—Nada, solo salí a dar un paseo y de casualidad la vi por aquí —respondió Heinz con una calma pasmosa, pero ambos sabían que no era cierto. Su tono era tan natural que casi podría haberle creído si no fuera por el contexto. Era obvio que él la había estado buscando.Ha-na presionó los labios, sintiendo que una pequeña chispa de furia comenzaba a encenderse dentro de ella. No podía soportar lo manipulador que parecía, cómo siempre aparecía en los momentos en los que menos lo quería. Además, ¿qué clase de "paseo" era en medio de una tormenta?—No puedo permitir que mi amante se moje y se enferme —agregó Heinz con suavidad, ofreciéndole un pañuelo para que se limpiara las lágrimas que ella ni siquiera se había dado cuenta de que aún caían en su cara—. Tú eres mi flor.El término "amante" la sacudió como un latigazo. Sus músculos se tensaron, y sintió un fuego ardiente en su pecho. No era su amante. Nunca lo sería. Se sentía usada, como si todo este tiempo él la hubiera visto como un obje
Ha-na apretó los labios con fuerza al escuchar las palabras de Heinz. El tono de su voz, tan frío y calculador, le revolvía el estómago. "Un beso o diez mil dólares", repetía en su mente. ¿Cómo podía ser tan insensible? Para él, todo parecía una transacción, un juego de poder. No importaba lo que ella sentía, lo que pensaba. "Ya te lo dije, eres mía… Tú, me perteneces." Esas palabras la hacían hervir por dentro.—Yo no soy de nadie. No soy un objeto —respondió Ha-na, cargada de ira, pero al mismo tiempo sentía una sensación de impotencia. No podía soportar la idea de ser controlada por alguien más, como si su vida fuera un simple contrato para él, algo que podía comprar con dinero.Ha-na se levantó de la banca bruscamente. El sonido de sus tacones resonaba en la acera mojada. Detuvo un taxi, con movimientos rápidos y decididos, aunque en su interior todo era un caos. No miró hacia atrás, ni siquiera cuando sintió que Heinz se movía detrás de ella. Sentía su presencia como una sombra c
Heinz se dejó caer en el sillón con un suspiro controlado, pero su mente no dejaba de girar, analizando, calculando, esperando. La pantalla de su celular brillaba a un lado, con la cuenta regresiva marcando los minutos. El silencio en su penthouse era abrumador, interrumpido solo por el suave golpeteo de la lluvia en las ventanas. El sonido del agua le relajaba habitualmente, pero hoy era diferente. Cada gota que caía aumentaba su tensión.Se inclinó hacia atrás, mirando el techo, y luego volvió la vista hacia la puerta, que había dejado medio abierta de manera deliberada. Esperaba verla entrar en cualquier momento, ver su rostro serio y decidido, la dureza en sus ojos. Ha-na era obstinada, terca hasta el extremo, y por eso le gustaba. Esa terquedad la hacía más fascinante, más desafiante. Sin embargo, esa misma calidad ahora lo frustraba. ¿Por qué no podía simplemente ceder?El reloj marcaba las once de la noche y, aunque aún quedaba tiempo, experimentó un creciente malestar en el est
Ha-na despertó de golpe cuando el sonido del despertador rompió el silencio en su habitación. Eran las once y media de la noche, y la habitación seguía envuelta en sombras, pero algo dentro de ella la impulsaba a moverse. Una extraña mezcla de ansiedad y urgencia comenzó a crecer en su pecho. ¿Por qué se sentía así? No era solo el temor de infligir el contrato y tener que pagarle a Heinz, era algo más profundo, algo que no podía explicar con palabras.Se levantó apresuradamente de la cama, con el corazón acelerado y las manos temblorosas. Tenía que llegar a tiempo. Aunque se había prometido no hacerlo, algo en su interior la empujaba a salir corriendo. El tiempo parecía estar en su contra, y cada segundo que pasaba hacía que su ansiedad aumentara. Se vistió con rapidez, sin detenerse a pensar demasiado en lo que hacía. ¿Por qué le importaba tanto llegar antes de la medianoche?Al salir de su casa y detener un taxi, su corazón latía descontrolado. Al abrir la puerta del coche, reconoció
