Mientras Dalia y Harry Wood conversaban, David, aprovechando la oscuridad de la noche sin luna, se dirigió sigilosamente hacia la cabaña de Astra. Al llegar, se vistió y golpeó la puerta con suavidad.—Adelante, Alfa —respondió Astra, su voz serena y profunda resonando en la penumbra.David entró, y la cálida luz de las velas iluminó su rostro, revelando la intensidad de su expresión. Astra le hizo un gesto para que tomara asiento.—Hoy nuestra conversación será más larga que lo habitual —anunció Astra, —. Espero que hoy seas más paciente.—Lo intentaré —replicó David, intentando controlar su inquietud—. Pero realmente estoy muy ansioso. Algo en mi interior me dice que debí haber traído a mi Luna conmigo.Astra lo observó en silencio por un momento, midiendo sus palabras con cuidado. —La conexión que sientes es poderosa, Alfa. La Luna tiene un papel crucial en tu vida y en la de tu manada. Astra acomodó su túnica y continuó, sin apartar la mirada de David.—Esa ansiedad que sientes, e
Harry Wood llegó a Seattle el miércoles de esa misma semana. Dalia lo esperaba en el aeropuerto, recibiéndolo con una cálida sonrisa. Juntos se dirigieron al hotel donde el Sr. Wood se hospedaría. Después de una tarde de sexo apasionado, ambos comenzaron a planear su estrategia.—Escúchame bien, mi querida florecita. Teniendo en cuenta que lo que has hecho es, francamente, un desastre, desde ahora yo estoy a cargo. Hay ciertas cosas que debes tener claras —dijo Harry con tono firme.Al escucharlo, Dalia torció la cara en una mueca de desagrado. Sabía que tenía razón y que necesitaba su ayuda, así que simplemente asintió en silencio.—Para empezar, tienes prohibido presentarte ante Amira —continuó él pausadamente—Mucho menos debes mencionar que tú y yo nos conocemos. Segundo, quiero que crees algunas distracciones para mantener al Alfa ocupado en su manada.Dalia, que llevaba tiempo queriendo hacer unas preguntas, aprovechó la oportunidad para formularla:—¿Qué es lo que quieres, Wood?
El lunes, Amira recibió una llamada inesperada de su amigo Harry Wood. Al atender, su voz fue profesional, pero amable.—Hola, buenos días. Amira Gutiérrez, ¿con quién tengo el gusto?Del otro lado, una voz familiar y cálida le respondió:—¡Hola, mi querida Srta. Gutiérrez! ¿Cómo está? —dijo Harry, con una alegría sincera en el tono—. Qué pena me da saber que ni siquiera ha registrado mi número, cuando yo me sé el suyo de memoria —añadió en un tono cariñoso, con una pizca de reproche.—¡Harry! Qué gusto oírte —respondió Amira, riendo—. Discúlpame por eso; prometo que no volverá a pasar. Te registro enseguida. Cuéntame, ¿cómo estás? ¿Dónde estás? No me digas que, en Seattle, porque algo me dice que sí —bromeó, con una intuición certera.Las palabras de Amira tocaron a Harry profundamente, alimentando aún más sus sentimientos hacia ella. "Es perfecta: intuitiva, cariñosa… por eso la quiero tanto", pensó, mientras contenía una sonrisa.—Pues, fíjate que sí —contestó—. Estoy en esta bella
—Hola, buenas tardes, soy la Srta. Gutiérrez. Él es el Sr. González, y estamos aquí para reunirnos con el Sr. Wood; ya nos debe estar esperando —dijo Amira al empleado del restaurante donde tendría su almuerzo.—Sí, Srta. Gutiérrez, el señor ya les espera. Síganme, por favor —respondió el jefe de salón, guiándolos hasta el reservado donde Harry los esperaba, recibiéndolos a ambos amigos con una sonrisa genuina.—¡Amira, Ronny! ¡Qué gusto verlos! —exclamó Wood, poniéndose de pie y abriendo sus brazos para saludar a cada uno.—Hola, Harry, el gusto es todo nuestro —respondió Ronny, devolviendo el abrazo.Los tres amigos se acomodaron para conversar y ponerse al día mientras eran atendidos. Amira, al igual que Ronny, notó que Harry Wood no le quitaba la mirada de encima en ningún momento. Aunque tenía ya cierta confianza con él, esa insistente atención la incomodó un poco.—¿Qué tal, Sr. Wood? ¿He cambiado tanto que veo que me mira como si fuera otra persona? —dijo Amira con una sonrisa
