Al día siguiente Hee-sook se preparaba para volver a Corea. Ya se había terminado su turismo y su supuesta cita con Heinz Dietrich, cuando solo se la había pasado con Hield Dietrich.Hield la ayudó con las maletas hacia la entrada del edificio y las subió al carro.—Vete —dijo Hees-sook con altivez y desprecio.—¿Qué? Yo te recogí y yo te llevaré al aeropuerto —contestó Hield con tranquilidad.—He dicho que te vayas. Ya no soporto verte, ni un segundo más —dijo Hee-sook con antipatía y desprecio—. Cancelaré el compromiso entre tu hermano y yo. Ya no habrá motivo para vernos y no pienso volver a este país.Hee-sook se puso gafas de sol y el conductor le abrió la puerta. Entró con clase y elegancia.Hield tragó saliva al verla como se alejaba. No eran nada y apenas se habían conocido en esa esa semana. Sin embargo, sentía un extra de presión en el torso al ver como aquella mujer coreana se marchaba para siempre de esa manera. Tensó la mandíbula. Había conocido muchas chicas hermosas que
Hee-sook la había escrito a Ha-na desde el celular, para informarle de su reunión sorpresa.Estaré en un almuerzo con Heinz por nuestro matrimonio. Les estaba haciendo creer cosas que no eran, solo para molestarla. —Ya que estás aquí y ustedes se la han pasado de maravilla, los padres de Hee-sook han venido para acordar la fecha de la boda —dijo el señor Dietrich—. Nos comentaste que te gustaba una mujer asiática y hemos hecho posible tu compromiso con la hermosa Hee-sook. ¿Están de acuerdo?—Sí, señor Dietrich. Es un gusto unir a nuestras familias en matrimonio —respondió el señor Hak.Heinz se mantuvo callado, viendo a Hee-sook y los mayores como hablaban de la boda y la unión como si no fuera nada importante. Sí, le gustaba una mujer asiática, pero Hee-sook, solo una, Harada Ha-na, nadie más.Hee-sook detallaba a Heinz. ¿Qué haría? ¿Era un hombre valiente y sin temor? Su hermano menor la había sorprendido con su tenacidad y lealtad. ¿Él se quedaría atrás y no lucharía por su amor
—Debo decir algo —comentó Heinz, captando la atención de los adultos. Apretó los puños y tensó la mandíbula—. Desde niño conocí a una mujer la cual me gustó porque era diferente a las demás, era asiática y su rostro hermoso me fascinó. Pero ella era mayor y yo solo un niño… La edad nos separaba ética, legal y socialmente. Era imposible en ese entonces, pero pasaron muchos años y ahora eso no es un problema. Solo la quería a ella, no solo porque se asiática, sino es porque quien me embelesó y de la que no he podido olvidarme ni un segundo. —Miró a su prometida—. Lo siento, Hee-sook, no tengo sentimientos por ti y no deseo casarme contigo. Me disculpo, pero este matrimonio está siendo impuesto por ustedes. No es mi intención faltarle el respeto a usted o Hee-sook, es que no puedo hacer algo que no quiero… La mujer que amo es asiática, es coreana y su nombre es Harada Ha-na… Mi flor.Hee-sook apretó los labios ante la confesión de Heinz. En verdad los Dietrich eran hombres dignos, tanto
Ha-na había escuchado cada palabra porque Hee-sook la había llamado para que escuchara.Hee-sook solo quería molestarlos un poco más. Pero solo era por capricho y por probar qué tanto se querían.Ha-na, te dije que Heinz era mi prometido, pero tu tenías una aventura con él. Creí que reas mi amiga, mi compatriota, pero me robaste a mi prometido.Hee-sook moldeó una sonrisa astuta y perversa. Estaba en un punto álgido en la trama de sus relaciones. Era el momento de causar el mayor de los problemas.Ha-na sintió que el aire se volvía pesado, como si el mundo entero se hubiera detenido a su alrededor tras escuchar las palabras de Hee-sook. Las confesiones de Heinz resonaban en su mente como un eco implacable, cada frase golpeando su corazón con una fuerza inesperada. Las palabras de Hee-sook eran como veneno, mezclando verdades y manipulaciones con un ingenio calculado. Por un momento, Ha-na sintió que todo lo que había construido a su alrededor, sus muros de autoprotección, sus límites
