asustaba acostumbrarse a su presencia.

Casi sin darse cuenta durante ese tiempo se estaba comenzado a depender de ella como no lo había hecho de nadie antes, mientras tanto Arthur seguía cuidando de Liz, aunque cada vez que estaba cerca de ella sentía miedo de demostrar esos sentimientos con los que sabía bien estaba luchando.

Esas semanas habían pasado más rápido de lo esperado para todos, un día antes de la cena Howard decidió no ir a la oficina y eso era realmente inusual, incluso muchos de los trabajadores del lugar sabían que hasta los fines de semana estaba ahí.

Ese jueves Liz recibió un email que decía “Señorita Luz por favor maneje mis cosas por hoy y no se preocupe por ir mañana a la oficina sólo prepárese con calma para el evento de la noche pasaré por usted a la dirección que me envió… La veo a las 6pm mañana”

Liz respiró profundo y de pronto recordó y dijo en voz alta con cara de espanto —la dirección, noooooooo… si ahí solo duré un día Arthur ahora me vas a ayudar a arreglar este lío si ve donde vivo ahora va a creer que me está pagando demasiado.

Rápidamente tomó su celular —Arthur mi jefe planea pasar por mí a mi antiguo departamento mañana en la tarde.

—Pelirroja sólo dile que iras por tu cuenta que no se preocupe, por ahora tenemos un problema más serio.

—¿Qué sucede?

—Me acaban de avisar que encontraron muerto en su celda a Roman, de seguro ahora te están buscando, de hecho, ya fueron a tu antigua oficina, pero Roberts siguió mis órdenes y dijo que no sabía nada de ti.

—Alguien fue a la oficina del señor Robertss, no quiero saber que debió pensar de mí —dijo Liz muy asustada. 

—Tengo personal ubicado en lugares específicos de la oficina además tengo acceso a las cámaras de seguridad del edificio, estoy casi seguro de que los que desaparecieron a Roman son un pez incluso más gordo que él.

—Que pez gordo ni que nada, esa pinche ballena me quiere hacer algo y yo ni sé quién es.

—Tranquila pelirroja yo no te dejaré sola en esto —dijo Arthur cerrando los ojos.

—Por favor, Arthur, no me dejes sola en esto ahora si tengo miedo.

—Nena recuerda que yo te enseñé a defenderte no te preocupes paso por ti a la salida por ahora vamos incluso a cambiar tu carro.

—¡¿Mi carro?!

—Linda, yo sólo lo voy a guardar en un lugar seguro, aun lo tienes con placas de New York en La Florida eso llama la atención, pero después nos ocuparemos también de ese detalle.  

—Tienes razón… se me ha olvidado por completo lo del traspaso de las placas a unas de este estado pero es que en realidad ni siquiera he manejado con eso de que tú me llevas a todos lados —respondió con tristeza Liz, pero debía reconocer que le gustaba que Arthur la tratara con tanto cuidado.

Ese día para Liz en el trabajo fue extremadamente largo sin Howard, aunque sabiendo que él no estaría abrió las cortinas y permitió que la luz natural entrara en esa oficina.

Se acercó a la ventana poniendo sus manos en el cristal, la vista era hermosa «¿Cómo y Por qué razón ese hombre se negaba el placer de poder ver algo tan lindo?» pensó en ese momento.

Se puso incluso a limpiar y organizar unas gavetas y de pronto al sacar un libro de los estantes ve que cae un sobre, aún estaba cerrado, pero se notaba que alguien lo había arrugado y después lo guardó dentro de un libro tal vez no tuvo el valor de leerlo en su momento.

Liz miró el sobre sabía que no estaba bien abrirlo así que lo dejó sobre el escritorio un momento mientras acomodaba las cosas, sentía como si ese sobre le decía por favor ábreme necesito que alguien lea lo que hay aquí «Yo debo estar loca» pensó.

Fue ese el momento donde hubiese jurado que si estaba loca cuando levantó la cabeza y frente a ella estaba Keith Roman o lo que fuera que se parecía mucho a él.

¡AAAAA! —pegó un grito y se llevó las manos a la boca, cerró los ojos y dijo en voz alta —¡Estoy loca... si yo ya me volví loca!

—Liz, escúchame —dijo la voz —No estás loca.

—Arthur me dijo que te asesinaron en la cárcel.

—Arthur no mintió.

Liz se afirmó de la silla más cercana que encontró diciendo —No te me acerques que fregados haces aquí, yo cometí muchos errores contigo, pero ni pendeja tengo sexo con un fantasma.

—Tranquila no estoy aquí para eso.

—Ya me siento más tranquila entonces —dijo con ironía Liz —¡No estoy tranquila, estoy hablando con un espíritu!

De pronto se escucha que golpean a la puerta y Lily entra preguntando —¿Todo bien Liz quiero decir Luz?

Liz miró a Roman que estaba parado justo al lado de Lily y notó que simplemente ella era la única que lo podía ver, pero para asegurarse preguntó —¿Vez algo extraño aquí?

—Que has abierto las cortinas de esta oficina y eso sí es extraño, pero siento algo raro.

—¿Algo raro? —preguntó Liz con curiosidad.

—Si hace mucho frío en este lugar eso no es para nada normal creo que voy a preguntar en mantenimiento —respondió Lily mientras se sobaba los brazos.

—Yo no tengo frío —respondió Liz acercándose a ella —de seguro te bajo la presión, yo que tú me tomo un café.

—Si tomo un café ahora no duermo en toda la noche —respondió Lily levantando las cejas.

—Bueno un té, te caerá bien.

—Tienes razón —acordó ella mientras salía de la oficina sin poder entender aún la razón por la que sentía tanto frío.

Liz cerró la puerta y miró alrededor, pero la imagen de Roman ya no estaba «Si de seguro es el estrés de pensar que estoy en peligro» pensó.

Justo en ese instante el sobre que ella había encontrado y que estaba sobre el escritorio prácticamente vuela cruzando la oficina y cayendo a sus pies.

—Leer correspondencia ajena es ilegal —dijo en voz alta mientras recogía tímidamente el sobre del piso que estaba junto a ella, pero cuando levantó la cabeza vio nuevamente a Roman.

  Liz dio un salto diciendo —Si tu idea es matarme de un susto te aviso que vas por buen camino, pero agradecería que cambiaras la ruta.

Roman sólo le hizo una señal a la carta.

—¿Por qué estás aquí? —pregunto Liz con voz entre quebrada —¿Por qué yo?

—Necesito corregir muchos errores y sólo tú me puedes ayudar —Fue la respuesta de esa imagen que aparecía frente a ella con un sentimiento lleno de dolor que Liz podía percibir más allá del miedo que este le daba. 

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