Ronny sintió el calor subiéndole por el rostro hasta las raíces de su cabello, y aunque intentó disimularlo, el rubor lo delataba. Esa respuesta de César lo había dejado sin palabras, algo muy raro en él, y para su sorpresa, había visto cómo la mirada del hombre se volvía más intensa, más fija en él. ¿Cómo podía alguien despertar ese deseo y, al mismo tiempo, transmitir tanta seguridad?Justo cuando Ronny abrió la boca para responder, el camarero llegó a su mesa, interrumpiendo el momento.—Disculpen, caballeros, ¿ya están listos para ordenar?César sonrió y le dirigió una última mirada a Ronny antes de volverse hacia el camarero.—Claro, creo que sí. ¿Tú qué dices, González? —preguntó, su tono sugerente apenas disimulado, como si aún estuviera saboreando ese sutil coqueteo de hace un momento.Ronny, sintiendo el corazón acelerado, respiró profundo y, con la mejor sonrisa profesional que pudo reunir, asintió.—Sí, estamos listos.Ambos pidieron su almuerzo y, una vez que el camarero se
Ronny llegó tarde al departamento, pero Amira lo esperaba, más preocupada por él que por cómo se había desarrollado su almuerzo.—¿Dónde estabas, corazón? Ya me tenías preocupada, sé que no eres un niño, pero te llamé y no me contestaste —dijo Amira, con el ceño fruncido.—Discúlpame, mi Canela. Tenía cosas en qué pensar y además había quedado con un agente de bienes raíces para ver algunos departamentos. No pensarás que voy a vivir aquí para siempre, ¿verdad? —respondió Ronny, con un tono cansado y algo taciturno.Amira, sin soltarlo de vista, lo siguió hasta su habitación.—Oye, ¿pero tan mal te fue que vienes así? —preguntó con suavidad, mientras él se dejaba caer sobre la cama.—Canela… realmente no sé cómo describir lo que pasó, pero estoy jodido. Ese hombre me dejó sin palabras. Me envolvió y sometió mi voluntad solo con palabras. Estoy asustado, pero, al mismo tiempo, no quiero salir corriendo.Amira lo observó detenidamente antes de hablar.—¿Y crees que él también esté tan in
—Hola, buenos días, ¿durmió usted bien? —Ronny saludó a César con tono juguetón al contestar la llamada matutina.—Sí, dormí bien, pero despertar escuchándote fue mejor. ¿Y tú? ¿Dormiste bien? —respondió César, su voz aún grave por haberse despertado hace poco.—Sí, aunque estaba un poco preocupado por no escuchar el despertador, no quería quedar mal en mi nuevo “trabajo” —contestó Ronny riendo.—Bueno, tu "jefe" está muy complacido con la eficiencia de su nuevo empleado —rió César—. Dime algo, ¿normalmente despiertas a esta hora o duermes un poco más?—Mi alarma suena a esta hora, pero... realmente me levanto media hora después —admitió Ronny, un poco apenado por su pereza.—Está bien, solo por ti. No quiero que esos lindos ojos tuyos me miren mal. Así que te liberaré y me conformaré con que me llames cada mañana, si estás de acuerdo, claro. No quiero imponerte nada que no quieras hacer.Ronny captó la intención detrás de las palabras de César y, sin más rodeos, preguntó directamente
En la manada.Luego del incidente de Amira en la manada, que forzó su regreso apresurado a Seattle junto a David. Dalia vio la oportunidad perfecta para sembrar la duda en el consejo, preparó su nueva estrategia la cual puso en práctica con mucha sutileza.—Mis estimados ancianos, gracias por acompañarme esta tarde para tomar el té —dijo Dalia, con una sonrisa amable. Había invitado a cuatro de los ancianos del consejo a la terraza de la Casa de Visitas. No eran los más poderosos, pero sus opiniones eran valoradas por la sabiduría de sus reflexiones, y ella lo sabía.—El gusto es nuestro, señorita Stone. Cada día se parece usted más a su difunta tía —respondió uno de los ancianos, lo cual la llenó de satisfacción.Sabía que tenía un parecido físico notable con la madre de David, y desde que había concebido la idea de ser la Luna de esa manada, había pasado largas temporadas allí, aprendiendo de su tía cómo manejar las tradiciones y los rituales de la manada. Tal vez no era brillante e
