La Fortuna de estar a tu lado
La Fortuna de estar a tu lado
Por: La Pluma
Introducción

«No hay bendición más grande que la de tener un hijo, pero si es una hija, es una verdadera Fortuna».

Fueron las palabras expresadas por Travis Ferris, al sostener por primera vez a su bella hija entre sus brazos. Tal vez por esa razón le puso ese extraño nombre: Fortuna, estaba totalmente enamorado de su cabellera rubia y ojos de cielo. El ver su dulce sonrisa le hacía olvidar las penas y desventuras que el dinero acarreaba en gente de poder. Hasta pensó que su hija se salvaría de la miseria del mundo, pero una vez más se equivocó.

Echaba rosas sobre su ataúd. Un ataúd vacío, pues el cuerpo de su hija no se halló en ningún lado, había desaparecido en el mar, en medio de una tormenta y aunque pagó a los mejores equipos de rescates del mundo, se peinó las distintas playas para encontrar indicios del cuerpo, nadie había encontrado nada de ella… ni un pedazo del vestido de novia. Simplemente, el mar se la había tragado y con ella su mayor tesoro.

Su esposo Alexis lucía fatal, según decían, había intentado salvarla y casi pierde la vida en ese menester, todavía tenía una tos extraña, como si tuviera agua en los pulmones.

Los paparazis no cejaban en tomar cada gesto de los presentes, Margo Benson se acercó a abrazarlo, era la mejor amiga de su hija desde niñas, su dolor era evidente, tanto como el de él, ambos habían perdido a un ser especial y único.

Travis sentía el corazón destrozado, el sino de la tragedia lo tocaba en esos momentos por segunda vez… Primero su amada Cristian, madre de Fortuna, y ahora su preciosa hija.

Llegó al estudio y se dejó caer en la silla pesadamente, comenzó a contemplar su miseria.

 Alexis entró rato después en silencio y solemne.

—Nunca creí que la prensa cubriría el funeral —se lamentó.

—Mi hija era una mujer muy especial —se quitaba la corbata—. Ahora que ella no está, nada tiene sentido…

Alexis tenía que abordar cierto tema delicado y le dijo a su suegro.

—Fortuna era mi esposa, la amé mucho y… Ahora me siento muy devastado.

La mirada de Travis era vidriosa, como si sus lágrimas estuvieran congeladas y se negasen a salir de sus ojos azules.

—Ella confiaba en mí… Es por eso que administraré la parte de Fortuna en las empresas Ferris.

Travis lo miró sorprendido y le dijo a su ex yerno.

—No tienes ese derecho, firmaste un acuerdo de separación de bienes cuando te casaste.

Alexis le explicó entonces:

—Su hija confiaba en mí y ella no consideró nunca que firmara ese acuerdo.

Travis se levantó impresionado de la silla.

—¿Cómo dices?

—Le digo la verdad, puede revisar la documentación… No firmé el acuerdo por pedido de Fortuna.

—Es imposible… —revisaba los papeles que le señalaba y allí estaba la prueba, su hija no le había hecho firmar el acuerdo—. Esto no puede ser.

Meditó un instante y miró los papeles, entonces señaló molesto.

—¡Mataste a mi hija!

—¿Qué dice?

—La mataste, sí… La noche de su boda, cómo no lo vi, sabías que si ella moría te quedarías con todo —dijo lleno de ira.

—¿Usted me cree capaz de algo tan bajo?

—Por ambición, sí.

—Es una pena que piense así de mí, su hija era una gran mujer, ella nunca pensó mal de mí… Confió.

Travis sabía que su hija jamás veía nada malo en nadie y se lo dijo:

—Ella confió sí, siempre veía lo mejor de todo en todos, hasta en los que no lo merecen y tú te aprovechaste de eso.

Alexis perdió la paciencia y estalló:

—Pues, bien suegro, ahora soy su socio y voy a manejar la parte de Fortuna, le guste eso o no.

Travis tomó el teléfono.

—Llamaré a mis abogados y veré cómo anular tu matrimonio, total no se consumó.

Eso enojó a Alexis que le dijo:

—No se consumó, ya que el incendio y la tormenta se llevó a su hija.

