•Pequeño Diablillo•
-Sera-
Los últimos minutos habían sido un completo caos en mi vida. Principalmente desde que supe que el niño al que debería instruir no era nada más y nada menos que el hijo del CEO.
¿A caso la vida me odiaba? No quería imaginarme que por reprobar un examen yo terminará en la cárcel por algún tipo de fraude o no cumplir con lo acordado. Sin embargo el contrato era claro en todos los aspectos. Vernos tres horas sábado y domingo por tres semanas. Las calificaciones que estaban colocadas en la ficha del niño, no eran malas antes. De hecho tenía un promedio perfecto. Me preguntó ¿Qué habrá sido lo que ocasionó que disminuyera su nivel académico?
Lleva reprobadas más de dos asignaturas. La única con promedio excelente es Artes y dibujo.
—¿Cenarás algo?— Amanda entra a mi habitación con un tazón de cereales cubiertos de miel nadando en leche chocolatada.
—Aún debo hacer unos pendientes.
—¿Me contarás qué paso?
—Son cosas del trabajo. Estoy segura que se resolverán. ¿Me sirves uno igual al tuyo?— sonrió cerrando mi laptop.
Después del incidente de esta mañana, no podría decir que fue el mejor primer día como asistente de todos. Al contrario.
El señor Arcuri llamó a uno de sus trabajadores para que me trajera a casa. Daniel se impresionó bastante cuando me vio. Después su expresión cambio a ser una de enojo y reprobó que yo fuese su maestra los fines de semana.
He tratado con muchos niños. Desde que estaba en el orfanato, sé que le desagrado. Y muy probablemente haga cualquier cosa para evitarme.
—Supongo que será como los viejos tiempos.
…
—¿Haz visto mis zapatillas deportivas?— No entiendo cómo es que siempre se me hace tarde.
—Deben estar debajo de tu cama— Grita Amanda desde la cocina.
—Claro— ruedo los ojos. Siempre dejo los zapatos debajo de la cama. Y a final de cuentas me da pereza sacarlos.
Hoy decidí ir cómoda a mi primer fin de semana con Daniel. Me coloque unos jeans negros, camiseta blanca y un lazo en el cabello.
—Deséame suerte por favor— regreso tomando mis cosas de la sala.
—La tendrás. Dejaré las llaves en la entrada. Hoy salgo tarde de la florería. ¿Quieres que traiga algo para cenar o prefieres que cocine yo?— lo pienso un segundo.
—Saldrás después que yo. Déjame la cena a mí — La castaña levanta las cejas y se cruza de brazos. —¿Prometes no incendiar el departamento?— río negando.
—Lo prometo. Bueno nos vemos.
Corro hacia la parada de autobuses. La dirección que el señor Arcuri me proporcionó marca su residencia hasta el otro lado de la compañía Arcuri. Así que tomara unos veinte minutos más que el trayecto normal, llegar.
El cielo está libre de nubes, lo cual hace que mi ánimo este bastante entusiasta.
Me coloco mis audífonos esperando llegar a tiempo. Este día me recuerda a mi cumpleaños número veintiséis. Fue apenas hace un par de meses atrás. La fecha real de mi nacimiento nunca la conocí. Agatha y Lourdes decidieron colocarme la fecha en el día que llegue al Rosal. Era una recién nacida. Hay recuerdos de ese lugar que mantengo bloqueados por mi seguridad. A pesar de los años que mantuve mi proceso de terapia. Aún hay pequeñas heridas, grietas que dejó el pasado.
Los minutos pasan, llego justo cuando faltan diez minutos para las diez de la mañana. El lugar es bastante hermoso, la mayoría de casas aquí son verdaderas mansiones. Aún debo caminar otro poco para llegar a la residencia. Conforme me acerco me doy cuenta de la gran seguridad que poseen este tipo de complejos. La casa del señor Arcuri está cubierta por una barra que impide el acceso visual. Una enorme puerta de ingreso es lo que logro presenciar. Toco un timbre con una especie de grabadora.
—Residencia Arcuri. ¿Quién?
—Soy Sera Llilvian. Empleada del señor Arcuri. Soy la… Institutriz — suena un poco extraño cuando lo menciono.
—Acceso permitido. Adelante.
La puerta se abre. Un hombre de traje como pingüino me mira fijamente. No sabía que aún se usaban esas vestimentas.
— Am, Hola Soy…
—La señorita Sera. Lo sé. Acompáñeme por favor. Mi nombre es Simone, soy el mayordomo de la mansión Arcuri desde hace veinte años— trago saliva. Este señor da un poco de miedo. Aunque su bigote en forma de brocha lo hace ver un poco gracioso.