Heinz leyó el mensaje de Ha-na: Estoy en el edificio mirador. Ven.Ha-na había ido allí y había reservado el lugar con su dinero. No sabía qué hacer. Estaba un estado de shock que no podía controlar. Se mantuvo allí, estática y perdida en sus pensamientos.Heinz salió de la empresa con un propósito firme, pero su corazón parecía querer adelantarse al tiempo que marcaba el reloj. El mensaje de Ha-na había sido breve, casi frío, pero para él contenía una intensidad que no podía ignorar. Mientras conducía hacia el edificio mirador, su mente estaba en un torbellino. ¿Qué significaba ese mensaje? ¿Era una invitación a resolver todo lo que había entre ellos, o era un adiós disfrazado de palabras?En un semáforo en rojo, Heinz vio un pequeño puesto de flores al borde de la carretera. Sin pensarlo dos veces, giró hacia el lado, detuvo el auto y salió. Entre las flores disponibles, sus ojos se posaron en un ramo de lirios blancos y tulipanes rosados, una mezcla de pureza y delicadeza que le re
—Hay algo que debo decirte —dijo Ha-na con expresión sería—. Tú me tienes prisionera con ese contrato de besos. Quiero terminar ese acuerdo que tenemos. Ya lo he pagado con creces.—¿Qué dices Ha-na? Pensé que tú también lo querías —dijo Heinz, manteniendo su diestra en la espalda donde tenía el ramo de flores.—Acaso… Acaso… ¿No recuerdas lo que te dije por llamada aquella vez? Ese fue el motivo por el que te alejaste de mí —dijo Ha-na con firmeza. Yo no quiero besarte. No quería firmar ese tonto contrato. Solo debía darte un beso y ya te he dado muchos. Ya he pagado mi deuda con creces. No deseo estar con ningún hombre. Te odio a ti y los odio a todos. Solo me usas como tu objeto de placer y tu máquina de besos. Yo nunca he sentido nada por ti.—Te equivocas —dijo Heinz, con cierto temblor en su cuerpo—. Desde que te conocí siempre me has gustado. Desde que era un niño. Esperé todos estos para estar contigo. —Le enseñó el ramo de flores—. He estado enamorado de ti y solo quería ayud
—No, te equivocas —prosiguió Heinz—. No eres un solo un capricho. Eres la mejor que siempre me ha gustado.—¿Y qué me dices de Hee-sook? ¿No estás comprometido con ella? Por eso tuvieron una cita en el parque —comentó Ha-na con firmeza.—Yo no voy a casarme con ella. Hee-sook no me gusta, ni yo a ella. Eso es por planes de nuestros padres…. Yo solo quiero estar contigo, porque estoy enamorado de ti, Ha-na —confesó Heinz con sinceridad.—Entonces, si tanto te gusto termina ese contrato y déjame. Te entregué mis labios, mis besos, mi cuerpo, mi integridad. ¿Qué más quieres? Ya te he pagado ese estúpido acuerdo —dijo Ha-na, con su vista empañada por sus lágrimas—. Me iré del penthouse, renunciaré al trabajo y volveré a la ciudad con mis padres… Yo no quiero nada de ti, porque nunca he sentido nada.—¿En serio? Dime que en todo este tiempo no has sentido nada por mí —dijo Heinz, alterado.Ha-na bajó la mirada con su semblante triste y melancólico.—Yo no siento nada por ti, Heinz.Heinz m
—Mírame a los ojos y dime que no sientes nada por ti —dijo Heinz con severidad.Ha-na estaba agitada, alterada y con ritmo acelerado. Su cuerpo se heló ante la fuerza de sus propios sentimientos.—Yo no siento nada por ti —dijo ella. No dudó, para que él no descubriera su mentira—. Por favor, libérame. Me tienes prisionera. Me quieres proteger, pero tú eres el único que me lastima. Termina el contrato y déjame ir.Heinz retrocedió asombrado, con cada parte de su cuerpo temblando. Sacó el estuche de su saco y se arrodilló frente a ella, mostrando la sortija de compromiso.—Te equivocas, Ha-na. Yo no deseo humillarte, solo quiero que seas feliz —dijo él, de forma genuina y verdadera—. Terminaré el contrato. Pero cásate conmigo… Quédate a mi lado, sin un contrato de por medio… Solo porque los dos queremos estar juntos… Yo, te a…Ha-na negó con la cabeza y le puso el dedo índice en la boca, evitando que siguiera. Cerró el estuche con el anillo.—Guárdalo para la mujer que ames y que te am