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Cap. 1 La hijita de papá

«La fortuna juguetea con los corazones haciéndolos caer en su tentación»

Eso era el colmo, su padre no entendía nada, tan solo donó uno de sus hermosos y costosos collares para una causa benéfica y él le quitaba las tarjetas, necesitaba dinero para poder apoyar a una fundación de animales que pasaba por un mal momento.

—¿Es tu última palabra, papá?

—Se acabó el despilfarro, no te dejaré que tires todo por la borda.

—Es solo un collar.

—Que yo te obsequie y esperé que sea apreciado por tu persona y no obsequiado para cualquier cosa.

Ella se alteró y le indicó.

—Es una fundación que apoya a víctimas contra el cáncer.

—Ya basta de eso —dijo fastidiado—, la gente solo se aprovecha de ti, hija.

Su padre no entendía que el estar en una posición económica más relevante debía ser aprovechado para ayudar al prójimo.

—¿Es tu última palabra?

—Sí, lo es.

Nadie le negaba nada a Fortuna Ferris, ella siempre debía salirse con la suya y salió como una furia por las oficinas de los departamentales, su primo entonces le salió al paso.

—¿Y ahora qué?

Ella lo señaló con el dedo y con todo la rabia del mundo le indicó.

—Dile a tu tío que se va a arrepentir de todo esto y que rece a todos los santos que conoce para que la prensa no se entere.

Egan la miró sorprendido y le preguntó.

—¿Se enteren de qué?

—Ya lo sabrás por los medios.

Odiaba los medios, ellos eran una familia demasiado visible y no siempre la publicidad para ellos era buena y su prima era un imán de los conflictos, cada acto de ella salía en la prensa y siempre hablaban de ella en los medios.

Fortuna era una joven dicharachera, muy conversadora y golosa, siempre deseaba salirse con la suya y muchas veces lo conseguía y otras como en esa mañana no… Llamó a su mejor amiga Margo y le comentó:

—Papá me redujo de nuevo el gasto.

—¿Qué piensas hacer?

—Que vamos a hacer —sonrió ella—, ¿te gustaría hacer una venta de garaje en la carretera?

La voz de Margo se escuchó exaltada:

—¿En verdad te atreverías a tanto?

—Claro, necesito efectivo y tengo muchas cosas que ya no uso.

—Bueno, vamos entonces.

Ella tenía otra idea de la vida, una que solía exponer a las personas ricas como ellos y con total decisión abrió su amplio armario.

—No van a limitarme —decía mientras sacaba los costosos vestidos y los tiraba en la cama—, no pueden frenarme… Soy libre…

Tiraba los zapatos en una maleta y cuando tenía un buen botín sonrió. Tuvo que llevar todo aquello a su auto y lo colocó como caía, lo importante era salir de allí. Lorena, que por años había sido la gobernanta de la casa de su familia, salió abrumada por su acción:

—Fortuna, niña, ¿qué haces?

—Mi padre me cortó las tarjetas y debo conseguir dinero para la fundación de las mascotas o la cerrarán y no me digas que no lo haga…

La mujer veía escandalizada todo lo que se llevaba.

—Es tu ropa… Zapatos, carteras, todo, ¿y lo vas a dar por unos perros callejeros?

—Sí, de alguna forma tendré dinero, dile a mi padre qué gracias por su tacañería.

Se subía en su auto descapotable y salió a toda velocidad escuchando como un triste eco los gritos de su querida Lorena:

—¡Fortuna! ¡Fortuna!

El auto convertible color rosa salía disparado fuera de la mansión Ferris, la mujer quedó bastante preocupada y sin saber cómo reaccionaría su jefe al saber lo que su hija iba a hacer en esos momentos.

Solucionar los problemas, siempre escuchaba esas palabras de la voz de su padre y ella iba a hacer eso en esos instantes, todo para que animales inocentes que gente irresponsable lanzaba a la calle, no sufriera. De armas tomar, eso era ella.

Sintonizó la radio, una potente canción “Nowhere fast”, a todo volumen mientras enfilaba al pueblo de las Hadas, entonces en mitad del pueblo, Margo la esperaba con otro poco de ropa y un perchero, frenó y se bajó de su auto con una sonrisa:

—Estamos locas al hacer esto —comentó Margo.

—Eso es lo que más me gusta, estar loca para hacer esto.

Entonces comenzó a exhibir la ropa que había llevado; algunas chicas se acercaron y ella las invitó a acercarse:

—Hola, chicas, linda ropa a buen precio, les encantará.

Las chicas comenzaron a analizar los vestidos y se contentaron cuando vieron que eran de marca:

—Elijan el que más le gusta, cuestan entre dos mil y algunos hasta cinco mil, pero por hoy, solamente por hoy están rebajados…

—Estos —le enseñó un par de zapatos de tacón alto— ¿Cuestan mucho?

Los había usado en el baile de caridad de la fundación de su padre en New York, eran muy caros y exclusivos, entonces le preguntó:

—¿Cuánto tienes?

—Treinta.

—Llévalos.

El rumor de que un par de chicas locas estaba vendiendo ropa de marca se extendió y ya tenía un nutrido grupo de jóvenes probándose en la vía los vestidos.

—¡Vengan, vengan a buen precio todo!

Ya tenía algo de dinero, aunque no valía lo que costaba cada prenda, ella solo sonreía arrimada a su coche viendo los rostros de esas chicas menos provistas deleitándose con esa ropa.

