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La otra verdad

Se levantó y escuchó ruidos en la cocina, no lo escuchó llegar durante la madrugada.

—Hola ¿Cómo te fue? —Le preguntó en un bostezo y él puso delante de ella un plato con huevos con tocino y una salsa picosa para evitar que la resaca les llegara.

—Bien ¿Y a ti?

—Igual, caí muerta y no te sentí llegar.

—Apenas llegué ya para amanecer, la chica quería levantarse a preparar un desayuno y todo eso —le hizo un raro ademán con sus manos y Helena sonrió —y sabes que eso no me gusta.

—Pero estás aquí, metido en mi cocina y preparando el desayuno —le dijo entre risas —no entiendo que te vayas siempre que te ofrecen algo.

—Pero nosotros somos diferentes, nosotros tenemos claro que compartimos sexo pero que nos une una amistad inmensa, ellas quieren algo mas, algo que ni quiero ni puedo darles y yo se que tú no.

—Cierto —admitió con desgano —sirve mi café entonces y desayunemos como los buenos amigos que somos.

Cuando terminaban de lavar los platos el timbre sonó y Jason fue a abrir, enseguida volvió con un sobre en sus manos y se lo mostró a Helena.

—Ábrelo —le pidió ella mientras se secaba las manos y él pronto lo hizo, sacó unas hojas que comenzó a leerle en voz alta.

Le notificaban que debía presentarse en dos semanas en la ciudad de Tuxtla, en México para la lectura de un testamento en su favor.

—Alonso Lazcano era tu padre —le dijo Jason con sorpresa y sin saber qué otra cosa decir.

—Y ha muerto —completa Helena sin la mínima emoción, si a caso un poco de sorpresa y ya.

—Y te ha heredado ¿Cuándo nos vamos para México? —Se apuntó al viaje de inmediato.

—No tengo nada que hacer allá, no lo conocí y no me interesa nada de esa familia, cuando mi madre necesitó de él no la apoyo, dime entonces para qué carajos ahora deja algo para mi si nunca me quiso.

Jason hizo una mueca y se acercó a ella, la abrazó por la cintura y ella le correspondió rodeando su cuello —A ver preciosa, es tu derecho como su hija que eres, la mayor en caso de que tengas hermanos y es justo que si se te negó antes ahora lo recibas.

Helena no respondió nada y solo se quedó pensando, lo primero que vino a su mente fue que el viejo se hubiera arrepentido de negarla y que al borde de su muerte haya querido reparar de alguna manera el daño que había causado. Pero eso no era tan fácil, de hecho ni siquiera era posible porque su madre había pasado hambres mientras la esperaba a ella, cruzó el desierto para poder llegar allá y darle una vida digna, pasó humillaciones por ser ilegal, por su apariencia indígena y simplemente por estar sola con ella. Tanto le hubiera servido no una herencia, sino una pobre mesada para que ella no tuviera que haberse quedado descalza o sin comer por comprarle su leche o sus pañales, no habría tenido que trabajar como una bestia de carga.

Su odio por esa familia se avivó al recordar las penurias de Margarita para traer pan a su mesa y le respondió a su amigo —Los odio a todos, Jason, ni siquiera se quien mas aparte de él conformaba esa familia y sin embargo siento un desprecio por todos, ir seria solamente para gritarles lo que los aborrezco.

—Pues vamos a gritarles y luego nos vamos a la playa por unas dos semanas.

—Ahora solo quiero bañarme y descansar, ya después pensaré en eso.

Se fue a la ducha y a Jason le dio por investigar mas sobre la familia Lazcano, encendió la laptop de Helena y encontró que Alonso había sido dueño de una empresa que se dedicaba a la exportación de café, además lo procesaban y lo distribuían a nivel nacional. Tenía también una hacienda de cientos de hectáreas en donde cultivaba no solo café, sino varios frutos de la región que al igual que el grano que les daba el mayor ingreso, los otros cultivos también eran comercializados por todo el país y parte de América y Europa.

