Ella gritaba molesta y avanzó a decirle a su amiga:
—¡Continua con todo!
—Nos hablamos.
Para ellas era cosa del día a día. Ella bufaba de molesta y Alexis entonces dio marcha al vehículo y en tono amenazador le espetó.
—Te haré despedir…
—Veremos.
—No puedes tratar a la hija de tu jefe de esa manera, ¿acaso tienes modos de cavernícola?
Ella gritó por todo el camino y cuando vio alzarse ante ella las empresas de su padre se cruzó de brazos haciendo un puchero, Alexis la miró de reojo y se la veía adorable, era muy bella y con ese extraño nombre.
Afuera el señor Egan los esperaba, miraba su costoso reloj una y mil veces y vio llegar el auto que supuso era de Castle y sí, lo era, entonces vio a la bella rubia enfurruñada.
—Fortuna.
—Vete al diablo —dijo ella molesta—, ¿enviaste a este sujeto a que me tomara como un saco de papa y me trajera contra mi voluntad?
Egan miró a Castle que estaba rojo de la vergüenza y entonces respondió:
—Solo hizo su trabajo y ya estás aquí, tu padre desea verte.
Ella pasó maldiciendo a los cuatro vientos y entró a la gran empresa, todos la saludaban en el camino y Egan miró al joven que estaba nervioso:
—Pasaste la prueba de fuego.
Menudo trabajo el que tenía, solo esperaba que no se les ofreciera de nuevo.
Su padre miraba unos documentos, cuando la puerta se abrió y su radiante hija, vistiendo unos shorts bastante cortos y una blusa que demarcaba sus pechos, se presentó ante él, alzó su mirada y la volvió a meter en los papeles.
—Padre…
Nada. Como una tapia, entonces ella se subió al escritorio y se paró sobre él:
—¡Papá!
Travis se pasó una mano por la cabeza y le gritó:
—¡Bájate de allí, niña!
Ella lo hizo y se sentó a mirar a su padre detenidamente, su cabello plateado y su ceño fruncido denotaba autoridad e infundía miedo, pero no a ella:
—¿Te divertiste?
—Me estaba divirtiendo mucho…
—Afortunadamente, los periodistas no llegaron a tiempo para que esto se salga de las manos.
—¿Enviaste a un sujeto a traerme?
—No sé a quién envió Egan, solo quería desligarme del asunto.
Ella se cruzó de brazos e hizo un puchero y su padre le advirtió:
—No me conmueves, estoy enojado y mucho contigo.
—¿Solo porque done un collar a una causa benéfica?
Su padre dejó de lado todos sus papeles y entonces le explicó a su hija:
—Tienes por costumbre hacer eso con frecuencia, esa joya era un regalo mío y me dolió que lo dieras.
—Padre… Tu regalo va a ayudar a muchas personas, ese es el verdadero regalo y mi ropa a la fundación.
Su hija y su altruismo, entonces, le dijo pacientemente:
—Solo quiero que seas consciente de tus actos.
—Y lo soy, ahora quitarme mis tarjetas…
Travis preguntó:
—¿Vendiste tu ropa?
—Sí.
—¿Entonces no tienes que ponerte esta noche para el aniversario de la empresa?
—No.
Travis meneó la cabeza y entonces le pasó su tarjeta Black, ella la tomó feliz:
—Aunque deberías darme las mías.
—No, por un tiempo.
—Papá —vio su negativa, entonces preguntó—, ¿quién es ese joven que me fue a ver?
—No lo sé, pregúntale a Egan
No tenía tiempo, fue a la oficina de su mejor amiga, Elisa, entró sin tocar.
—Hola.
—Fortuna, qué sorpresa, ¿Pasa algo?
Ella le mostró la tarjeta de crédito de su papá y entonces la invitó:
—¿Quieres ir de compras?
—Fortuna estoy trabajando…
—Le pedimos permiso a Egan, siempre nos la da.
—Es que…
—Ropa nueva, vamos —le guiñó el ojo.
Ella siempre conseguía lo que quería, era admirable, también llamó a Margo que encantada acudió a la cita de compras.
Fortuna se probaba un vestido tornasol con escote pronunciado y se miraba ante el ancho espejo, acomodó su cabello rubio que llegaba a los hombros y Margo sacó un vestido negro y se lo midió:
—Este me encantó.
Elisa revisaba los distintos vestidos y vio un modelo con un precio bastante grande: dos mil, dejó asustada el vestido, entonces Fortuna la miró:
—¿Ya tienes el que más te gusta?