El recorrido por el jardín principal es bastante hermoso. Hay estatuas de delfines en los exteriores, el césped, las flores, todo parece bastante lindo y cuidado.
«¿Bueno que esperaba de alguien que nada en dinero?»
La casa es aún más grandiosa. Estoy segura que tiene más habitaciones que el complejo de departamentos donde vivo. Nuevamente los colores neutros y dorados resaltan en la decoración.
—El joven Daniel se encuentra en el estudio que usa para sus clases extra curriculares. Cómo sabe el verano a comenzado, logramos pautar sus notas en recuperación. De usted depende que pase el siguiente año— trago saliva nerviosa.
Me guía por las escaleras hacia un pasillo.
—Es allí —apunta una puerta entre abierta.
—Si necesita algo puede pedírselo a la ama de llaves. Hay varios baños en esta sección. Justo a dos puertas más adelantes encontrará un tocador— baja la cabeza en señal de saludo y sale de mi vista.
Arrugo la frente. Ese hombre me miraba como si fuese un fantasma. Su expresión fue bastante extraña. Me acerco a la puerta pero antes de entrar percibo un olor un poco extraño. ¿Por qué olería a huevos en un estudio? Sonrió de lado. Ahora entiendo por qué la puerta está entre abierta.
—Gracias por guiarme. Ya entraré al estudio— Exclamo siguiendo el juego. Retrocedo lo suficiente para darle una patada a la puerta y que está se abra.
En cuanto el impulso llega, una cubeta cae al piso. Retrocedo un poco más para no mancharme con el líquido que se ha esparcido por todo el piso de madera.
Sera 1
Daniel 0.
Brinco el charco hacia el interior. El pequeño diablillo luce bastante molesto, su ceño está fruncido, cejas juntas y labios en una perfecta línea de decepción.
—Creo que pisaste con el pie izquierdo está mañana — Siseo dejando mis cosas sobre la mesa del interior.
—¿Qué pasó aquí?— Una mujer con el mismo uniforme de pingüino luce aterrizada con la escena del piso.
—Bromas de niños. No se preocupe yo puedo limpiar.
—Usted es idéntica a… — arrugo la frente. La mujer no termina la oración —Limpiaré.
Siento un extraño vacío en el estómago. Y estoy segura que no es hambre.
Regreso la mirada hacia el pequeño de ojos azules.
—Bueno. ¿Por dónde empezamos?
…
Daniel es un niño bastante inteligente. Pero se ha negado a alzar la mano. Por lo que me hace pensar que quizás no tiene nada que ver lo académico. Alguna circunstancia con su padre debe estar ocasionando su bajo rendimiento.
Suspiro, todas sus operaciones matemáticas están correctas. Incluso dos trampas que coloqué con procesos un año más avanzado. Le miró de reojo, está cruzado de brazos observándome, con esa mirada desafiante.
Acto seguido se pone de pie y coge una bolsa de frituras. Se acerca a mí dándome la indicación de tomar una. Entrecierro los ojos.
—No gracias, puedes comerlas tú. Yo estoy a dieta— copia mi acción de achinar la mirada. Seguramente tenían algo.
—Tú no me quieres aquí. ¿Verdad?— levanto un poco mi torso hacía en frente.
—Eres igual que papá, solo quieren controlarme— niego con la cabeza.
—No soy una villana Danny— sonrió de lado.
—¡No me digas Danny! Ella me decía así— de pronto sus ojos se cristalizan. Se da la vuelta y abraza a si mismo.
Me pongo de pie colocándome justo detrás de él.
—Te entiendo. Pase toda mi vida en un orfanato, desde recién nacida— se da la vuelta viéndome. —No pretendo ser alguien amargado y parecerme a un ogro, dejémoslo ese papel a tu padre.
¿No crees?— ríe un poco.
—Hiciste muy bien tus trabajos. Y terminamos bastante temprano.
—¡Te mostraré la casa vamos!— Sonrió. El rubio me toma de la mano y empezamos a correr.
Recuerdo mi estadía en la casa hogar, los días de lluvia en donde Amanda, Demián y yo, corríamos por los pasillos huyendo de las hermanas.
—Bueno, alcánzame — empiezo a acelerar dejando un poco atrás al pequeño quien grita en protesta. Le miró y por un segundo su rostro cambia a uno totalmente serio. Regreso la mirada al frente, pero es demasiado tarde, el cuerpo del Señor Arcuri se interpone en medio del pasillo.
Y termino estrellándome contra él.
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Algo me dice que Sera si es muy despistada.
