Así, bajo el agua caliente, Heinz dejó que sus pensamientos vagaran. Recordaba cada detalle del rostro de Ha-na, cómo sus labios habían temblado al final, cómo su voz había denotado una leve inseguridad. Eso le gustaba, porque le indicaba que había algo dentro de ella que aún no entendía del todo, algo que él podría descubrir con el tiempo. Había una vulnerabilidad en su fortaleza, una contradicción que lo atraía.Pero también había límites, lo sabía. No podía empujar demasiado rápido. Podía sentir que ella estaba en un conflicto interno, uno que requería tiempo para resolverse. El deseo de Heinz era fuerte, pero su capacidad para controlarlo lo era más. No quería que ella huyera, no después de todo lo que había avanzado.Cuando salió de la ducha y se sentó a la mesa para comer, el silencio entre ambos era pesado, pero no incómodo. Era un silencio de comprensión. Ambos estaban procesando lo sucedido, cada uno a su manera. Heinz mantenía su expresión neutral, pero en su mente, estaba c
Heinz la miró con un gesto astuto apenas perceptible, pero sus ojos estaban llenos de una intensidad calculada. Se levantó con calma y caminó hacia ellas.—Yo me encargaré a partir de aquí —dijo Heinz con una voz suave y autoritaria.La gerente se despidió con una inclinación de cabeza y cerró la puerta detrás de ella, dejando a Ha-na sola frente a Heinz. El silencio se instaló entre ellos por unos pocos segundos.—Así que esta es la sorpresa que me tenías preparada —dijo Ha-na, con una mezcla de incredulidad y molestia.—Te lo mencioné, pero omití algunos detalles —respondió Heinz con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos—. Quería que lo descubrieras por ti misma.Ha-na apretó los labios, tratando de mantener la compostura. No quería parecer afectada, pero la situación la tenía fuera de balance. Lo último que esperaba era tener que lidiar con él en un entorno profesional y menos aún como su jefe directo.—Escucha, Ha-na —dijo Heinz, volviendo a su tono más serio—. Ahora soy tu jefe y
Ha-na sintió un leve escalofrío recorrerle la espalda al escuchar esas palabras. Sabía lo que venía, y aunque su mente luchaba contra la idea, su cuerpo parecía traicionarla una vez más. El contrato que había firmado con Heinz Dietrich no dejaba espacio para dudas: un beso diario, sin importar las circunstancias. Lo había hecho por necesidad, para no perder su oportunidad en la empresa y escapar de su pasado. Sin embargo, cada vez que se encontraba en situaciones como esta, sentía que el precio era más alto de lo que había imaginado.—No voy a besarte —murmuró ella, apenas audible mientras apartaba la mirada con disimulo—. No después de que me mentiste.Heinz dejó escapar una leve sonrisa, casi imperceptible, pero no se inmutó. Sabía que, pese a sus palabras, ella no tenía opción. La atracción entre ellos, esa tensión inexplicable, era evidente, aunque Ha-na la negara con todas sus fuerzas. Y aunque sus labios pronunciaran esas palabras de rechazo, su cuerpo no se apartaba.—¿Mentir?