—No… Es que…
La joven se acercó y vio que ella sostenía un vestido:
—Deja verlo.
Elisa se sintió mal y Fortuna al verlo le comentó:
—¡Es hermoso!
—Sí, pero demasiado caro.
—Descuida —le mostró la tarjeta de su padre—, esto paga.
Era increíble como Fortuna podía solucionar todo con su dinero, compraron tantas cosas y se fueron a casa de ella a cambiarse y arreglarse, fue un estilista reconocido para ponerlas hermosas.
—Divina, siempre divina —le decía a Fortuna.
Ella sonreía triunfal, ante todo, Elisa la miraba de cuando en cuando y pensó molesta.
“Ya pronto serás un mal recuerdo, amiga”.
Cuando Fortuna la miró sonrió fingiendo una felicidad que hace rato no sentía.
Alexis intentaba asimilar toda la información que tenía de los departamentales, cuando una de las secretarias entró a darle algo.
—Me enviaron a entregarte esto.
—¿Qué es?
—La invitación al baile del Aniversario de la compañía, suertudo.
Alexis arrugó el ceño viendo el delicado papel que tenía el sobre y le preguntó:
—¿Por qué dice eso?
—Porque ningún nuevo puede asistir a un evento de la empresa hasta un año de servicio y tú eres nuevo…
Se fue dejándolo con muchas preguntas, el evento era a las ocho de la noche, entonces consultó su reloj y vio que iban a ser las siete, si deseaba asistir debía apurarse.
Esa noche el salón de la empresa estaba decorado fastuosamente con tonos dorados, no en vano cumplía cincuenta años y el ambiente era de total elegancia.
Alexis entró muy bien vestido con un terno oscuro y miró a todos lados, nunca se había movido en las altas esferas.
La mesa de los directivos estaba a medias, poco a poco iban llegando, vio a su jefe inmediato Rafael Egan Ferris, sobrino del dueño, muy elegante y con un terno de marca, andaba del brazo de una hermosa mujer de cabello rojo fuego, sonreía a todos los que le salían a su paso… Suerte que tienen algunos, Alexis se sentía raro, no conocía a nadie y entonces vio llegar al rey junto con la princesa del reino: Travis Ferris era fotografiado junto a su preciosa hija de cabello dorado, el bello vestido de diseñador moldeaba sus curvas perfectamente, era bellísima, sonría y saludaba cuál princesa de reinado.
Detrás de ella iban dos jóvenes igual de bellas, pero nunca como la princesa del reino, ella tenía un halo angelical que la rodeaba.
Todos aplaudían y él tuvo que hacer lo mismo y entonces comenzó el consabido discurso y un video sobre el inicio y crecimiento del imperio Ferris, entonces el brindis y la fiesta comenzó.
Podían decirle ingenuo, pero presentía que algo iba a pasar y en efecto pasó… Se encontró con Elisa Baker y charló con ella, al menos era la más atenta con él.
—¿Eres uno de los inversionistas invitados?
Alexis sonrió y entonces la bajó de la nube:
—Lo siento, soy empleado en el área de finanzas, me llamo Alexis Castle.
—Oh, Elisa Baker —entonces ella comentó—. Yo también soy empleada de la empresa, en el área de Relaciones Públicas.
Fortuna se dirigió como un águila a la presa.
—Hola.
Se quedó mudo de ver a la joven princesa frente a él, solo pudo decir:
—Señorita Fortuna.
—Sabes mi nombre, pensé que lo ignorabas cuando me tomaste como un saco en tu hombro.
Estaba en problemas.
—Este sujeto fue enviado por mi padre a llevarme a la empresa… Me cargó sobre su hombro y me llevó al auto contra mi voluntad.
Visto desde ese punto era bastante terrible de decir, entonces intentó explicarse:
—Era una orden…
—Muy obediente el señor.
Elisa le dijo entonces:
—No fue culpa del señor Castle, era una orden de tu padre.
—Lo siento, tiene que pagar penitencia.
Alexis no entendía y un mesero se acercó con una charola de bebidas, Elisa entonces suplicó:
—Fortuna, por favor.
Ella tomó una de las bebidas y ¡zas! En la cara de Alexis.
—Eso te enseñará a respetarme.
Algunos sorprendidos miraban la escena y un fotógrafo la plasmó en una foto, el titular ardía en sus manos: Nuevo escándalo de la Srta. Fortuna
Travis fue hasta ella:
—Fortuna, ¿qué rayos haces?
—Dándole una lección al señor Castle.
