Después de algunos meses en los que no fue fácil darse cuenta de que debía tomar la decisión de salir de una relación extremadamente tóxica, Liz guardaba las últimas cosas en su maleta antes de partir.
Miraba ahora su habitación completamente vacía, pero era hora de recomenzar, su amigo el detective le había dicho las palabras más bonitas que había escuchado de un hombre en mucho tiempo “eres mucha mujer para un idiota como Roman” recordaba también las muchas veces que le decía que ella era una mujer fuerte, que era una chica linda, tanto así que el día que decidió cambiar su imagen por completo lo primero que hizo fue ir a verlo.
No pudo evitar sonreír al recordar sus palabras «Que lástima que me voy Arthur, porque mis clases de defensa personal contigo ya me estaban comenzando a gustar mucho más de lo que me hubiese imaginado» fue su pensamiento con una sonrisa recordando lo mucho que la hacía sonreír, justo antes de cerrar la puerta de ese ya totalmente vacío departamento que vería tal vez por última vez.
Tomar la decisión de dejar su vida en New York City no fue fácil, pero su jefe le consiguió ese traslado a Miami, era hora de un nuevo comienzo, al menos tendría a su hermano cerca ya que él vivía en Tampa con su familia, aunque casi no se hablaban como antes, en realidad, no habían conversado en más de seis meses, saber que tal vez podrían volver a verse con más frecuencia la hacía pensar que todo sería mejor, incluso su mudanza a la Florida era algo de lo que ni siquiera habían hablado.
Con las maletas en el carro y dándole una última mirada a la gran manzana que cambiaba de color con la llegada del otoño comenzó esa aventura, era hora de dejar el pasado, aunque de pronto recordó sus clases de defensa personal, es que debía ser honesta, le habían gustado más de lo que se atrevía a reconocer Arthur no sólo la hizo sentir protegida pero también segura de sí misma.
Arthur es sencillamente un hombre muy atractivo pero también había demostrado ser todo un caballero con ella y comenzó a disfrutar de sus detalles tanto que en más de una ocasión pensó en quedarse en New York sólo para estar cerca de él, pero sentía que debía darse tiempo, lo vivido con Keith la había dejado muy marcada.
—Yo también creo que mereces una mujer especial amigo mío… una que con una llave de esas que me enseñantes te caiga encima, pero de una cama, aunque no niego que esa me gustaría ser yo —dijo en voz alta mientras encendía el carro.
—¡¡Adiós New York City, espero nos volvamos a ver!! —gritó desde el carro mientras un conductor de un taxi la quedaba mirando.
—¡Adiós, que le vaya bien, váyase pronto que ya no necesitan más locos aquí! —le gritó el pasajero.
—¡Estás papacito, pero eres un atrevido! —no pudo evitar gritarle devuelta, tocarle la bocina, aparte de sacarle la lengua y hacerle una amigable seña con su dedo a ese entrometido pasajero.
—¡Loca! —le gritó de vuelta.
—¡Si, pero no para tu consultorio! —le gritó de vuelta y después aceleró sin poder evitar la carcajada.
Con una parada en Charlotte para descansar después de 10 horas donde su carro iba lleno de cosas durmió un poco en un hotel de paso, se bañó, cambió de ropa, comió algo y continuó sus próximas 10 horas de manejo.
Era curioso, en ese viaje cantó, gritó y se liberó sola como nunca había hecho antes así que cuando llegó a Miami ya no le quedaba mucha voz, encontró la dirección del departamento que rentaría, su amiga Cathy le había ayudado de manera expresa con eso.
El lugar era un estudio apartamento pequeño, pero en realidad estaba sola y no necesitaba más, tenía los muebles justos, una cama, un sofá con un televisor en la pared, una cocina y una pequeña mesa con dos sillas junto a una ventana.
Entró todas sus cosas de su carro al que ya no le caía ni un solo alfiler y calló como tronco sobre la cama, necesitaba recobrar fuerzas en dos días conocería a quien sería ahora su nuevo jefe.
A la mañana siguiente despertó aún vestida sobre su cama con una llamada de Arthur —Hola pelirroja linda, ¿cómo llegaste?