Mi respiración se atasca, por un instante siento que el mundo se detiene a mi alrededor. Por la fuerza y la presión, ambos caímos, yo, principalmente y de la manera más torpe caí arriba del señor Arcuri. Mis mano se mantienen en su pecho, tratando de sostener mi cuerpo que si bien, ya junté lo más que pude con el de él. Sus ojos observan los míos, por un segundo estos se desvían hacia mis labios cuáles están entre abiertos tratando de mantener la cordura y el oxígeno en mis pulmones.
—Lo…lo siento muchísimo— aclaro. Su mirada se mantiene fría, serena. Es como si un huracán danzará alrededor de nuestros cuerpos.
-Sera-. —Quítese de encima— escupe de pronto. Rápidamente me coloco de pie dando un paso hacia atrás. El CEO se levanta sacudiendo su traje color negro. Avergonzada me mantengo con la mirada baja. —¿Se puede saber que rayos estaban haciendo corriendo por los pasillos?— Encara. Soplo un mechón de cabello sobre mis ojos. —Estaba probando la resistencia física del Joven Daniel— me excuso. El niño hace una mueca en señal de reproche. Le regreso una mirada para que me siga el juego. —¿Habla en serio? ¿Probando la resistencia física? —Así es, suele usarse para activar todas sus funciones cerebrales y le ayude a conectarse— sueno tan segura de mi misma que quiero romper a carcajadas. El hombre de treinta y seis años no parece creerse lo que digo. —No corran en los pasillos pueden causar un accidente. Háganlo en el jardín. Y Daniel, más vale te comportes. Volveré en un par de horas— Reprende. Ambos lo vemos bajar por las escaleras de la inmensa casa. Dejo salir el aire que tenía reteni
-Sera-—Lo siento. Trataré de abrirla.Escucho la fuerza que hace para jalar la manija, de pronto el sonido tortuoso de algo cayendo al suelo hace que cierre los ojos y trague saliva.—Dime que no fue el pomo de la puerta— suplico.—Yo, lo siento mucho— respiro profundo.—Daniel busca ayuda. Trae a…— empiezo a sentir la taquicardia más fuerte que nunca y el nudo en mi garganta crecer— Trae a alguien. ¡Llama a alguien pero sácame de aquí rápido!— grito desesperada. Ni siquiera presto atención a sus pasos alejarse con rapidez.— Tranquila Sera— es solo una puerta gruesa de metal que ya no tiene forma de abrirse. Todo estará bien.Miro a mi alrededor. Buscando algo que pueda distraerme pero no hay nada. Estoy a punto de llamar a los bomberos, y gracias a este pequeño espacio la señal de mi celular se ve dañada.…No sé cuánto tiempo pasa. Los minutos o segundo se hacen eternos, la oscuridad, el calor sofocante me hace volver atrás. Me hace regresar a esos recuerdos lúgubres de mi vida.D
Sera.Respiré profundo, un extraño olor a menta llegó hasta mí. Parpadee confundida, la habitación donde estaba se encontraba solo iluminada por una pequeña lámpara a un metro. Por la enorme ventana logré presenciar la lluvia, cual caía a un nivel impresionante. Entonces recordé todo lo que pasó. Daniel. Gato. Encierro. Cofre. Esta no era mi habitación. — Por fin despiertas— un jadeo sale de mi boca. Frente a mí se encuentra el señor Arcuri. Ya no viste ese traje caro de alguna marca conocida. Al contrario, trae puesto un fino suéter de lana, pantalones color mostaza y zapatos casuales. —¿Qué pasó?— Mi garganta se siente extremadamente seca. Y la cabeza me duele. —Eso quisiera saber yo. ¿Qué hacía con mi hijo en la parte trasera y prohibida— resalta la palabra prohibida con un tono sutil — de mi casa? — Había un gato, lo perseguimos y … —Esta bien. Daniel ya me lo contó — lo miro mal. —¿Entonces para que me lo pregunta?— se encoge de hombros. —Solo quería estar seguro. —Us
-Sera-Cuando suena la alarma soy consciente de que lo menos que quiero hacer es levantarme de mi cama. Anoche no logré pegar el ojo de tantas cosas que estaba pensando. A pesar de mi espantoso sueño, me obligo a desprenderme de las sábanas un domingo por la mañana. Al menos hoy recibiré mi primer pago como Institutriz. Lanzo mi cabello hacia atrás. En las notificaciones del móvil hay un mensaje de Demián. “¡Hey! ¿Te parece si voy a recogerte después de tu trabajo? Podemos ir por un helado. Sonrió de lado. Le respondo positivamente. Necesito un poco de azúcar en mi sistema antes de comenzar mi semana en la compañía Arcuri. me arregle y ya estaba lista para ir hacia el autobús. — ¿Dormiste bien?— Comenta con Burla mi compañera. — Dormí como bebé— Acuso sarcásticamente. —Bueno. ¿Hoy si llegarás temprano? — Si lo creo. Aunque Demián me invitó a salir. Iremos por un helado— Amanda sonríe y observo esa mirada pícara que siempre pone cuando vemos una película para adultos. — Oh no
