«La fortuna juguetea con los corazones haciéndolos caer en su tentación»
Eso era el colmo, su padre no entendía nada, tan solo donó uno de sus hermosos y costosos collares para una causa benéfica y él le quitaba las tarjetas, necesitaba dinero para poder apoyar a una fundación de animales que pasaba por un mal momento.
—¿Es tu última palabra, papá?
—Se acabó el despilfarro, no te dejaré que tires todo por la borda.
—Es solo un collar.
—Que yo te obsequie y esperé que sea apreciado por tu persona y no obsequiado para cualquier cosa.
Ella se alteró y le indicó.
—Es una fundación que apoya a víctimas contra el cáncer.
—Ya basta de eso —dijo fastidiado—, la gente solo se aprovecha de ti, hija.
Su padre no entendía que el estar en una posición económica más relevante debía ser aprovechado para ayudar al prójimo.
—¿Es tu última palabra?
—Sí, lo es.
Nadie le negaba nada a Fortuna Ferris, ella siempre debía salirse con la suya y salió como una furia por las oficinas de los departamentales, su primo entonces le salió al paso.
—¿Y ahora qué?
Ella lo señaló con el dedo y con todo la rabia del mundo le indicó.
—Dile a tu tío que se va a arrepentir de todo esto y que rece a todos los santos que conoce para que la prensa no se entere.
Egan la miró sorprendido y le preguntó.
—¿Se enteren de qué?
—Ya lo sabrás por los medios.
Odiaba los medios, ellos eran una familia demasiado visible y no siempre la publicidad para ellos era buena y su prima era un imán de los conflictos, cada acto de ella salía en la prensa y siempre hablaban de ella en los medios.
Fortuna era una joven dicharachera, muy conversadora y golosa, siempre deseaba salirse con la suya y muchas veces lo conseguía y otras como en esa mañana no… Llamó a su mejor amiga Margo y le comentó:
—Papá me redujo de nuevo el gasto.
—¿Qué piensas hacer?
—Que vamos a hacer —sonrió ella—, ¿te gustaría hacer una venta de garaje en la carretera?
La voz de Margo se escuchó exaltada:
—¿En verdad te atreverías a tanto?
—Claro, necesito efectivo y tengo muchas cosas que ya no uso.
—Bueno, vamos entonces.
Ella tenía otra idea de la vida, una que solía exponer a las personas ricas como ellos y con total decisión abrió su amplio armario.
—No van a limitarme —decía mientras sacaba los costosos vestidos y los tiraba en la cama—, no pueden frenarme… Soy libre…
Tiraba los zapatos en una maleta y cuando tenía un buen botín sonrió. Tuvo que llevar todo aquello a su auto y lo colocó como caía, lo importante era salir de allí. Lorena, que por años había sido la gobernanta de la casa de su familia, salió abrumada por su acción:
—Fortuna, niña, ¿qué haces?
—Mi padre me cortó las tarjetas y debo conseguir dinero para la fundación de las mascotas o la cerrarán y no me digas que no lo haga…
La mujer veía escandalizada todo lo que se llevaba.
—Es tu ropa… Zapatos, carteras, todo, ¿y lo vas a dar por unos perros callejeros?
—Sí, de alguna forma tendré dinero, dile a mi padre qué gracias por su tacañería.
Se subía en su auto descapotable y salió a toda velocidad escuchando como un triste eco los gritos de su querida Lorena:
—¡Fortuna! ¡Fortuna!
El auto convertible color rosa salía disparado fuera de la mansión Ferris, la mujer quedó bastante preocupada y sin saber cómo reaccionaría su jefe al saber lo que su hija iba a hacer en esos momentos.
Solucionar los problemas, siempre escuchaba esas palabras de la voz de su padre y ella iba a hacer eso en esos instantes, todo para que animales inocentes que gente irresponsable lanzaba a la calle, no sufriera. De armas tomar, eso era ella.