—Hola Arthur, llegué, es lo que importa gracias por despertarme o seguía durmiendo hasta mañana sin parar.
—¡Oh no perdona no era mi intención!
—No por favor tú puedes ser mi alarma despertadora cuando quieras.
—¿Ah?
—Espera… no lo quise decir así ufff —dijo mientras se abanicaba con la mano.
—Lo tendré en cuenta —dijo Arthur mientras reía —Sólo quería asegurarme que llegaste bien, tal vez pronto te dé una sorpresa.
—¿Sorpresa? —respondió emocionada.
—Bueno después te cuento… por ahora la investigación de Keith Roman va más que bien, el juicio será muy rápido, más de lo pensado, las grabaciones que logramos gracias a ti nos dieron las armas necesarias, el problema para este tipo es que tiene más enemigos de los que imaginaba y ahora aparecieron por todos lados.
—¿Qué pasará con el periódico?
—Imagino que cerrará, en especial cuando la competencia se enteró del arresto de Roman con una linda fotografía suya el día del arresto.
—¿Me pregunto cómo se enteraron tan rápido? —dijo Liz con una sonrisa.
—Ya sabes, estos periodistas siempre tienen sus métodos.
—Yo podría asegurar que deben tener un buen, muy guapo es mas incluso sexy contacto en algún lugar.
—De seguro es guapo pero sexy no se —respondió Arthur con una carcajada —bueno pelirroja linda muy pronto te llamaré nuevamente… te lo aseguro.
—Eso espero —le respondió de forma muy coqueta con una sonrisa.
Liz comenzó su día organizando sus cosas en especial toda su ropa de las maletas además de dejar listo todo lo necesario para ese nuevo trabajo, estaba llena de emociones y un presentimiento extraño, muy extraño, demasiado tal vez, ni siquiera tuvo tiempo de ir de compras así que solo ordeno algo de comida china de un pequeño lugar cercano.
Para ese primer día buscó su mejor traje dos piezas elegante color azul totalmente sofisticado con una blusa de seda blanca, se arregló el cabello, aunque ahora ese color rojo intenso era algo que le gustaba mucho con un maquillaje natural pero que destacaba sus ojos color miel.
Llegó a las oficinas del edificio donde ahora trabajaría como la asistente personal del CEO de la para la compañía que tenía sus oficinas principales en esa ciudad, al parecer es un tipo tan ocupado que ni siquiera quiso hacer él mismo la entrevista.
Caminó como si frente a ella hubiese una pasarela, derecha mirando al horizonte entró al elevador mientras su corazón palpitaba como loco «Ya contrólate» pensó mientras esperaba con ansias que se abriera la puerta, esos 25 pisos parecían interminables encerrada en ese frío elevador donde incluso sentía que le sudaban las manos, tanto así que al momento de abrirse la puerta se las secó rápidamente en la ropa para que no se notara.
Después de un par de minutos que parecieron media hora el elevador finalmente se detuvo en el piso 25 al abrirse la puerta se encontró directamente en una oficina, ese piso al parecer estaba dedicado exclusivamente a la compañía, respiró profundo y caminó erguida, con la mirada al frente y encontró a una señora muy simpática en la recepción.
—Buenos días soy Liz García debo presentarme con el dueño seré su nueva asistente —trató de decir esa frase sonando lo más profesional y amigable posible, una extraña combinación pensó en ese momento.
—¡Hola! que bueno que llegas, dame un segundo y te anuncio —dijo la mujer mientras presionaba el citófono para avisar —Señor Howard, acaba de llegar su nueva asistente.
Y solo se escuchó una voz fría y casi de mal genio permanente —Hágala pasar.
En ese instante llegaba también otra chica que se notaba muy simpática, aunque un tanto nerviosa dijo —Anita mil gracias por cubrirme estas horas espero que el señor Howard no se haya dado cuenta pero con eso de que ni a carro llego mi Uber no llegaba nunca.
La mujer la miró con una sonrisa y levantándose dijo —Lily, te aseguro que el señor Howard no se dio cuenta tú sabes que mientras pueda yo estoy aquí para ayudarte, pero ahora debo volver a mi lugar, ¿puedes por favor llevar a Liz la oficina del señor Howard?