-Sera-Sigo a la ama de llaves hasta el pasillo a la derecha. No había estado en esta sección de la casa. Los pisos de madera son verdaderamente bellos.«Vaya espero no ofender a estos pisos con mis zapatos del tianguis» me burlo yo sola.—Gracias— la señorita asiente mirándome de reojo.«¿Por qué todos aquí me ven como si fuese un alíen?»Entro sin tocar.— ¿No le enseñaron modales señorita Llilvian?— la sangre se me va a los pies. Se encuentra mostrando el torso puesto que su camisa está abierta.«¡Cállate los ojos!» muerdo mi labio dándome vuelta.— Bueno, yo no suelo desvestirme en un despacho— Balbuceo. Una risa ronca sale de su garganta.— A veces — me giro acercándome un poco.— ¿Para qué quería verme?— Tengo un compromiso está semana. No estaré en la empresa durante tres días. Mi secretaria le enviará sus deberes por correo.Asiento con la cabeza. La idea de no tener que verle al menos unos cuantos días me tranquiliza un poco.— ¿Puedo irme?— Asiente con la cabeza.— La acomp
De rojo noto como pierde la pelea contra el sueño. Luce verdaderamente cansada. Suspiro. Debí haberle notificado a mi secretaria. Conforme el recorrido se vuelve más corto me doy cuenta de la gran distancia que hay entre su departamento y mi residencia. Casi quedan del otro lado de la ciudad. Mantengo la mirada directa, el edificio carece de una infraestructura moderna. Las paredes no han sido pintadas en un largo tiempo y el color beige apenas es notorio.«De día debe verse peor»Bajo del auto rodeando hasta la puerta de Sera. Alcancé a escuchar que su departamento era el número 7D.—Señorita Llilvian ya llegamos— susurro. Ni siquiera se imuta. Hace un gesto que me parece de lo más tierno.Sonrío como un idiota.—sei bella ragazza — la tomo en brazos cerrando la puerta a mis espaldas.Entro al pequeño ascensor con su cuerpo pegado al mío. Por un instante un extraño escalofrío me recorre de pies a cabeza.Una vez llego al piso indicado busco su departamento. No me cuesta absolutamente
-Sera- Para cuando abro mis ojos la luz de los rayos del sol se cuelan por mi ventana. Estoy tan cansada que ni siquiera quiero ver la hora, pues posiblemente no podré llegar al trabajo a tiempo. La puerta es tocada y mi compañera entra. — Solo venía a avisarte que puedes quedarte en la cama. El señor Arcuri te dio este par de días libres. Hasta el sábado que te presentes en su casa— me quejo enterrando el rostro en la almohada. — Es un arrogante— suspiro. — Bueno, anoche me pareció un guapísimo arrogante— ríe. Le aviento una almohada. Mi jefe no es el tipo de hombre que cualquier mujer mataría por estar. «Oh cállate los ojos sabes que si» Y mi consciencia de nuevo me j0de. — ¿Cómo llegué? ¿Él me trajo? — Sí. Se veía bastante preocupado. Le eché en cara todo lo hiciste. — No debiste hacerlo pero— asiento con la cabeza — se lo merecía— río. — Son las nueve de la mañana. ¿Desayunas y duermes o duermes y desayunas?— me lo pensé un momento. —¿Me haces un pastel?— La miro con o
-Sera-— Mc Donald’s — Arrugo la frente. —¿Qué? — Voy por una hamburguesa a Mc Donald’s — me enderezo en mi asiento. «¿Será una clave secreta?» — ¿Me matará? — Pregunto. Un suspiro sale de su garganta. Dobla a la derecha y se detiene justamente en un auto servicio de la franquicia. — Hola. Deme una hamburguesa doble con queso extra. Dos órdenes de patatas, postre y agregue una bebida dietética— me voltea a ver. —¿Cuál desea?— Le miro como si fuese un extraterrestre. Regresa la atención. — También agregue una hamburguesa sencilla y otra de pollo. Postre y un refresco de fresa— mi rostro debe parecer un poema en estos momentos. —¡Yo le di una bofetada!— Chillo. —Si, y ahora yo le compro una hamburguesa de pollo— agrega. Recoge el pedido colocando las cosas sobre sus piernas. — No entiendo— susurro. — Tómelo como una disculpa. La verdad es que nunca saldrá de mi boca tal cosa. Pero dijo algo que era cierto. Mi hijo necesita amigos, y yo— hace una pequeña pausa para verme Le miro