Encontró algunas fotografías en la red, en su mayoría aparecía Alonso acompañado de una mujer muy elegante que según las notas era su esposa y una mas vieja, de unos setenta años que era la madre y tenía pinta de bruja de cuento de Blanca Nieves.

—¡Vaya, esto sí que es una verdadera sorpresa!

Jason entendía el resentimiento de Helena, su padre estaba podrido en dinero y sin embargo nunca le dio nada, tuvo que esperar a su muerte para poder compartir con ella lo que poseía, y en realidad a ella no le faltaba nada, el hombre con el que se casó su madre fue un papá extraordinario y le dio todo, la mejor educación, la educó con principios y le dio mucho amor, ella le había contado todo.

Decidió no presionarla y hablar con ella después. Pero alguien mas había llegado para adelantarse a él.

El domingo por la mañana alguien tocó a la puerta y Helena vio al hombre sonreír con gentileza.

—¿Le puedo ayudar en algo?

—Señorita Lazcano, me presento. Soy el abogado Cuellar.

Al escuchar el apellido Lazcano supo de quien se trataba, ella usaba el apellido que el marido de su madre les dio y solo aquellas indeseables personas podrían saber que en realidad era una Lazcano.

Lo invitó a pasar y se sentó en la sala con él, se dispuso a escuchar lo que aquel hombre le había ido a decir.

—Lo escucho —le dijo con rostro serio y el hombre le sonrió nuevamente, ella estaba un poco predispuesta pero le dio confianza y fue amable con él.

—Tu padre pidió tanto por este día, habría dado todo por estar aquí contigo —le dijo con marcada emoción en sus palabras y Helena solo arrugó el gesto.

—No creo que haya venido hasta acá para hablar de un hombre que en veintiséis años no se preocupó por mi.

—Te equivocas, Helena —le corrigió con seriedad —me gustaría me permitieras contarte una verdad que ignoras, que todos ignorábamos hasta hace unas semanas y que le costó la vida a Alonso..

Lo miró con curiosidad y decidió escucharlo, nada perdía y el hombre se miraba muy correcto, así que decidió escuchar lo que le diría esperando no fuera alguna mentira o algo que la lastimara.

Jason escuchó voces y salió a la sala, encontró a Helena atenta a las palabras de aquel visitante y no interrumpió su relato y se limitó a escuchar mientras preparaba café para llevarles.

—Tu padre y yo fuimos grandes amigos, como hermanos puede decirse y yo soy la única persona que te puede dar fe de todo lo que fue su vida desde que tu madre se fue de la Hacienda.

—Corrección —le interrumpió Helena —desde que la echó.

—Escucha lo que tiene que decirte y después juzgas —le pidió Jason mientras tomaba asiento junto a ella y le ofrecía una taza a cada uno, el abogado asintió y le hizo un gesto de agradecimiento por su intervención.

—Tu mamá vivía en el pueblo con una amiga suya y un buen día ella y tu padre se conocieron en la plaza, se enamoraron a primera vista, Margarita era muy hermosa, tenía la inocencia y la juventud plasmadas en cada gesto, en cada rasgo de su ser —Helena comenzó a imaginar aquella escena y a su madre de joven, aún cuando ya estaba cerca de los cincuenta cuando murió, seguía siendo muy hermosa —Alonso la adoraba y le propuso matrimonio, don Octavio, tu abuelo se puso feliz de saber que pronto su casa estaría llena de nietos corriendo de arriba para abajo, pero tu abuela, Prudencia no aceptó la relación, tu madre no tenía todas las riquezas que ellos y eso pesaba mucho para ella, además que su origen étnico le aterraba —dio un sorbo a su café y prosiguió con su relato —hizo todo para separarlos porque ella ya tenía a una candidata ideal para mi buen amigo, era una hija de una amiga suya, la muchacha tenía una fortuna enorme también y se encaprichó con tu padre.