—Claro que sí —respondió la chica muy emocionada mientras rápidamente guardaba sus cosas.
—¿Siempre suena tan simpático el señor Howard? —preguntó Liz casi con miedo mientras se dirigían a la oficina y Lily no pudo evitar sonreír.
Caminaron por un pasillo con varias puertas de vidrios polarizados en los costados y aunque Liz quería hacer más comentarios o preguntar algo más decidió mantener silencio, la última puerta al final del pasillo que sentía nunca llegaría era su destino, parecía una ilusión óptica se alejaba con cada paso.
Lily golpeó la puerta hasta con temor y escucharon —¡Adelante, su nombre! —dijo el hombre prácticamente sin mirarla totalmente envuelto en sus papeles, era como si esa voz tuviera prisa por comenzar.
—Liz García —dijo hasta con timidez mirando a ese hombre que fácilmente le quitaba la respiración a cualquiera «Donde me vine a meter este es el pasajero del taxi al que hasta el dedo le enseñé» pensó «que tenga mala memoria por favor, changuitos para que no me recuerde»
De pronto ese hombre que se mantenía sin ni siquiera mirarla recibe un email, lo lee rápidamente, agarra su teléfono y da una orden —¡Saquen de inmediato toda la publicidad que esté en “Tiempo Noticias” no quiero que me relacionen con ese criminal!
Liz tragó saliva mientras escuchaba y pensaba «¿será que tiene buena memoria?, ¿quién fregados lo manda a meterse en mi despedida de la gran manzana?, de seguro lo que tiene de papacito lo tiene de metiche ¿dijo Tiempo Noticias? Eso es grave, ¿qué sabe este de Keith Roman?»
—¿Cómo me dijo que se llamaba? —preguntó el hombre después de esa llamada que sólo duró un par de segundos, aunque seguía sin mirarla.
«Aparte de gruñón, despistado y sordo» pensó —Liz, soy Liz García su nueva asistente —respondió Liz muy seria después de tragar saliva nuevamente mientras él levantaba la mirada lentamente.
«Aquí me llevó la que me trajo, que tenga mala memoria, que tenga mala memoria doble changuito para que tenga muy mala memoria… si de seguro no me recuerda, si ni se acuerda de mi nombre y se lo acabo de decir»
El parpadea rápidamente como queriendo reconocerla, pero tal vez ese encuentro de un carro a otro fue tan breve que no podría, además ella estaba vestida distinta e iba manejando, pero vino la pregunta del millón.
—¿Usted es la chica que enviaron de New York?
—Si, yo trabajé allá hasta hace poco y pedí mi traslado —dijo tratando de no demostrar los nervios que le estaban poniendo las piernas como gelatina, aunque se mantenía de pie frente a ese escritorio.
—¿Por qué razón quiso venirse a la Florida?
—Mi único familiar está en este estado con su familia y quisiera poder tener contacto con él y mis sobrinos en New York me encontraba muy sola —«Ni modo le cuento toda mi historia, estaría loca» pensó «Bueno loca estoy, pero no soy mensa»
—Veo en su hoja de vida que ya ha trabajado en esta posición y su anterior jefe la recomendó mucho dijo incluso que si no se acostumbraba él estaría feliz de volver a tenerla trabajando allá.
—El señor Roberts siempre fue un buen jefe además de muy simpático…
—Bueno yo no soy tan simpático.
—Se nota —no pudo evitar responder, aunque en voz baja pensando en que no la escucharía.
—¿Se nota mucho acaso? —preguntó hasta con tono de estar enojado, aunque cualquiera podría decir a primera vista que de seguro ese debía ser un estado permanente en él.
—¿Quiere que sea sincera?
—Está bien, no tiene que decir nada más, todos creen que tengo mal genio, pero es que me gusta que las cosas se hagan como yo lo quiero, no me gusta perder el tiempo ni que mis empleados tampoco lo pierdan ¿Quedó claro?
—Quedó muy claro —respondió tal vez con demasiada seguridad, en realidad esta nueva Liz le gustaba mucho.
—Me alegra saber eso —de pronto se queda observándola fijamente —su cara me parece conocida.
—Mi cara es común.