El domingo pasó lentamente, pero para David, la calma exterior no se reflejaba en su interior. Desde el viernes, algo en el aire le provocaba inquietud. Había una extraña sensación en su pecho, como si presintiera que las cosas dentro de su manada no estaban bien. Ese malestar lo acompañó durante todo el fin de semana. Otra cosa que se había sumado a su preocupación fue que comenzó a notar algo peculiar en Amira, un ruidito bajo como un latido arrítmico, en su pecho, pero que se volvía casi hipnótico cada vez que se acercaba a ella. Aunque no comprendía del todo por qué, el sonido lo calmaba. Sin razón aparente, se descubría a sí mismo pegado a su Luna, simplemente para escuchar ese latido, esa vibración que lo conectaba con algo profundo, algo que solo él parecía notar.Cuando la tarde llegó y ambos descansaban tranquilos en la habitación, compartiendo un momento de paz, la inquietud de David no desaparecía. Decidió romper el silencio, su voz suave y algo preocupada.—¿Estás bien, am
Iván Dimitrish Romanov:Esto fue más fácil de lo que imaginé, todo a pedir de boca. Apenas tuve una idea de cómo acercarme sin levantar sospechas y, zas, recibo una solicitud en mi empresa de seguridad para proteger a nada más y nada menos que la ilustre Amira Gutiérrez. Las cosas, cuando están destinadas a suceder, parecen orquestarse solas. No fue necesario que interviniera; la oportunidad llegó como un regalo en bandeja.Esa solicitud, no voy a mandarla a procesar. No quiero que quede ningún registro en nuestros archivos, ninguna evidencia que pueda volverse en mi contra cuando termine con esto. Después de que ella esté muerta, sé que David Stone moverá cielo y tierra para encontrar al culpable, que buscará respuestas sin descanso. Pero eso no me preocupa. Esta vez no dejaré cabos sueltos.Listo, solo tengo un día para prepararme. Bueno, realmente no necesito mucho; esto no es más que un trámite rápido. Hoy en la noche vuelo a Miami, y mañana en la mañana la recibiré en el aeropuer
Amira e Iván llegaron al Aeropuerto Mariscal Sucre de Quito a las seis de la tarde, cuando ya comenzaba a oscurecer y el frío se hacía más intenso. La ciudad, con sus montañas al fondo, parecía envuelta en una tranquilidad única, pero tanto el cansancio como el estrés acumulado durante el viaje hicieron que decidieran tomar un taxi directo al Hotel Hilton Colón, donde pasarían la noche. La humedad en el aire les daba una sensación de frescura que, aunque bienvenida, no dejaba de sorprenderlos tras el clima cálido de Miami.Al llegar al hotel, Amira estaba demasiado agotada para hacer cualquier tipo de explicación a Iván, así que, con un simple gesto, tomó la llave de su habitación y le dijo en tono cordial:—Que tengas buenas noches, Sr. Dimitrish.Iván contestó a su despedida y se retiró a su habitación. Ya sola, Amira buscó un lugar neutro en la habitación para hacer una videollamada a David, solo para que supiera que estaba bien.—Hola —dijo Amira mostrándose ante su hombre, en un
Iván, sin darse cuenta, reaccionó de manera instintiva al escuchar la confirmación de Amira sobre su embarazo. En el momento en que esas palabras salieron de su boca, un brillo feroz se encendió en los ojos de Iván. Las garras afloraron en la mano que descansaba sobre su pierna, debajo de la mesa, sus oídos se agudizaron al máximo. Un sentimiento profundo de protección, más fuerte de lo que jamás había experimentado, lo invadió por completo.De manera automática, su olfato se intensificó, buscando cualquier indicio de peligro para la Luna y su cría no nacida. Olió el aire, analizando cada rincón del entorno, asegurándose de que no hubiera ninguna amenaza. En ese instante, sin pensarlo, liberó sus propias feromonas, con el fin de disimular el delicado olor de Amira, protegiéndola de cualquier posible adversario o peligro en el aire. Todo lo que estaba sucediendo era completamente nuevo para él, pero no pudo evitarlo.Fue en ese momento cuando comprendió algo: su prioridad no era la mad