Sintonizó la radio, una potente canción “Nowhere fast”, a todo volumen mientras enfilaba al pueblo de las Hadas, entonces en mitad del pueblo, Margo la esperaba con otro poco de ropa y un perchero, frenó y se bajó de su auto con una sonrisa:
—Estamos locas al hacer esto —comentó Margo.
—Eso es lo que más me gusta, estar loca para hacer esto.
Entonces comenzó a exhibir la ropa que había llevado; algunas chicas se acercaron y ella las invitó a acercarse:
—Hola, chicas, linda ropa a buen precio, les encantará.
Las chicas comenzaron a analizar los vestidos y se contentaron cuando vieron que eran de marca:
—Elijan el que más le gusta, cuestan entre dos mil y algunos hasta cinco mil, pero por hoy, solamente por hoy están rebajados…
—Estos —le enseñó un par de zapatos de tacón alto— ¿Cuestan mucho?
Los había usado en el baile de caridad de la fundación de su padre en New York, eran muy caros y exclusivos, entonces le preguntó:
—¿Cuánto tienes?
—Treinta.
—Llévalos.
El rumor de que un par de chicas locas estaba vendiendo ropa de marca se extendió y ya tenía un nutrido grupo de jóvenes probándose en la vía los vestidos.
—¡Vengan, vengan a buen precio todo!
Ya tenía algo de dinero, aunque no valía lo que costaba cada prenda, ella solo sonreía arrimada a su coche viendo los rostros de esas chicas menos provistas deleitándose con esa ropa.
Ella había nacido, como decían: en cuna de oro, tuvo todo lo que una chica rica puede tener, asistió a grandes eventos, sabía andar a caballo, nadar, tocar el piano, hablar cuatro idiomas, modelar, pintar y tantas monerías que servían para la alta sociedad y que ¡rayos! Si le servían para ser feliz, porque ella no era feliz, una joven se le acercó con un hermoso vestido usado en el Baile de las Rosas en Mónaco.
—Llévalo.
—¿Es en serio?
—Claro…
—Eres genial —sonrió la chica.
—¿Eso piensas?
—Bueno, no es normal que una chica rica venda su ropa cara a precio de nada.
—Es cierto, quiero darle una pataleta a mi padre y todo el dinero será dado a una fundación.
Su meta era hacer enojar a su padre y mucho, para conseguir más dinero para la fundación; sin embargo, la joven que escuchó aquello debía ser lo más banal del mundo, entonces le explicó:
—Parece una tontería, pero a veces mi padre suele ser un poco irritante.
—Te entiendo, tengo padre y parece de Marte.
Ella sonrió, por fin alguien la comprendía y respiró hondo, tenía que sacarle provecho a todo eso.
Alexis Castle había llegado con buena actitud a su primer día en la empresa, había dado todas las pruebas necesarias para formar parte de las empresas Ferris que eran el negocio del momento y formar parte de su nómina era de lujo. Se esforzó tanto para ser elegido y cuando le dieron el resultado no pudo menos que sentirse orgulloso de su esfuerzo, una secretaria lo guio a una oficina en la parte de presidencia, iba a tratar con un pez grande, cuando entró en una amplia oficina de fondo azul, se encontró con un sujeto de espalda a él hablando por teléfono, la bella secretaria lo anunció:
—Señor Egan, el señor Alexis Travis, ha llegado.
El tal señor Egan era joven como de unos 30 años y cuando se volteó se impresionó de su juventud, esa oficina era de un poderoso.
—El chico nuevo.
Carne de cañón para todos los efectos, cordialmente extendió su mano para saludarlo y…
—Señor Egan mucho…
Ni se la estrechó, solo le dio su primera orden:
—Tienes una tarea, chico nuevo, debes ir al pueblo de las Hadas y allí verás a una linda chica como el sol de la mañana, vendiendo ropa, por favor, dile que vuelva a su casa.
¡Qué!, ¿qué clase de orden era esa?
—No entiendo.