Esa noche, cuando David llamó, Amira no pudo contener su entusiasmo al comentar la posibilidad de hacer negocios con la Naviera Straks, destacando que todo era gracias al Sr. Harry Wood, quien se encontraba en Seattle por negocios. Sin embargo, para David, todo estuvo bien hasta que escuchó el nombre de Harry. De forma automática y sin analizar lo que su Luna decía, respondió tajantemente:—No, Amira. Con él no hay negocios, y no te quiero cerca de ese hombre.Amira se sorprendió ante tanta intransigencia.—Pero amor, es un excelente negocio, revisa los detalles primero. —intentó calmarlo—No seas celoso, tómalo con calma. Entiendo tu punto, ya lo sé, pero es sólo negocios, y Ronny está conmigo.David sintió que la frustración comenzaba a burbujear en su interior.—Sí, sé que es un buen negocio, pero ese hombre quiere a mi mujer. Por eso, mientras más lejos estés de él, será mejor. Ese hombre no sabe dónde dice peligro, debería preocuparse por conservar su cabeza sobre sus hombros. -di
Román ya esperaba en la sala de reuniones de la compañía cuando David y Amira llegaron juntos, justo a tiempo para esa reunión previa. Amira expuso al Beta los puntos principales de su conversación con el Sr. Wood, para que él pudiera evaluar las posibles opciones.—Sería bueno tener una investigación más completa de la negociación, y sería mejor si fuera de la carpeta de los Straks; eso nos arrojaría más luces sobre por qué no prosperó —comentó Román, evaluando los datos compartidos por Amira.Justo cuando el Beta terminaba de intervenir, un suave toque en la puerta llamó la atención de los tres ejecutivos. Ronny entró con una sonrisa que parecía haber encontrado un tesoro.—Señores, buenos días. Mi Canela, para ti también, buenos días. Sabes, querida, tenías razón: esa negociación está en cero y archivada, al menos de parte de los Straks —anunció Ronny, logrando captar toda la atención de los presentes.Román se inclinó levemente hacia adelante, mostrando interés en las palabras de
El almuerzo se transformó en una íntima celebración. Incluso Vanessa, con su avanzado embarazo, llegó acompañando a los padres de Amira. La alegría se sentía en cada rincón de la mesa, y la pareja recibió una ola de felicitaciones y buenos deseos.Al cabo de un rato, el Sr. Wood, con la excusa de otros compromisos, se despidió discretamente y abandonó el restaurante. Aunque aparentemente nadie pareció notarlo, David soltó una risa satisfecha, disfrutando el desenlace de su victoria. Amira lo observó, con gratitud y diversión. Agradecía que, esta vez, David hubiera preferido resolver la situación con elegancia y sin escándalos. Con una bofetada sutil y elegante, el Alfa había marcado su territorio sin necesidad de palabras.La celebración continuó en un ambiente relajado y feliz, donde la familia y amigos disfrutaron de los planes futuros de la pareja y brindaron por el amor que había unido a David y Amira de manera tan inesperada.----Esa noche, los enamorados optaron por una escapad
En la tarde, el Alfa llevó a Amira a pasear por el territorio de la manada. Para ella, parecía un pueblo común, aunque su ubicación era especial: un lugar casi oculto en el corazón del bosque. Lo que más le llamó la atención fueron las miradas de los habitantes. Mientras recorrían las calles adoquinadas y las casas, Amira notó cómo todos los ojos se posaban en David con un respeto profundo, y en ella con simpatía y admiración. Era como si supieran algo que ella no. Sus miradas eran cálidas y llenas de significado, como si quisieran decirle algo importante, aunque ninguno rompía el silencio. En su lugar, le dedicaban sonrisas amables, dejando en el aire una sensación de misterio que la envolvía. Amira sentía que, de alguna manera, pertenecía allí.La noticia de que la Luna había regresado corrió como pólvora por toda la manada. A pesar de la orden estricta del Alfa de no referirse a Amira como Luna, algunos no pudieron evitar hablar de lo ocurrido, en susurros y a escondidas, lejos de