Al poco tiempo Alonso me dijo que te estaban esperando y que se fugarían para casarse con o sin el aval de tu abuela. Hicieron sus planes y el día que quedaron de verse tu padre llegó y Margarita no estaba, la esperó y nunca llegó, la buscamos por todas partes y parecía que se la había tragado la tierra, nunca mas supimos de ella. Tu padre contrató investigadores de todas partes para dar con ustedes y jamás lo logró, vivió hasta su último día deseando encontrarlas.

Helena sonrió con algo de sorna y se cruzó de brazos para responderle.

—Es curioso, yo conozco una historia muy distinta, licenciado. En dicha historia, su amigo se burla de mi madre, la usó y la abandonó para no responder por sus actos, la echó como a un perro de su lado —había rabia en sus palabras, recordar nuevamente todo aquello que su madre le contó le hacía daño, le dolía.

—No, Helena. Las cosas no fueron así y descubrir esa verdad fue lo que mató a tu padre. Alguien leal a Prudencia se enteró del embarazo de tu madre y se lo platicó a tu abuela, y mandó a uno de los trabajadores a darle un supuesto recado de tu padre, le dijo que había recapacitado y que no la quería en su vida y que se fuera.

—Le dijo —respondió entre lágrimas —que se largara con su bastardo porque no la quería ahí, que se dio cuenta que solo estaba trás su asquerosa fortuna y que había encontrado a alguien de su nivel, con clase y no una mugrosa campesina, eso le dijo, no fue dulce ni considerado con las palabras que le dio, le aventó sus cosas fuera y mi madre se fue sin una mayor explicación.

—Eso justamente es lo que descubrió tu padre, él pensó que quizá Margarita tuvo miedo a Prudencia y por eso había huido y él buscó sin descanso porque quería demostrarle a tu madre que las amaba por encima de todo y que nada lo haría desistir, pero descubrió a Prudencia hablando de lo que aquella tarde hizo y le vino un infarto que no soportó. Me dio por investigar a tu abuela y por ella llegué a ti, ella siempre supo dónde estuvieron y aún sabiendo lo infeliz que era mi amigo nunca le dijo la verdad.

—No se si creerlo, usted fue su amigo mas fiel, bien podría decirme esto para limpiar su imagen.

El abogado suspiró y agachó la mirada, entendía esas dudas a la perfección.

—Es lógico que pienses eso, tú has vivido con una verdad y has ignorado la otra, así como tu padre lo hizo. A él incluso le dijeron que Margarita se había ido con otro hombre, pero jamás lo creyó, su único deseo fue siempre encontrarlas.

—Es algo fuerte enterarme de esto ¿Sabe?

—Lo se —admitió con una sonrisa comprensiva —es descubrir de repente que toda tu vida fue una mentira, que te alejaron de tu padre por dinero y que a él lo hicieron el hombre mas desdichado del mundo.

—Me gustaría hacer pagar a esa mujer por todos estos años.

Helena lloraba como una niña, no podía imaginar siquiera el dolor de su madre al separarse de esa manera del hombre al que amó toda su vida, intentar odiarlo por lo que cree que le hizo y nunca haberlo conseguido porque en el fondo algo le decía que las cosas no fueron así. Jason la abrazó y le dio todo su cariño y su apoyo, mientras el abogado le picaba el orgullo que a la legua se le veía que tenía.

—La única forma en que Prudencia pague por eso es reclamando lo que por derecho te corresponde, tienes que ir a Tuxtla y presentarte como Helena Lazcano, hija de Alonso Lazcano y tomar posesión de la herencia.

Se queda todo en silencio, Helena nunca pensó en esa posibilidad, había estado considerando la opción de enviarles por escrito la renuncia a esa herencia y hacer como que nunca se enteró de ello, pero ahora que el amigo de su padre se presentaba para decirle todo eso las cosas habían cambiado, y no porque creyera todo lo que le dijo, sino porque simplemente la duda se instaló en ella, ahora quería averiguar eso y mas, saber qué tanto fue verdad y qué tanto fue mentira.

—Ve —le alentó Jason dando un suave masaje en su muslo —eres demasiado curiosa para quedarte con todas esas dudas que ahora danzan como locas en esa cabecita.

—Supongo que me encontraré con esa bruja ahí ¿Cierto?