—Yo no diría eso —respondió mientras pensó «Debo admitir que esta asistente es realmente linda sólo que esta es la loca que acaba de llegar a mi consultorio»
Cada hora de ese primer día de trabajo para Liz parecieron como si duraran mucho más de 60 minutos y se había prometido no volver a caer en otra relación como la que vivió con Keith y mucho menos si este era su jefe así que respiró profundo y cruzó los dedos porque por más buenote que su jefe estuviera, ese hombre era su jefe y debía ser honesta no era en realidad su tipo, no después de conocer a Arthur.Liz escuchó paciente todas las indicaciones y además tomó nota de todos los detalles que a él le gustaban, miró rápidamente alrededor de la oficina, notó que a pesar de ser de día su jefe mantenía cerrada las cortinas que para peor eran de un color azul oscuro y no permitían que el sol iluminara ese lugar. —Me puede decir ¿qué tanto mira señorita…? —dijo hasta molesto tratando de recordar su nombre porque, aunque estaba seguro de que esa era la loca de New York siempre había tenido problemas con los nombres. —Mi nombre es Liz, sólo tres letras… nombre simple y corto nada com
Capítulo 3Esos minutos silencio fueron tal vez eternos, aunque ninguno de ellos dejaba de pensar en esa más que extraña situación donde ambos estaban juntos sin querer decir nada o tal vez queriendo, pero sin saber qué decir. «De seguro tiene novio… aunque se cambió de estado tal vez dejó todo para comenzar de nuevo» pensaba Howard. «¿Cómo es que está solo?... Si tiene de todo y más que bien puesto» pensaba Liz «ya cálmate… recuerda lo que viviste hace un tiempo, no quisiera pensar qué pensaría de mí si supiera mi pasado con Roman, además puedo asegurar mis calzones que Lily esa enamorada del mal geniudo aquí presente, que desperdicio de hombre, podría ser un hombre perfecto, pero con ese temperamento ni cómo ayudarlo, nada que ver con mi detective estrella» Justo en ese momento se abre la puerta del elevador y Liz recibe una llamada —¡Arthur! Hola, ¿cómo estás? —respondió Liz hasta emocionada. «¡Arthur! ¿Quién diablos es ese tal Arthur? ¿Por qué contestó así
Después de entrar todas las cosas a un hermoso departamento que tenía a Liz no sólo asombrada, sino que cada vez con más preguntas, los agentes se retiraron y ella se quedó junto a Arthur. —¿Te parece si ordeno algo para que podamos cenar?… Apuesto que no has comido nada —dijo Arthur con esa sonrisa que de seguro iluminaba su día. —Si por favor ¿Qué tal una pizza tamaño familiar y unas cervezas bien frías?… creo que la ocasión lo amerita —respondió Liz levantando las cejas. Arthur sólo sonrió y tomó su teléfono para hacer una orden, después le dio un beso en la frente a Liz y salió con una sonrisa. Liz quedó pensando «qué fácil sería enamorarme de ti, pero tengo un sentimiento extraño como si tuviera miedo» de pronto sacudió la cabeza y se reprochó ella misma «Ya deja de tener pensamientos raros, primero tu jefe aunque eso es no, no con ese genio me vale que parezca Dios griego y ahora Arthur, es que tú no aprendes Liz ¿Qué no recuerdas lo vivido? De seguro ya se te olvido… aun
A la mañana siguiente en el décimo piso de ese elegante y exclusivo edificio Liz y Arthur despertaban muy temprano cada uno en su departamento, aunque tal vez ambos con el mismo sueño de no despertar tan solos. Para ella era hora de prepararse para un día de trabajo, pero antes le emocionaba saber que no desayunaría sola, estaba muy alegre y aun no entendía la razón, pero se preocupó de tener todo listo cambiando la típica taza de café con una tostada por algo especial inclusive un jugo de naranja para cada uno. Cuando no eran ni las 8am Arthur estaba tocando a su puerta y Liz corrió emocionada. Las primeras palabras de Arthur fueron —Buenos días pelirroja, hoy estás muy linda. —Buenos días, Arthur, gracias, pero eso quiere decir que ayer no estaba bonita. —Yo no quise decir eso. Liz sólo rodó los ojos y le dio un dulce beso en la mejilla que hizo que Arthur cerrara los ojos por un segundo. —Tengo listo el desayuno así que por favor pasa —dijo Liz sacándolo de ese segu
