—Hola, buenos días, ¿durmió usted bien? —Ronny saludó a César con tono juguetón al contestar la llamada matutina.—Sí, dormí bien, pero despertar escuchándote fue mejor. ¿Y tú? ¿Dormiste bien? —respondió César, su voz aún grave por haberse despertado hace poco.—Sí, aunque estaba un poco preocupado por no escuchar el despertador, no quería quedar mal en mi nuevo “trabajo” —contestó Ronny riendo.—Bueno, tu "jefe" está muy complacido con la eficiencia de su nuevo empleado —rió César—. Dime algo, ¿normalmente despiertas a esta hora o duermes un poco más?—Mi alarma suena a esta hora, pero... realmente me levanto media hora después —admitió Ronny, un poco apenado por su pereza.—Está bien, solo por ti. No quiero que esos lindos ojos tuyos me miren mal. Así que te liberaré y me conformaré con que me llames cada mañana, si estás de acuerdo, claro. No quiero imponerte nada que no quieras hacer.Ronny captó la intención detrás de las palabras de César y, sin más rodeos, preguntó directamente
En la manada.Luego del incidente de Amira en la manada, que forzó su regreso apresurado a Seattle junto a David. Dalia vio la oportunidad perfecta para sembrar la duda en el consejo, preparó su nueva estrategia la cual puso en práctica con mucha sutileza.—Mis estimados ancianos, gracias por acompañarme esta tarde para tomar el té —dijo Dalia, con una sonrisa amable. Había invitado a cuatro de los ancianos del consejo a la terraza de la Casa de Visitas. No eran los más poderosos, pero sus opiniones eran valoradas por la sabiduría de sus reflexiones, y ella lo sabía.—El gusto es nuestro, señorita Stone. Cada día se parece usted más a su difunta tía —respondió uno de los ancianos, lo cual la llenó de satisfacción.Sabía que tenía un parecido físico notable con la madre de David, y desde que había concebido la idea de ser la Luna de esa manada, había pasado largas temporadas allí, aprendiendo de su tía cómo manejar las tradiciones y los rituales de la manada. Tal vez no era brillante e
El domingo pasó lentamente, pero para David, la calma exterior no se reflejaba en su interior. Desde el viernes, algo en el aire le provocaba inquietud. Había una extraña sensación en su pecho, como si presintiera que las cosas dentro de su manada no estaban bien. Ese malestar lo acompañó durante todo el fin de semana. Otra cosa que se había sumado a su preocupación fue que comenzó a notar algo peculiar en Amira, un ruidito bajo como un latido arrítmico, en su pecho, pero que se volvía casi hipnótico cada vez que se acercaba a ella. Aunque no comprendía del todo por qué, el sonido lo calmaba. Sin razón aparente, se descubría a sí mismo pegado a su Luna, simplemente para escuchar ese latido, esa vibración que lo conectaba con algo profundo, algo que solo él parecía notar.Cuando la tarde llegó y ambos descansaban tranquilos en la habitación, compartiendo un momento de paz, la inquietud de David no desaparecía. Decidió romper el silencio, su voz suave y algo preocupada.—¿Estás bien, am
Iván Dimitrish Romanov:Esto fue más fácil de lo que imaginé, todo a pedir de boca. Apenas tuve una idea de cómo acercarme sin levantar sospechas y, zas, recibo una solicitud en mi empresa de seguridad para proteger a nada más y nada menos que la ilustre Amira Gutiérrez. Las cosas, cuando están destinadas a suceder, parecen orquestarse solas. No fue necesario que interviniera; la oportunidad llegó como un regalo en bandeja.Esa solicitud, no voy a mandarla a procesar. No quiero que quede ningún registro en nuestros archivos, ninguna evidencia que pueda volverse en mi contra cuando termine con esto. Después de que ella esté muerta, sé que David Stone moverá cielo y tierra para encontrar al culpable, que buscará respuestas sin descanso. Pero eso no me preocupa. Esta vez no dejaré cabos sueltos.Listo, solo tengo un día para prepararme. Bueno, realmente no necesito mucho; esto no es más que un trámite rápido. Hoy en la noche vuelo a Miami, y mañana en la mañana la recibiré en el aeropuer