—Es muy simple, esa chica es la hija de tu jefe, está malcriada y haciendo una pataleta, su padre, mi tío —recalcó de pronto—, la quiere de vuelta en casa, antes de que la prensa se entere.
—Es que yo… No…
—Si no quiere volver por la buena, tendrás que usar las malas.
—Perdón.
—Claro, deberás de ser menos violento porque es la hija de tu jefe y mi prima, pero tráela de regreso.
—Es que… Yo…
—No pierdas tiempo.
La reunión había terminado, Alexis salió confundido, entonces le preguntó a la secretaria:
—¿Lo que me dijo es cierto?
—Claro y no debes demorar, la prensa anda a la cacería de algo sobre Fortuna, la hija del dueño.
No podía creerlo y ahora tenía que hacerlo, subió a su auto y manejó hacia el lugar en donde estaba la hija de su jefe haciendo una pataleta y se encontró con una bella joven como el sol y con una actitud de bruja.
Estacionó su convertible un poco atrás y vio la acogida que había tenido la venta, las chicas se peleaban por hermosos y costosos vestidos. El joven se le acercó lo más cordial posible.
—¿Qué tal la venta?
—Genial —respondió ella.
El sujeto tomó un zapato y lo analizó con suma atención, era hermoso y costoso, ella se lo quitó:
—No es tu estilo, no va con tu color de piel.
Él sonrió y entonces dijo de forma educada:
—Me llamo Alexis Castle y su padre desea que vuelva a la empresa.
—Todavía tengo mercadería.
—Por favor, señorita… Es una orden.
Ella se le rio en la cara y le respondió:
—Hoy es el día de no obedecer órdenes.
¿El día de no obedecer órdenes?, nunca había escuchado tal disparate, volvió a decir pacientemente.
—Escuche, me llamo Alexis Castle y soy nuevo en las empresas Ferris.
Fortuna lo miró con desdén, aunque era apuesto, alto de ojos negros y espaldas anchas, no le gustó que su padre tomara al chico nuevo para llevarla a casa, era su forma de probar a la gente en las empresas Ferris.
—Así que te tocó el número.
—No sé lo que pasa aquí… Tampoco quiero perder mi puesto que me costó mucho conseguir.
—¿Quieres hacerme llorar?
—Solo quiero conservar mi puesto y…
Entonces ella lo interrumpió para decirle a una joven:
—Chica, ese no menos de 70… Lo usé en una misa Papal.
Entonces miró al chico bastante apuesto y algo arrogante, y le indicó:
—Escucha, no pienso volver hasta que no venda todo esto, necesito dinero para la fundación.
Alexis se cruzó de brazos y dijo riendo:
—Usted tiene dinero.
—Ahora tengo dinero —le mostró los billetes de forma grosera en su mano—, antes no tenía.
Margo se hacía cargo de la mercadería de su lado y ya tenía una buena cantidad de dinero y lo guardaba en un canguro.
—Escuche, soy nuevo, este trabajo es importante para mí, necesito el empleo, por favor…
Ella ni lo miró y siguió ofertando su mercadería.
No podía continuar de esa forma, entonces en un arrebato cargó a la joven sobre su hombro ante su sorpresa y la llevó al auto.