Ha-na se apartó apenas unos centímetros, pero su cuerpo aún estaba cerca del de Heinz. Podía sentir su respiración, el calor que emanaba de él, y por un instante, se sintió atrapada entre el impulso de huir y el deseo de quedarse. Su mente seguía confundida, pero su cerebro parecía haber tomado una decisión por ella. Había llegado a tiempo, pero ahora se enfrentaba a algo que no podía controlar ni con todas sus decisiones lógicas.Su boca se entreabrió, como si quisiera decir algo, pero no encontró las palabras. Todo lo que sentía en ese momento era la abrumadora intensidad de sus emociones, del silencio entre ellos y el extraño tirón que la llevaba hacia él, incluso cuando su mente gritaba que se alejara. Apartó la mirada y dio un paso atrás, sintiendo cómo la magnitud de lo que acababa de hacer se deslizaba sobre ella como una manta pesada. No sabía cómo enfrentarse a lo que acababa de pasar, pero lo que sí sabía era que algo había cambiado. Algo entre ellos había cruzado una línea,
Ha-na se apartó de Heinz tan rápido como si el contacto entre ellos la hubiera quemado. El calor de sus mejillas no era solo por la cercanía, sino por la furia contenida, la confusión y el torbellino de emociones que Heinz provocaba en ella. Sentía sus labios hinchados y húmedos por el eco del beso aun vibrando en su piel, y esa sola idea la llenaba de vergüenza y rabia. Su corazón palpitaba descontrolado, no tanto por el beso en sí, sino porque, contra todo lo que quería admitir, una parte de ella había disfrutado ese ósculo, había cedido a él.Alzó su diestra y le dio una bofetada, una que resonó en la silenciosa sala del penthouse. La mano le ardía por el impacto, pero el sonido seco de la cachetada le trajo un retorcido sentimiento de alivio. Había roto el hechizo que Heinz había lanzado sobre ella. Ahora, de nuevo, estaba en control de ella. El dolor en su palmar la hizo despertar, además de que él la había besado por segunda vez.Heinz, frotándose la mejilla, apenas reaccionó a l
En su sueño, las imágenes del beso volvieron a ella, pero esta vez eran confusas, distorsionadas. El rostro de Heinz seguía siendo claro, pero en el fondo, había una extraña sensación de que algo más estaba por suceder, algo que aún no podía comprender. El ósculo, el contacto, todo eso quedaba atrapado en la nebulosa de lo onírico, donde sus emociones y sus pensamientos se mezclaban en una maraña incontrolable. Al final, solo quedaba una cosa clara en su mente: Heinz era un problema, y uno del que no sabía cómo escapar. Era su prisionera, como una flor siendo acechada por un león.Se durmió maldiciéndolo, pero también sabiendo, en lo más profundo de su ser, que su vida no sería la misma después de esa noche.Heinz estaba en su cama. Sonrió con astucia, porque ella había venido y ahora dormía en otro cuarto. Al día siguiente, al despertar, le preparó el desayuno.Ambos estaban en el comedor.—Es mejor que te mudes de ciudad y de sitio de trabajo —comentó Heinz con tranquilidad mientras
Ha-na cerró los ojos, tratando de despejar su mente, pero los pensamientos seguían girando. Heinz no la dejaría en paz, eso estaba claro. Y aunque se había convencido de que lo detestaba, una pequeña parte de ella estaba intrigada por él, por su seguridad, por su obstinación. Pero no lo admitiría. Nunca.Ha-na se despertó sobresaltada por el ruido constante que provenía de la sala de estar. Los golpes repetidos y rítmicos se hicieron más claros a medida que sus sentidos regresaban a la realidad. Se levantó lentamente de la cama, frotándose los ojos, y se dirigió al baño para lavarse la cara. El frío del agua sobre su piel la despertó por completo, y después de secarse, se miró en el espejo, notando la palidez de su rostro. Un toque de maquillaje siempre la hacía sentir más segura, más ella misma. Aplicó una capa ligera, terminando con su labial favorito, un tono rojo suave que resaltaba la delicadeza de sus labios.El vestido negro que eligió para esa mañana era sencillo, pero elegant