El sentido de supervivencia del ser humano es grande y Fortuna usó todo que había aprendido para subsistir, un gran ejemplo de lucha.
Tres años pasaron desde Matt que dejó tulipanes en la tumba de Fortuna. Desde ese día se sumergió en el trabajo, en esos momentos analizaba unas radiografías detenidamente cuando su móvil sonó: —Hola, adicto al trabajo. —Dylan, ¿qué se te ofrece? —Estamos en una buena época para pescar, podemos ir a hacerlo. Miraba el trabajo acumulado: —Ahora —dejaba unos expedientes—. No es un buen momento. —¿Qué haces? —Voy a realizar una faloplastía. —¿Y eso es? —El agrandamiento del pene de un paciente. Escuchó la risa guasa de su amigo, odiaba su forma retorcida de pensar: —¡Es en serio! ¡Vas a tocar la cosa de otro hombre! —Es mi trabajo, hay sujetos que desean ser más… atrayentes para las mujeres o sienten complejos de su miembro. —¿Oye y es caro eso? —Muy caro… —¿Y para los amigos? —No tocaría tu pene ni por todo el oro del mundo —dijo con una sonrisa. —¿Sabes? No lo necesito, pero por ahí escuché a un amigo que tenía ese problema. Esbozo una sonrisa: —Pero, por supuesto. E
Era de noche y Fortuna estaba horneando unos brownies, tenían poca luz, pero ya se había acostumbrado a ese ambiente, fue cuando la lata que horneaba se calentó mucho y le cayó encima produciéndole una quemadura bastante grande, pegó un grito por el dolor y eso le hizo soltar los dulces que cayeron en el piso arenoso. Ella se agachó del dolor viendo la quemadura roja que pulsaba enormemente y respiraba angustiada. Se levantó y tomó una jarra con agua de mar que tenían y se lavó, el dolor era demasiado. Chico Pérez en esos momentos entró y la vio llorando y con una quemadura muy grave. —Sirena, ¿qué te pasó? —Me quemé —sudaba frío—. Me duele… Me duele mucho. Angustiado intentó tocar su mano y ella se negó. —Me duelo mucho, creo que es grave. El dolor produjo en ella una palidez como la de un cirio y Chico Pérez salió corriendo a buscar ayuda. Mientras corría por la playa, sin saber quién podía auxiliarlo, de pronto se detuvo y recordó al hombre de manos delicadas. Le había dicho
Fortuna sentía al yate deslizándose hacia un destino incierto: «Me enamoré de un hombre que nunca conocí y que destruyó mi vida y mis sentimientos —se quejó del dolor—. Nunca le perdonaré». Matt entró para decirle: —Implementé un operativo para nuestra llegada, iremos a mi clínica. —Nadie debe saber que estoy viva. —Entiendo. En realidad, no entiendo. —Intentaron matarme, ¿qué parte de eso no entiendes? Matt la miró sorprendido y ella viró el rostro y entonces le dijo con profundo dolor: —Quería morirme en el anonimato. Matt asintió y comprendió que su dolor era mucho, Chico Pérez llegó en ese momento y le dijo a la joven: —Sirena, ¿ya no te duele? —Chico Pérez —sonrió tristemente—. No me duele como antes. —Buen médico. Matt salió y Dylan lo esperaba en la cabina: —¿Sabes en el lío que te estás metiendo? —Dice que la intentaron matar. —Peor todavía, se supone que íbamos a pasar unas vacaciones relajadas y ahora me duele la nuca. Giraba el cuello de un lado a otro. —¿Q
Fortuna se miraba el rostro ante el espejo, había quedado muy bien de su operación, tal se diría que nada había sucedido, que esos años en la pobreza extrema y el miedo solo fueron una terrible pesadilla. Toda marca visible había sido borrada; sin embargo, las del alma estaban intactas. Matt miraba detenidamente a la bella joven, Fortuna, cuando la vio en ese estado, no podía ni imaginar todo lo que tuvo que pasar en esos años, pensar que él le dejó tulipanes en una tumba vacía, en una tumba que simbolizaba la traición y la ambición de los que más ella quería. —Siento que salí de una pesadilla —comentó ella—. Desde Harbour, hasta las diversas operaciones, la recuperación, por primera vez, me siento real. —Me alegra que te sientas mejor, además el tener la oportunidad de ayudarte es un alivio para mi alma. Ella lo miró con dulzura y Matt le contó: —Hay una tumba con tu nombre, muchos te fueron a rendir un homenaje, entre ellos yo. Ella caminó por la amplia sala y le dijo: —Todos