Ella gritaba molesta y avanzó a decirle a su amiga:—¡Continua con todo!—Nos hablamos.Para ellas era cosa del día a día. Ella bufaba de molesta y Alexis entonces dio marcha al vehículo y en tono amenazador le espetó.—Te haré despedir…—Veremos.—No puedes tratar a la hija de tu jefe de esa manera, ¿acaso tienes modos de cavernícola?Ella gritó por todo el camino y cuando vio alzarse ante ella las empresas de su padre se cruzó de brazos haciendo un puchero, Alexis la miró de reojo y se la veía adorable, era muy bella y con ese extraño nombre.Afuera el señor Egan los esperaba, miraba su costoso reloj una y mil veces y vio llegar el auto que supuso era de Castle y sí, lo era, entonces vio a la bella rubia enfurruñada.—Fortuna.—Vete al diablo —dijo ella molesta—, ¿enviaste a este sujeto a que me tomara como un saco de papa y me trajera contra mi voluntad?Egan miró a Castle que estaba rojo de la vergüenza y entonces respondió:—Solo hizo su trabajo y ya estás aquí, tu padre desea ve
La rabia de Elisa por lo pasado, esa noche en que la ostentosa Fortuna humilló a Alexis, como odiaba esos modos de chica caprichosa de Fortuna, nunca se medía y los medios adoraban sus acciones: como obsequiar a una fundación un costoso collar valuado en cincuenta mil dólares, otro día fueron sus pendientes para una madre con una hija con cáncer, esos pendientes fueron vendidos y pagaron el tratamiento de la nena.Desde que la conoció siempre fue así, perfecta…«Ella había llegado al Real Colegio de Damas regentado por las hermanas del Perpetuo Socorro. Su padre había caído en la quiebra hacía pocos meses, su único as era ella, una brillante joven que se ganó una beca en esa institución.Todas sabían de su problema y la evitaban, tal se diría que no tener dinero era como un repelente; sin embargo, Fortuna no vio nada de eso y se acercó como buena persona y la trató como a una hermana, cómo la odiaba, en vez de sentirse agradecida, se sintió amparada por pena por esta mujer, todos come
Su padre parecía renuente, pero ella ya lo había decidido, Alexis Castle era el amor de su vida y se iba a casar con él, pero primero debía de dirigir la reunión de los médicos altruistas que ayudarían en operaciones para los niños, se harían reconstrucciones faciales, labio leporino, se colocarían prótesis, en fin, muchas cosas. Margo la ayudaba en todo eso. —Así que tu padre odia la idea del matrimonio. —Amará a Alexis. Sabía que no era tan fácil, entonces su amiga le indicó. —Sabemos que hará que firme un contrato matrimonial por tu bien. —Entonces lo hará, sé que Alexis no es interesado. Elisa llegó en esos momentos contenta, parecía renovada. —Hola, chicas, ¿cómo va todo? Fortuna le dijo alegremente. —Me voy a casar con Alexis después del evento. Eso sorprendió a Elisa. —Debes contarme todo eso, es increíble que tu padre te deje. Fortuna hizo un puchero y le comentó. —Él odia la idea, pero es mi vida. Margo le comentó. —De seguro pedirá un contrato matrimonial, voy
Las cirugías habían sido exitosas, la labor había culminado y ahora se daba un baile en honor de los doctores participantes. Fortuna tenía el contrato matrimonial entre sus manos y vacilaba en entregárselo a Alexis. Elisa se acercó en ese momento. —¿En verdad le harás firmar eso? —No quisiera, pero mi padre… —Fortuna, no dormirás con tu padre. Alexis no te mirará igual. Ella tenía terror de que Alexis dejara de quererla, entonces guardó el contrato, tal vez en la noche de boda podría hacerlo firmar con algo de encanto palearía ese momento. Alexis recibió una llamada de parte de Elisa. —Dime, cariño. —Estoy haciendo de todo para que Fortuna no te haga firmar ese maldito contrato matrimonial. —Entiendo, Travis Ferris me trata cortante, no confía en mí. —Pues haz algo para que confíe en ti. —Tal vez si firmo… —¡No vayas a firmar esa m****a! —Ok. —Y ven, que el evento va a comenzar y debes estar presente junto a Fortuna. Fortuna usaba un bello vestido negro con un escote en V