El joven se secaba con su pañuelo y no decía nada, Margo se puso junto a ella viendo al sujeto rojo de la vergüenza, el joven solo alcanzó a decir.
—Me disculpo…
Se retiraba molesto, ante la mirada de todos.
Era el hazmerreír del momento, la comidilla de los medios, Elisa fue la única que fue tras él.
—Señor Castle, espere.
Él se detuvo y ella, apenada, le comentó:
—Lo siento, ella es así de impulsiva…
—Descuide, no sabía que mi primer día sería así, de movido.
—Lo siento tanto.
—Descuida.
Se fue molesto y avergonzado y pensó mucho en quedarse en las empresas Ferris.
La rabia de Elisa por lo pasado, esa noche en que la ostentosa Fortuna humilló a Alexis, como odiaba esos modos de chica caprichosa de Fortuna, nunca se medía y los medios adoraban sus acciones: como obsequiar a una fundación un costoso collar valuado en cincuenta mil dólares, otro día fueron sus pendientes para una madre con una hija con cáncer, esos pendientes fueron vendidos y pagaron el tratamiento de la nena.Desde que la conoció siempre fue así, perfecta…«Ella había llegado al Real Colegio de Damas regentado por las hermanas del Perpetuo Socorro. Su padre había caído en la quiebra hacía pocos meses, su único as era ella, una brillante joven que se ganó una beca en esa institución.Todas sabían de su problema y la evitaban, tal se diría que no tener dinero era como un repelente; sin embargo, Fortuna no vio nada de eso y se acercó como buena persona y la trató como a una hermana, cómo la odiaba, en vez de sentirse agradecida, se sintió amparada por pena por esta mujer, todos come
Su padre parecía renuente, pero ella ya lo había decidido, Alexis Castle era el amor de su vida y se iba a casar con él, pero primero debía de dirigir la reunión de los médicos altruistas que ayudarían en operaciones para los niños, se harían reconstrucciones faciales, labio leporino, se colocarían prótesis, en fin, muchas cosas. Margo la ayudaba en todo eso. —Así que tu padre odia la idea del matrimonio. —Amará a Alexis. Sabía que no era tan fácil, entonces su amiga le indicó. —Sabemos que hará que firme un contrato matrimonial por tu bien. —Entonces lo hará, sé que Alexis no es interesado. Elisa llegó en esos momentos contenta, parecía renovada. —Hola, chicas, ¿cómo va todo? Fortuna le dijo alegremente. —Me voy a casar con Alexis después del evento. Eso sorprendió a Elisa. —Debes contarme todo eso, es increíble que tu padre te deje. Fortuna hizo un puchero y le comentó. —Él odia la idea, pero es mi vida. Margo le comentó. —De seguro pedirá un contrato matrimonial, voy
Las cirugías habían sido exitosas, la labor había culminado y ahora se daba un baile en honor de los doctores participantes. Fortuna tenía el contrato matrimonial entre sus manos y vacilaba en entregárselo a Alexis. Elisa se acercó en ese momento. —¿En verdad le harás firmar eso? —No quisiera, pero mi padre… —Fortuna, no dormirás con tu padre. Alexis no te mirará igual. Ella tenía terror de que Alexis dejara de quererla, entonces guardó el contrato, tal vez en la noche de boda podría hacerlo firmar con algo de encanto palearía ese momento. Alexis recibió una llamada de parte de Elisa. —Dime, cariño. —Estoy haciendo de todo para que Fortuna no te haga firmar ese maldito contrato matrimonial. —Entiendo, Travis Ferris me trata cortante, no confía en mí. —Pues haz algo para que confíe en ti. —Tal vez si firmo… —¡No vayas a firmar esa m****a! —Ok. —Y ven, que el evento va a comenzar y debes estar presente junto a Fortuna. Fortuna usaba un bello vestido negro con un escote en V
La reportera se acomodaba el traje y daba la orden de inicio de la transmisión: «Estamos en el muelle de Pier, atentos a las noticias que nos puedan dar los guardacostas sobre el yate el Aleón, el famoso yate donde la hija del magnate Travis Ferris salió de luna de miel con su esposo Alexis Castle. Lo último que se supo de ellos es que salieron de este muelle —indicaba el sitio—. Después de la fastuosa boda celebrada. La última comunicación que dio el capitán Merino fue a las tres de la mañana, indicando que todo estaba en orden; sin embargo, desde ese momento no se obtuvo ninguna otra comunicación y a dos días sin noticias. Se teme lo peor». Algunos periodistas captaron la limusina en la que Travis Ferris había llegado y fue recibido por elementos de la guardia costera, entre ellos el capitán Dale. Fue conducido a las oficinas y allí se llevó esta conversación. —Señor Ferris, iniciamos la búsqueda del Aleón. —¿Por qué? El sujeto agarró aire para decirle: —El Aleó no se encuentr