—Dos brujas, tu abuela y la viuda de tu padre.

Jason soltó a reírse, conocía tan bien a Helena y lamentaba no poder acompañarla y perderse de todo lo que les iba a gritar si llegaba a descubrir que lo que el abogado les dijo era verdad.

—Pagaría por verte pelear con ellas —luego dirigió su mirada al abogado y le advirtió —esas mujeres van a desear no haber conocido nunca a mi pequeña fierecilla.

—Me dará un gusto enorme ver eso —dijo entre risas —yo solo te pediré que no le digas a nadie de esto, debemos evitar ponerlas sobre aviso.

—De acuerdo, yo haré lo que usted me diga.

—Llámame Carlos, Alonso y yo fuimos como hermanos, no me hables de usted.

Helena asintió con una sonrisa de agradecimiento y Carlos siguió dándole indicaciones —Tienes que salir cuanto antes a México, tengo contactos que arreglarán tu situación en un par de días, al ser hija de padres mexicanos no tendrás ningún inconveniente para tu doble nacionalidad y mas pronto de lo que te imaginas. Es preciso que tengas tu identificación y todos tus documentos en regla para ese momento, la lectura del testamento está programada para exactamente dentro de un mes, el día veinte de marzo estarás presentándote en la hacienda La Soledad.

Escuchó con atención todas las indicaciones del abogado, le pareció alguien de confianza y al haber sido el mejor amigo de su padre y estar ahí a escondidas le daba para creer que era buena persona, pero que no quería quitarse la careta ante Prudencia, la malvada abuela.

—¿Corre peligro? —Preguntó Jason un tanto temeroso de la seguridad de Helena.

—No, peligro como tal no, solo que sus días no serán precisamente tranquilos allá.

—Entiendo.

La miró con ternura y la abrazó por la cintura, le preocupaba lo que pudiera pasar al saber ahora todo lo que les había dicho el abogado, pero confiaba en su palabra y en que él estaría pendiente en todo momento de ella.

—Tu padre dejó muestras de ADN en un laboratorio de toda su confianza para el día que te encontrara poder demostrarle a su madre que eras su hija.

—¿Supo mi nombre al menos?

-Si. Encontró una carpeta con todo lo que Prudencia sabía de ustedes, fotos, todo. Lograron estabilizarlo antes de trasladarlo a la Ciudad de México y cuando lo visité me dijo todo, Prudencia no te espera, él nunca le reclamó nada, ella cree que su infarto vino por exceso de trabajo y que nunca supo de ti. ¡Sorpresa se va a llevar!

—¿Cuándo me voy? —Preguntó con nerviosismo.

—Mañana mismo, yo me ocupo de todo y en un rato te llamo para darte los detalles de tu vuelo y donde te quedarás en lo que se llega la fecha.

—Gracias.

No había gran emoción en sus palabras, mas temor que cualquier cosa y coraje, demasiado coraje.

Acompañaron a Carlos hasta la puerta y luego volvieron a la sala para conversar.

—¿Irás conmigo? —Era mas que preguntaba una petición.

—Ahora no puedo, recuerda que vamos a cambiarnos al otro local y debo dejar todo estable para poder viajar. Pero todo estará bien, confío en que si alguien la pasará mal esa será tu abuela.

—Tengo miedo, Jason —admitió con algo de pena.

—Creo que es normal —le dijo tomando el rostro en sus manos y dando un suave beso en los labios, un gesto tan inusual en ellos que compartieron solo la cama y no ese tipo de contactos con ternura, pero la ocasión lo ameritaba y ninguno de los dos sintieron nada fuera de lugar —no conoces a nadie, no sabes lo que te espera, pero yo te conozco a ti, eres fuerte y capaz de mandar al diablo a quien sea, Kassar es el ejemplo claro de ello.

—A riesgo de ser bombardeados lo hice —admite entre risas y eso hace que se relaje por completo el ambiente.

—Disfrutamos esta última noche aquí. Vamos a preparar tus maletas y en la noche vamos a la fiesta de Roberto.

-De acuerdo.

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