La reportera se acomodaba el traje y daba la orden de inicio de la transmisión: «Estamos en el muelle de Pier, atentos a las noticias que nos puedan dar los guardacostas sobre el yate el Aleón, el famoso yate donde la hija del magnate Travis Ferris salió de luna de miel con su esposo Alexis Castle. Lo último que se supo de ellos es que salieron de este muelle —indicaba el sitio—. Después de la fastuosa boda celebrada. La última comunicación que dio el capitán Merino fue a las tres de la mañana, indicando que todo estaba en orden; sin embargo, desde ese momento no se obtuvo ninguna otra comunicación y a dos días sin noticias. Se teme lo peor». Algunos periodistas captaron la limusina en la que Travis Ferris había llegado y fue recibido por elementos de la guardia costera, entre ellos el capitán Dale. Fue conducido a las oficinas y allí se llevó esta conversación. —Señor Ferris, iniciamos la búsqueda del Aleón. —¿Por qué? El sujeto agarró aire para decirle: —El Aleó no se encuentr
Las algas se arremolinaban a su alrededor como brazos serpenteantes, deseaban tomarla y llevarla a su reino, su mente divagaba en pequeños fragmentos como luces en esa oscuridad. Su padre… Le dio todo lo que pudo materialmente, pero la felicidad ni él ni ella la consiguieron, su pesado vestido de novia la tiraba hasta el fondo como un gran peso muerto, el poco aire que le quedaba en sus pulmones se estaba acabando y pronto todo terminaría para ella… Otro recuerdo… «El brindis de los novios, todos alzando sus copas para celebrar la unión… Su padre acercándose a ella y preguntando: —¿Tienes el acuerdo matrimonial? No deseaba mentirle, pero tampoco quería que se arruinara todo ese bello momento. —Papá se lo di a Margo, ella te lo dará después. —Hijo, quiero que seas feliz. —Lo soy, ahora —miró a su esposo riendo—. Con Alexis lo tengo todo». Ese todo se escuchaba como un eco en medio del vaivén de las olas. El tiempo se agotaba y su vida también, entonces como una luz, algo pasó de
Alexis entró en las oficinas y todos centraron su mirada en él. Vestía de negro entero y usaba gafas oscuras, todos lo saludaron con respeto y cuando entró en la oficina se encontró con Rafael Egan, el primo de Fortuna. —Egan. —Alexis, supe que mi tío está muy mal. —Es cierto, quiso volver a realizar una búsqueda de tu prima y… Era inútil. —Lo visité, los doctores dicen que no podrá desenvolverse por él solo y los abogados me indicaron que ahora estás a cargo. Era cierto, como esposo de Fortuna lo estaba. —Sí. —Entiendo —fijó sus ojos azules en el hombre que tenía enfrente—. Nunca pensé que cuando te conocería hace dos años iba a tener enfrente al futuro director de los departamentales Ferris. Alexis entonces murmulló: —Yo tampoco lo pensé… Supongo que la vida da muchos giros. —Demasiados, diría yo. Bien, entonces vuelvo a mis funciones —entonces se detuvo—. Mi tío confiaba en ti, te veía como a un hijo, espero no lo defraudes. Alexis se quitó las gafas oscuras y miró la amp
Alexis ya tenía un año y medio de viudez y el tiempo para responderle a Elisa había llegado, era la única persona que podía entenderlo y quererlo como él era, la llamó: —Si gustas podemos salir a comer. Le pareció una buena idea hacía días que no cenaban juntos y entonces respondió: —Bien, estoy por terminar mi jornada y me gustaría comer algo. —Perfecto. Fueron a un restaurante de la zona, un lugar bastante concurrido por la élite y entonces ella comentó: —Creí que no deseabas verme en sitios públicos. —Tienen que ir acostumbrándose, porque nos casaremos dentro de dos meses. El rostro de Elisa resplandeció y tomó su mano: —¡Alexis! Te haré el hombre más feliz del mundo. —Eso espero… —Tendré que preparar todo… Una boda grande. —Mejor que sea discreta, no deseo llamar la atención de todos. —Claro, lo que tú digas amor. En un arrebato de pasión lo besó en la boca y muchos comenzaron a comentar sobre el romance del viudo del momento. Elisa tenía que contarle a Margo la noti