Capítulo 5.

• Dolores de cabeza•

-Giovanny-

—Este será tu sitio— le muestro a mi nueva asistente donde estará su escritorio. Tan solo unos metros de mi oficina.

Estoy siendo egoísta, estoy siendo más que un idiota al pensar en ello como algo positivo. Es muy parecida a ella, su cabello, sus ojos, su piel. Inhalo su aroma, el perfume que usa es una mezcla de vainilla con bombones que me deja torpemente hipnotizado.

—Puede decorarla a su completa disposición— ella asiente con la cabeza dejando su bolso sobre el pequeño escritorio color perla.

—Me pondré a trabajar en seguida— baja la cabeza. No me mira y eso me pone inquieto.

Tengo una enorme necesidad por conocerle, eso solo sería una estupidez de mi parte.

Odette me arrebató mi felicidad. Y por poco a mi hijo.

—Enviaré los pendientes. Póngase a trabajar—. Salgo de la oficina, soy consciente de la manera grosera en qué hablé. Debo controlarme, ella no es Odette, no puedo canalizar mi ira contra la señorita Llilvian.

Mi teléfono vibra en mi bolsillo, lo saco solo para darme cuenta que se trata de Lorenzo.

“Encontré más información sobre Será Llilvian Marss Ya está en tu correo. Baja tus expectativas, no hay mucha información sobre ella”

Bajo la información de mi correo. A parte de la poca que pudo conseguir un día antes sobre su formación académica y laboral. Me daba gran curiosidad saber más de su pasado. ¿Por qué un orfanato?

—Veamos— mis ojos repasan letra por letra. En efecto no hay mucho sobre ella.

En los últimos párrafos se anexa un informe médico. Estuvo internada en el hospital General Luc`s por envenenamiento accidental hace diez años. También hay un par de incidentes más donde presentaba golpes y mala nutrición.

—¿Qué clase de orfanato era ese? — Me recargo en mi asiento mordiendo una de las t***s colocadas en mi bolígrafo.

—Ella nunca fue adoptada. Entonces sus apellidos, ¿Quién se los dio? — La curiosidad es una de mis mayores desventajas en estos momentos.

Una llamada me saca de mis pensamientos. Es de la mansión.

—¿Qué sucede Simone?

—Señor. Nos llamaron de la escuela, al parecer el señorito Daniel escapó de sus clases de natación. Huyó de la escuela.

« Caraj0»

Salgo rápidamente de la oficina. Mi cerebro no conecta de forma razonable. Abro apresurado la puerta de mi asistente sin sin siquiera tocar. Sera se sobre salta dejando caer unos cuadernos al suelo.

—Venga conmigo rápido.

Salimos rápidamente hacia el estacionamiento. Apenas y puede seguirme el paso con los tacones que trae puesto.

—¿Me puede decir a dónde vamos?

—Buscaremos a mi hijo. Al parecer quiere hacerse el bromista.

—¿Qué? ¿A qué se refiere? — Inquiere. —Se escapó del colegio— abro la puerta de mi camioneta. Debí haber contratado agentes de seguridad desde hace mucho.

—¡Por los cielos! ¿Ya llamó a la policía?— Levanto una ceja sonriente.

—La policía nunca a compaginado conmigo. Lo buscaremos nosotros.

—¿Y por qué me ha llamado a mí?

«No lo sé, quizás porque quiero tenerla cerca»

—¿Esta de chiste? Usted será su maestra. Que mejor momento para conocerle.

Luce desencajada hasta los C0jones, se nota que es bastante nerviosa.

El camino se vuelve cada vez más tenso. Hay pocos lugares donde sé iría Daniel. Por otro lado es un chico inteligente, no posee más del dinero necesario para cada día.

—¿A dónde pudo haber ido su hijo? ¿Es la primera vez que escapa?

«En realidad no»

No respondo, simplemente me dedico a conducir. En el camino las nubes se vuelven más pesadas, más oscuras, más llenas de recuerdos que se glorifican en gotas de lluvia.

—¿Y este parque?— Estamos en los límites de la ciudad. Hemos tardado alrededor de media hora en llegar aquí. Estaciono el vehículo en una pequeña acera.

—¿Señor Arcuri? ¿Qué hacemos aquí?

—Ya lo verá ragazza — hace una mueca que es de lo más tierna. Por qué sí, Sera posee una belleza adorable, justo ese tipo de cualidades que toda mujer goza. La del encanto de poder expresar.

La miro de reojo. Sus mejillas tienen un lindo sonrojo, sus labios pequeños y rosados constrastan a la perfección con sus ojos. Me detengo en su cuello, enfoco la vista tratando de observar mejor lo que parecer ser una pequeña cicatriz en el cuello la cual a sido visible gracias a qué su collar —el mismo que llevaba cuando le conocí— se a movido un poco de lugar.

Regreso la atención a estacionarme. Ambos bajamos de mi camioneta. Caminamos hasta las últimas banca. Es justo allí que me percató de un pequeño bulto recargado a un árbol.

—¿Ese es su hijo?— Pregunta Curiosa mirando hacia el frente. Asiento con la cabeza.

—Daniel— grito.

— ¿Crees que puedes hacer lo que quieres con tu vida? — Exclamo.

El rubio frunce el ceño. En sus manos trae consigo una serie de fotografías. Las ha tomado de mi habitación. Odette y yo las tomamos con una cámara instantánea hace muchos años en Sicilia Italia.

—¿Vas a gritarme cómo lo hacías con mamá? ¡¿También me echarás de la casa?!— se pone de pie cogiendo sus cosas.

—Cuidado con lo que sale de tu boca jovencito. No me obligues a reprenderte.

—¡Debiste haber dejado que mamá me llevará con ella! ¡Por tu culpa me dejó! Te odio— Estoy por levantarle la mano. Mi raciocinio no funciona en este instante. Es justo cuando el pequeño cuerpo de mi asistente se pone entre ambos.

—Los golpes jamás son una solución. No vuelva a querer levantarle la mano o yo misma me encargare de golpearlo. Y le aseguro señor Arcuri, que no volverá a tener hijos jamás— entre abro los labios con asombro. Daniel luce impresionado, algo me dice que no es por lo que acaba de decir, si no, por el parecido que hay entre su madre y ella.

—¿Quién eres tú?

Un relámpago aparece en el cielo, y con ello el rugido del cielo enciende la caída de lluvia. Sera se agacha colocando una rodilla en el césped. Sonríe observando directamente a Daniel.

—Yo, Joven Arcuri. Soy su nueva Institutriz.

...

Me encantan los ovarios de esta chica. 

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