Elisa llegó esa mañana a las empresas Ferris, todo el mundo la saludaba con respeto y ella intentaba ser cordial con todos, entonces llegó a la oficina principal. —¿Mi esposo está ocupado? —Señora Castle, él acaba de regresar de una reunión. —Perfecto… Entró sin tocar y Alexis estaba leyendo unos informes y al alzar la mirada vio a su esposa. —¿Elisa? —Querido, vine a verte. —Eso veo, debiste llamar, estoy por entrar a una junta nuevamente. —Quería sorprenderte. —Y lo hiciste. Ella entonces se acercó a él: —Alexis no quiero pelear contigo, te amo demasiado para eso. —Elisa. —Tenemos un hijo juntos y te amo. Alexis entonces le dijo a su esposa: —Estoy estresado. —No vayas a la reunión y ven conmigo, almorzaremos por ahí y nos olvidaremos de todos. Él la miró detenidamente y entonces asintió: —Tú ganas, me refresco y voy contigo. Ella aplaudió y cuando lo vio ir al baño comenzó a mirar todo a su alrededor, esa fue en un tiempo la oficina del gran Travis Ferris y ahora
Fortuna entraba a Lace en esos momentos y era saludada por una de las vendedoras con extrema cordialidad. Su corazón retumbó en su pecho, quedó congelada sin poder moverse, sentía un golpe del pasado en su rostro. La observó señalar unos vestidos y sonreír, esa sonrisa era inconfundible ¡Era ella! Sintió que comenzaba a faltarle el aire, dio unos pasos y llegó a la puerta de la tienda. «Un paso más Elisa. Otro paso más» Tenía que cerciorarse de que no estuviera viendo un fantasma. La vendedora sonrisa en rostro mostraba un vestido en azul eléctrico. —Le quedará divino, su figura es espléndida. Ella analizaba la tela con mucho detenimiento y asintió. —Me lo probaré. Elisa estiró su mano para tocarla y no la alcanzó, ella se iba con la dependienta a los vestidores. «No puede ser ella. No». Sacó su móvil y marcó a su esposo, cuando escuchó la voz varonil de su esposo gritó: —¡Ella está aquí! —¿Elisa? —¡Ella está viva! Alexis quedó en silencio intentando comprender sus palabras
Alexis apenas podía digerir lo sucedido, no entendía nada, Fortuna había vuelto, de alguna forma se había hecho real y su esposa seguía repitiendo sin cesar: —Era ella, era ella. —Elisa, por favor, guarda la calma. —Era ella Alexis, ella regresó del infierno para hacernos daño. Cuando llegaron a la mansión le advirtió: —Guarda la compostura, nuestro hijo puede asustarse. Lorena fue a atenderlos y vio a su patrona mal trecha. —Dios mío, ¿qué le pasó? Él respondió: —Le dio una crisis de ansiedad. —Haré que le preparen un tilo. Alexis le ordenó: —Dos, por favor, estaremos en el estudio. Llevó a Elisa al estudio en donde dio rienda suelta a su desesperación y él comentó. —También me inquieta todo esto, no sé qué reflexionar. —Estoy asustada. —¡Basta ya! Debes reponerte, solo es una m*****a copia andante. Elisa entonces lo miró y le preguntó: —¿No era ella entonces? —No, al menos eso dijeron, además si fuese ella no crees que hubiera venido a verme. Ahora que lo pensaba
—Ella estuvo aquí, mira —le señaló el suelo—. Hay pisadas húmedas. No deseaba que perdiera el control y entonces le indicó. —Fui yo, querido, salí del baño descalza, usé una nueva loción de baño con sales marinas. Alexis la miró sorprendido y ella asintió. —Calma, cariño, todo está en tu mente. Alexis volvió a la cama, se durmió al poco tiempo. Ahora la que no podía dormir era ella. Esa mañana al irse Alexis al trabajo, llamó al brujo que solía consultar y este acudió a la cita. Lo recibió en el jardín, en ese momento necesitaba todo el espacio del mundo para sus ideas. —Señora Castle. —Por fin, demoró, Jerón. —Tuve que acomodar mi agenda, siento mucha tensión en usted. Pasó una mano frente a su rostro. —Necesito consultarlo. —Claro, dígame cuál es la emergencia. Ella se acomodó su oscura cabellera y entonces le dijo: —Un espíritu visitó nuestra casa anoche —le contó todo lo pasado—. Mi esposo no lo sospecha, intenté minimizar todo, pero fue muy tenebroso. —Entiendo… —