19. La postura

—Nada, solo salí a dar un paseo y de casualidad la vi por aquí —respondió Heinz con una calma pasmosa, pero ambos sabían que no era cierto. Su tono era tan natural que casi podría haberle creído si no fuera por el contexto. Era obvio que él la había estado buscando.

Ha-na presionó los labios, sintiendo que una pequeña chispa de furia comenzaba a encenderse dentro de ella. No podía soportar lo manipulador que parecía, cómo siempre aparecía en los momentos en los que menos lo quería. Además, ¿qué clase de "paseo" era en medio de una tormenta?

—No puedo permitir que mi amante se moje y se enferme —agregó Heinz con suavidad, ofreciéndole un pañuelo para que se limpiara las lágrimas que ella ni siquiera se había dado cuenta de que aún caían en su cara—. Tú eres mi flor.

El término "amante" la sacudió como un latigazo. Sus músculos se tensaron, y sintió un fuego ardiente en su pecho. No era su amante. Nunca lo sería. Se sentía usada, como si todo este tiempo él la hubiera visto como un obje
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