Las algas se arremolinaban a su alrededor como brazos serpenteantes, deseaban tomarla y llevarla a su reino, su mente divagaba en pequeños fragmentos como luces en esa oscuridad. Su padre… Le dio todo lo que pudo materialmente, pero la felicidad ni él ni ella la consiguieron, su pesado vestido de novia la tiraba hasta el fondo como un gran peso muerto, el poco aire que le quedaba en sus pulmones se estaba acabando y pronto todo terminaría para ella… Otro recuerdo… «El brindis de los novios, todos alzando sus copas para celebrar la unión… Su padre acercándose a ella y preguntando: —¿Tienes el acuerdo matrimonial? No deseaba mentirle, pero tampoco quería que se arruinara todo ese bello momento. —Papá se lo di a Margo, ella te lo dará después. —Hijo, quiero que seas feliz. —Lo soy, ahora —miró a su esposo riendo—. Con Alexis lo tengo todo». Ese todo se escuchaba como un eco en medio del vaivén de las olas. El tiempo se agotaba y su vida también, entonces como una luz, algo pasó de
Alexis entró en las oficinas y todos centraron su mirada en él. Vestía de negro entero y usaba gafas oscuras, todos lo saludaron con respeto y cuando entró en la oficina se encontró con Rafael Egan, el primo de Fortuna. —Egan. —Alexis, supe que mi tío está muy mal. —Es cierto, quiso volver a realizar una búsqueda de tu prima y… Era inútil. —Lo visité, los doctores dicen que no podrá desenvolverse por él solo y los abogados me indicaron que ahora estás a cargo. Era cierto, como esposo de Fortuna lo estaba. —Sí. —Entiendo —fijó sus ojos azules en el hombre que tenía enfrente—. Nunca pensé que cuando te conocería hace dos años iba a tener enfrente al futuro director de los departamentales Ferris. Alexis entonces murmulló: —Yo tampoco lo pensé… Supongo que la vida da muchos giros. —Demasiados, diría yo. Bien, entonces vuelvo a mis funciones —entonces se detuvo—. Mi tío confiaba en ti, te veía como a un hijo, espero no lo defraudes. Alexis se quitó las gafas oscuras y miró la amp
Alexis ya tenía un año y medio de viudez y el tiempo para responderle a Elisa había llegado, era la única persona que podía entenderlo y quererlo como él era, la llamó: —Si gustas podemos salir a comer. Le pareció una buena idea hacía días que no cenaban juntos y entonces respondió: —Bien, estoy por terminar mi jornada y me gustaría comer algo. —Perfecto. Fueron a un restaurante de la zona, un lugar bastante concurrido por la élite y entonces ella comentó: —Creí que no deseabas verme en sitios públicos. —Tienen que ir acostumbrándose, porque nos casaremos dentro de dos meses. El rostro de Elisa resplandeció y tomó su mano: —¡Alexis! Te haré el hombre más feliz del mundo. —Eso espero… —Tendré que preparar todo… Una boda grande. —Mejor que sea discreta, no deseo llamar la atención de todos. —Claro, lo que tú digas amor. En un arrebato de pasión lo besó en la boca y muchos comenzaron a comentar sobre el romance del viudo del momento. Elisa tenía que contarle a Margo la noti
«Recuerdo a Sor Lane, ella siempre decía que toda mujer debía aprender a ser más que un elemento decorativo para un hombre y debía convertirse en una compañera útil», pensaba ella mientras amasaba la masa para galletas. «La vida deja de ser dulce en un momento y te muestra su lado amargo después y debes de estar preparada para lo que te muestra». Movía las latas en el fogón, no eran las condiciones más favorables para cocinar y para vivir, pero al menos tenía una forma de ganarse la vida. Nada que ver con los modernos hornos del colegio Christian de Saint Meritz. Recordó sus tiempos en la clase de cocina de sor Lane: Sacaba el hermoso pastel del horno y lo admiraba. —No sé por qué te esfuerzas tanto en aprender a hornear y cocinar —decía una de sus compañeras—, vamos a casarnos con hombres ricos y poderosos y vamos a tener empleadas y cocineras. Fortuna sonrió, tal vez para ellas eso era todo, pero siempre había más. Sor Lane se acercó a ver el pastel. —Es muy hermoso y apetecib