Liz cerró los ojos por unos segundos como queriendo creer que lo que acababa de ver y escuchar era claramente producto de su imaginación y el estrés, pero al abrirlos nuevamente se dio cuenta que tenía el sobre en sus manos. Si ver a Roman ya la había asustado o mejor dicho espantado, eso la dejó casi sin habla y dio un salto soltando el sobre, pero este volvió a levantarse por sí solo hasta llegar nuevamente frente a ella. —¿Por qué? —se preguntó en voz alta —En su momento hice todo lo que me pediste incluso me olvidé de ser yo para complacerte. —Liz por favor perdóname por haber sido un desgraciado contigo —escuchó la voz de Roman en esa oficina que estaba completamente vacía. Liz se giró por completo como tratando de encontrarlo, aunque en su corazón no quería que eso sucediera —¿Qué quieres de mí ahora? No pienso ser alguien que no soy por darte el gusto —dijo muy seria. —Liz por favor perdóname por eso, fui un… —Un patán, un idiota, un maldito imbécil es
Liz caminaba como perdida en un mundo que ni ella podía entender, ¿Cómo era posible que escuchara, sintiera la presencia y hasta en un momento viera a Roman frente a ella? ¿Por qué razón él la había buscado cuando fue ella quien ayudó a Arthur a conseguir pruebas en su contra? Guardó todas sus cosas lo más rápido que pudo, puso el sobre con la carta en su bolso respirando profundo, sentía que eso no estaba bien, pero podía asegurar que si no leía esa carta Roman no dejaría de molestarla así que caminó rápidamente hacia el elevador queriendo no pensar, aunque eso era prácticamente imposible. Esos minutos mientras se preparaba para irse los sintió como si fueran eternos, sin mencionar la espera de ese elevador frío rodeado de espejos que la hacía sentir como si alguien más la observaba en cada momento, ni siquiera podía controlar esos movimientos involuntarios de sus manos tratando de dar pequeños golpecitos hasta en la pared, eso era algo que no podía controlar cada vez que est
A su llegada al edificio Arthur la dejó en la puerta de su departamento prometiéndole que volvería en un par de horas a lo que Liz sólo asentó con la cabeza dándole una ligera sonrisa sin decir nada más, sentía miedo de lo que ella misma pudiera decir y dentro de ella agradecía estar sola por unas horas ya que sabía que debía leer la famosa carta que aún guardaba.Nada más Arthur se fue Liz abrió de inmediato su bolso tomó el sobre, lo observó bien por todas partes tratando de ver si en algún momento había sido abierto, pero para su desgracia al parecer eso nunca sucedió.El único nombre en el sobre era el de Benjamín Howard se notaba que había sido una carta entregada por mano, ni siquiera había una dirección, «de seguro sabía bien de quién era y aun así no la quiso abrir… ¿Por qué?» se preguntó Liz. —¿Y ahora que se supone voy a hacer para que no se note? —dijo en voz alta.—¿Vamos Liz me vas a decir que nunca has abierto una carta que no es para ti? —era no sólo la voz sino tambi
Casi sin darse cuenta entre caminar de un lado para otro en su departamento sin prácticamente poder hacer mucho Liz se preguntaba una y otra vez cómo le podría contar a Arthur lo que había encontrado, era obvio que no podía decir nada de Roman y sus apariciones.—Sólo di que encontraste la carta y que algo te dijo que debías leerla, no digas nada del viejo truco de la tetera —era la voz de Roman.—De seguro Arthur me va a creer así de fácil, a veces siento que puede leer mis pensamientos y de seguro se dará cuenta de que no le estoy diciendo toda la verdad.Era curioso en ese instante la conversación entre Roman y Liz era como la de dos amigos que se ponen de acuerdo para poder salir juntos de un problema.—Roman de una vez por todas me puedes explicar qué has hecho con la tal Alice o ese Jorge a mí me late chocolate que aquí hay algo más —preguntó muy seria Liz —¡Vamos habla de una buena vez! —le exigió, es más hasta agarró un plato que era lo más cerca que tenía para lanzárselo y al