Amira e Iván llegaron al Aeropuerto Mariscal Sucre de Quito a las seis de la tarde, cuando ya comenzaba a oscurecer y el frío se hacía más intenso. La ciudad, con sus montañas al fondo, parecía envuelta en una tranquilidad única, pero tanto el cansancio como el estrés acumulado durante el viaje hicieron que decidieran tomar un taxi directo al Hotel Hilton Colón, donde pasarían la noche. La humedad en el aire les daba una sensación de frescura que, aunque bienvenida, no dejaba de sorprenderlos tras el clima cálido de Miami.Al llegar al hotel, Amira estaba demasiado agotada para hacer cualquier tipo de explicación a Iván, así que, con un simple gesto, tomó la llave de su habitación y le dijo en tono cordial:—Que tengas buenas noches, Sr. Dimitrish.Iván contestó a su despedida y se retiró a su habitación. Ya sola, Amira buscó un lugar neutro en la habitación para hacer una videollamada a David, solo para que supiera que estaba bien.—Hola —dijo Amira mostrándose ante su hombre, en un
Iván, sin darse cuenta, reaccionó de manera instintiva al escuchar la confirmación de Amira sobre su embarazo. En el momento en que esas palabras salieron de su boca, un brillo feroz se encendió en los ojos de Iván. Las garras afloraron en la mano que descansaba sobre su pierna, debajo de la mesa, sus oídos se agudizaron al máximo. Un sentimiento profundo de protección, más fuerte de lo que jamás había experimentado, lo invadió por completo.De manera automática, su olfato se intensificó, buscando cualquier indicio de peligro para la Luna y su cría no nacida. Olió el aire, analizando cada rincón del entorno, asegurándose de que no hubiera ninguna amenaza. En ese instante, sin pensarlo, liberó sus propias feromonas, con el fin de disimular el delicado olor de Amira, protegiéndola de cualquier posible adversario o peligro en el aire. Todo lo que estaba sucediendo era completamente nuevo para él, pero no pudo evitarlo.Fue en ese momento cuando comprendió algo: su prioridad no era la mad
En solo dos días, todo estuvo listo, y se mudaron a una bonita villa cerca de la mitad del mundo, un lugar apartado de la carretera, perfecto para la privacidad que Amira necesitaba. La casa era un refugio de paredes blancas y grandes ventanales por los que entraba mucha luz natural, creando un ambiente luminoso y sereno que Amira disfrutó desde el primer momento. Su habitación, la única en la planta baja, tenía acceso directo a los espacios comunes y contaba con todas las comodidades. Iván, en cambio, se instaló en el segundo piso, respetando la privacidad de ambos y permitiendo que, a pesar de compartir el espacio, cada uno pudiera llevar su vida de forma independiente dentro de la casa.—Amira, contacté con una compatriota mía que es obstetra y lleva unos dos años residiendo aquí. ¿Te gustaría atenderte con ella? Si te sirve de garantía, revisé personalmente su currículum profesional. La doctora Miroslava está muy preparada y creo que se llevarán bien —dijo Iván, con un tono seguro
Iván se quedó en silencio, impresionado. La idea de que sus feromonas pudieran ayudar a proteger a Amira y a la cría ahora le parecía tan natural como respirar.—Gracias, doctora, ya sé lo que debo hacer —dijo el Entero, con una determinación inquebrantable en su voz—. Y cuento con su total discreción; seguramente ya se habrá dado cuenta de todo lo que está en juego.La doctora Miroslava mantuvo la compostura, asintiendo con respeto.—Descuide, Su Alteza. Tiene mi total lealtad —respondió, bajando la cabeza en señal de respeto y sumisión ante la velada amenaza del Original—. Solo le pido su autorización para hacer apuntes sobre la evolución del embarazo. Sería invaluable para futuras referencias.Iván la observó un momento, con los ojos llenos de un poder latente, pero luego asintió brevemente.—Autorizada. Pero recuerde, doctora, que este asunto queda entre nosotros.—Lo comprendo bien, Alteza. No será necesario recordarlo —respondió ella, consciente de la magnitud del secreto que es