El corazón de Ha-na latía con fuerza, y su cuerpo temblaba ante el roce sutil de los dedos de Heinz. Sabía que tenía que cumplir con lo pactado, pero esa conciencia no evitaba el vértigo que sentía cada vez que él se acercaba. La presión de sus labios había encendido algo en su interior, algo que se resistía a aceptar. Su cuerpo aflojaba involuntariamente ante la cercanía, los ojos entrecerrados como si estuviera dispuesta a ceder… Aunque en su mente se repetía que no debía dejarse llevar.—He cumplido mi cuota —dijo Ha-na, mientras sus músculos se tensaban y relajaban al mismo tiempo.Ha-na sintió una mezcla de enfado y deseo. ¿Cómo había llegado a estar en esta situación? ¿Cómo ese contrato había marcado su destino de una forma tan inesperada? No tenía elección, no había escapatoria sin consecuencias, pero tampoco quería admitir lo mucho que la afectaba su cercanía.—Es mínimo un beso por día —murmuró Heinz, con su respiración entrecortada tras el reciente ósculo. Sus ojos, serenos
El penthouse estaba bañado por la luz suave que entraba a través de las ventanas enormes, donde la ciudad parpadeaba en la distancia. Era un lugar de lujo, sin duda, pero esa noche parecía un lugar de confinamiento. Ambos estaban atrapados, no por las paredes, sino por el silencio que se cernía sobre ellos.Heinz la observó de reojo mientras ella avanzaba por la sala de estar, con su figura delgada y elegante moviéndose con la gracia de alguien que intentaba no llamar la atención. Él quería decir algo, cualquier cosa para romper la barrera que los mantenía en ese estado. Pero sabía que, en este momento, las palabras no harían mucho. No era el tipo de hombre que presionaba a alguien cuando no era necesario. Con calma, se giró y comenzó a dirigirse hacia su propia habitación. No era el momento para forzar nada, ni siquiera una conversación.Ha-na sintió sus pasos alejándose y, por un momento, pensó en detenerlo, pero algo dentro de ella la obligó a seguir su propio camino. Su cabeza est
Al pasar por la oficina del gerente de proyectos, John Matthews, un hombre de unos cuarenta años con una energía calmada y metódica, la saludó con un leve asentimiento de cabeza. John era respetado por su liderazgo tranquilo y su enfoque detallado en cada proyecto que manejaba. A diferencia de Emily, John no hablaba demasiado, lo que Ha-na agradecía en ese ambiente laboral.—Ha-na, ¿todo bien con los documentos del informe? —preguntó John, siempre preocupado por los detalles y la eficiencia.—Todo en orden, John. Ya los revisé y envié.Ha-na se aseguró de que todo estaría listo con una amabilidad natural. Apreciaba trabajar con personas organizadas y claras como, quienes respetaban el tiempo y el esfuerzo de los demás.Luego de esa breve interacción, se dirigió a la sala de conferencias para preparar los materiales de la reunión que Heinz tendría más tarde. Cuando estaba ajustando los últimos detalles, sintió una presencia detrás de ella. Sabía que era Heinz incluso antes de girarse.
Ha-na admiró el rostro joven, atractivo y hermoso de Heinz con esos ojos azules y su cabello marrón. Era hermoso, pese a ser de otro continente y cultura. Ese chico irradiaba masculinidad, fuerza y dominación. Ni pareciera que fuera cinco años menor que ella, porque se mostraba como alguien magnánimo y superlativo ante los demás. Se inclinó hacia él, apoyando ambas manos en los reposabrazos de la silla, acercándose hasta que pudo sentir la respiración lenta y controlada de Heinz rozando su piel. Cerró sus ojos rasgados por un momento, preparándose para lo que venía. No era un beso que deseaba dar, no era un nacido del amor o del deseo genuino. Pero el contrato lo exigía, y eso la ataba a cumplir, sin importar cómo se sintiera al respecto.Así, cuando su boca se encontró con la de Heinz, lo primero que sintió fue el calor que emanaba de él. Era extraño cómo el contacto físico, por más impersonal que intentara ser, siempre traía consigo una ola de sensaciones. El beso empezó suave, casi
Ha-na se halló abrumada desde el momento en que Heinz la atrajo hacia él. Cuando sintió que era jalada y se acomodaba sobre sus piernas, su primer instinto fue poner sus manos sobre el torso, casi como un acto reflejo. Aunque su mente le indicaba que debería apartarlo, que esto no era lo que ella quería, su cuerpo no respondía con la misma racionalidad. No había una resistencia real, solo el contacto ligero de sus manos sobre el pecho de Heinz. Era como si todo su ser se negara a luchar contra lo que estaba sucediendo. No le gustaba Heinz, no sentía atracción por él, pero había algo en el acto del beso que era innegablemente placentero. Cada vez que sus labios se encontraban, la sensación de ese roce cálido y suave nublaba sus pensamientos, haciéndole olvidar, aunque solo por unos segundos, el odio y la frustración que le provocaba estar en esta situación.El beso de Heinz era diferente esta vez, era más profundo, más persistente, y aunque ella no correspondía con pasión, tampoco inte