Ella había nacido, como decían: en cuna de oro, tuvo todo lo que una chica rica puede tener, asistió a grandes eventos, sabía andar a caballo, nadar, tocar el piano, hablar cuatro idiomas, modelar, pintar y tantas monerías que servían para la alta sociedad y que ¡rayos! Si le servían para ser feliz, porque ella no era feliz, una joven se le acercó con un hermoso vestido usado en el Baile de las Rosas en Mónaco.

—Llévalo.

—¿Es en serio?

—Claro…

—Eres genial —sonrió la chica.

—¿Eso piensas?

—Bueno, no es normal que una chica rica venda su ropa cara a precio de nada.

—Es cierto, quiero darle una pataleta a mi padre y todo el dinero será dado a una fundación.

Su meta era hacer enojar a su padre y mucho, para conseguir más dinero para la fundación; sin embargo, la joven que escuchó aquello debía ser lo más banal del mundo, entonces le explicó:

—Parece una tontería, pero a veces mi padre suele ser un poco irritante.

—Te entiendo, tengo padre y parece de Marte.

Ella sonrió, por fin alguien la comprendía y respiró hondo, tenía que sacarle provecho a todo eso.

Alexis Castle había llegado con buena actitud a su primer día en la empresa, había dado todas las pruebas necesarias para formar parte de las empresas Ferris que eran el negocio del momento y formar parte de su nómina era de lujo. Se esforzó tanto para ser elegido y cuando le dieron el resultado no pudo menos que sentirse orgulloso de su esfuerzo, una secretaria lo guio a una oficina en la parte de presidencia, iba a tratar con un pez grande, cuando entró en una amplia oficina de fondo azul, se encontró con un sujeto de espalda a él hablando por teléfono, la bella secretaria lo anunció:

—Señor Egan, el señor Alexis Travis, ha llegado.

El tal señor Egan era joven como de unos 30 años y cuando se volteó se impresionó de su juventud, esa oficina era de un poderoso.

—El chico nuevo.

Carne de cañón para todos los efectos, cordialmente extendió su mano para saludarlo y…

—Señor Egan mucho…

Ni se la estrechó, solo le dio su primera orden:

—Tienes una tarea, chico nuevo, debes ir al pueblo de las Hadas y allí verás a una linda chica como el sol de la mañana, vendiendo ropa, por favor, dile que vuelva a su casa.

¡Qué!, ¿qué clase de orden era esa?

—No entiendo.

—Es muy simple, esa chica es la hija de tu jefe, está malcriada y haciendo una pataleta, su padre, mi tío —recalcó de pronto—, la quiere de vuelta en casa, antes de que la prensa se entere.

—Es que yo… No…

—Si no quiere volver por la buena, tendrás que usar las malas.

—Perdón.

—Claro, deberás de ser menos violento porque es la hija de tu jefe y mi prima, pero tráela de regreso.

—Es que… Yo…

—No pierdas tiempo.

La reunión había terminado, Alexis salió confundido, entonces le preguntó a la secretaria:

—¿Lo que me dijo es cierto?

—Claro y no debes demorar, la prensa anda a la cacería de algo sobre Fortuna, la hija del dueño.

No podía creerlo y ahora tenía que hacerlo, subió a su auto y manejó hacia el lugar en donde estaba la hija de su jefe haciendo una pataleta y se encontró con una bella joven como el sol y con una actitud de bruja.

Estacionó su convertible un poco atrás y vio la acogida que había tenido la venta, las chicas se peleaban por hermosos y costosos vestidos. El joven se le acercó lo más cordial posible.

—¿Qué tal la venta?

—Genial —respondió ella.

El sujeto tomó un zapato y lo analizó con suma atención, era hermoso y costoso, ella se lo quitó:

—No es tu estilo, no va con tu color de piel.

Él sonrió y entonces dijo de forma educada:

—Me llamo Alexis Castle y su padre desea que vuelva a la empresa.

—Todavía tengo mercadería.

—Por favor, señorita… Es una orden.

Ella se le rio en la cara y le respondió:

—Hoy es el día de no obedecer órdenes.

¿El día de no obedecer órdenes?, nunca había escuchado tal disparate, volvió a decir pacientemente.

—Escuche, me llamo Alexis Castle y soy nuevo en las empresas Ferris.

Fortuna lo miró con desdén, aunque era apuesto, alto de ojos negros y espaldas anchas, no le gustó que su padre tomara al chico nuevo para llevarla a casa, era su forma de probar a la gente en las empresas Ferris.

—Así que te tocó el número.

—No sé lo que pasa aquí… Tampoco quiero perder mi puesto que me costó mucho conseguir.

—¿Quieres hacerme llorar?

—Solo quiero conservar mi puesto y…

Entonces ella lo interrumpió para decirle a una joven:

—Chica, ese no menos de 70… Lo usé en una misa Papal.

Entonces miró al chico bastante apuesto y algo arrogante, y le indicó:

—Escucha, no pienso volver hasta que no venda todo esto, necesito dinero para la fundación.

Alexis se cruzó de brazos y dijo riendo:

—Usted tiene dinero.

—Ahora tengo dinero —le mostró los billetes de forma grosera en su mano—, antes no tenía.

Margo se hacía cargo de la mercadería de su lado y ya tenía una buena cantidad de dinero y lo guardaba en un canguro.

—Escuche, soy nuevo, este trabajo es importante para mí, necesito el empleo, por favor…

Ella ni lo miró y siguió ofertando su mercadería.

No podía continuar de esa forma, entonces en un arrebato cargó a la joven sobre su hombro ante su sorpresa y la llevó al auto.

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