En su sueño, las imágenes del beso volvieron a ella, pero esta vez eran confusas, distorsionadas. El rostro de Heinz seguía siendo claro, pero en el fondo, había una extraña sensación de que algo más estaba por suceder, algo que aún no podía comprender. El ósculo, el contacto, todo eso quedaba atrapado en la nebulosa de lo onírico, donde sus emociones y sus pensamientos se mezclaban en una maraña incontrolable. Al final, solo quedaba una cosa clara en su mente: Heinz era un problema, y uno del que no sabía cómo escapar. Era su prisionera, como una flor siendo acechada por un león.Se durmió maldiciéndolo, pero también sabiendo, en lo más profundo de su ser, que su vida no sería la misma después de esa noche.Heinz estaba en su cama. Sonrió con astucia, porque ella había venido y ahora dormía en otro cuarto. Al día siguiente, al despertar, le preparó el desayuno.Ambos estaban en el comedor.—Es mejor que te mudes de ciudad y de sitio de trabajo —comentó Heinz con tranquilidad mientras
Ha-na cerró los ojos, tratando de despejar su mente, pero los pensamientos seguían girando. Heinz no la dejaría en paz, eso estaba claro. Y aunque se había convencido de que lo detestaba, una pequeña parte de ella estaba intrigada por él, por su seguridad, por su obstinación. Pero no lo admitiría. Nunca.Ha-na se despertó sobresaltada por el ruido constante que provenía de la sala de estar. Los golpes repetidos y rítmicos se hicieron más claros a medida que sus sentidos regresaban a la realidad. Se levantó lentamente de la cama, frotándose los ojos, y se dirigió al baño para lavarse la cara. El frío del agua sobre su piel la despertó por completo, y después de secarse, se miró en el espejo, notando la palidez de su rostro. Un toque de maquillaje siempre la hacía sentir más segura, más ella misma. Aplicó una capa ligera, terminando con su labial favorito, un tono rojo suave que resaltaba la delicadeza de sus labios.El vestido negro que eligió para esa mañana era sencillo, pero elegant
Al principio fue suave, un contacto delicado, casi una caricia que apenas tocaba la piel. Quería saborear el momento, disfrutar la sensación de tenerla tan cerca, de poder hacer algo que había deseado desde hacía tiempo.Heinz sintió la suavidad de los labios de Ha-na bajo los suyos, y en ese instante algo en su interior se encendió. El beso comenzó, controlado, pero con cada segundo lento que pasaba, su deseo crecía. Sus labios se movían con más insistencia, más profundidad, intentando transmitir una necesidad que lo consumía. Podía sentir el calor que emanaba de su propio cuerpo, un calor que lo envolvía y lo impulsaba a querer más, a querer sentir más de ella.—Ha-na —susurró él, casi en un gemido suave, antes de presionar sus labios una vez más contra los suyos, esta vez con un poco más de pasión. El sabor de ella lo envolvía , era algo que no podía describir pero que lo hacía perder la noción de todo a su alrededor. Solo existían ellos dos en ese momento.Ha-na sentía su cuerpo a
Así, bajo el agua caliente, Heinz dejó que sus pensamientos vagaran. Recordaba cada detalle del rostro de Ha-na, cómo sus labios habían temblado al final, cómo su voz había denotado una leve inseguridad. Eso le gustaba, porque le indicaba que había algo dentro de ella que aún no entendía del todo, algo que él podría descubrir con el tiempo. Había una vulnerabilidad en su fortaleza, una contradicción que lo atraía.Pero también había límites, lo sabía. No podía empujar demasiado rápido. Podía sentir que ella estaba en un conflicto interno, uno que requería tiempo para resolverse. El deseo de Heinz era fuerte, pero su capacidad para controlarlo lo era más. No quería que ella huyera, no después de todo lo que había avanzado.Cuando salió de la ducha y se sentó a la mesa para comer, el silencio entre ambos era pesado, pero no incómodo. Era un silencio de comprensión. Ambos estaban procesando lo sucedido, cada uno a su manera. Heinz mantenía su expresión neutral, pero en su mente, estaba c