—Eso lo veremos —marcó un número—. Ritman, necesito que vengas a asesorarme…

Alexis lo vio cogerse el pecho… Escuchaba las órdenes que daba y solo deseaba arrancarle el maldito teléfono de sus manos y acabar con él.

—Ya viene en camino, anularé todo derecho que tienes sobre el dinero de mi hija y voy a investigar lo que pasó en el Aleón esa noche… Y si por desgracia Alexis Castle tuviste algo que ver con la muerte de mi hija, haré que te pudras en la cárcel.

Él se rio y le dijo a su suegro.

—Se lo ve mal suegro.

—No hables tonterías —se cogía el pecho—, voy a meterte en la cárcel.

—Veremos…

Travis comenzó a sudar y sentía que le faltaba el aire, Alexis lo miró.

—¿Qué le pasa?

—Mi hija… Ella era lo único… Ella…

Se derrumbaba como un castillo de naipes y entonces Alexis llamó a los sirvientes y todo se convulsionó: El poderoso Travis Ferris había sufrido un derrame cerebral que lo paralizó y confinó en un hospital.

Cuando Ritman llegó y se enteró del estado de su cliente, se acercó a Castle que estaba serio.

—Alexis, ¿sabes lo que quería decirme Travis?

No le iba a decir nada, así que solo comentó:

—Quería hacer una última búsqueda de Fortuna en el mar… Le dije que sería una locura, pues el cuerpo podía estar… En cualquier lado —sollozó—; pero él quería hacerlo y comenzó a gritar que debía de encontrarla y… Se puso mal, si yo no hubiera estado allí…

Ritman entendió, por él, su amigo tenía leves posibilidades de vida, ahora lo de la búsqueda era bastante insólito hasta para él.

—Travis amaba demasiado a Fortuna.

—Yo también, pero la cruel realidad es que… El mar me la quitó y nunca me lo perdonaré, debí nadar más fuerte… Debí… —se derrumbaba en una silla.

—Calma, lo sé… Es duro todo esto, espero que Travis supere este mal trance.

En cambio, él esperaba que no lo hiciera y miraba con insistencia la foto de la mujer que un día amó.

Manejó su Porsche negro hasta la mansión Ferris y cuando entró vio en la sala a Elisa Baker, está al verlo se abrazó llorando.

—¡Cuánta tragedia, Alexis!

—Sí… Es terrible.

—Primero mi mejor amiga y luego su padre, ¿Qué será después?

—No lo sé.

Fueron al estudio y ella se limpió las lágrimas, el show había terminado, entonces:

—El asunto se cerró, Fortuna está muerta, su padre enfermo… Tú tienes el control, ¿Cuándo nos casamos?

Alexis entonces tomó su rostro bonito y le dijo a Elisa.

—Calma, chiquita, tenemos que guardar el luto por lo menos un año.

—¿Tanto?

—Apariencias, son apariencias —dijo él.

—Entonces dentro de un año seremos esposos.

—Así es… —iba hacia el bar que estaba empotrado en una esquina—, Serás la mujer que consuele mi viudez.

Ella sonrió y le dijo emocionada.

—¿Qué tengo que hacer ahora?

—Ahora… Quitarte ese precioso vestido y hacerme el hombre más feliz, luego te explico lo que harás para que todos vean que eres la dulce y fiel amiga abnegada…

Ella se acercó a él y lo besó en la comisura de sus labios.

—Claro que soy la amiga abnegada, pasé años viendo como la luz que irradiaba Fortuna opacaba a muchas… Pero no pudo opacarte a ti.

—Nunca… —la besó— Soy un viudo, solo… Triste y rico, muy rico.

—Y eso me gusta mucho—lo besaba apasionadamente.

En el escritorio del estudio estaba la foto de una bella rubia de ojos azules como piedras preciosas, su sonrisa era encantadora. Ella fue Fortuna Ferris, una joven con mucho dinero y una gran belleza, matizada con un gran corazón y que por tristes circunstancias de la vida nunca tuvo a nadie sincero a su lado, y ahora su cuerpo yacía en las aguas profundas del mar, o tal vez…

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