Heinz la miró con un gesto astuto apenas perceptible, pero sus ojos estaban llenos de una intensidad calculada. Se levantó con calma y caminó hacia ellas.—Yo me encargaré a partir de aquí —dijo Heinz con una voz suave y autoritaria.La gerente se despidió con una inclinación de cabeza y cerró la puerta detrás de ella, dejando a Ha-na sola frente a Heinz. El silencio se instaló entre ellos por unos pocos segundos.—Así que esta es la sorpresa que me tenías preparada —dijo Ha-na, con una mezcla de incredulidad y molestia.—Te lo mencioné, pero omití algunos detalles —respondió Heinz con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos—. Quería que lo descubrieras por ti misma.Ha-na apretó los labios, tratando de mantener la compostura. No quería parecer afectada, pero la situación la tenía fuera de balance. Lo último que esperaba era tener que lidiar con él en un entorno profesional y menos aún como su jefe directo.—Escucha, Ha-na —dijo Heinz, volviendo a su tono más serio—. Ahora soy tu jefe y
Ha-na sintió un leve escalofrío recorrerle la espalda al escuchar esas palabras. Sabía lo que venía, y aunque su mente luchaba contra la idea, su cuerpo parecía traicionarla una vez más. El contrato que había firmado con Heinz Dietrich no dejaba espacio para dudas: un beso diario, sin importar las circunstancias. Lo había hecho por necesidad, para no perder su oportunidad en la empresa y escapar de su pasado. Sin embargo, cada vez que se encontraba en situaciones como esta, sentía que el precio era más alto de lo que había imaginado.—No voy a besarte —murmuró ella, apenas audible mientras apartaba la mirada con disimulo—. No después de que me mentiste.Heinz dejó escapar una leve sonrisa, casi imperceptible, pero no se inmutó. Sabía que, pese a sus palabras, ella no tenía opción. La atracción entre ellos, esa tensión inexplicable, era evidente, aunque Ha-na la negara con todas sus fuerzas. Y aunque sus labios pronunciaran esas palabras de rechazo, su cuerpo no se apartaba.—¿Mentir?
El corazón de Ha-na latía con fuerza, y su cuerpo temblaba ante el roce sutil de los dedos de Heinz. Sabía que tenía que cumplir con lo pactado, pero esa conciencia no evitaba el vértigo que sentía cada vez que él se acercaba. La presión de sus labios había encendido algo en su interior, algo que se resistía a aceptar. Su cuerpo aflojaba involuntariamente ante la cercanía, los ojos entrecerrados como si estuviera dispuesta a ceder… Aunque en su mente se repetía que no debía dejarse llevar.—He cumplido mi cuota —dijo Ha-na, mientras sus músculos se tensaban y relajaban al mismo tiempo.Ha-na sintió una mezcla de enfado y deseo. ¿Cómo había llegado a estar en esta situación? ¿Cómo ese contrato había marcado su destino de una forma tan inesperada? No tenía elección, no había escapatoria sin consecuencias, pero tampoco quería admitir lo mucho que la afectaba su cercanía.—Es mínimo un beso por día —murmuró Heinz, con su respiración entrecortada tras el reciente ósculo. Sus ojos, serenos
El penthouse estaba bañado por la luz suave que entraba a través de las ventanas enormes, donde la ciudad parpadeaba en la distancia. Era un lugar de lujo, sin duda, pero esa noche parecía un lugar de confinamiento. Ambos estaban atrapados, no por las paredes, sino por el silencio que se cernía sobre ellos.Heinz la observó de reojo mientras ella avanzaba por la sala de estar, con su figura delgada y elegante moviéndose con la gracia de alguien que intentaba no llamar la atención. Él quería decir algo, cualquier cosa para romper la barrera que los mantenía en ese estado. Pero sabía que, en este momento, las palabras no harían mucho. No era el tipo de hombre que presionaba a alguien cuando no era necesario. Con calma, se giró y comenzó a dirigirse hacia su propia habitación. No era el momento para forzar nada, ni siquiera una conversación.Ha-na sintió sus pasos alejándose y, por un momento, pensó en detenerlo, pero algo dentro de ella la obligó a seguir su propio camino. Su cabeza est